El mercado privado de la vivienda no funciona para la clase trabajadora. Diez años después de que se perdieran millones de casas en la crisis de las hipotecas subprime entre 2007 y 2009, se está produciendo un fuerte descenso de las viviendas en régimen de propiedad mientras que el número de alquileres se ha incrementado en más de 10 millones hogares.


El vertiginoso aumento los alquileres está causando muchísimo daño. Desde 2011 hasta 2016, el número de apartamentos que se han alquilado por menos de 850 dólares al mes ha decrecido de las dos quintas partes del total a una quinta parte. Prácticamente la mitad de los arrendatarios ahora dedica más del 30% de sus ingresos a pagar el alquiler.


Aunque ha habido cierta estabilización de la brecha existente entre la subida de los precios de los alquileres y la subida de los salarios durante los dos últimos años, un nuevo estudio del Joint Center for Housing Studies de la Universidad de Harvard advierte que podría llevar 24 años al ritmo actual volver a los niveles existentes en 2001. “El mercado de alquiler parece adaptarse a una nueva normalidad donde casi la mitad de los inquilinos de viviendas tienen una costosa carga” concluye el informe (www.jchs.harvard.edu).


El problema es más grave en las ciudades que están creciendo más rápido en el Sur y en el Oeste, pero no hay un solo condado en todo Estados Unidos donde no exista escasez de vivienda a precios asequibles, según el Instituto Urbano. Por cada 100 familias pobres, hay un promedio de 28 viviendas disponibles a nivel nacional (www.urban.org).


Con Donald Trump en la Casa Blanca y Ben Carson como su Secretario de Vivivenda y Desarrollo Urbano (HUD por sus siglas en inglés), las cosas pueden empeorar. La administración ha propuesto un recorte del 13% a programas de vivienda y desarrollo urbano como los cupones (ayudas) de la Sección 8.
Actualmente, las ayudas públicas son escasas y solo alrededor del 25% de aquellos que las necesitan acceden a ellas. Mientras tanto, hay más de medio millón de personas condenadas a dormir en la calle en los Estados Unidos, y una quinta parte de ellos son niños. A nivel mundial, la ONU estima que 1.600 millones de personas carecen de una vivienda adecuada.


¿Construir más viviendas?

La respuesta más común del establishment ante la falta de viviendas a precios asequibles está basada en la ideología del libre mercado: dejemos a las empresas constructoras edificar más casas.


Indudablemente, necesitamos más casas y necesitamos mejorar el parque de vivienda existente. Pero los argumentos simplistas sobre la oferta y la demanda olvidan el hecho de que no es rentable para las empresas construir casas para la mayoría de la demanda existente –sectores cada vez mayores de personas pobres o cerca de la pobreza.
Es mucho más lucrativo dichas empresas levantar edificios de lujo para la élite mundial. Después de más de una década de agresivo desarrollo en la ciudad de Nueva York – justificado en nombre de las “casas económicas” – los resultados muestran esta contradicción con claridad. En un solo año, entre 2015 y 2016, más de 2.5 millones de personas en Nueva Cork tramitaron solicitudes para 2.600 apartamentos “económicos”. (NY Daily News, 5/11/16), mientras en Manhattan hay más de 12,000 pisos de lujo sin venderse al haberse construido demasiados (Financial Times 6/8/17).


La mayoría de estos pisos se compraron para invertir y no para vivir. De acuerdo con los datos de 2012 de la Oficina Censal de la Comunidad Americana de Encuestas (American Community Survey), más de la mitad de todos los pisos de lujos en el centro de Manhattan permanecen vacíos de media diez meses al año, un indignante despilfarro de recursos (NY Times, 10/24/14).


¡Es el capitalismo!

La principal causa de este problema es que el capitalismo gestiona el sector de la vivienda como un gigantesco casino donde maximizar a corto plazo sus beneficios.

Nunca antes en la historia ha estado la vivienda tan dominada por las grandes empresas multinacionales. La especulación en áreas urbanas ha incrementado los valores inmobiliarios, allanando el camino para más proyectos lucrativos de constructoras multinacionales. Esto supone además que se incremente el precio del suelo y el precio de los alquileres en áreas cercanas.

Constructores, bancos y corporaciones se han beneficiado de un establishment político más que dispuesto a apoyar su agresiva agenda con exenciones fiscales y tratos preferenciales. Los centros de las ciudades han sido transformados en zonas de recreo para los ricos como parte de una “carrera de fondo” para atraer inversiones y trabajos. Mientras tanto, los fondos de vivienda pública han sido recortados durante décadas. Esta situación ha afectado especialmente a personas de color y familias de madres solteras.

El “establishment” político

El establishment liberal en un número de ciudades está promoviendo “Planes Urbanísticos Incluyentes”, por el cual ofrecen incentivos a los constructores para que incluyan viviendas económicamente asequibles en sus proyectos.

Uno de los celebrados “modelos” ha sido el plan del Alcalde de NYC, Bill de Blasio, para construir o preservar 200,000 viviendas asequibles. Sin embargo, sólo 16,000 de dichas viviendas “económicas” serán ofrecidas al 25% de los neoyorkinos que ganan 25,000 dólares o menos al año. Mientras tanto, 425,000 personas en NYC están en listas de espera para acceder a viviendas públicas y hay 62,000 personas sin hogar.
La debilidad fundamental de esta estrategia es depende por completo de la empresas constructoras privadas cuyo principal interés es obtener el máximo beneficio económico posible que le ofrezca el mercado de la vivienda, y no construir por caridad viviendas asequibles

Se necesita actuar con urgencia

Los socialistas apoyamos cada mejora que podamos conseguir que proporcione alivio en medio de esta crisis. Rechazamos cualquier aproximación que acepte los límites que impondrán empresas constructoras y banqueros. Teniendo en cuenta esto, apoyaríamos el uso de la expropiación para convertir pisos de lujo vacíos en las grandes ciudades en pisos de titularidad pública que permitan alojar a las personas sin hogar.

Los especuladores y sus políticos no renunciarán sin más a sus beneficios. Resolver la crisis de la vivienda requerirá la participación de millones de personas bajo el principio de que el derecho a una vivienda es un derecho humano. Socialist Alternative ha impulsado junto con otros activistas campañas en apoyo del control de los alquileres y de otras políticas que garanticen viviendas económicamente asequibles en Seattle, Minneapolis y otras ciudades.

En dichas campañas por la vivienda, tenemos que enfrentarnos con las ideas dominantes del establishment que trata de generar confusión acerca de las políticas de vivienda a favor de los trabajadores como el control de alquileres y las viviendas públicas.

Por ejemplo, Nueva York es a menudo citada como un ejemplo donde dichas políticas reguladoras fuertes de control de los alquileres no funciona. En realidad, si funcionó muy bien para los inquilinos en Nueva York durante décadas. Pero el número de viviendas con alquileres controlados disminuyó desde los dos millones en la década de los 50 a sólo 27,000 en 2015 debido a las lagunas legales que favorecieron a las grandes inmobiliarias – un retroceso decisivo que alimentó la subida de los alquileres. Esto demuestra que necesitamos leyes estrictas de control de los alquileres que afecten a todas las viviendas sin que existan vacios legales que permitan la especulación.

Es verdad que el control de los alquileres no es una formula mágica bajo el capitalismo donde las inversiones dependen de los beneficios. Por eso necesitamos ir mucho más lejos. Necesitamos una alternativa completa a las inmobiliarias y empresas constructoras: un programa masivo de obras públicas para construir viviendas públicas de alta calidad, financiadas mediante grandes aumentos de impuestos sobre las grandes empresas y los súper ricos, y construidas por trabajadores sindicalizados.

La vivienda pública ha estado estigmatizada en los Estados Unidos durante décadas al tratarse de casas de baja calidad para los sectores más pobres de entre los más pobres. Abordar las terribles e inhumanas condiciones en muchas de dichas viviendas públicas es una prioridad urgente del movimiento por la vivienda. Pero no existe ninguna razón para que no podamos construir viviendas públicas de alta calidad, no sólo para los actuales residentes o para las miles de personas en listas de espera, sino también para familias de clase trabajadora y de clase media como una alternativa respecto al mercado privado.

Para garantizar la calidad de dichas viviendas, todos los planes de nuevas viviendas públicas deberán estar controlados por comités democráticos de trabajadores y vecinos.

Tener un concejal combativo en el ayuntamiento ayuda, sin lugar a dudas, a conseguir dichas reformas, tal y como hemos visto con la concejala socialista de Seattle Kshama Sawant, que rechaza el dinero del mundo empresarial y lucha inquebrantablemente por los trabajadores. Pero Kshama es el la primera en señalar que lo que ha sido más decisivo para ganar dichas reformas sobre vivienda en Seattle ha sido construir un movimiento de masas más allá del propio Ayuntamiento.

La necesidad del socialismo

Históricamente, las acciones militantes de masas como las huelgas de alquileres, los piquetes masivos, las manifestaciones y las ocupaciones han sido el factor decisivo para conseguir conquistar reformas en el ámbito de la vivienda, junto con una organización sistemática de organizaciones democráticas de masas.
La necesidad del socialismo

No es posible garantizar viviendas de buena calidad y económicamente asequibles para todos sobre las bases del capitalismo, especialmente si se analiza desde una perspectiva internacional. Es posible conquistar muchas reformas, pero en la medida en que los grandes bancos y corporaciones dominen la economía usarán dicha palanca sin ningún escrúpulo contra el 99%.

Esta es una importante lección del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando un enorme movimiento de inquilinos y trabajadores conquistó importantes logros en el ámbito de la vivienda. Pero debido a que ese movimiento no tuvo un programa que fuera más allá del capitalismo, cuando las condiciones cambiaron, la clase capitalista fue capaz de reagruparse y revertir aquellas conquistas.

Socialist Alternative llama a acabar con el poder de los multibillonarios tomando en manos públicas las 500 corporaciones más grandes que dominan la economía – incluyendo los bancos que dominan las inversiones y las promotoras multinacionales que dominan la construcción – como primer paso hacia la construcción de una sociedad en la que la vivienda sea considerada como un derecho para todos.

Para hacer realidad dicho programa, la lucha por viviendas asequibles necesita estar ligada a la lucha más amplia de la clase obrera. Históricamente, los movimientos por la vivienda han sido más fuertes cuando han estado conectados con el movimiento obrero radical.

Muchas voces dirigentes en el movimiento actual de la vivienda tienen serias dudas sobre el papel clave de la clase obrera debido a que la composición de las ciudades ha cambiado como consecuencia de la desindustrialización. Sin embargo, la clase obrera conserva un increíble potencial. Los trabajadores del transporte, telecomunicaciones, aeropuertos, almacenes logísticos, del sector públicos, los trabajadores de la sanidad, de la hostelería y los trabajadores del sector servicios son todos esenciales en el funcionamiento de las ciudades modernas.

Junto a los trabajadores del resto del mundo, tenemos un mundo que ganar. En lugar de subordinar la vivienda a los intereses del capital, necesitamos luchar por un mundo socialista donde la vivienda y el desarrollo sean planificados sobre la base a comités democráticos de trabajadores y vecinos para hacer la vida mejor para todos.

 


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