Una ventana se ha abierto poniendo en evidencia tanto a Amazon como a su billonario CEO Jeff Bezos, revelando aspectos nada edificantes sobre las prácticas de esta multinacional. En 2017, con unos beneficios de 5.600 millones de dólares solo en operaciones dentro de los Estados Unidos, Amazon pago 0 dólares en impuestos. ¡Sí, cero! Esto puede hacer al lector preguntarse, ¿cómo lo han podido hacer?
Los centenares de miles de trabajadores mal pagados que sufren condiciones laborales inhumanas en sus almacenes en constante expansión pagan mucho más en impuestos. Incluso con el reciente recorte de impuestos a los ricos de Trump, Amazon recibirá 789 millones de dólares en desgravaciones fiscales en 2018. Amazon es la segunda mayor multinacional del mundo, con activos valorados en al menos 1 billón de dólares. Jeff Bezos, con un patrimonio de 130.000 millones de dólares, es la persona más rica del mundo.
¿Cómo pudo Amazon, fundada en 1994, crecer hasta convertirse en la multinacional más rica del mundo? Una de las razones de su éxito es consecuencia de la ideología libertaria de no pagar impuestos propugnada por Jeff Bezos, así como la presión feroz para maximizar sus beneficios a costa tanto del público como de sus empleados.
Jeff Bezos primero buscó situar la sede central de Amazon en una reserva india de Nativos Americanos cerca de San Francisco que le habría permitido reducir considerablemente su tributación fiscal, un movimiento finalmente bloqueado por el Estado de California. Tras este intento, se estableció en el Estado de Washington, con uno de los sistemas fiscales más regresivos del país, incluyendo la ausencia de impuestos sobre la renta personal. Como se describe en un artículo de Newsweek (“Amazon: Cómo el líder mundial de ventas minoristas evita a los recaudadores de impuestos de la Bahía”), la compañía movió su sede internacional a Luxemburgo, una pequeña nación europea con una hermética legislación fiscal, algo que hoy es objeto de investigación por la posible corrupción de funcionarios públicos de la UE. Franklin Foer, autor de Un mundo sin fin, describe como Amazon usó su sede en Luxemburgo para eludir “un impuesto de al menos 1.500 millones de dólares que de lo contrario se debería haber pagado al gobierno de los Estados Unidos”.
En este artículo, Jack Blum, un destacado abogado defensor de trabajadores de cuello blanco, describe el agresivo plan de impuestos de Amazon: “Es un sistema que va más allá de la capacidad de los gobiernos, o de hecho del público, para comprenderlo, lo que otorga a las multinacionales una tremenda habilidad de cara a maniobrar negando la efectividad de los sistemas tributarios nacionales”. Y continúa: “En su mayor parte, se trata de cuestiones escondidas en los recovecos más profundos y oscuros de los tribunales fiscales y de las cajas fuertes de las grandes empresas, protegidas por acuerdos y disposiciones confidenciales”.
No debe sorprendernos por tanto que Bezos haya establecido su imperio Amazon sobre la base de una estrategia de recorte salvaje del gasto, empleados de almacén con salarios de miseria trabajando a un ritmo brutal en dichos almacenes, y expulsando del negocio a librerías independientes y otras empresas minoristas locales. Su reiterada negativa a pagar impuestos locales por las ventas realizadas a través de Internet ha supuesto robar a las comunidades locales los impuestos correspondientes a dichas ventas, forzando a implementar recortes en servicios esenciales.
La multinacional distribuyó en una ocasión mapas codificados por colores a los empleados para mostrarles a qué estados podían viajar sin llamar la atención de los recaudadores de impuestos, y solo comenzaron a recaudarse impuestos sobre las ventas a Amazon en los 50 Estados en abril del año pasado, 20 años después de que se fundara la compañía.
Amazon exige financiación pública
Ahora Amazon busca estafar a la ciudadanía exigiendo cientos de miles de millones de dólares en impuestos, en exenciones fiscales, a ciudades de todo el país por el privilegio de poder acoger la segunda sede de la compañía en su ciudad. Para ello ofrecen crear 50.000 empleos, prometiendo convertirse en un posible salvavidas para ciudades deprimidas. De esta manera han desencadenado un concurso como en los “Juegos del Hambre” de cara a ver qué estado o ciudad puede regalar la mayor cantidad de dinero público a la persona más rica del mundo. La mejor oferta ha sido del estado de Nueva Jersey, donde el Estado y los funcionarios locales han ofrecido 7.000 millones de dólares en incentivos fiscales de cara a atraer a Amazon a la ciudad de Newark.
Amazon afirma que está buscando “un ambiente estable y favorable para los negocios y que la estructura fiscal tendrá una alta prioridad para considerar el proyecto ganador”, y añade: “Los incentivos ofrecidos por el estado/provincia y las comunidades locales para compensar el desembolso de capital inicial y los costes operacionales que le sigan serán factores significativos en la toma de decisión”.
Crisis de la vivienda en Seattle
Sin embargo, un repaso a las consecuencias del establecimiento de Amazon en Seattle arroja una luz muy diferente sobre el valor de su presencia. Amazon es el mayor empleador en Seattle, habiendo dado empleo a unos 40.000 trabajadores en los últimos años. El crecimiento de Amazon ha ayudado a transformar Seattle de una ciudad donde la clase trabajadora podía permitirse vivir a un parque de recreo para los ricos. En los últimos seis años, los alquileres de Seattle se han incrementado en un 57%. ¡El inquilino medio paga ahora cerca de 2.200 dólares al mes por un apartamento de una habitación!
Esto ha creado una crisis social masiva, con una gran escasez de viviendas asequibles, niveles record de personas sin hogar, y con la clase trabajadora y las familias pobres viéndose forzadas a dejar la ciudad para irse a los suburbios. Esto está transformando drásticamente la economía y la estructura racial de la ciudad, impulsando un proceso de gentrificación a un ritmo acelerado.
No es accidental que Kshama Sawant fuera reelegida para el Ayuntamiento de Seattle en 2015 por segunda vez con un eslogan abiertamente socialista, “Hagamos de Seattle un lugar habitable para todos”. La Oficina de la concejala Sawant está ayudando a impulsar un movimiento creciente para exigir viviendas económicas, incluyendo un proyecto de ley para gravar a las grandes empresas de cara a que paguen por la construcción de viviendas asequibles.
No es ninguna coincidencia que el mes pasado Amazon tuviera una reunión con un grupo de concejales de la ciudad de Seattle, un encuentro cerrado al público y a la prensa. En 2010, Bezos personalmente aportó 100,000 dólares para ayudar a derrotar una iniciativa del estado de Washington de cara a gravar a los ricos para financiar educación y servicios sociales.
Un reportero local señaló que “la concejala Kshama Sawant, que no estaba en la lista de asistentes a dicha reunión, resumió por qué el público debería estar preocupado por este asunto: ‘El público debería encontrar preocupante que funcionarios electos, que han sido elegidos por los votos de gente corriente, estén teniendo una reunión privada con intereses multimillonarios’”.
La lógica capitalista de la ley del más fuerte beneficia prácticas empresariales más voraces y agresivas. Jeff Bezos y Amazon están demostrando por qué Socialist Alternative exige la propiedad pública de los 500 principales bancos y grandes empresas, y que sean dirigidos por la clase trabajadora en beneficios de las comunidades de clase trabajadora como parte de una economía democrática socialista.