A raíz de la respuesta de “los Chuchos”, grupo dominante en el PRD, frente al fraude de 2012, que le ofrecen al PRI un “pacto por México”, López Obrador rompe con ese partido e impulsa su organización “Movimiento de Regeneración Nacional” (Morena), misma que logra su registro como partido político nacional en 2014; y que rápidamente logra el apoyo de la mayoría de la población mexicana, al grado de vencer de manera contundente a la derecha en 2018. Y en 2024, vuelve a ganar con una ventaja aún mayor, a una derecha ahora unida.

¿Cómo es que avanzó a tal velocidad?

Por un lado, décadas de lucha por parte militantes de izquierda habían permeado en un México que estaba cansado de 70 años del PRI, de 30 años neoliberalismo. En su gran mayoría, el país buscaba una opción diferente. Y Morena supo aprovechar el momento histórico.

Adicionalmente, Morena retomó las contradicciones de la izquierda de fines del siglo XX y las atacó en lo inmediato de la misma manera que el PRD. Como a ese partido, esto le permitió crecer y ganar elecciones. Sin embargo, estas posiciones también marcaron, a la postre, la decadencia y muerte del PRD.

 Visión electoral

El PRD nace con una estructura electoral, y no política. Comités seccionales, como los del PRI, en lugar de comités de base. Se abandonó cualquier participación en los movimientos sociales, que sólo eran apoyados de manera superficial cuando significaban votos.

Del mismo modo, la estructura realmente existente de Morena es electoral. El trabajo político se mapea a la geografía del INE, y no existe vinculación con los movimientos sociales auténticos. En su lugar y con pragmatismo, se recibe a líderes de grupos clientelares si garantizan votos o gobernabilidad.

A diferencia del PRD, a quien ha superado en éxito electoral, Morena es una maquinaria electoral eficaz que gobierna casi todo el país. Lo malo es que justo este mismo término, lo aplicábamos al PRI hace unas décadas.

Pragmatismo

En los 70s y 80s, la izquierda se planteó transformar el país a través de la toma del poder político; combinando la vía electoral con la vinculación a movimientos sociales, dirigidos por cuadros de los partidos. Sin embargo, muchos grupos ya tenían un líder “natural”, y se decidió aliarse con ellos; aunque rara vez contaban con formación política y eran proclives a las prácticas corporativistas y corruptas del PRI.

Adicionalmente, cuando el PRD gana el entonces Distrito Federal en 1997, el PRI ahorca a la ciudad, so pretexto de un problema que debía resolverse en Toluca, a una hora de distancia; demostrando su “músculo político”, lo que dio pie en el PRD a la idea de “negociar gobernabilidad” con estos grupos, contrarios pero fuertes.

Esto abrió la puerta en el PRD a cualesquiera que trajera votos y garantizara gobernabilidad, sin importar su ideología ni su calidad moral.

En el caso de Morena, López Obrador construyó un frente coyuntural que le permitiera ganar con una ventaja mayor al 10%. El costo: un partido en el que lo mismo había socialistas que antiabortistas. Hoy vemos alrededor y dentro de Morena a entes tan nefastos como el Partido Verde, el Partido del Trabajo, Pedro Haces, Adán Augusto, Ruvalcaba y Monreal; así como acuerdos no públicos o sobreentendidos con gente de derecha. 

Burocracia

Hasta 1977, era común que los militantes de izquierda sostuvieran a sus partidos con sus cuotas y su trabajo político. Con la Reforma Electoral de ese año, estos partidos empezaron a obtener su registro electoral y, con ello, dinero público, lo que cambiaba la dependencia económica natural de sus militantes, por la del presupuesto estatal. Ahora, los militantes podían vivir, y bien, de su trabajo político. Esto generó una separación de las bases, una burocracia partidista, con luchas internas por los privilegios, con salarios estratosféricos arriba de lo que ganaba un profesionista, y muy lejanos de lo que percibía un obrero o un jornalero. 

Con este presupuesto, el PRD empezó a conducirse como el PRI o el PAN, contratando proveedores, incluso para actividades de activismo como las pintas; con las posibilidades de corrupción que esto conlleva. Pronto, incorporó de manera tácita métricas de eficacia, como cualquier empresa capitalista. A mayor número de triunfos electorales, mayor posicionamiento dentro del partido.

Morena ha llegado más lejos, aplicando métricas de eficiencia. A mayor número de triunfos electorales con menor inversión económica: premios y privilegios.

Sectarismo.

En 1987, el PMS aceptó diversos grupos, en aras de reunir la fuerza necesaria para vencer al PRI en 1988. Sin embargo, la campaña de Heberto Castillo fue saboteada por varios de esos grupos que no lograron las candidaturas que deseaban. En 1989, el PRD conservó estos grupos como “corrientes”, mismos que enseguida buscaron imponer sus intereses sobre los del partido.

Aunque, con una figura central carismática como López Obrador, pareciera que Morena es más monolítico, el pragmatismo para vencer al PRIAN permitió la incorporación de grupos con posiciones dispares y a veces opuestas; que sólo apoyan de manera coyuntural la agenda de Morena si, y sólo si, esto les reditúa algún beneficio.

El nuevo PRD

Los puntos anteriores son los mismos que permitieron el éxito inicial del PRD, pero que a la postre lo condujeron a su degradación y muerte ¿Por qué Morena piensa que esta repetición contumaz no le llevara al mismo destino?

Quizás los dueños de Morena creen que, a diferencia del PRD, han ganado el poder por dos sexenios y gobiernan casi todo el país. Bueno, en muchos casos con desertores de partidos de derecha, que no de esa ideología. El problema de fondo es que no sólo se trata de ganar elecciones, sino de construir y ejecutar un programa de lucha que fortalezca la unidad de la clase trabajadora y del conjunto del movimiento social, y que busque satisfacer las demandas y necesidades del pueblo.

De cualquier modo, ser gobierno expone, desgasta; y peor con los candidatos que por pragmatismo han llevado al poder. Lo que parece una fortaleza, puede ser una debilidad más para Morena. 

Y usamos el término “dueños” porque así se conducen los dirigentes de Morena. No escuchan a los militantes, mucho menos a los comités de base. Pero nadie les ha dado la propiedad de ese partido. Ni López Obrador, fundador y principal figura de ese partido, lo es.

No olvidemos que Morena cosecha el fruto de décadas de trabajo político, de fusiones, de alianzas verdaderas, de escisiones, de vidas entregadas a la lucha de izquierda. Nuevamente, capitalizó el trabajo que militantes de izquierda realizaron desde el siglo pasado, a costa de su estabilidad económica y personal, de su libertad y de su vida. Sin embargo, en lugar de aprovechar esta enorme fuerza para gobernar a favor del pueblo, optó por alianzas sin principios y gobierna pagando favores buscados de manera innecesaria y contumaz.

Qué bueno que no está la derecha en el poder. Pero eso no convierte a Morena en dueña de esas luchas.

Les militantes de izquierda que así lo decidan, tienen derecho a no estar en Morena por todos estos vicios. Pero también tenemos el derecho de intervenir ese partido, de utilizarlo como el instrumento que el pueblo construyó por décadas, para que sea realmente un partido de izquierda y sirva a los intereses de la clase trabajadora y de los grupos oprimidos.

La “izquierda” reformista y conciliadora con el capital que, en el mejor de los casos, enarbola la ideología del nacionalismo revolucionario de Lázaro Cárdenas, no es la única alternativa. Podemos construir una izquierda revolucionaria, basada en la fuerza del pueblo organizado, cuyo programa se derive no de las negociaciones con la oligarquía y los poderes fácticos, sino de las necesidades de la clase trabajadora y de los grupos vulnerables como las mujeres, los grupos étnicos, les jóvenes y la población LGBT+. 

De otro modo, se convertirá en el nuevo PRD, y su suerte será la misma. O peor. No olvidemos que la degradación del PRD coincidió con la campaña publicitaria de “el nuevo PRI” ¿Será Morena el nuevo PRD, o el nuevo PRI?

No. No podemos permitir que una burocracia se apodere y destruya un instrumento creado a partir de décadas de lucha. Les verdaderes militantes de izquierda debemos intervenir Morena, para que sea un instrumento del pueblo, de la clase trabajadora, y de los grupos vulnerables como las mujeres, los grupos étnicos, les jóvenes y la población LGBT+.

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