No hay delito, absolutamente ninguno, que no pueda ser tolerado cuando ‘nuestro’ lado lo comete.
(George Orwell, 1984)
Las noticias sobre el espionaje masivo llevado a cabo por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EEUU reveladas por Edward Snowden, antiguo contratista privado de la agencia, no son una sorpresa. Confirman que el espionaje es un instrumento utilizado por todos los Estados para controlar y vigilar no sólo a otros países, rivales o “aliados”, sino que se extiende a sus propios ciudadanos.
Lo significativo de estas últimas revelaciones son los métodos y el alcance de dicho espionaje, cómo EEUU y el resto de países utilizan toda la red de comunicaciones, interceptando desde llamadas telefónicas a correos electrónicos de cientos de millones de personas en todo el mundo. Pero también el hecho, nada insignificante, de que todo esto haya salido a la luz sin que hayan podido impedir que salga a la luz.
Mientras que los distintos gobiernos europeos y latinoamericanos víctimas de este espionaje han puesto el grito en el cielo (ya sea Angela Merkel, François Hollande o Dilma Rousseff) y la mayoría de medios de comunicación dedican sus páginas a este aspecto del escándalo, demuestran escasa preocupación por el espionaje masivo a sus propios ciudadanos. Como explicaba el eurodiputado de IU, Willy Meyer: “La reacción de sorpresa de la mayoría de los estados de la UE ante el espionaje es hipócrita. Más, cuando los servicios de seguridad de la UE están subordinados a los de EEUU por decisión de Europa (…) El Parlamento Europeo ya avisó a los estados miembros en 2001 sobre la red espía de EEUU (…) que se usaba para interceptar comunicaciones, y desde ese año los Estados conocían la existencia de esta herramienta” (Público, 30/10/13).
Colaboración de los servicios de inteligencia nacionales
Finalmente se supo que todo el entramado de espionaje de la NSA a decenas de millones de personas es posible gracias a la colaboración de los distintos servicios de inteligencia nacionales, quienes interceptan datos en su propio territorio y son enviados después a la NSA. Dos de los países señalados son Francia y el Estado español. En el caso francés, el periódico Le Monde reveló que en apenas 30 días, del 10 de diciembre de 2012 al 8 de enero de 2013, la NSA interceptó más de 70 millones de llamadas telefónicas y mensajes SMS (fundamentalmente de las dos principales empresas de telefonía francesas, Wanadoo y Alcatel) tanto de empresas como de particulares. Para esta ardua tarea EEUU contó con la colaboración de la agencia de inteligencia francesa, la DGSE.
En el caso del Estado español, el periódico El País informaba que el CNI entregó a la NSA más de 60 millones de registros de llamadas y mensajes, que abarcaban sólo el mes de diciembre de 2012. Pretenden hacernos creer que se trata de un procedimiento rutinario y aleatorio, pero como revelaron las últimas filtraciones del grupo Anonymous sobre las actividades de lo que se conoce como el CNI catalán, el CESICAT, durante el mes de mayo de 2012, el espionaje se centró en activistas de izquierdas y sociales, además de periodistas, y se hizo un seguimiento exhaustivo de todo lo relacionado con campañas sociales, desde la lucha contra el escándalo de Bankia al movimiento 15-M.
‘El Gran Hermano te vigila’ (G. Orwell, 1984)
Cuando en 1949 George Orwell publicó su genial obra 1984, originalmente una crítica al control férreo, asfixiante y antidemocrático de la sociedad que ejercía el estalinismo, nada parecía augurar que se convertiría en un presagio de lo que sería el futuro bajo el capitalismo medio siglo después. El alcance del nivel de vigilancia al que están sometidas las personas es escalofriante. Según publicaba el 20 de agosto, el sistema de vigilancia de la NSA alcanza a “prácticamente el 75% de todo el tráfico de Internet en EEUU”. La NSA “retiene el contenido escrito de los correos electrónicos enviados entre ciudadanos dentro de EEUU” y “escucha llamadas telefónicas domésticas hechas con tecnología de Internet”. Snowden comunicó a la Unión Americana de Libertades Civiles que todo el tráfico de Internet que sale de las fronteras norteamericanas pasa por la NSA y ningún teléfono hace una llamada sin dejar rastro en dicha agencia.
Mientras millones de norteamericanos sufren los efectos de los recortes sociales el gobierno destina cada año miles de millones de dólares a los servicios de inteligencia. Desde 2001 ha gastado en ellos más de 500.000 millones de dólares, más de cien millones al día. Solo la CIA gasta anualmente 1.700 millones en la recogida de datos. El nivel tecnológico también es tremendo, solo la NSA tiene una capacidad de procesar diariamente 20.000 millones de “registros”, no sólo llamadas telefónicas, también visitas a páginas web, SMS y correos electrónicos, además es capaz de captar códigos bancarios, transacciones comerciales, votos registrados electrónicamente o localizaciones GPS.
Wikileaks y ahora las revelaciones de Snowden arrojan luz sobre el entramado de servicios de información y espionaje utilizados por el sistema capitalista. También son una prueba del incremento de la rivalidad entre las distintas potencias imperialistas que se agudiza en época de crisis económica, cuando cada una lucha por el control de los mercados y el acceso a materias primas baratas para competir en mejores condiciones que sus rivales.
La excusa de la seguridad
Tras los atentados del 11-S la administración norteamericana y sus aliados han utilizado la “lucha contra el terrorismo” como excusa para involucrarse en guerras como las de Iraq, Afganistán o Libia y aprobar leyes que recortan los derechos democráticos en sus respectivos países. A pesar de dedicar miles de millones de dólares al espionaje y contar con una red que llega prácticamente al rincón más recóndito del planeta no impidieron, por ejemplo, el asesinato de 92 miembros de las juventudes socialistas en Noruega a manos del fascista Breivik. Como luego quedó en evidencia, los servicios de inteligencia noruegos y extranjeros conocían desde hacía tiempo sus actividades.
El espionaje masivo realizado por todos los estados capitalistas revela el absoluto desprecio de la burguesía hacia cualquier tipo de formalidad legal cuando se trata de defender sus intereses. Eso sí, cuando se trata de reprimir a la clase obrera y a las organizaciones que luchan, aplican en nombre de la “democracia” todo el peso de la ley que ellos mismo violan continuamente. Los servicios secretos están fuera de cualquier tipo de control, son un instrumento fundamental al servicio de la oligarquía nacional de cada país. La burguesía argumenta que “hay que sacrificar la derechos por la seguridad”, pero realmente la causa fundamental de la inseguridad para la inmensa mayoría de la gente, en todo el mundo, es el propio capitalismo, un sistema al que le es inherente la guerra, las crisis económicas devastadoras, la represión y la violencia de todo tipo.
Lógicamente, la burguesía utiliza el de-sarrollo de la tecnología, especialmente de internet y de la telefonía, que ha suministrado una base material para ampliar y facilitar el espionaje del Estado. Sin embargo, pese a toda la información que la burguesía pueda obtener sobre la actividad social y política, que hay que rechazar y denunciar contundentemente, hay una perspectiva que jamás podrán evitar: la descomposición del capitalismo, el auge de la rebelión social y el triunfo de la lucha organizada y consciente de millones de personas contra este sistema caduco.