Ucrania continúa siendo un gran motivo de preocupación para los representantes del imperialismo europeo y norteamericano. Hasta ahora, todos sus actos sólo han servido para añadir más gasolina a un fuego que ellos mismos iniciaron hace poco más de un año. En enero las milicias de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk lanzaron una gran ofensiva militar que provocó una derrota tras otra a un ejército ucraniano cada vez más desintegrado y desmoralizado. Las derrotas militares más importantes fueron la reconquista del aeropuerto de Donetsk y la recuperación de la ciudad de Debáltsevo el 18 de febrero, después de que el avance militar de las milicias dejara aislados y rodeados durante días a más de 8.000 soldados ucranianos.

Precisamente el éxito militar de las milicias y la derrota y descomposición del ejército ucraniano es una de las causas por las que Hollande y Merkel se presentaron en Kiev y Moscú con un “plan de paz” debajo del brazo. El plan no es original, básicamente retomaron los puntos del acuerdo firmado el pasado mes de septiembre, y el 12 de febrero Ucrania, Rusia, Donetsk y Lugansk firmaron el precario acuerdo de Minsk II, que incluía un alto el fuego que se inició dos días después. Tanto el gobierno ucraniano como los representantes de las repúblicas del Este firmaron a regañadientes. El primero, presionado por los organismos financieros internacionales; y los segundos, por Rusia. No es casualidad que dos horas después de la firma del acuerdo el FMI anunciara un préstamo de 17.000 millones de dólares a Ucrania, una cantidad que no va a paliar la bancarrota económica del país sino que sólo suministrará liquidez a corto plazo mientras a cambio se exige un plan salvaje de austeridad que empobrecerá todavía más a la población.

Hollande y Merkel no son ‘mensajeros de la paz’

La postura de Francia y Alemania no está motivada por el altruismo o ansia pacificadora de Hollande y Merkel, sólo les mueve la defensa de sus propios intereses políticos y económicos. No sólo quieren evitar que los acontecimientos en Ucrania escapen a su control, además desean suavizar las tensiones con Rusia. Cuando el pasado verano la Unión Europea aplicó una batería de sanciones económicas contra Rusia, muchos ya advirtieron que éstas se podían convertir en un boomerang, y así ha ocurrido. La respuesta rusa a las sanciones de Occidente fue vetar las importaciones de productos agrícolas y cárnicos europeos, además de paralizar proyectos de construcción naval o ferroviarios. Las consecuencias han sido desastrosas y amenazan con arruinar el sector agrícola y cárnico en muchos países de la UE, sólo en estos dos sectores las autoridades europeas reconocen pérdidas por valor de 21.000 millones de euros, tres veces más de lo previsto inicialmente. El ministro de Economía alemán reconoció que la respuesta rusa a las sanciones de la UE estaba detrás de la caída del PIB alemán y del regreso de la economía europea a la senda de la recesión.
Por otro lado, es evidente que hay un sector de la clase dominante norteamericana, encabezada por el Partido Republicano, cuyo máximo representante es el reaccionario senador John McCain, que junto a sectores del Partido Demócrata, parece apostar por la guerra como una manera de estimular la economía e impulsar el poderoso complejo militar industrial norteamericano. Uno de los principales debates es si armar o no al ejército ucraniano. El sector partidario del enfrentamiento militar presiona para que el gobierno envíe armamento pesado a Kiev. Hace unas semanas el Congreso, ahora en manos republicanas, aprobó el envío de 3.000 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania.
Obama, aunque durante las negociaciones de Minsk II llamó personalmente a Putin para amenazarle si continuaba apoyando militarmente a las repúblicas del Este, se ha mostrado reticente a enviar esta ayuda. En primer lugar, porque no se fían del gobierno ucraniano y, dada la situación de su ejército, no tienen claro dónde podría acabar esa ayuda militar. Uno de los problemas reconocidos por Kiev es la cantidad de soldados que se incorporan a filas y después huyen con las armas a integrarse en las milicias del Este, ¿quién garantiza que no suceda lo mismo con este envío de armamento? Y en segundo lugar, y más importante aún, son conscientes de las consecuencias y del alcance que tendría un enfrentamiento militar con Rusia, no sólo en la región, sino en todo el mundo. A pesar de las diferencias entre estos dos sectores, ambos sí coinciden en la necesidad de debilitar económica y militarmente a Rusia que se ha convertido en un problema para el mantenimiento de la hegemonía mundial del imperialismo norteamericano en la zona.

Protestas sociales en el Oeste

El desarrollo de la guerra ha debilitado aún más la posición de Kiev, pero los representantes de los fascistas de Sector Derecho, que controlan batallones del ejército ya han dicho que no respetarán el alto el fuego; y los representantes de las repúblicas del Este, correctamente, se niegan a desarmarse mientras las tropas de Kiev continúen en su territorio. Es evidente que el alto el fuego es muy frágil y puede saltar por los aires en cualquier momento.
Aunque lograran temporalmente acabar con las hostilidades militares, la inestabilidad seguirá dominando Ucrania a todos los niveles. Ya hemos visto que el anuncio del plan de austeridad ha desatado protestas masivas y huelgas en el oeste, norte y sur del país. En las próximas semanas y meses veremos como éstas se convertirán en otra gran amenaza para el gobierno de Kiev y los intereses imperialistas. La rebelión popular en el Este y las protestas sociales en el resto del país indican el potencial que existe en Ucrania para la lucha de clases. Lamentablemente, la ausencia de una organización capaz de unir a los trabajadores del oeste y este del país bajo un programa socialista para acabar con la oligarquía y el capitalismo es uno de los factores que prolongarán la inestabilidad y hacen que la guerra siga siendo una amenaza real.


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