¡Para salvar el planeta hay que romper con el sistema!
El éxito de la jornada de huelga general estudiantil europea del pasado 15 de marzo contra el cambio climático ha abierto un profundo debate sobre el carácter que debe adoptar el movimiento ecologista. Desde el Sindicato de Estudiantes queremos contribuir a impulsar un movimiento combativo y anticapitalista que ponga encima de la mesa cómo podemos frenar la catástrofe ecológica que vive nuestro planeta.
Desde el último informe medioambiental de la ONU, que estimaba que “la humanidad tiene doce años para evitar una catástrofe medioambiental”, se han publicado nuevos estudios que señalan la alarmante velocidad con la que se está agravando el problema climático. El nuevo informe sentencia que si no se aumentan drásticamente las protecciones ambientales se podrían producir millones de muertes prematuras a mediados de siglo en ciudades y regiones de Asia, Oriente Medio y África.
¿Quiénes son los responsables de la barbarie medioambiental?
Las masivas movilizaciones de la juventud y los recientes estudios publicados han forzado a políticos y representes de la clase dominante a mostrar su “preocupación” por el estado del planeta. De ahí su intento de sumarse al carro del ecologismo para desviar el foco de atención de los verdaderos responsables de esta situación: las grandes multinacionales, los capitalistas y sus gobiernos.
Las multinacionales muestran una brutal hipocresía cuando plantean campañas para “concienciar sobre la importancia de respetar el medioambiente”. Dos ejemplos claros son el de Coca-Cola, que presume de producir bebidas “ecológicas” mientras genera 110 billones de botellas de un solo uso al día —gran parte del total de residuos de plástico del mundo—; y el de Volkswagen, cuyos motores diésel que anunciaba como los más limpios del mercado tenían instalado un dispositivo que manipulaba los datos de emisiones contaminantes.
Lo mismo sucede con las cinco grandes firmas petroleras que controlan el mercado energético. Las conocidas como Big Five —ExxonMobil, Shell, Chevron, BP y Total— destinaron a lo largo de 2018 cerca de doscientos millones de dólares, y desde el Acuerdo de París de 2015 más de mil millones, para retrasar y obstaculizar cualquier iniciativa diseñada a combatir el cambio climático y así seguir explotando los combustibles fósiles.
¿Qué suma y qué resta en la lucha contra el cambio climático?
Ante esta realidad, los gobiernos capitalistas de todo el mundo intentan presentar los protocolos medioambientales y las cumbres climáticas como pasos adelante y como una forma de controlar la actividad de las empresas. Pero la realidad es que son una farsa utilizada por los responsables de la degradación medioambiental para lavarse la cara y forman parte de una campaña muy consciente para asimilar al movimiento ecologista y descafeinar su contenido revolucionario.
No es ninguna casualidad que los medios de comunicación del sistema estén intentando hacer inofensivo este gran movimiento de la juventud y destaquen su “apoliticismo”. Tampoco lo es que Angela Merkel apoyara la huelga del 15-M o que Felipe VI avise de la “importancia de aplicar políticas verdes”.
Desde el Sindicato de Estudiantes decimos que el hecho de que la derecha europea o la monarquía se declaren “ecologistas”, o afirmar que tienen espacio en nuestro movimiento, no aporta nada positivo a la lucha contra el cambio climático. Al contrario: significa lavar la cara a los verdaderos causantes de esta catástrofe, equiparar a víctimas y verdugos, otorgando la misma responsabilidad a los jóvenes que hemos salido a las calles a denunciar esta situación que al puñado de capitalistas que deciden qué y cómo se produce, únicamente con el interés de seguir obteniendo mayores beneficios. Por eso, para extirpar la raíz de todos los problemas que nos golpean debemos acabar con el capitalismo, no transformarlo en “ecológico”.
El discurso sobre la posibilidad de construir un “capitalismo verde” es una auténtica utopía que coloca el centro del debate en el consumo responsable. La importancia de la “concienciación individual” ha sido explotada por la burguesía internacional, los partidos verdes, ONGs…, que además han convertido la figura de la conocida activista Greta Thunberg en un montaje premeditado para potenciar esta idea.
No es ningún detalle la atención mediática que está recibiendo Thunberg. En una entrevista en The Guardian declaraba: “El cambio climático requiere que todos hagamos pequeños sacrificios y esfuerzos. Una sola persona puede marcar la diferencia”. Estos argumentos abren un espacio para que nuestros enemigos de clase se intenten apropiar de este movimiento. Los revolucionarios rehusamos que esta lucha sea una cuestión individual. Lo que refleja este movimiento es el sentimiento colectivo y generalizado de descontento con el sistema capitalista, la combatividad que se respira entre la juventud y nuestra determinación en querer cambiar nuestra realidad.
Por eso consideramos que es un error plantear que nuestra lucha vaya dirigida a que los políticos “reflexionen”. Pensar que los representantes de este sistema se enfrentarán a las grandes multinacionales es simplemente ridículo.
Ante los partidos verdes y el Green New Deal, ¡hay que levantar un ecologismo revolucionario y anticapitalista!
En muchos países de Europa los partidos verdes han tratado de presentarse como una solución para frenar la barbarie ecológica. Pero lo cierto es que aceptando la lógica capitalista dar marcha atrás a la destrucción medioambiental se convierte en una tarea imposible. Una vez que estos partidos han llegado a gobiernos han aplicado las mismas políticas de recortes y, por supuesto, no han mejorado ni un ápice la crisis climática. Lo hemos visto de forma clara con el Partido Verde sueco votando a favor de los cupos para refugiados o con el Partido Verde irlandés, aplicando los planes de austeridad de la troika.
Muchas de estas organizaciones han apoyado la propuesta de diferentes partidos políticos, como el DSA (Socialistas Democráticos de América) de Alexandria Ocasio-Cortez en EEUU, de impulsar un Green New Deal* para gestionar las empresas desde un punto de vista “ecológico” y así tratar de frenar el cambio climático. Pero la realidad es que este tipo de medidas no cambiarían en nada la situación, ya que intentar frenar la barbarie ecológica de la mano de sus responsables directos es un auténtico sinsentido. Plantear que un Green New Deal mejoraría la situación climática es aceptar que es posible reformar y mejorar el capitalismo, y es dejar en manos de la buena voluntad capitalista la lucha por la supervivencia del planeta y de la propia humanidad.
Es fundamental levantar un movimiento ecologista revolucionario que exija la nacionalización inmediata de las palancas principales de la economía, de las grandes eléctricas, que acabe con la energía nuclear, por una red de transporte público ecológico y gratuito, la prohibición por ley de la explotación capitalista de nuestros océanos y bosques, planificar la economía de forma democrática. La transformación socialista de la sociedad es más urgente que nunca.
* Podemos en el Estado español ha planteado esta misma medida bajo el nombre “Horizonte Verde”.