Fotos y vídeos de las manifestaciones del 23N 24N 26N
La lucha de los trabajadores y trabajadoras del metal de Cádiz ha sido mucho más que un conflicto laboral con motivo de un convenio. Se ha transformado en una rebelión social contra años de retrocesos de las condiciones de vida de la clase obrera, de generalización de la precariedad y crecimiento de la pobreza, y de una política sindical cuya estrategia de renuncias a derechos conquistados, de recortes salariales y de paz social solo ha beneficiado a una patronal envalentonada.
Al gobierno del PSOE y UP le estalló de golpe la dimensión de esta huelga, que apuntaba directamente a la línea de flotación de su ficción de “gobierno más progresista de la Historia” y de “escudo social” gracias al que nadie se “quedaría atrás”. El apoyo masivo de la población gaditana a los huelguistas, que se extendió a todos los rincones del Estado, ha sacado a la luz el profundo malestar social que lleva muchos años acumulándose, dejando también al desnudo la charlatanería y la hipocresía de los gestores gubernamentales del capitalismo. Mucho presumir de sensibilidad social, y a la hora de la verdad solo envían tanquetas y cientos de antidisturbios armados hasta los dientes para reprimir con brutalidad a los obreros en huelga y la juventud que sale en su apoyo.
Cuando la resistencia popular contra la violencia policial y la movilización iba in crescendo, la celebración de la manifestación multitudinaria del martes 23 de noviembre, que desde el Sindicato de Estudiantes e Izquierda Revolucionaria impulsamos decididamente, encendió todas las alarmas: había que parar la lucha costase lo que costase. En horas, la burocracia sindical de CCOO y UGT que hasta ese momento había sido desbordada y se encontraba paralizada, se movió con rapidez para firmar un acuerdo de migajas con la patronal y, ayudados por los medios de comunicación y los portavoces de UP, engañar a la opinión pública mintiendo sobre las “asambleas” que supuestamente lo ratificaron.
Una tremenda fuerza y voluntad de luchar
La característica más llamativa de la huelga del metal de Cádiz es que se inició y dio sus primeros pasos sin que los sindicatos convocantes de la huelga, CCOO y UGT, hiciesen acto de presencia. Al inicio de las negociaciones del nuevo convenio las burocracias de ambos sindicatos se vieron atrapadas en una tenaza entre la presión de los trabajadores y la intransigencia de la patronal. Esa intransigencia empresarial la alimentaron ellos mismos, capitulando vergonzosamente en la negociación de los dos convenios anteriores.
La actitud sumisa de los responsables del metal de CCOO y UGT en Cádiz en todos estos años ha envalentonado hasta tal punto a la patronal FEMCA que, convencidos de que iban a conseguir un tercer convenio a la baja, pusieron sobre la mesa un nuevo ataque a unas condiciones laborales que ya estaban bajo mínimos. Lógicamente, esta ofensiva patronal aumentó la rabia entre la clase obrera gaditana, que ha asimilado una enorme experiencia en estos años, haciendo así más difícil la rápida retirada de unos dirigentes sindicales que ya estaban muy desprestigiados y desautorizados.
Para tratar de escapar a esta tenaza la burocracia sindical convocó primero dos jornadas de huelga los días 9 y 10 de noviembre, y una huelga indefinida a partir del día 16.
Como cualquier trabajador o trabajadora sabe, una huelga indefinida es un reto muy serio. La inmensa mayoría de la clase trabajadora necesita íntegra su nómina mensual para sobrevivir y afrontar los descuentos que este tipo de huelga provoca es un gran sacrificio. Hace falta una buena organización, capaz de movilizar el apoyo solidario de toda la clase obrera para formar una caja de resistencia potente, para poder mantener una lucha sin fecha de fin.
Por supuesto, la burocracia de CCOO y UGT no tenía la más mínima intención de mover un dedo para que esta huelga fuese un éxito. Acostumbrados durante tanto tiempo a tomar decisiones a espaldas de los trabajadores y trabajadoras, no consideraron necesario convocar asambleas previas, ni elaboraron una plataforma reivindicativa capaz de ganar el apoyo entusiasta de los trabajadores y trabajadoras del metal, ni confeccionaron hojas o carteles, ni presentaron un plan de lucha. Convocaron la huelga para dar una salida a la presión desde abajo, pero en ningún momento se propusieron canalizar esa presión contra los empresarios. Desde sus cómodos despachos contemplaron pasivamente como la policía atacaba brutalmente a los trabajadores y ni siquiera se molestaron en publicar un comunicado condenando la represión. Todo lo contrario: confiaban en que la represión enfriase los ánimos de los trabajadores y trabajadoras y les permitiese firmar un convenio de migajas y presentarse como salvadores de una situación desesperada.
Pero se equivocaron completamente. A pesar de este abandono por parte de los dirigentes sindicales, la respuesta de los trabajadores, y también de los desempleados del sector, fue magnífica. La huelga fue total, los piquetes fueron masivos, y tan llenos de ánimo de lucha que las agresiones salvajes de las fuerzas represivas no los doblegaron.
Desbordados y asustados por la magnitud del movimiento que sin querer habían puesto en marcha y presionados desde el gobierno para evitar que el conflicto se convirtiera en una referencia para toda la clase obrera del Estado, los dirigentes de CCOO y UGT, lejos de apoyarse en esta fuerza y determinación extraordinaria para conseguir un convenio digno, han optado por echarse en brazos de la patronal.
La clase obrera dice ¡basta!
Sin el menor ánimo de exagerar, podemos decir que hemos asistido a una lucha obrera excepcional que va a marcar un auténtico hito, un antes y un después en la política de paz social y desmovilización generalizada que el gobierno del PSOE y UP, con la plena colaboración de la burocracia sindical, ha intentado imponer.
Esta huelga, y especialmente el enorme apoyo social que ha suscitado tanto en Cádiz como en el resto del Estado, son un claro indicador de que conclusiones muy importantes han ido madurando en la conciencia de los trabajadores y que lo vivido en este último período no ha pasado en balde. Los años de movilizaciones masivas, desde el 15-M hasta las Mareas y las Marchas de la Dignidad han dejado una huella profunda. La oleada de recortes sociales y ataques a nuestros derechos que hemos sufrido tras la crisis de 2008 y, de nuevo, con renovado vigor tras el shock de la pandemia, han generalizado y agudizado el descontento de la clase trabajadora. La pasividad de las burocracias sindicales ante estos ataques, cuando no su abierta complicidad, han dotado de raíces sólidas a una furia que no deja de crecer.
En este cóctel, la juventud obrera que se ha incorporado a la batalla en los últimos años ha jugado un papel significativo. No está encuadrada en los sindicatos que han firmado retroceso tras retroceso, y que ven a estos sectores con desconfianza y desprecio (no forman parte de la aristocracia obrera). Pero estos millones de trabajadores mileuristas, precarios y sometidos a una explotación bestial, están colocándose en el centro de la lucha de clases. Son los protagonistas de numerosos conflictos laborales, en Euskal Herria, en Catalunya, en Madrid, en el País Valencià y ahora en Cádiz.
La huelga del metal de Cádiz ha demostrado que, en el momento en que se levanta una bandera de lucha que es percibida como una bandera limpia, que no encubre ningún interés oculto de una burocracia sindical o de una camarilla electoral, las tradiciones de lucha de nuestra clase pasan a primerísimo plano. La maravillosa firmeza con la que los trabajadores y trabajadoras gaditanos han hecho frente y resistido las brutales agresiones policiales dan testimonio de ello.
El papel de los comunistas revolucionarios en esta lucha
Es en este contexto en el que desde Izquierda Revolucionaria hemos intervenido con todas nuestras fuerzas para apoyar la huelga y contribuir a su victoria. La manifestación del martes 23, en la que confluyeron más de 12.000 trabajadores del metal y la juventud estudiantil convocada a la huelga por el Sindicato de Estudiantes fue un golpe tremendo. La burocracia sindical solo logró agrupar a unos puñados de delegados, mientras que miles decidieron movilizarse tras las pancartas firmadas por el Sindicato de Estudiantes e Izquierda Revolucionaria ¡Todo un síntoma de lo que se avecina!
En los cuatro días previos a esta movilización, la más multitudinaria de la huelga del metal, los activistas y militantes del Sindicato de Estudiantes y de Izquierda Revolucionaria repartimos más de 20.000 hojas en institutos, facultades, en los astilleros y las subcontratas, en los piquetes obreros desde las cinco de la mañana…y pegamos miles de carteles en Cádiz, Puerto real, San Fernando y otras localidades. Este despliegue de información, de agitación, y de intervención codo con codo con los huelguistas, haciendo asambleas masivas con los piquetes y reuniones de estudiantes en decenas de centros de estudio, permitió dar un gran salto. Junto con ello, la actividad de los cuadros sindicales y activistas de la CGT de metal y de la Coordinadora de Trabajadores del Metal, dos sindicatos que han estado al frente de esta batalla, fue clave para que el 23 la movilización fuera todo un éxito.
Es en la arena práctica de la lucha de clases dónde se comprueba el valor real de una organización revolucionaria. Rápidamente entendimos que para que la huelga avanzase era necesario evitar su aislamiento, de modo que orientamos nuestra intervención a explicar la necesidad de organizar la lucha y de extenderla e implicar en ella a toda la clase trabajadora.
Desde el primer día participamos en los piquetes diarios en San Fernando animando las asambleas y concentraciones que allí se han realizado con nuestras hojas, en las que planteábamos la necesidad de que fuesen las asambleas de trabajadores las que decidiesen el plan de lucha de la huelga, las que aprobasen una plataforma reivindicativa y las que tuviesen la última palabra en la aceptación o rechazo de cualquier preacuerdo.
En los días siguientes precisamos más nuestra plataforma reivindicativa, con demandas concretas de subida salarial, de salario mínimo sectorial, de cobro del Plus de Tóxico, Penoso, Peligroso, de rebaja de la jornada anual, etc. Esto era muy necesario para que la lucha dejase de ser defensiva, limitada a parar o reducir los recortes de derechos, y pasara a ser ofensiva. La idea central de nuestra intervención fue: ¡Tenemos fuerza no solo para parar los ataques, sino para conquistar un convenio digno, con mejoras significativas!
El jueves 18 dimos un gran paso adelante impulsando la concentración ante la sede de la patronal FEMCA. La propuesta de esta concentración ya circulaba informalmente entre los huelguistas, y lo que nosotros hicimos fue sacar una hoja y difundirla masivamente, unida a la plataforma reivindicativa. Conseguimos así agrupar las fuerzas suficientes para realizar una gran manifestación por Cádiz, que multiplicó los ánimos de los trabajadores, especialmente tras la intervención del compañero Antonio Muñoz, dirigente de la CGT metal y militante de IR, desde las escaleras de la catedral. El recorrido en manifestación por las calles de Cádiz permitió comprobar en vivo y en directo el enorme apoyo de la población y la enorme fuerza de los obreros en lucha.
El sábado 20 de noviembre se vivió un nuevo hito con la masiva manifestación convocada por CGT, la CTM y la confluencia sindical, en apoyo a la huelga, y a partir de ahí la lucha tuvo un recorrido ascendente. Incluso la burocracia sindical sintió el aliento de la calle y se vio obligada a convocar a la manifestación el martes 23, una vez que ya era pública la convocatoria de huelga y manifestación del Sindicato de Estudiantes.
Esta huelga marca un punto de inflexión
La extensión durante el último período de una conciencia muy crítica contra el sistema capitalista, las políticas de recortes sociales y la violencia policial, tenían que expresarse en algún momento. Lo que hemos vivido en Cádiz es también el desmoronamiento del programa del nuevo reformismo, el de los ministros y ministras de Unidas Podemos que se han conformado con convertirse en los palmeros y propagandistas de las políticas del PSOE, y los portavoces de la burocracia sindical. Su papel ha sido el de apaga fuegos de esta batalla, temerosos de que pudiera trastocar la estabilidad política que buscan para agotar la legislatura.
Cara a cara con la lucha obrera, los dirigentes de Unidas Podemos se han dejado jirones de autoridad y prestigio ¡Y no es para menos! Las patéticas declaraciones en Radio Nacional del secretario general del PCE, Enrique Santiago, pidiendo “confianza” a los trabajadores mientras las fuerzas represivas de su gobierno los apaleaban son una buena muestra de lo lejos que están de los intereses y las necesidades de la clase obrera.
Los trabajadores y trabajadoras gaditanas han sido muy castigados durante décadas. Pero ante todos los ataques sufridos, desde la reconversión naval de los 80 hasta el cierre de Delphi en 2007, la respuesta obrera y de toda la población fue masiva y muy combativa. El desprestigio de CCOO y UGT fue profundizándose a medida que sus dirigentes traicionaban una y otra vez las luchas. Estos precedentes son lo que explican por qué ha sido en Cádiz donde se ha producido el primer estallido social bajo el gobierno del PSOE y UP. Pero la situación de fondo es la misma en todo el Estado y, más pronto que tarde, la protesta obrera se expresará en las calles con la misma contundencia que en Cádiz.
La firma del preacuerdo de convenio y la desconvocatoria de la huelga por parte de CCOO y UGT no cambia en absoluto las conclusiones que se desprenden de esta lucha. Lo que esta firma apresurada demuestra es el pánico del gobierno, de la patronal y de las burocracias de CCOO y UGT a la extensión de la lucha del metal de Cádiz, a que el movimiento generalizado de simpatía y solidaridad se convirtiese en una ofensiva general de la clase obrera.
La farsa de las “asambleas” que supuestamente aprobaron el preacuerdo y la campaña desatada en los medios por dirigentes de UP, con Yolanda Díaz a la cabeza, y por periodistas, opinadores e “intelectuales” al servicio – bien pagado, por cierto – de la burocracia sindical, es solo una muestra de su debilidad y de su miedo ante la movilización.
A pesar del preacuerdo, la lucha se retomará con firmeza más temprano que tarde. Los efectos de la puñalada por la espalda que nos han dado no durarán mucho. Lo más importante ahora es sacar conclusiones de esta huelga ejemplar.
La primera es que tenemos fuerza más que suficiente para dar un giro a esta situación. Esta rebelión ha demostrado que somos fuertes: hemos paralizado completamente la producción del sector, tenemos un amplio apoyo social y la represión del Estado ha sido impotente para hacernos retroceder.
Y la segunda es que las burocracias de CCOO y UGT —bien engrasadas por las subvenciones estatales y patronales— aunque ha conseguido imponerse de momento, salen de esta batalla más tocadas, desautorizadas y cuestionadas que nunca.
La tarea que tenemos por delante no es sencilla, pero es la única que pude dar resultados. Necesitamos levantar una alternativa sindical de clase, de combate, militante, democrática y con un claro programa anticapitalista. Esto es por lo que luchamos desde Izquierda Revolucionaria junto a nuestros compañeros de la CGT del metal, y al lado de los sindicalistas de la CTM con los que hemos mantenido la unidad de acción todo momento.
Una alternativa sindical que agrupe a la vanguardia que ha protagonizado esta lucha extraordinaria es un paso imprescindible. Pero el comportamiento de los dirigentes políticos que defienden el sistema y que han actuado para aplastar esta huelga histórica, nos recuerdan otra importante conclusión. Esta izquierda reformista y parlamentaria, cuyos líderes salen de las capas medias pequeño burguesas que no han tenido nunca contacto con la explotación en la fábrica, ni dificultades en llegar a fin de mes, y que ahora han descubierto el encanto del parlamento, de las dietas, de los focos y las tertulias, son un dique de contención fundamental para la lucha de clases.
Por eso odian lo que ha ocurrido en Cádiz. Porque la clase obrera se ha hecho protagonista de la escena, desnudado una situación podrida que no tiene nada que ver con el cuento de hadas que propagan. Con más determinación y más convicción si cabe, los comunistas revolucionarios levantamos la bandera y estamos al lado de nuestra clase. No para sacar partido personal, ni para explotar nuestro ego, sino para hacer avanzar la conciencia y la organización. Por eso militamos en Izquierda Revolucionaria y por eso te invitamos a que te unas a nosotros y nosotras ¡Ahora es el momento!