Durante su campaña electoral para llegar a la presidencia, Donald Trump dejó claro que los inmigrantes indocumentados serían un objetivo clave para su administración, y difundió un motón de asquerosas mentiras como que todos los inmigrantes mexicanos son violadores.
Tras su elección, su administración ha dado más vía libre al ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduana estadounidense), para intensificar las redadas en los lugares de trabajo y atacar a destacados activistas de origen inmigrante para deportarlos.
Sus medidas han desatado un clima de terror en las comunidades inmigrantes que no tiene precedentes, que incluso supera a la etapa de apogeo de las deportaciones masivas que se produjeron bajo la administración de Bush y de Obama. La gente teme no sólo la deportación sino también las horribles cárceles del ICE, donde todo tipo de abusos, especialmente los de naturaleza sexual, son la nota dominante. Esta red de prisiones se está convirtiendo en el gulag doméstico de Estados Unidos. Demostrando su carácter cruel e inhumano, los perros de presa de Trump han comenzado a separar a los niños de los padres y madres que busca asilo.
Haciendo gala de una demagogia repugnante y enfermiza, Trump fingió estar preocupado por el destino de los dreamers, jóvenes inmigrantes que nunca han conocido otro hogar que no estuviera en EEUU. Pero, la realidad era otra muy distinta, mientras hacía estas declaraciones cancelaba el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que los protegía de la deportación y les permitía trabajar y asistir a la universidad legalmente. El programa sigue vigente gracias a una orden de la corte federal que puede ser revocada en cualquier momento por la Corte Suprema.
¿Dónde pueden encontrar ayuda nuestros hermanos inmigrantes?
Los inmigrantes pueden pensar que los demócratas que denuncian al presidente por sus comentarios racistas sobre ‘países de mierda’ en África y hablan de ‘resistencia’; son los defensores de sus derechos. De hecho, es cierto que entre sectores de la base del partido y de sus cargos electos hay hombres y mujeres que rechazan esta persecución. Pero, la dirección del partido, completamente fusionada con los intereses empresariales, se niega a organizar una lucha de masas sobre este y cualquier otro asunto que afecte a los sectores oprimidos de la sociedad.
De hecho, aunque utilizaron coyunturalmente su influencia en las negociaciones presupuestarias y cerraron la discusión gubernamental sobre el DACA, rápidamente renunciaron a las demandas más importantes a cambio de un compromiso muy poco fiable de los republicanos para debatir la reforma migratoria.
Las maniobras y acuerdos por arriba entre los grandes jefes del partido demócrata y republicano no solucionarán esta dramática situación. El camino es la lucha y la organización, tal como demostró el maravilloso movimiento de masas protagonizado por los trabajadores inmigrantes el 1º de Mayo de 2006, una muestra de fuerza y coraje que conmocionó al mundo entero. Fue una emocionante puesta en práctica de solidaridad internacional entre la clase obrera y una maravillosa forma de celebrar este día que comenzó a convocarse en homenaje a la huelga en defensa de la jornada laboral de ocho horas iniciada el 1 de mayo de 1886 en EEUU.
La población inmigrante está constituida de forma abrumadora por trabajadores y trabajadoras que realizan los trabajos más duros a cambio de salarios muy bajos. Y, no debemos permitir que los discursos racistas de Trump escondan una importante verdad: la elite económica estadounidense quiere una tasa de inmigración incluso mayor. Pero, a la vez, también son conscientes de que para poder sobre explotar a la población inmigrante, para negarle sus derechos más elementales y para utilizarla como excusa para reducir el nivel general de los salarios, necesitan imponer un régimen de terror. La clase dominante apuesta por la división entre los trabajadores, pretenden que nos enfrentamos entre nosotros mientras ellos nos explotan más y mejor.
Como señaló la concejala socialista de Seattle, Kshama Sawant, el pasado Primero de Mayo: ‘Si a todos los trabajadores que viven en Estados Unidos se les concedieran plenos derechos legales y de ciudadanía, entonces sería más difícil para los empleadores usar el miedo para reducir los salarios y los beneficios sociales. Sin la amenaza de deportación, todos los trabajadores unidos serían más fuertes para exigir mejores trabajos, servicios sociales y derechos democráticos’.
Una agresión a uno es una agresión a todos
En los últimos meses, hemos asistido a la revuelta de los maestros en estados dominados por los republicanos de Trump —donde los ataques a la educación pública habían llegado más lejos—, que ha demostrado de forma práctica el poder colectivo de los trabajadores. Los huelguistas apelaron con éxito al conjunto de clase obrera del país, que respondió brindado su apoyo.
La movilización masiva de los estudiantes contra la violencia y las matanzas que viven en sus centros de estudio, ha sido capaz, gracias a la simpatía que ha generado, de poner a la defensiva a la poderosa y reaccionaria NRA (Asociación Nacional del Rifle estadounidense). A su vez, el emergente movimiento masivo de mujeres ha señalado la necesidad de que los trabajadores se unan contra todas las formas de acoso en el trabajo.
Necesitamos que todas estas luchas confluyan en una movilización organizada que tendría la fuerza necesaria para derribar a Trump y derrotar la agenda republicana. La vieja consigna del movimiento obrero ‘una agresión a uno es una agresión a todos’; es más importante que nunca.
Hay que construir un movimiento de masas y una fuerza política de los trabajadores en torno a nuestras demandas. Esto es lo que Bernie Sanders comenzó a hacer en 2016 cuando llamó a una ‘revolución política contra la clase billonaria’. Desafortunadamente, su campaña como independiente no siguió adelante después de que el establishment demócrata amañara las primarias. Tenemos que aprender las lecciones y empezar a sentar las bases de una nueva fuerza política completamente independiente del dinero de las corporaciones y las grandes empresas.
También tenemos que mirar más allá. La popularidad del socialismo como alternativa al capitalismo sigue avanzando, especialmente entre los jóvenes. Este sistema hace tiempo que ha agotado su potencial para hacer avanzar a la humanidad. Sólo ofrece más desigualdad, opresión racial y de género, guerra y catástrofe ambiental.
La clase obrera internacional es la fuerza capaz unir a todos los oprimidos para poner fin a esta pesadilla y construir un nuevo mundo basado en la solidaridad y la genuina democracia.
– Fin inmediato de las deportaciones. ¡Basta ya de aterrorizar a las comunidades de inmigrantes!
– Legalización inmediata para todos los inmigrantes indocumentados.
– Impuestos a los ricos que permitan financiar una educación y una vivienda dignas y asequibles para todos sin importar el color de nuestra piel o nuestro lugar de nacimiento.
– Por un salario mínimo federal de 15 dólares/hora.
– Universidad gratuita para todos, cancelación de las deudas de los estudiantes.
– Medicare, atención médica universal y gratuita para todos.
– Fin al encarcelamiento masivo.
– Inversión pública de un billón de dólares para la reconstrucción de la infraestructura de la nación que ponga en marcha la transición hacia una economía de energía limpia y renovable.