I. INTRODUCCIÓN

El siglo XX está jalonado de numerosos intentos revolucionarios por transformar la sociedad. En el período de decadencia del capitalismo, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas se encuentra obstaculizado por la camisa de fuerza del estado nacional y de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción, las condiciones objetivas para la revolución se han prolongado durante décadas.

La 1 y la II Guerra Mundial fueron la salida que la burguesía ofreció a la crisis económica y política del sistema capitalista. Ambas guerras imperialistas abrieron períodos revolucionarios de enorme trascendencia para el futuro del movimiento obrero.

En el caso de finales de los años 40 y principios de los 50, en Francia, Italia, Grecia, países donde las organizaciones comunistas dominadas por el estalinismo tenían una influencia de masas, la situación revolucionaria se resolvió a favor de la burguesía. Asistimos a un proceso de contrarrevolución que adoptó las formas de la democracia parlamentaria, al mismo tiempo que el poder del estalinismo se afirmaba con la constitución de nuevos estados de bonapartismo proletario en el este europeo tras el avance del Ejército Rojo.

La recomposición del poder de la burguesía en los países antes citados se logró gracias a la colaboración inestimable de los partidos obreros y del estalinismo. Nunca en ninguna otra etapa de la historia, la correlación de fuerzas había sido tan favorable a los trabajadores, que dominaban por completo la situación, contaban con sus propios órganos de poder, y de forma sobresaliente con sus propios organismos militares, la resistencia, los partisanos o el ejército nacional de liberación. Tras la huida y derrota de los ejércitos nazis y de las fuerzas fascistas, el poder estaba en manos de la clase obrera, y de nuevo, como se ha repetido en numerosas ocasiones a lo largo del siglo XX, la ausencia del factor subjetivo, un partido marxista con influencia de masas, impidió aprovechar con éxito la situación.

En contraste con la experiencia de los años 40, la 1 Guerra Mundial provoco una oleada revolucionaria en toda Europa que si terminó con el triunfo del proletariado al menos en un país.

La Revolución de Octubre fue el producto de la participación activa de las masas en política. Fue la conclusión de la experiencia colectiva de años y de un proceso extraordinario en la toma de conciencia, que abarcó meses, y que permitió que la fracción mas avanzada del proletariado y campesinado ruso, los bolcheviques, llevasen a la masa de explotados a conquistar el poder político.

Hoy, una corriente histórica reaccionaria trata de jugar al escondite con los hechos y presenta la Revolución Rusa como un simple pustch, el golpe de un puñado de aventureros que interrumpió el desarrollo pacífico de Rusia. El motivo de este trabajo no es contestar esta tergiversación interesada de la historia. Sin embargo es necesario resaltar una idea fundamental. Si la Revolución Rusa no hubiese concluido con éxito, no habríamos asistido al establecimiento de una democracia parlamentaria en suelo ruso. El escenario hubiera sido el triunfo de la contrarrevolución en sus formas más violentas, imponiendo un régimen militar dictatorial sobre la base de un capitalismo débil y dependiente. Un régimen de horror y represión más sangriento si cabe que el zarista y al mantenimiento de Rusia como un país semicolonial, similar a India.

La economía planificada, la conquista fundamental de la revolución, demostró, a pesar de la distorsión temprana que supuso el control del estado por parte de la burocracia, una enorme superioridad frente a la economía capitalista. Tan sólo en 2 décadas la URSS experimentó un desarrollo colosal con crecimientos que superaban el 10% en los años 30, mientras la economía capitalista se hundía en la depresión. Precisamente la existencia durante décadas de una formación histórica transitoria profundamente reaccionaria como el Estalinismo, hundía sus raíces en las ventajas de la economía planificada. Pero la economía planificada necesita del auténtico control obrero, como el cuerpo humano necesita del oxígeno. Sin participación consciente de las masas en todas las esferas de la producción y en la vida política y social las ventajas de la economía planificada son inevitablemente asfixiadas y liquidadas.

La burocracia expropió a la clase obrera del control sobre la sociedad. Durante un periodo jugó un papel de freno relativo en el desarrollo de las fuerzas productivas que avanzaban a un coste muy elevado, pero finalmente se transformo en un obstáculo absoluto para su desarrollo arruinando todas las ventajas de la economía planificada.

Este hecho no desmerece en absoluto la enorme trascendencia de la Revolución Rusa. El estalinismo no fue la consecuencia del bolchevismo sino por el contrario, su negación. La burocracia representaba el Thermidor que como fenómeno contrarrevolucionario, no es un hecho original en la historia de las revoluciones.

Precisamente el factor decisivo que alimentó el proceso por el que la burocracia llegó a liquidar la democracia obrera que alumbró octubre, fue el aislamiento de la revolución.

Rusia era un país eminentemente campesino, con una propiedad de la tierra vinculada a formas precapitalistas. A su lado existía una industria avanzada, moderna dominada por el capital extranjero que concentró al proletariado y lo localizó en pocas ciudades. El capitalismo ruso estuvo marcado desde el principio por un desarrollo desigual y combinado que asumía formas atrasadas con otras enormemente avanzadas, y alumbró un proletariado joven y lleno de vigor. La burguesía rusa había llegado tarde a la llamada de la historia. Débil económica y políticamente, se comprometió con la aristocracia zarista para formar parte de la clase dominante. Su carácter rentista y parasitario limitaba totalmente sus deseos revolucionarios de cambio. Igual que en el Estado Español, la burguesía rusa fue incapaz de llevar a cabo las tareas de la revolución democrático-burguesas.

Rusia no era un país avanzado. Sin embargo, la cadena se rompió por el eslabón más débil.

La Revolución Rusa fue el producto de una combinación de factores aparentemente contradictorios pero que se combinaban dialécticamente: la guerra campesina, propia de sociedades preindustriales y la insurrección proletaria.

El carácter de la Revolución Rusa fue proletario: no había plazos para la revolución burguesa en Rusia. Sólo el proletariado agrupando a otras clases expropiadas y oprimidas por el capitalismo podía lleva a cabo las tareas de la revolución democrática y ligarlas a la construcción de las bases para la transformación socialista de la sociedad.

Las tareas democráticas sólo podrían llevarse a cabo con el proletariado en el poder. Este carácter de la revolución fue el que identificó políticamente a Lenin y Trotsky.

No obstante esto no modificaba la testaruda realidad. Rusia seguía siendo un país de campesinos y por tanto la posibilidad de establecer el socialismo sobre esa base siempre fue rechazada tajantemente por Lenin y los bolcheviques.

Rusia constituía el primer eslabón de la revolución mundial. Pero la tarea sólo podría ser completada con el triunfo del proletariado en algún país avanzado con una fuerte base industrial.

Con la ayuda de la industria avanzada de Alemania, Francia, o Gran Bretaña si se podría llevar a cabo un desarrollo socialista de la agricultura a través de la colectivización de la tierra introduciendo la maquinaria y los avances técnicos que permitirían una revolución en la productividad del trabajo agrícola. De la misma forma esto supondría un desarrollo industrial sin precedentes en la Rusia Soviética, y permitiría una explotación fabulosa de las ricas materias primas minerales de que disponía el territorio.

Gracias a un avance permanente de las fuerzas productivas, las viejas relaciones sociales de producción se transformarían radicalmente abriendo paso al socialismo.

Para los bolcheviques la perspectiva internacional de la Revolución Rusa no era una cuestión de romanticismo, era una necesidad material, una cuestión de vida o muerte para la revolución. Integrando el desarrollo técnico e industrial de las naciones avanzadas con el potencial demográfico, y la agricultura y materias primas rusas, la conquista del socialismo seria una realidad en pocas generaciones.

No podía ser de otra manera. Por eso si analizamos la influencia de los acontecimientos de la lucha de clases mundial sobre los obreros rusos, ningún otro hecho cautivó con más fuerza su imaginación que la Revolución Alemana de 1.918. La revolución de noviembre de 1.918 provocó el entusiasmo del proletariado soviético que veía como sus sacrificios no habían sido en vano. Radek delegado bolchevique en Berlín, escribiría más tarde, sobre estos hechos y su influencia en Moscú:

"Decenas de millares de obreros, estallaron en vivas salvajes. Yo no había visto nada igual. Luego por la tarde, obreros y soldados rojos desfilaban aún. La revolución Mundial había llegado. Nuestro aislamiento había terminado."

La Revolución alemana de 1.918 pudo haber cambiado el desarrollo de la historia. Ya no se trataba de un país atrasado sino de una potencia capitalista, con el proletariado más fuerte numéricamente y mejor organizado del mundo.

La revolución alemana se desarrolla de una forma mucho más rápida y brusca que la rusa. La conciencia del proletariado alemán adormecida por la influencia de la propaganda chovinista sufrió cambios rápidos con los acontecimientos de la guerra y su propia experiencia. El modelo era muy similar al ruso. Los trabajadores alemanes demostraron una capacidad de sacrificio y una entrega sin igual y dieron dirigentes de talla como Karl Liebknecht o Rosa Luxemburgo.

Como en 1.871 durante la comuna de París, los obreros y soldados alemanes parecían que podían tomar el cielo por asalto. Constituyeron un poder a través de los consejos obreros y de soldados, pero a diferencia de los soviets, este poder no se impuso al de la burguesía en el transcurso de la lucha. Al igual que en Rusia la burguesía aceptó los consejos como una imposición temporal y los utilizó para acabar con ellos.

La diferencia esencial entre el éxito de la Revolución Rusa y el fracaso en Alemania no estaba en la mayor calidad del proletariado ruso frente al alemán, fue la ausencia de un partido marxista fuertemente implantado entre la clase obrera lo que permitió a la burguesía alemana derrotar el movimiento de los trabajadores.

Un partido revolucionario no se puede improvisar. Durante la revolución el proletariado no puede sacar todas las conclusiones de sus errores y de las vacilaciones de los dirigentes. El tiempo es enormemente limitado y las decisiones a tomar exigen de una gran educación previa en táctica y estrategia. El partido es imprescindible para ganar pacientemente la confianza de la clase en las ideas, las consignas y los métodos revolucionarios. Sin un núcleo previo, con cuadros sólidos y con raíces en el movimiento, es imposible elaborar las consignas adecuadas al momento y combatir las presiones de todo tipo que alimenta una situación revolucionaria.

En esencia el fracaso de la revolución alemana está ligada directamente a la incapacidad de los dirigentes revolucionarios, especialmente de los líderes espartaquistas, de crear un partido marxista de manera que ganase el apoyo consciente de la clase obrera en el transcurso de la revolución; este hecho nace de una concepción particular del papel del partido y de los métodos para ganar al proletariado a las ideas del marxismo revolucionario.

Las discusiones teóricas entre Rosa Luxemburgo y Lenin que aparecían frecuentemente ante los ojos de muchos militantes como peleas secundarias, en las jornadas revolucionarias se evidenciaron como fundamentales.

Fue la existencia del bolchevismo el factor que transformó exitosamente las magníficas condiciones para la Revolución Socialista que existían en Rusia. El factor subjetivo existió en Alemania, pero muy débilmente y los errores de la dirección permitieron a la socialdemocracia recomponer su influencia entre las masas de la clase obrera asegurando el triunfo de la burguesía.

La Revolución Alemana no terminó en Enero del 19 con el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, los mejores líderes que jamás ha tenido el proletariado alemán, continuó durante los años 20. Pero las enseñanzas del 18/19 son de una importancia extraordinaria, también en 1.993, para todos los que combatimos conscientemente por transformar este viejo orden capitalista, en una nueva sociedad de hombres libres e iguales.


II. ANTECEDENTES PARA UNA REVOLUCIÓN

II. I. El Desarrollo económico de Alemania.

La revolución de los consejos de obreros y soldados alemanes de 1918 constituye un auténtico terremoto en el escenario europeo. La oleada revolucionaria que provocó la 1 guerra Mundial, estuvo muy cerca de acabar definitivamente con el orden imperialista. La burguesía europea que se había lanzado a la guerra para conquistar nuevos mercados, se encontró durante un período prolongado con lo contrario de lo que había perseguido. Los millones de muertos, la miseria y el hambre, la escasez, los mutilados, junto con la especulación, las reparaciones de guerra gravaran con fuego la conciencia de cientos de miles de trabajadores. La conciencia actúa como un peso profundamente conservador en circunstancias normales; solo a través de grandes acontecimientos que ponen en cuestión principios aparentemente sagrados, que trastornan profundamente la rutina cotidiana y ponen a las masas en el límite, asistimos a cambios bruscos en la conciencia.

Es precisamente en esos momentos, por lo general muy limitados en la historia, cuando la clase trabajadora decide participar activamente en los asuntos políticos, tomar con las dos manos su propio futuro.

Alemania fue un ejemplo maravilloso de ese cambio brusco y fundamental en la conciencia de la población. Y también una demostración de cómo los trabajadores se orientan cuando deciden participar activamente en los acontecimientos hacia sus organizaciones tradicionales.

Alemania había asistido a profundas transformaciones durante los últimos años del XIX y principios del XX. En un plazo corto de tiempo se convirtió en una potencia industrial:

En 1913 la producción de hulla superaba los 190 millones de Tm, y de hierro los 27 millones, era el segundo productor de hulla y el primero de hierro. Su desarrollo de la industria carbonífera le permitió situarse como líder mundial de la producción química.

Pero no sólo en el desarrollo de las grandes industrias Alemania ostentaba un papel de primer orden. En 1914 se encontraba a la cabeza de aparatos eléctricos en Europa y era el país que más había desarrollado la investigación científica vinculada a las aplicaciones industriales.

No obstante el carácter tardío de este desarrollo la colocó en una situación desventajosa a la hora de la conquista de territorios coloniales. A pesar de que en 1913 su comercio exterior era de 22.500.000 marcos, el doble que Francia y el 85% de Gran Bretaña, Alemania careció de un Imperio colonial.

El Ejército prusiano fue un factor fundamental en la unificación del territorio. Pero sobre todo el desarrollo de un potente movimiento obrero, fue el elemento decisivo que inclinó a la burguesía alemana a mantener las estructuras monárquicas. El miedo al proletariado definió el carácter profundamente reaccionario de las estructuras políticas del Reich.

El nuevo estado era una construcción federal, donde cada uno de los estados conservaba su constitución y el gobierno imperial tenía competencias en asuntos comunes fundamentales:

relaciones exteriores, comercio, ejército, correos y telégrafos, comunicaciones.

El poder legislativo lo componían el Bundesrat, formado por delegados de los estados y el Reichstag, Asamblea Nacional elegida por sufragio universal.

Para impedir que el peso del proletariado industrial influyese en los resultados electorales, las circunscripciones electorales favorecían descaradamente a los distritos rurales.

Prusia dominaba el gobierno imperial, y la aristocracia guerrera de los JUNKERS ponía el sello a todas las decisiones.

Marx insistía en que Alemania presentaba las características más favorables para el triunfo de la revolución socialista. El peso específico del proletariado, su concentración, la superación del predominio del medio rural sobre el urbano eran aspectos decisivos. En 1910 dos terceras partes de la población vivían en ciudades; las grandes explotaciones agrícolas del centro y sur de Alemania, mantenían una población flotante de más de tres millones de obreros agrícolas.

Por otra parte, el proceso de concentración monopolista de la economía se desarrolló vigorosamente. La industria minera, química, instrumentos eléctricos, compañías marítimas y muchas más estaban dominadas por monopolios. La gran banca dominaba la actividad industrial y económica. Todos estos hechos constituyen un cuadro evidente de los límites que había alcanzado el desarrollo del capitalismo en Alemania. De nuevo el techo impuesto al desarrollo de las fuerzas productivas por parte del estado nacional y de la propiedad privada de los medios de producción aumentó colosalmente las contradicciones interimperialistas. 1914 vendría a resolver por las armas lo que la política y la diplomacia habían sido incapaces de resolver.

II. II. El movimiento obrero organizado.

En ningún otro país de Europa el proletariado había conseguido desarrollar un movimiento mejor organizado y cohesionado como en Alemania. Si las formas organizativas obreras, primero los sindicatos, después los partidos obreros que reflejan ya un avance cualitativo en la conciencia, constituyen los elementos del nuevo orden socialista en el seno de la vieja sociedad capitalista, la socialdemocracia alemana constituía un auténtico poder, un estado dentro del estado.

En 1.914 el SPD contaba con 1.085.905 afiliados, sus candidatos a las elecciones legislativas de 1.912 obtuvieron 4.250.000 votos. Los sindicatos que crearon encuadraban más de 2 millones de miembros. Sus arcas ingresaban más de 88 millones de marcos de oro al año.

El desarrollo del SPD coincide con el periodo de auge capitalista de fin de siglo (1.876-1.914), el más importante que el capitalismo conoció hasta el de 1.948-1.973. Este hecho tendrá una significación notable. El partido surgió de la fusión en 1.875 durante el Congreso de Gotha entre el Partido Obrero socialdemócrata marxista de Bebel y Liebknecht y de la Asociación General de los Trabajadores Alemanes fundad por Lasalle.

Si se hojea la correspondencia entre Marx y Engels es evidente los profundos temores que a Marx le inspiró esta fusión, especialmente por las importantes concesiones hechas por Bebel a los seguidores de Lasalle. Este último no había asimilado el contenido de la teoría marxista y se dejaba guiar en cuestiones de principio por una peligrosa actitud oportunista. Sus concepciones acerca del estado nunca asumieron las posiciones de Marx, y Engels criticó duramente consignas como la del Estado popular libre, que fueron popularizadas por los socialdemócratas y que confundían políticamente a la clase obrera.

El periodo de desarrollo de la II Internacional coincidió con el del SPD. Ya no se trataba de una Internacional heterogénea como fue la 1ª, más que otra cosa una federación de grupos sindicalistas. La II Internacional nació sobre una base muy superior. La experiencia de las revoluciones de mitad del siglo XIX, la lucha contra el socialismo pequeño burgués y el anarquismo, el fracaso de la comuna de Paris.

La nueva Internacional adoptó el programa del marxismo y al calor de las luchas políticas y económicas del período construyó una base de masas entre el proletariado.

Sin embargo el desarrollo económico, el ciclo alcista del capitalismo también influyó en el desarrollo de la socialdemocracia alemana y de toda la internacional. Durante décadas los partidos socialistas se construyeron obteniendo mejoras sustanciales para la masa obrera, a consecuencia del auge económico y consiguiendo paralelamente privilegios materiales para la capa mejor situada de la clase.

El propio desarrollo de un potente aparato contribuyó a que el partido, y especialmente los funcionarios desarrollaran intereses propios fundados en privilegios materiales que los alejaban rápidamente de las condiciones de vida del proletariado.

Pierre Broue, explica en su libro "La Revolución Alemana"t, que una verdadera batalla se desarrollaba de forma silenciosa en el aparato del partido y los sindicatos.

En el caso del SPD, el comité ejecutivo estaba controlado por funcionarios que habían escapado al control político de la organización. El ejecutivo designaba y retribuía a los secretarios locales y regionales, y dominaba toda la jerarquía de cuadros.

Para Broue las diferencias con el Partido Bolchevique eran claras, en el partido de Lenin los revolucionarios profesionales habían desarrollado su trabajo en condiciones de ilegalidad y represión, y esto no les daba casi la posibilidad ni la tentación de adaptarse o integrarse en la sociedad zarista. A esta conclusión de Broue se podría añadir que el marco general del desarrollo del movimiento socialdemócrata en Alemania fue muy diferente en Rusia.

En Alemania la socialdemocracia no encontró rival desde el principio. Por el contrario en Rusia el movimiento marxista en sus inicios fue minoritario en comparación con anarquistas y socialistas pequeñoburgueses; además el marxismo libró una batalla sin cuartel contra el terrorismo individual, pero también contra los liberales y su actitud ante la revolución. Posteriormente el partido se vio afectado por una lucha fraccional que se desarrollo hasta la revolución. En ese contexto el papel de Lenin y otros dirigentes fue fundamental en la educación de los cuadros profesionales. En el caso del SPD la mayoría del aparato se construyó entre 1.906/1.909 el período de mayor crecimiento económico y sobre una base muy diferente a la del bolchevismo. Para la dirección del SPD el objetivo era la búsqueda de una buena posición electoral, en un periodo de relativa calma social y reflujo obrero.

Es de las filas de la aristocracia obrera donde se recluta al personal permanente, y este aparato cada vez acumula más funciones; disfrutan además de una escala de promociones y en ese ambiente el desarrollo del clientelismo político está totalmente abonado. Estos elementos vinculan sus privilegios materiales al mantenimiento de la paz social. Saben perfectamente que su tranquilidad proviene de sus buenas relaciones con el estado. Esta forma de educar la conciencia de los profesionales del partido determinará decisivamente su actitud en los momentos cruciales, cuando esos vínculos materiales estén amenazados.

Lo mismo que el estado prusiano, los dirigentes socialdemócratas primaban en la composición de los órganos de gobierno y en los congresos nacionales del partido la presencia de representantes provenientes del mundo rural donde el predominio del aparato estaba garantizado y las tendencias más conservadoras eran mayores. Así por ejemplo en el Congreso Nacional de 1.911, el 52% de los militantes localizados en distritos con más de 8.000 miembros sólo son representados por el 27%, y la representación oscila de un delegado por 57 miembros en las pequeñas organizaciones del partido a 1 por 5700 en las grandes ciudades industriales.

Junto a este proceso de consolidación del aparato, asistimos a un intento de revisión del marxismo por parte de uno de sus más destacados dirigentes, E. Bernstein. El socialismo gradualista fue combatido tanto por Kautsky como por R. Luxemburgo; esta última realizó una extraordinaria aportación con su obra "Reforma o Revolución". No obstante estos hechos no pueden ocultar que el marxismo oficial del partido era ante todo oficial, y se reservaba para las celebraciones anuales, los grandes mítines, las conmemoraciones. También desde la dirección se desató una lucha implacable, aunque no pública, contra los elementos genuinamente marxistas, que ocupaban posiciones destacadas en la organización.

En 1913 aparecen los primeros síntomas de un intento de agrupar la oposición marxista del partido con la publicación del n0 1 de "Correspondencia Socialdemócrata" editado por Julián Marchlewskri, Franz Mehring y Rosa Luxemburgo.

La izquierda del partido socialdemócrata contaba con líderes de reconocido prestigio, Karl Liebknecht, Leo Joguiches, Franz Mehring, Carla Zetnik y muchos otros estaban a la altura de los mejores dirigentes bolcheviques del momento. Pero de entre ellos sobresalía Rosa Luxemburgo, teórica y profusa escritora que había desarrollado una intensa actividad política en el seno del partido socialdemócrata polaco y posteriormente en el SPD.

Rosa Luxemburgo mantuvo numerosas polémicas con Kautsky al que conocía bien. Sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo en el partido, el proceso de degeneración del aparato, el desarrollo de la burocracia privilegiada.

Este hecho constituyó una base para las polémicas entre ella y Lenin. Lenin siempre había tomado a la socialdemocracia alemana como un ejemplo; se consideraba como Kautskysta en el seno de la Internacional y había rechazado las acusaciones de Rosa Luxemburgo contra el veterano dirigente. Cuando Rosa Luxemburgo rompe con Kautsky 1910 y lo acusa de abrir la puerta a un nuevo revisionismo, no fue apoyada por ningún socialdemócrata ruso.

Las discrepancias fundamentales entre Rosa Luxemburgo y Lenin antes de la revolución de Octubre de 1917 se centraban en el modelo del partido. El rechazo a la centralización, a la profesionalización que en manos de la burocracia reformista del SPD estaba sustituyendo la política revolucionaria por el reformismo más descarado, llevó a Rosa Luxemburgo a profundizar en el papel del partido. En este punto sus desencuentros con Lenin fueron grandes.

Lenin cometió un error a nuestro parecer en su libro "¿Qué hacer?". Cuando planteó que sólo por medio del partido los trabajadores podrán desarrollar una conciencia clasista. Por tanto el elemento fundamental en el proceso de toma de conciencia es externo a toda la experiencia que las masas puedan adquirir en el trascurso de las luchas políticas y económicas. Esta conclusión de Lenin era de todo punto exagerada y ultraizquierdista.

Las masas aprenden de su propia experiencia, los acontecimientos ayudan inestimablemente a forjar la conciencia de clase de los trabajadores. Ahora bien, si la conciencia se desarrollase al mismo ritmo que las fuerzas productivas o la vida social, no haría falta organización. El partido es absolutamente necesario puesto que permite generalizar toda la experiencia práctica de las masas y concretarla en un programa, unos métodos, consignas para combatir eficazmente a la burguesía.

Rosa Luxemburgo se daba cuenta del punto exagerado del razonamiento de Lenin; sin embargo no comprendía el enorme valor que tenía para la victoria del proletariado la concepción de partido de Lenin. Lenin rectificó sus exageraciones, pero Rosa Luxemburgo no sacó las conclusiones necesarias para organizar una fuerte facción marxista en el seno de la socialdemocracia alemana. Para Rosa "... el ejército proletario sólo puede reclutar sus tropas en el curso de la lucha y sólo realiza en la lucha la naturaleza real de su objetivo final, organización, educación y lucha no constituyen elementos mecánicamente separados, ni fases distintas, como en un movimiento blanquista, sino al contrario, los aspectos diversos de un mismo proceso

Los radicales de izquierda alemanes veían en la centralización el principal obstáculo a la radicalización de las masas y en consecuencia al desarrollo de una acción revolucionaria.

Sin embargo sus conclusiones no sirvieron para combatir más eficazmente al aparato socialdemócrata. El espontaneismo de las masas, no puede ser eficazmente aprovechado sin la existencia previa de una sólida organización de cuadros, con un alto nivel político y educados en los métodos del marxismo.

Rosa Luxemburgo cometió un error al poner un énfasis exagerado en el espontaneismo de las masas y relegar al partido a un papel secundario. El factor subjetivo, la existencia previa del partido es una condición imprescindible para el éxito de la revolución. Con el factor subjetivo las condiciones objetivas pueden ser transformadas favorablemente para el proletariado y los momentos decisivos aprovechados con eficacia. El papel de la dirección es imprescindible, pero la dirección revolucionaria es una ciencia y como tal hay que aproximarse a ella. Las masas no pueden improvisar en el transcurso del vendaval revolucionario. No hay duda que las masas pueden retener el poder temporalmente, como fue el caso de la comuna de París o de Asturias 1934, pero sólo retener, para triunfar, es decir llevar a la clase obrera al poder político y comenzar el proceso de transformación de la sociedad no sólo es necesario apropiarse del aparato del estado, es necesario destruirlo. Sin partido la experiencia histórica ha demostrado que eso no es posible; hace falta cuando menos un núcleo cohesionado que aproveche las circunstancias favorables del periodo revolucionario para ganar el apoyo consciente de las masas a las tareas revolucionarias. Esta fue la esencia de lo que ocurrió en Rusia en 1917 y lo que faltó en la Alemania de 1918.

II. III. ESTALLA LA GUERRA

El estallido de la guerra marcaba el profundo callejón sin salida del capitalismo europeo. Las contradicciones interimperialistas no pudieron salvarse por medio de la política oficial y la diplomacia dejó paso a las cañoneras en la tarea de repartir el mundo que los imperialistas se habían impuesto.

La guerra puso en su sitio a todas las organizaciones y también a las clases.

La II Internacional colapso en la primera prueba seria a la que fue sometida. Las declaraciones de los congresos internacionales quedaron reducidas a cenizas. La lucha contra la guerra imperialista, tarea que la II Internacional se había impuesto como objetivo prioritario dejó paso en el momento decisivo a la defensa patriótica de cada burguesía nacional. El social patriotismo, la defensa de la patria, envuelta en fraseología socialista, sustituyó a la solidaridad internacionalista proletaria. La II Internacional colapsó como instrumento para la revolución.

La actitud más extrema en el camino del patrioterismo la adoptaron los jefes del SPD. La mayoría parlamentaria del Partido Alemán con Ebert y Scheidemann a la cabeza forzó el apoyo a los créditos de guerra; la oposición a este apoyo fue muy débil, incluso los que encabezaban esta postura como Liebknecht, Haase o Ledebour aceptan la disciplina del partido.

En la Internacional sólo Lenin y los bolcheviques y un reducido grupo de militantes holandeses (agrupados en Tribune dirigido por Pannekoek), los izquierdistas de Bremen y algunos más, mantuvieron una postura internacionalista.

El partido de Bebel y Kautsky del que Lenin se consideraba seguidor había colapsado políticamente; pero fue precisamente Lenin el primero en sacar todas las lecciones de las causas de la degeneración:

"El oportunismo ha sido engendrado durante decenas de años por las particularidades de la época de desarrollo capitalista, donde la existencia relativamente pacífica y desahogada de una capa de obreros privilegiados, los "aburguesaba", les daba las migajas del beneficio del capital, les ahorraba la dureza, los sufrimientos y les apartaba de las tendencias de la masa condenada a la ruina y a la miseria. La guerra Imperialista es la prolongación directa y la coronación de este estado de cosas, porque es una guerra por los privilegios de las naciones imperialistas..."

En su política de colaboración con el estado Alemán los dirigentes socialdemócratas prolongaron el estado de sitio existente a la sociedad al interior de su partido, permitiendo la movilización a filas de Liebknecht; también aceptaron la detención de Rosa Luxemburgo y reprimieron con dureza todo intento de oposición interna a la línea oficial del partido.

La influencia política de las organizaciones tradicionales se dejo sentir en la actitud de las masas Europeas; no hubo reacciones serias contra la guerra, es más, encontramos manifestaciones chovinistas alimentadas por la propia socialdemocracia no sólo en Alemania también en Gran Bretaña, Francia y otros países, que reflejaban el estado de ánimo en la sociedad.

II. IV. EL CRECIENTE DIVORCIO ENTRE LAS MASAS Y EL SPD

La guerra a medida que se desarrollaba con su saldo de muertos, heridos y mutilados y su política de restricciones alimentaba el descontento social.

Los sindicatos y el SPD se esforzaron en apuntarlas su alianza con la burguesía imperialista. Se aprobaron leyes como la Milfsdienstgesetz por la que todo hombre no movilizado entre 17 y 60 años debía presentarse a las autoridades con un certificado de empleo, o un certificado de empresario precedente; en este segundo caso se le destinaba en un plazo de quince días a una empresa, pero si no aceptaba podía ser condenado a un año de cárcel.

Dentro del SPD la oposición se empieza a organizar tímidamente. Rosa Luxemburgo junto con Karl Liebknecht, Leo Jogiches, Mehring y otros, después de varios intentos fallidos deciden editar una revista que se constituirá en portavoz de la oposición "DIE INTERNATIONALE". A partir de ese momento al grupo se le conoce como grupo Internacional, el núcleo de lo que sería la Liga Espartaquista.

También tiene un efecto positivo entre los emigrados alemanes el trabajo de los exiliados bolcheviques en Suiza, donde se dan los primeros pasos para reagrupar a los internacionalistas. Pero lo más importante es que a medida que la guerra avanzaba el movimiento obrero empieza a despertar de su letargo; en noviembre de 1.915 estallan incidentes en Stuttgart y las mujeres se manifiestan contra la carestía de la vida en Leipzig. En enero de 1.916 el grupo Internacional aprueba como programa de acción el texto de Rosa Luxemburgo sobre la "crisis de la socialdemocracia". El 19 de marzo se celebra una conferencia clandestina en Berlín del grupo, que marca los inicios de SPARTACUS BUND, (liga Espartaquista) nombre que se adopta en honor del legendario esclavo romano.

Durante este período Lenin mantiene una postura intransigente de derrotismo revolucionario "el mejor resultado es el triunfo de la burguesía enemiga", y propugna la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. Para Lenin se trataba sobre todo de educar a los cuadros en el espíritu internacionalista, rompiendo con toda la política de colaboración con la burguesía. En este contexto se enmarcó la polémica mantenida con Rosa Luxemburgo a raíz de que ésta publicara su folleto JUNIUS que Lenin criticaba porque Rosa fijaba su objetivo en la paz y no en la guerra civil.

El 1 de mayo del grupo Internacionalista llamará a una manifestación contra la guerra Imperialista donde Karl Liebknecht se dirige a miles de obreros y jóvenes; es detenido pero el día de su juicio 55.000 obreros de las fábricas de guerra se declaran en huelga en Berlín. En junio hay también movilizaciones de los mineros en la cuenca del Rhur.

La popularidad de los dirigentes espartaquistas es enorme; sin embargo, y éste será el principal problema para el triunfo de la revolución, esta popularidad no se traduce en términos organizativos, a través de la creación de una sólida fracción revolucionaria.

Pero la oposición no se limita al partido. En los sindicatos surge una corriente opositora a través de los llamados delegados revolucionarios que actúan como una fracción organizada y mantienen una sólida ligazón con las fábricas.

Existía pues un campo inmejorable para el trabajo de los espartaquistas.

En la polémica que mantuvieron Lenin y Rosa Luxemburgo sobre la necesidad o no de romper con la vieja socialdemocracia, los grupos sectarios y ultraizquierdistas acusan a Rosa Luxemburgo de no haber aceptado los consejos de Lenin de romper con el viejo partido y construir una organización independiente. En esencia esta idea tergiversa la concepción de Lenin sobre el partido y oculta las verdaderas carencias de la posición de Rosa Luxemburgo.

Rosa Luxemburgo se oponía a la escisión mecánica inmediata del partido, su posición era clara: "... siempre es posible salir de pequeñas sectas, o cenáculos, y sí no se quiere permanecer en ellos ponerse a construir nuevas sectas o nuevos cenáculos. Pero son sueños irresponsables querer liberar toda la masa del grupo más pesado y peligroso de la burguesía, mediante una simple salida..."

Para los espartaquistas se trataba de conquistar el partido por sus miembros, de ganar la mayoría política permaneciendo en su seno a través de la propaganda.

No hay nada rechazable por nuestra parte en esta actitud de Rosa Luxemburgo y sus camaradas. Como luego se demostró en el transcurso de noviembre a enero de 1918, las grandes masas de la clase obrera, la juventud y los soldados alemanes participaron en la acción dirigiéndose en primer lugar al partido que siempre habían visto como representante tradicional de sus intereses, el SPD.

La solución no radicaba con romper orgánicamente con la socialdemocracia, algo que tampoco Lenin planteó. Se trataba y aquí residió la carencia de los espartaquistas, de organizarse dentro del partido, de los sindicatos, del ejército como una corriente independiente, con su programa propio, y educar a la nueva generación de activistas que entraban en la lucha. De esta manera en circunstancias más favorables, como era previsible que se dieran, una organización sólida, disciplinada, centralizada con un programa claro y con perspectivas definidas podía ganar el apoyo decisivo de las masas. Esto no tenía que suponer romper orgánicamente con la socialdemocracia, por lo menos por voluntad propia, hasta que la organización marxista tuviese un apoyo masivo entre la clase obrera.

En cualquier caso dentro o fuera de la socialdemocracia la tarea fundamental era dar cuerpo a una organización de cuadros, con raíces en las fábricas, los sindicatos y el partido que pudiese transformarse en una organización más amplia y de ahí a una con influencia de masas. Esta fue a pesar de todo el heroísmo y entrega por parte de los espartaquistas su gran tarea irrealizada.


III. SURGIMIENTO DEL CENTRISMO. NACIMIENTO DEL USPD

III. I. LA SOCIALDEMOCRACIA SE ROMPE

Rasa Luxemburgo y sus camaradas lucharon por frenar los intentos de escisión que provenían de un sector de los radicales. Sin embargo la escisión se produjo por el sitio que los internacionalistas no habían previsto: el aparato del partido.

Es casi una ley histórica que el centrismo aparece en los períodos de tensiones revolucionarias. Por si mismo, el centrismo que podemos definir como una tendencia en movimiento, temporal, que oscila entre el reformismo y el marxismo, anuncia los primeros momentos del proceso. revolucionario. Nunca existe un centrismo en estado puro; como Trotsky definió el centrismo conoce todos los colores del arco iris; lo importante para una tendencia revolucionaria que quiere ganar para sus posiciones a las masas que siguen a los dirigentes centristas, es saber determinar el rumbo de su dirección, si se dirigen desde la derecha a la izquierda, o viceversa.

Los viejos parlamentarios que se habían opuesto a los créditos de guerra pero que habían aceptado la disciplina del partido, se sentían cada vez más presionados por los acontecimientos.

Los dirigentes del SPD capitulaban constantemente a las presiones de la burguesía, no sólo aceptaban su política de anexiones además defendían los atentados a los derechos democráticos, la represión policial, la legislación antiobrera. Los centristas van endureciendo sus críticas a medida que perciben el descontento existente en la base del partido y en las fábricas.

La oposición de estos diputados es bastante tímida; no se oponen a la guerra como hace Liebknecht que ya vota abiertamente contra los créditos lo que le vale la expulsión del grupo parlamentario. Primero abandonaron la sala en el momento de la votación de los créditos; luego votaron en contra de la renovación del estado de sitio; todas estas acciones que son acompañadas con la movilización del partido por parte de los centristas, decide a la dirección que finalmente les excluye del grupo parlamentario; los centristas se organizaron como colectivo de trabajo socialdemócrata en el parlamento. El capítulo final de la expulsión vendrá a raíz de la discusión en el parlamento de la ley de movilización de mano de obra. Esta ley profundamente reaccionaria enfrenta con mayor crudeza a las dos alas.

En enero de 1.917 una conferencia reúne a todas las oposiciones con un resultado modesto: se redacta un manifiesto en el que se decide mantener contactos entre la oposición para defender los derechos de los militantes contra las expulsiones. La dirección aprovecha este hecho y acusa a la oposición de actividad fraccional y los expulsa de la organización, la represión interna lleva el sello de Ebert: 99 organizaciones locales quedan excluidas, entre ellas las de Berlín, Leipzig, Bremen, Brunswick. La oposición responde constituyéndose en una nueva conferencia en Gotha como partido socialdemócrata independiente (U.S.P.D.). Con el viejo SPD quedaron 170.000 militantes, mientras que el USPD arrastró 120.000.

En el seno de los espartaquistas se vuelve a desatar la polémica. Karl Radek defiende las tesis de construir un partido revolucionario rompiendo con los centristas. También es este el parecer de Paul Leví, dirigente espartaquista ganado para el bolchevismo en Suiza.

Finalmente, los dirigentes espartaquistas deciden adherirse al USPD; se trataba ante todo de preservar al grupo de la degeneración sectaria. Como contrapeso, Bernstein y Kautsky se afilian al nuevo partido. De todas formas la opción tomada por los dirigentes espartaquistas no era en modo alguna equivocada. Los espartaquistas carecían de organización; por el contrario el USPD contaba con miles de los mejores militantes de las fábricas; los delegados revolucionarios se adhirieron también al partido, aunque conservarán su estructura fraccional, el sector más radicalizado del partido, susceptible de ser ganado a las ideas del marxismo revolucionario se encontraba en el nuevo partido centrista.

Sin embargo los espartaquistas trasladaron al nuevo partido sus viejos esquemas sobre la organización. Rechazaron todo tipo de centralización, incluso llegando a reclamar plena autonomía para las organizaciones locales y provinciales. Defendían que las masas encontrarían espontáneamente las formas adecuadas de organización en el curso de la acción, y el papel del partido se limitaba a estimularlas para la acción. Era inevitable que en este punto las diferencias fueran profundas con los bolcheviques.

La postura de los dirigentes espartaquistas provocó grandes fricciones con otros grupos de oposición, en especial con los radicales de Bremen y Hamburgo que abogaban por la ruptura con la socialdemocracia. En agosto se celebra una conferencia en Berlín y nacen los socialistas internacionalistas, que adoptaron una postura ultraizquierdista en muchos aspectos, abogando por la organización de la clase obrera en Uniones Obreras. Otto Ruhie todavía diputado se suma a esta pequeña organización.

III. II. NUEVAS OFENSJVAS DE LA CLASE OBRERA

La guerra continuó arrojando un saldo de horror y devastación: de febrero a diciembre 240.000 soldados cayeron en Verdum. En la retaguardia la escasez de alimentos atraía el descontento. Las cosechas de patatas de 1.916 fue sólo de 23 millones de toneladas, por 46 de media antes de la guerra, y el mercado negro Junto a los especuladores es una realidad sangrante.

Como señala Pierre Broue, el descontento campesino se expresa en las oscilaciones del centro Católico hacia las actitudes de la oposición centrista en el Reichstag. A pesar de todo el movimiento obrero recibe un gran impulso con el triunfo de la revolución de febrero en Rusia y coincidiendo con la Asamblea General del Metal se decide convocar una huelga por la mejora de los abastecimientos.

En Leipzig durante la huelga se adopta una plataforma de reivindicaciones claramente políticas que transcienden los objetivos de la huelga:

  • o Declaración del gobierno a favor de la paz sin anexiones
  • o Supresión de la censura y levantamiento del estado de sitio
  • o Abolición de la ley de movilización del trabajo
  • o Liberación de los presos políticos
  • o Introducción del sufragio universal en elecciones a todos los niveles.

La huelga en Leipzig se prolonga después del 15. En Berlín, diputados socialdemócratas independientes toman la palabra en muchas fábricas y llaman a seguir la lucha sobre el programa de Leipzig. En la mayoría de las Asambleas de fábrica que se celebran ese día se lanza la consigna de elección de consejos obreros.

Finalmente el movimiento durará pocos días y es derrotado. La experiencia de la huelga del 15 y sobre todo el movimiento de Leipzig anuncia sobre qué bases se moverá el proletariado alemán.

La agitación no se limita a los trabajadores. También entre los marinos donde predominan los metalúrgicos y los obreros cualificados, la radicalización de las masas encontrará una viva expresión; desde principios del 17, los intentos de formar organizaciones revolucionarias de marinos se suceden uno tras otros hasta el punto de que enjulio de 1.917 más de 5.000 marinos están bajo la dirección de una central clandestina de marinos socialdemócratas.

Este proceso de ascenso en la lucha de masas, pronto recibirá el impacto del triunfo de la revolución de octubre que al tiempo dividirá profundamente a los dirigentes socialdemócratas independientes.

III. III. EL TRIUNFO DEL BOLCHEVISMO Y LA REVOLUCION ALEMANA

La Revolución Rusa constituyó el hecho más importante de la I Guerra Mundial. Para los bolcheviques, desde febrero, las condiciones objetivas para la toma del poder estaban madurando de forma acelerada. Al igual que la alemana, la Revolución Rusa sometió a una dura prueba a los revolucionarios; en las filas del bolchevismo, la tendencia más revolucionaria y mejor organizada que ha tenido el proletariado, no todo fueron unanimidades, las discrepancias se mantuvieron en el seno del partido incluso durante el transcurso del asalto al poder. Pero por encima de las posiciones minoritarias la mayoría del partido con Lenin y Trotsky a la cabeza supo trazar una táctica que ganó a las masas para el socialismo. Desde abril, Lenin había elaborado un programa acabado para la revolución que fue asumido mayoritariamente por el partido. Durante julio, agosto y septiembre del 17 la dirección bolchevique dio un ejemplo de comprensión de la táctica y del estado de ánimo, la conciencia y la psicología de las masas. La tarea de ganar a la clase obrera a través de la explicación paciente de la línea revolucionaria tuvo sus resultados.

Para los bolcheviques la Revolución Rusa constituía una etapa de la Revolución Mundial. Eran absolutamente conscientes de que sólo el triunfo de la revolución en un país avanzado, especialmente Alemania podría asegurar el mantenimiento de octubre y el inicio de la transformación socialista de Rusia e internacionalmente, en consecuencia el primer decreto del gobierno soviético a todos los pueblos del mundo era a favor de un armisticio inmediato y de una paz democrática basada en la autodeterminación y la renuncia a las anexiones; los bolcheviques publicaron los acuerdos secretos del gobierno Kerensky con los aliados y repudiaron los territorios que habían sido prometidos a Rusia.

Esto tuvo un efecto poderoso en la clase obrera mundial. En 1.917 un motín masivo afectó a 54 divisiones del ejército francés, y en diciembre empezó una oleada de huelgas que culminó en el mes de mayo con una marcha de 250.000 trabajadores en Paris; las huelgas en Gran Bretaña durante 1.918 afectaron a más de un millón de trabajadores, en enero de 1.918 700.000 obreros de Austria-Hungría participaron en una huelga general a favor de las propuestas de paz de los bolcheviques; en febrero los marineros austro-húngaros se unieron a las protestas tomando por un tiempo el control de la flota de guerra.

Con las negociaciones de Brest-Litovsk los bolcheviques emprendieron una campaña sistemática dirigida a los trabajadores y soldados alemanes. Karl Radek organizó la distribución de millares de panfletos con la llamada de paz del gobierno soviético, por las trincheras. Además de inició la edición de DIE FACKEL (LA ANTORCHA) con medio millón de tirada, que exponía las posturas bolcheviques, y se distribuyó profusamente en todo el frente de guerra.

Los bolcheviques estimularon la organización de los prisioneros de guerra alemanes (había más de 165.000 soldados y 2.000 oficiales), y muchos de ellos fueron ganados al comunismo.

Para los bolcheviques y Lenin en particular, la revolución de octubre despertaba grandes esperanzas para obligar a los líderes espartaquistas a romper políticamente con los socialdemócratas y construir una organización revolucionaria. La Revolución Rusa influenció decisivamente a muchos líderes que como Franz Mehring abogaban por construir un partido revolucionario. Todos los líderes espartaquistas simpatizaban y se reclamaban solidarios con la Revolución Rusa, pero seguían sin adoptar resoluciones serias en el terreno de la construcción de una organización.

Rosa Luxemburgo por su parte polemizó con los bolcheviques sobre asuntos de gran importancia, como la política agraria bolchevique, la persecución de las tendencias socialistas, o la política exterior de paz que para Rosa retrasaba el final de la guerra y la explosión de la revolución alemana. A pesar de todo Rosa Luxemburgo aceptó seriamente la ayuda de los bolcheviques incluso más tarde llegaría a converger con posturas que Lenin había defendido ardientemente frente a las suyas.

Paralelamente la combatividad de los obreros alemanes iba en aumento. En enero del 18 se reunieron representantes de los delegados revolucionarios, la dirección del USPD y los diputados de este partido en el Landstag y en el Reichstag; aunque finalmente se acordó una resolución llamando a la huelga general, las vacilaciones de los diputados centristas hace que la convocatoria de huelga desaparezca dos días más tarde del texto. Esto no impidió que la huelga siga siendo preparada, especialmente por los delegados revolucionarios de fábricas.

En este contexto se celebra la Asamblea de torneros de Berlín, que decide desencadenar la huelga el 28 de enero. Ese día 400.000 trabajadores se encuentran en huelga y eligen delegados (414) la mayoría revolucionarios y torneros. El programa que adopta la Asamblea de delegados es muy similar al de los huelguistas de Leipzig en 1.917:

  • o Paz sin anexiones ni indemnizaciones
  • o Representación de los trabajadores en las conversaciones de Paz
  • o Mejora del avituallamiento
  • o Derogación del estado
  • o Restablecimiento de la libertad de expresión y de reunión
  • o Leyes para proteger el trabajo de mujeres y niños
  • o Libertad detenidos políticos
  • o Sufragio universal a los veinte años.

La Asamblea Berlinesa elegirá un comité de acción de 11 miembros, todos miembros de los delegados revolucionarios que a su vez deciden invitar al USPD a enviar 3 representantes, invitación que se hace extensible al SPD. Por parte del USPD asistirán Haase, Ledebour y Dittman y del SPD Ebert, Scheidemann y Braun.

La participación de los dirigentes del SPD tiene un objetivo claro: boicotear la huelga y desactivar el movimiento. Ebert reclama inmediatamente paridad entre representantes de los partidos y de los huelguistas, y se posiciona en contra de muchas de las reivindicaciones aprobadas en la Asamblea. A lo largo del tiempo que duró la huelga se produjeron enfrentamientos entre la policía y los huelguistas; los mayoritarios del SPD intentaron reventar el movimiento proponiendo negociaciones con el gobierno pero sólo a través de los dirigentes sindicales que el canciller está dispuesto a recibir.

Las vacilaciones de los dirigentes izquierdistas en el comité de acción fueron fundamentales en la desorientación del movimiento. Sin consignas claras, sin una táctica definida, los huelguistas se aislaron en Berlín, mientras los soldados se mantuvieron cohesionados y disciplinados bajo el mando de los oficiales. Finalmente el movimiento acaba siendo derrotado.

Este desenlace se repetirá un año después, cuando el enfrentamiento entre el proletariado berlinés y la burguesía alcance su punto más decisivo; las vacilaciones, la indecisión de la dirección revolucionaria será el factor decisivo para la derrota de la clase obrera.

En cualquier caso muy ilustrativo conocer cuál era la opinión de Ebert, máximo líder del SPD, sobre la huelga y su participación en la misma:

".....Yo entré a la dirección de la huelga con la intención bien determinada de ponerle fin lo más deprisa y evitar así al país una catástrofe...".

De esta manera los dirigentes reformistas habían cumplido a la perfección su tarea; aparecían como gente razonable a los ojos de las masas sin abandonar su fraseología socializante.

Este es un punto esencial para comprender el desarrollo de la revolución alemana. Los dirigentes derechistas de la socialdemocracia, actuaron coherentemente como los mejores y más decididos servidores de la burguesía; no encontraremos vacilación ni sentimentalismos en su forma de actuar; por el contrario siempre se guiaron por una táctica muy flexible al servicio de sus objetivos estratégicos fundamentales, abortar la revolución y restituir el poder a la burguesía garantía del mantenimiento de sus privilegios materiales y prestigio social.

La ausencia de una organización seria por parte de los espartaquistas, les impide aprovecharse de las ventajas de la situación. A lo largo de 1.918 los marxistas alemanes podrían haber construido un partido de masas. Pero ni siquiera toda la ayuda financiera y técnica de los bolcheviques, que enviaron a Joffe como embajador en Berlín, les permitió explotar toda la efervescencia revolucionaria. De hecho no sólo se estaba produciendo un proceso de radicalización entre los obreros, la juventud socialdemócrata estaba girando con rapidez hacia las posiciones más izquierdistas.

Con el estallido de la revolución, los espartaquistas constituirán una minoría conocida pero sin organización, con pocos cuadros y muy inconexos de las fábricas y los sindicatos.


IV. ALEMANIA EN REVOLUCIÓN

IV. I. NOVIEMBRE: EL FEBRERO ALEMÁN

El impacto de la revolución de octubre en la situación alemana es tremendo; desde la socialdemocracia mayoritaria, toda la propaganda se orientó a convencer a la población de que las soluciones rusas no eran aceptables para un país como Alemania. Esto no impidió sin embargo que el proceso de radicalización continuara un ascenso. El USPD se vio obligado a girar permanentemente a la izquierda, y en su conferencia de septiembre los dirigentes tuvieron muchas dificultades para impedir la aprobación de una resolución política a favor de la dictadura del proletariado.

También los espartaquistas dan pasos adelante y en octubre celebran una conferencia donde se aprueba un programa de acción:

  • Amnistía para todos los adversarios a la guerra, civiles y militares
  • Abolición de la ley sobre mano de obra
  • Abolición del estado de sitio
  • Anulación de todas las deudas de guerra
  • Incautación de la banca, minas y fábricas
  • Reducción del tiempo de trabajo
  • Aumento de los salarios bajos
  • Incautación de las propiedades rurales grandes y medianas
  • Concesión a los militares del derecho de reunión y organización
  • Abolición del código militar
  • Función disciplinaria a cargo de delegados elegidos por los soldados
  • Abolición de los tribunales militares
  • Abolición de la pena de muerte y de trabajos forzados por crímenes políticos y militares
  • Entrega de los medios de abastecimiento a los representantes de los trabajadores
  • Abolición de los landers y destitución de las dinastías reales y principescas

Para la realización de este programa llaman a la constitución de consejos de obreros y soldados.

La temperatura del ambiente había subido de tal manera que los socialdemócratas oficiales presionan para que Liebknecht filera liberado. Los dirigentes del USPD una vez que el líder espartaquista es puesto en libertad, le invitan a formar parte de la dirección, a lo que Liebknecht pone condiciones; finalmente aceptará formar parte a titulo consultivo del Comité Ejecutivo, especialmente para trabajar junto a los delegados revolucionarios, que constituyen la auténtica vanguardia del movimiento obrero berlinés.

A estos hechos le suceden las acciones preparatorias de un golpe decisivo a la guerra y la política reaccionaria del gobierno. Los delegados revolucionarios se constituyen en la capital como Consejo Obrero provisional, y organizan una intensa agitación callejera. El debate ha dado un paso adelante y la polémica se centra en si es posible pasar a la etapa insurreccional sin pasar por la huelga general.

Haasse apoyado por Muller dirigente de los D-R proponen fijar la fecha de la insurrección par el 11 de noviembre; Ledebour propone el 4, y Liebknecht aconsejado por los delegados bolcheviques combate ambas y rechaza toda propuesta de insurrección armada sin una previa movilización de las masas que les lleva a aceptar esta salida. Para Liebknecht es imprescindible lanzar la consigna de la huelga general y organizar manifestaciones armadas como paso previo a la insurrección. Durante la huelga general las acciones deberían ser cada vez más audaces hasta llegar a la insurrección armada.

Finalmente tanto la moción de Lebedour como la de Liebknecht es rechazada y se aprobó la de Hasse. Sin embargo en Stuttgart la huelga se hace efectiva al día 4 y ese día se eligen consejos obreros en todas las fábricas; el movimiento lo mismo que en Leipzig en el 17, o Berlín en enero del 18, queda aislado y finalmente es derrotado.

IV. II. LA INSURRECCION DE LOS MARINOS EN KIEL

El Estado Mayor Alemán había fracasado estrepitosamente en todos sus objetivos militares, la inactividad del frente del este, donde los soldados alemanes sufrían los efectos de la propaganda bolchevique, el desgaste terrible de sus tropas en el oeste y la intervención de los Estados Unidos en la guerra con su potencial bélico intacto, desequilibró totalmente la correlación de fuerzas a favor de los aliados.

Siguiendo fiel a sus más reaccionarias tradiciones el E. Mayor se preparó para una última batalla donde salvar el honor de la Marina. Sin embargo este último intento desesperado se transformó en la chispa que encendió la caldera de la revolución.

Los marinos se amotinaron contra este sacrificio sangriento, y extendieron sus acciones a las calles de Kiel donde inmediatamente contaron con el apoyo entusiasta de los trabajadores de la ciudad. Los enfrentamientos con la policía se sucedieron pero finalmente los marineros reunidos en los navíos eligieron un consejo, que inmediatamente se hizo con el control de' la base.

En la ciudad tanto el USPD como el SPD llamaron a la huelga general y el consejo obrero que se formó se fusionó con el de los marinos; Gustav Mosque, el futuro verdugo de la revolución, en aquel momento gobernador de Kiel no tuvo más alternativa que reconocer la autoridad del consejo.

El movimiento se extendió por todo el territorio alemán, los trabajadores y los soldados tomaron el control de las poblaciones y de la misma forma que el proletariado ruso constituyeron Consejos de obreros y soldados. Wilhefunsharen, Bremen Hamburgo, primero en la costa y luego extendiéndose al interior de Alemania, la revolución iba cubriendo todo el territorio, Dusseldorf, Baviera, Halle, Hahan, Leipzig. La revolución comenzó de forma periférica y en Berlín los dirigentes revolucionarios tardaron en decidirse. La capital del Reich era absolutamente decisiva para el futuro de la revolución. Los líderes derechistas de la socialdemocracia percibía con mucha mayor precisión el ambiente general que reinaba en aquel momento. Tanto Ebert como Scheidemann y los líderes de los sindicatos insisten una y otra vez al canciller para obtener la marcha del Káiser: ".... se trata de la lucha contra la revolución bolchevique que asciende, siempre más amenazante, y que significaría el caos. La cuestión imperial está estrechamente ligada a la del peligro bolchevique. Es necesario prescindir del emperador para salvar al país. Esto no tiene absolutamente nada que ver con ningún dogmatismo republicano... ". La cita es del dirigente derechista Konrad Haenisch.

Los dirigentes revolucionarios berlineses decidieron finalmente fijar la insurrección para el 11 de noviembre; sin embargo la policía interceptó todos los planes de la insurrección, lo que no impidió que inmediatamente después de los sucesos de Kiel se desarrollara una amplia agitación a favor de la insurrección. La burguesía era totalmente consciente de la peligrosidad de la situación, y ofreció a Ebert el cargo de canciller con el objetivo de apaciguar los ánimos e intentar desactivar de una manera más efectiva el movimiento. Pero la maniobra se amplía al USPD y Ebert solicita su incorporación al gobierno.

Si en las copas de la sociedad el movimiento reflejaba una profunda inestabilidad en la base, las masas recorren victoriosas ya las calles de Berlín el 9 de noviembre, la represión no resiste el empuje del movimiento: las cárceles fueron abiertas y se liberaron a los prisioneros políticos. El movimiento había llegado a su cenit. Las masas como diría Víctor Serge tenían el poder pero no eran conscientes de ello.

Karl Liebknecht desde el balcón del palacio Imperial hace aclamar el triunfo de la república socialista; sin embargo el camino que quedaba por recorrer era largo y lleno de dificultades, los órganos de poder obrero, los consejos, estaban naciendo y los derechistas se preparaban para dinamitarlos desde dentro. La situación de doble poder había comenzado. Mientras tanto, los mayoritarios rechazaron las condiciones que los independientes a instancia de Liebknecht habían puesto para su entrada en el gobierno. Para los derechistas la revolución no tenía como objetivo subvertir el orden capitalista, sino corregir democráticamente los excesos del régimen. Desde el primer momento los consejos eran un problema que había que aceptar de forma temporal, hasta que se eligiera una Asamblea constituyente que decidiese la naturaleza del régimen alemán. Mientras tanto el gobierno socialdemócrata rechazaba toda dictadura de clase y abogaba por la participación de los partidos burgueses en el gobierno.

Finalmente como era de prever los líderes independientes, centristas, optaron por la entrada en el gobierno, lo que a medio plazo atizaría la radicalización de la base del U.S.P.D.

Los acontecimientos de noviembre habrían culminado una etapa fundamental de la revolución alemana. Como en la revolución de febrero en Rusia, los trabajadores disponían del poder pero no eran conscientes de ello. Sin embargo, si en Rusia existía un partido con una estrategia y con dirigentes que previeron el desarrollo de los acontecimientos, en Alemania el ala revolucionaria no tenía las posiciones ni las perspectivas del bolchevismo.

La situación en Alemania era profundamente contradictoria. Como en Rusia, millones de obreros y soldados que participaron activamente en política a partir de los sucesos de Kiel, lo hicieron a través de sus organizaciones tradicionales y especialmente del SPD. La traición de los dirigentes oficiales de la socialdemocracia a la revolución no era percibida aun por las masas del proletariado que se habían sacudido del Káiser y pensaban con acierto que algo muy importante estaba cambiando. Su inexperiencia les impedía sacar todas las conclusiones de estos acontecimientos. Como el proletariado ruso, en febrero las ilusiones democráticas estaban todavía muy arraigadas entre los trabajadores alemanes después de noviembre. Por tanto, las perspectivas y la táctica de los revolucionarios tendrían que considerar muy seriamente esta realidad. Lenin insistía una y mil veces que la vanguardia debe explicar pacientemente su programa al conjunto de la clase. Esta tarea de propaganda, aprovechando de forma hábil el desarrollo de los acontecimientos permitiría atraer a la clase al campo de la revolución. Pero las masas antes de romper con su vieja dirección necesitan de enormes acontecimientos que le convenzan de que ya no es posible apoyar a los viejos dirigentes si quieren cambiar unas condiciones de vida. No es menos cierto que no todas las capas de clase obrera sacan automáticamente las mismas conclusiones al mismo tiempo, siempre hay un sector más avanzado que constituye la vanguardia, pero este sector por sí solo no puede hacer la revolución; necesita del apoyo consciente de la mayoría del proletariado y de la neutralidad al menos de las capas medias para tomar el poder; la vanguardia no hace la revolución, se prepara para la revolución. En noviembre se abría una etapa decisiva donde el objeto central debería haber sido luchar por profundizar y consolidar el poder de los consejos, conquistar la mayoría en su seno y en los sindicatos y en el SPD, y atraer con firmeza en los principios pero con flexibilidad en las formas a los mejores destacamentos de la revolución, encuadrados en ese momentos en las filas de los delegados revolucionarios.

IV. III. EL GOBIERNO SPD-USPD. DOBLE PODER EN ALEMANIA

El 10 de noviembre se celebró la Asamblea General de delegados obreros y soldados que debía decidir la composición del nuevo gobierno revolucionario; la reunión había sido cuidadosamente preparada por Ebert y Scheidemann que utilizaron a los soldados para imponer sus posiciones. Apoyándose en sentimientos, "la unidad de los partidos socialistas", y explotando los prejuicios de los elementos más atrasados que se acababan de incorporar al movimiento, "rechazo a la violencia", "a la dictadura bolchevique", etc..., los derechistas consiguieron un triunfo importante en la reunión.

La elección del Comité Ejecutivo de los consejos se hizo de forma muy confusa; los líderes del SPD exigieron paridad de representación de los dos partidos obreros. La presión se impuso y los independientes rechazaron la representación proporcional en base al apoyo real de ambos partidos en las fábricas y finalmente aceptaron la representación paritaria. Ebert se convertiría de esta manera en jefe del Comité Ejecutivo de los consejos y a la vez del gobierno legal.

Durante todo el periodo de lucha por el control de los consejos los líderes del SPD actuaron con firmeza y decisión; reclamaron la unidad, es decir la paridad, allí donde eran débiles y los miembros del USPD renunciaron a la proporcionalidad, sin embargo tal método no se utilizaba en los pocos casos donde los del SPD eran mayoritarios.

Todas estas concesiones transformaron radicalmente la representación proletaria. Desde la base de las fábricas hasta la cima de los consejos la representación del SPD iba aumentando decisivamente.

No obstante, a pesar de las maniobras de los líderes derechistas, el poder de los consejos se afirmó parcialmente. Las autoridades se vieron obligadas a reconocerlos ciudad a ciudad. Se trataba de utilizar a los consejos para recomponer el poder burgués. Para ello la burguesía utilizaría por un lado a la socialdemocracia cuyos líderes se encuentran entregados a la tarea sin fisuras, y por otro el aparato militar, aunque en este último caso deberán de organizar sus propias unidades de confianza, pues el ejército también experimenta la misma ruptura que la sociedad alemana.

Por otra parte, toda la maquinaria de la burguesía, con el SPD como ariete, se pone en marcha para combatir en el terreno político a los revolucionarios. La campaña que se desató contra el bolchevismo alcanzó dimensiones de auténtica cruzada; se formo una auténtica coalición entre la clase dominante, el aparato estatal con sus miles de funcionarios y la vieja socialdemocracia, para combatir la revolución y defender la propiedad y el orden; ahora el objetivo era establecer una nueva legalidad basada en el sufragio universal para elegir una Asamblea Constituyente que liquidara definitivamente el Gobierno de los Consejos. En este proceso los líderes del USPD siguen en todos los aspectos decisivos la pauta que marcan Ebert y compañía.

Durante este período la ausencia de una fuerte organización marxista como la de bolcheviques en Rusia, impidió una propaganda sistemática para ganar el poder para Consejos; además, la ausencia de una educación sistemática de los cuadros en la táctica, métodos, la propaganda paciente para conquistar a las masas, una evaluación sobria del estado de ánimo de la clase, consignas adecuadas a cada momento, hace que las tendencias ultraizquierdistas impacientes por tomar el poder, se vayan haciendo dominantes en el seno de las fuerzas revolucionarias.

IV. IV. LOS SOCIALPATRIOTAS Y EL ESTADO MAYOR

Los jefes militares que habían combatido en la gran guerra percibían con especial agudeza la necesidad de contar con el apoyo firme de Ebert y compañía; lo más preciado para ellos, en la medida que las posibilidades de aplastar por la fuerza el movimiento constituía un serio riesgo, era poder distraer las energías de la revolución y finalmente desbarataría.

Heindemburg declaró abiertamente que los militares estarían dispuestos a colaborar con el canciller para "evitar la extensión del terrorismo bolchevique en Alemania".

Víctor Serge en su libro "El año 1 de la Revolución Rusa" cita las memorias del general Grener, muy significativas: "... concertamos (el alto comando y los jefes socialdemócratas) una alianza contra el bolchevismo... Conferencié todos los días con Ebert. Mi objetivo era arrancar el poder a los soviets de los obreros y los soldados. Proyectábamos hacer entrar en Berlín diez divisiones. Ebert estaba de acuerdo con nosotros.... Los independientes y los soviets exigieron que las tropas entrasen sin armas. Ebert consintió en que entrasen bien armados. Trazamos un plan detallado de acción en Berlín...".

La burguesía alemana tenía mucho más vigor en ese momento que la burguesía rusa, cuenta con un cuerpo de oficiales y de un aparato ágil y disciplinado, la socialdemocracia. La ofensiva burguesa se extiende a muchos terrenos: en el sindical, la patronal llegó a un acuerdo con los líderes de los sindicatos, aceptando las reivindicaciones laborales. En el frente de la prensa, la socialdemocracia intenta una y otra vez obligar a los independientes y a los espartaquistas abandonar las imprentas que han tomado a los grandes editores y desde las que editan su presa diaria. En nombre de la libertad de expresión abogaban contra la incautación de periódicos y por que los grandes propietarios pudieran seguir controlando estas palancas fundamentales de información. La burguesía empieza a organizar su propio grupo de choque callejero: la "Liga antibolchevique", financiada por los grandes consorcios económicos, se dedica a realizar una incansable propaganda contra los líderes espartaquistas.

Desde el gobierno, los líderes del SPD realizan un intenso trabajo para boicotear los consejos. No sólo confirman a todos los funcionarios estatales en sus puestos, sino que se lanzan a un ataque a fondo contra aquellos consejos que más obstaculizan su tarea contrarrevolucionaria como es el caso del Consejo de Obreros y Soldados de Berlín, más conocido como el Ejecutivo.

Los soldados habían jugado un papel muy importante en la insurrección de noviembre. De hecho a pesar del apoyo que pudo organizar el SPD en el seno del ejército, la tropa se veía afectada muy de cerca por los acontecimientos. La guerra había agotado las fuerzas de los soldados que se veían atraídos y contagiados por la lucha de la clase obrera; al fin y al cabo toda la tropa eran hijos de trabajadores.

Este elemento influía en las decisiones del Estado mayor alemán que había aceptado la constitución de los consejos porque no contaba con las fuerzas suficientes para impedirlo: de haberlo intentado la desintegración del ejército se habría hecho realidad. Cuando el consejo de Berlín decidió tímidamente la formación de una Guardia Roja, la reacción de los mayoritarios fue durísima por lo que el consejo retrocedía. No obstante los preparativos militares en el campo de la contrarrevolución no se habían paralizado. Los dirigentes del SPD se decidieron a la creación de una tropa de defensa republicana de trece a quince mil hombres que serían reclutados voluntariamente y financiada por los grandes capitalistas. La contrarrevolución armada estaba en marcha.

IV. V. EL CONGRESO DE LOS CONSEIOS

El Congreso de los consejos supondría un golpe decisivo al poder obrero. Los mayoritarios planifican su desarrollo con extremo cuidado, impidiendo que cualquier presión externa pueda desestabilizar o impedir que se cumpla el objetivo central que se han marcado: acabar con los consejos. De entrada El Consejo de Comisarios del pueblo encabezado por Ebert había rechazado la entrada de los delegados bolcheviques que el consejo había invitado: Bujarin, Joffe, Rackowski, Jgnatov y Radek. Pero mucho más fundamental que esto, las concesiones hechas con anterioridad por los líderes del USPD en lo referido a la representatividad en los consejos locales y provinciales, se refleja dramáticamente en el Congreso. De los 489 delegados que asisten al mismo (405 en representación de los consejos de obreros y 84 de los consejos de soldados), sólo hay 179 obreros y empleados, por 71 intelectuales y 164 profesionales, periodistas y liberados del SPD y los sindicatos. En resumen 288 del SPD, 90 del USPD de los que 10 eran espartaquistas, 11 revolucionarios unidos, 25 demócratas y 75 sin partido.

Ni Karl Liebknecht ni Rosa Luxemburgo habían sido elegidos por Berlín, donde los delegados se circunscribieron a personas activas en las empresas. A pesar de todo, los espartaquistas intentan influir desde el exterior; organizaron un gigantesco mitin con apoyo de los delegados revolucionarios el mismo día de la apertura con más de 250.000 asistentes. Sin embargo la mayoría socialdemócrata actúa como un bloque sobre cuestiones decisivas, si bien es cierto que la presión de las masas y de los soldados hace que sus planes no se cumplan al cien por cien. Una moción defendiendo que los consejos seguían siendo la base de la autoridad suprema en materia legislativa y ejecutiva y la necesidad de convocar un segundo congreso antes de que se adoptara la nueva constitución fue rechazada por 344 contra 98.

El Congreso finalmente se afirma contra el poder de los consejos y por la convocatoria de una Asamblea constituyente que elaborase una nueva constitución y decidiera el régimen político de Alemania. La derrota de los revolucionarios aumenta las divisiones en sus filas; por un lado los partidarios de conquistar la mayoría en su seno, por otro las que abogaban por combatir implacablemente la Asamblea Constituyente y luchar inmediatamente por el poder.


V. DE DICIEMBRE A ENERO DE 1.919

V. I. DIVISIONES EN EL ALA REVOLUCIONARIA

La impotencia de los líderes espartaquistas era evidente. Habían cometido el error fatal de no haber construido una sólida fracción marxista, organizada y disciplinada en el seno del USPD y de los sindicatos y ahora eran incapaces de contener el avance del ultraizquierdismo en sus propias filas.

El once de noviembre, los espartaquistas habrán tratado su programa; para ellos el papel esencial de los revolucionarios, era esclarecer a las masas con su agitación y su propaganda, ayudarlas a conocer el papel real de la socialdemocracia, empujarlos a la lucha. Además defienden mantenerse en el seno del USPD para conquistar su mayoría. Formalmente los argumentos de la conferencia son incontestables; sin embargo estas declaraciones podían quedarse sólo en eso, si los espartaquistas no se organizaban seriamente como grupo o tendencia en el seno del USPD. Los bolcheviques no habían actuado de forma independiente, es decir como partido independiente realmente hasta 1.912, pero incluso durante el transcurso de la revolución no perdieron ninguna oportunidad de trabajar en todos aquellos organismos y organizaciones que les permitían llegar a la vanguardia, a los sectores más avanzados. La táctica de mantenerse dentro de las organizaciones tradicionales era totalmente correcta si tenemos en cuenta hacia donde apuntaban los desarrollos en el interior de las mismas.

En aquel momento millones de personas que hasta entonces habían estado apartadas de la política, soldados desmovilizados, pequeñoburgueses afectados por la guerra, jóvenes, se vuelven hacia el SPD que encarna la tradición marxista y revolucionaria antes sus ojos. Los líderes del SPD aprovecharon a fondo esa situación, y desde el poder al que le habían elevado las masas, les promete paz y democracia pero sin los sufrimientos, ni la guerra civil que estaba proyectándose sobre Rusia. La propaganda de la burguesía a favor de estos planteamientos crea, lo que Pierre Broue estima como "...un clima de seguridad, unidad y casi unanimidad..." y por eso "...a los ojos de las masas, los revolucionarios con sus excesos, sus ataques, sus acusaciones de traición socialista necesaria para que la revolución se consolide".

Incluso para los espartaquistas también había posibilidades dentro del SPD, donde existía una izquierda, integrada por gente como los delegados de este partido en el Consejo de Berlín, que eran influenciables por la presión de las masas.

A pesar de todas estas ventajas potenciales las filas espartaquistas empiezan a ser penetradas por el virus del ultraizquierdismo. Lenin definía el ultraizquierdismo como el precio que las masas tienen que pagar por la traición de sus dirigentes reformistas. No obstante la frase no iría más allá si el ultraizquierdismo no fuera un peligro mortal para una tendencia revolucionaria en el momento decisivo. Los espartaquistas estaban sometidos a una doble presión que podía provocar su aislamiento, de una parte la que provenía de la burguesía y de la socialdemocracia, pero de otra la que llegaba de sus propios adeptos, elementos muy a menudo separados de las organizaciones de masas de la clase obrera y sin tradiciones; jóvenes para los que la experiencia bolchevique se reducía a la cuestión de la lucha armada. Estos elementos no sólo imponen su sello a las acciones espartaquistas en muchos casos sino que adoptan posiciones ultraizquierdistas muy negativas para la relación de los espartaquistas con las masas. Despreciaron y condenaron a los sindicatos como agencias de la burguesía llamando a los obreros conscientes a organizarse fuera de ellos. Son también estos sectores los que más presionan para una ruptura con los independientes. Sin duda si estas capas se hubieran encontrado con una tendencia seriamente organizada y disciplinada y sobre todo con cuadros experimentados y educados hubieran sido formados en las mejores tradiciones del marxismo.

Pero muchos de estos jóvenes y no tan jóvenes revolucionarios transformaban su impotencia frente a los reformistas en impaciencia. Sustituyeron la conquista del apoyo entre las masas, por la toma del poder sin considerar seriamente el estado de ánimo ni el nivel de conciencia del proletariado en esos momentos.

Mientras tanto en el terreno de los acontecimientos, Rosa Luxemburgo presionaba por la convocatoria de un Congreso extraordinario del USPD en el que pensaba que los espartaquistas lograrían una mayoría; esta idea no era en modo alguno descartada, si consideramos el proceso de radicalización de los delegados revolucionarios y de una amplia base del USPD.

A mediados de diciembre en la víspera de la celebración del Congreso de los Consejos se celebró una Conferencia Berlinesa del USPD para decidir sobre la propuesta de Congreso extraordinario. La derecha del partido con Haase a la cabeza, defendió la colaboración con el SPD en el gobierno; finalmente la conferencia decidió que la preparación de las elecciones debería ser la tarea central de la organización. El partido en la práctica estaba profundamente dividido: los espartaquistas se habían atraído a los delegados revolucionarios que también reclamaban la celebración de un congreso extraordinario.

Existía un campo magnífico par el trabajo de los espartaquistas. No obstante sus líderes tendían a exagerar su influencia, especialmente Karl Liebknecht. Es cierto que los espartaquistas eran muy conocidos, maestros en la agitación y que sus convocatorias de manifestaciones y mítines son secundados masivamente. Esto da una sensación de potencia, aunque en realidad su organización es muy limitada. A la configuración de estas apreciaciones exageradas ayudó el que durante todo el mes de diciembre se desatara una escalada de acciones que por un lado reflejaba el ascenso de la radicalización de las masas y por otro la impaciencia de los elementos revolucionarios; se produjeron una sucesión de combates y revueltas, entre los que destacó la ocupación del edificio de Vorwats por espartaquistas que empiezan a editar el Vorwats Rojo, y que se convertiría en una conquista emblemática para los revolucionarios. Todos estos acontecimientos cristalizan con la formación de dos líneas en el seno de los espartaquistas: por un lado Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches para los que la burguesía domina provisionalmente la situación, y por tanto hay que centrar fuerzas en la campaña electoral a la Asamblea constituyente para movilizar a las masas y conquistar su apoyo. Por otro lado los sectores más impacientes con la liga de soldados rojos, fundada por los espartaquistas, que defienden el boicot a la Asamblea Constituyente y la lucha por el poder.

V. II. LA CUESTION DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE Y LA FUNDACION DEL K.P.D.

La cuestión de la asamblea constituyente no puede verse como un aspecto secundario de la revolución. Entre las masas alemanas como reacción a los gobiernos antidemocráticos del Káiser, existía un apoyo aplastante para esta reivindicación democrática. Al sector mayoritario de los espartaquistas como a los izquierdistas de Bremen, que defendían el boicot, les faltaba la comprensión de la táctica y la estrategia revolucionaria: sus consignas "Abolición de todos los parlamentos y transferencia de todo el poder a los consejos obreros y soldados" chocaba con las simpatías democráticas de las masas y permitía a los dirigentes desarrollar su campaña contra los espartaquistas como terroristas y antidemocráticos. En Alemania la convocatoria de una Asamblea Constituyente estaba ligada a los ojos de los obreros avanzados, a las aspiraciones revolucionarias.

En Rusia en 1.918 cuando los soviets, los auténticos órganos democráticos de las masas ya habían tomado el poder, la Asamblea Constituyente era utilizada por los terratenientes, capitalistas y seguidores de los generales blancos como vehículo de la contrarrevolución. La situación en Alemania era muy diferente. Para educar a los jóvenes cuadros, Lenin explicaba: "La táctica debe basarse en una apreciación estricta y sobria de todas las fuerzas de clase... es muy fácil demostrar el temperamento revolucionario de una vez, simplemente lanzando insultos contra el oportunismo revolucionario". En todo momento es necesario tener en cuenta en la propaganda y las consignas el estado actual de la conciencia de la clase obrera. "...No debemos condenar lo que para nosotros es obsoleto como algo que es obsoleto para la clase...". No se superan las ilusiones de las masas simplemente repitiendo abstractamente la importancia de los soviets, sino demostrando positivamente en la acción la corrección de las ideas revolucionarias y avanzando hacia éstas a través de la experiencia.

Lo espartaquistas si hubieran adoptado una línea bolchevique tendrían que haber defendido una política diferente, como la que Lenin y sus camaradas siguieron a partir de febrero:

  • Explicar la línea proletaria
  • Criticar la política pequeñoburguesa
  • Desarrollar agitación y propaganda
  • Organizar, organizar y organizar

En este contexto de confusión política en el seno de la vanguardia revolucionaria se produjo la fundación del Partido Comunista (KPD (s)).

Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches siguen insistiendo en que es necesario permanecer en el USPD y que la fundación del KPD es prematura. Las presiones de la militancia, de los comunistas de izquierda por formar un nuevo partido, y también de Karl Radek como delegado bolchevique se impusieron finalmente.

El Congreso de fundación se reunió en Berlín el 30 de diciembre de 1.918, con 83 delegados provenientes de los espartaquistas y 29 de los IKD de Bremen. Como era previsible las polémica central fue en torno a la participación o no en las elecciones a la Asamblea Constituyente. Rosa Luxemburgo explicó con claridad la realidad de la situación: la revolución alemana no está madura, las masas no están maduras para derribar la Asamblea Constituyente. Muestra por otra parte las contradicciones en las que incurren los partidarios del boicot que por una parte temen los resultados de las elecciones en la conciencia de las masas y por otra parte creen que estas están lo suficientemente preparadas para apoyar el boicot.

Otto Ruhle encabezaba la línea ultraizquierdista defendiendo la insurrección a corto plazo, la salida de los sindicatos etc...

El congreso aprueba la política del boicot pero dando muestras de su incoherencia también adopta el programa político presentado por Rosa Luxemburgo que es una condena de la línea izquierdista. Las conclusiones en materia de organización son muy pobres. La estructura del partido es igual de difusa que la vieja liga espartaquista, y se mantiene una abierta hostilidad a la centralización; no hay por tanto en el terreno organizativo tampoco, como no podía ser de otra manera, la adopción de una política bolchevique.

Pesó la decisión más grave del Congreso, que es una consecuencia de la actitud ultraizquierdista de los delegados en el fracaso de las conversaciones con los delegados revolucionarios.

Los delegados revolucionarios que agrupan a la vanguardia del proletariado berlinés, son hostiles a las acciones aventureras y exigen el abandono de la política de boicot, el establecimiento de una comisión de programa paritaria y representativa en las redacciones del periódico, octavillas etc..., como condiciones para adherirse a la nueva organización. Condiciones que eran de todo modo perfectamente aceptables y que hubieran llevado al partido comunista a la flor y nata de la vanguardia obrera. Sin embargo estas proposiciones fueron rechazadas por los delegados que la consideraron una imposición inaceptable. No es de extrañar que en estas circunstancias, si tenemos en cuenta la incoherencia de las decisiones adoptadas en el congreso, y el rechazo de las propuestas de los D-R, Leo Jogiches afirmara, no sin razón, que la fundación del KPD había sido prematura. Los acontecimientos posteriores vendrían a darle enteramente la razón.

V.III. LA INSURRECCJON DE ENERO: LA REVOLUCION ES DECAPITADA

V. III. I. LA CONTRARREVOLUCION EN MARCHA

A pesar de las carencias de los espartaquistas y de la política ultraizquierdista aprobada en el congreso fundacional del KPD no todo estaba perdido para la revolución ni mucho menos. Los acontecimientos pujaban a favor del proceso de radicalización de las masas y las ilusiones de noviembre se estaban disipando. Sobre todo, el factor del ejército, fundamentalmente para el triunfo o el fracaso de la revolución, estaba beneficiando a la izquierda: la disciplina se descompuso y el giro radical también se imponía entre la tropa.

El Estado Mayor era consciente que el momento decisivo se acercaba; a pesar de los errores de los revolucionarios una creciente polarización acercaba a las masas hacia las posturas más radicales y eso se palpaba con el desgaste del gobierno Ebert. La socialdemocracia no podía controlar a las masas sólo por medio de las instituciones, de ahí que el gobierno cediera crecientemente a las presiones del Estado Mayor. Los socialpatriotas aceptaron la entrada en Berlín de 10 divisiones procedentes del frente con un plan deliberado: desarmar a los civiles, limpiar los barrios poco seguros y ejecutar toda persona que ejerza ilegalmente funciones de autoridad. Sin embargo el cálculo contrarrevolucionario fue fallido, igual que el intento de Kornilov en agosto de 1.917 se saldó con un estrepitoso fracaso para la reacción rusa, los militares alemanes no pudieron llegar a ejecutar sus planes. Una vez que las tropas entraron en Berlín, la disciplina se rompió con rapidez influidos por la agitación revolucionaria. De hecho la presión de los soldados es tan fuerte, a pesar de que en un primer momento la política oficial de la socialdemocracia parece influirlos mayoritariamente, que el Congreso de los consejos acepta una resolución que en la práctica significa la muerte del ejército tradicional. La resolución inspirada por esos "seguros" soldados, aboga por la abolición de las insignias de grado, del uniforme, de la disciplina fuera de servicio y de las señales exteriores de respeto, además se exige la elección de los oficiales por los soldados y la entrega del mando por los consejos de los soldados. Todas estas medidas son rechazadas de plano por Mindemburg y el Estado Mayor; si alguna cosa había quedado clara después del intento contrarrevolucionario era que el ejército no podía ser utilizado en los combates en las calles.

Las batallas callejeras de diciembre desataron en Berlín entre las tropas leales al gobernador socialdemócrata Wels y los marinos radicalizados, que acabaron con la retirada de los primeros son una prueba acabada de lo dicho anteriormente. La contrarrevolución debía encontrar otro instrumento para llevar a cabo su tarea. Los enfrentamientos de diciembre en Berlín despiertan a la conciencia revolucionaria a millares de trabajadores. El equilibrio ente el poder burgués y el poder obrero era sumamente inestable y ambos campos pasan revista a sus puntos de apoyo.

Desde el lado revolucionario las unidades militares que pueden simpatizar con los radicales están dispersas y carecen de un Estado Mayor y relaciones estrechas con los obreros de las fábricas. La vanguardia obrera se encuentra bastante aislada de las masas. Los obreros revolucionarios se lanzan a acciones minoritarias más que dedicarse a un trabajo de explicación paciente de sus posturas y a la organización del proletariado. Todos estos hechos hacen que la vanguardia vaya por delante de las masas. La falta de una dirección firme por parte de los revolucionarios alimenta este estado de cosas. Los dirigentes independientes, de los delegados revolucionarios, y también de los comunistas vacilan permanentemente.

La situación en el campo enemigo es diferente, por lo menos en lo que se refiere a su dirección. El Estado Mayor convence a Ebert, que saca todas las conclusiones: es necesario prepararse para asestar un golpe decisivo al movimiento y restaurar la legalidad burguesa. El hombre que dirigiría el golpe se encuentra con facilidad: Gustav Noske el antiguo gobernador de Kiel; el instrumento: el cuerpo de oficiales. La contrarrevolución trabajó deprisa en el terreno militar formando el Cuerpo Franco de Cazadores Voluntarios, que pronto contará con ochenta mil miembros en Berlín

V. III. II. LA PROVOCACION NECESARIA: EL CASO EICHHORN

El caso Eichhorn será la prueba que las dos partes utilizaron para revisar sus fuerzas, si bien para los revolucionarios constituirá la gran oportunidad perdida.

Eichhorn dirigente de la izquierda de los independientes se había convertido en el jefe de policía de Berlín y constituía un serio escollo para los planes de los socialpatriotas.

El proceso de radicalización de las masas en diciembre, se había reflejado en el gobierno con la dimisión de los ministros independientes, este momento fue aprovechado por Ebert y compañía:

el Vorwats lanza a partir del 1 de enero una campaña de difamaciones contra Eichhorn, el 4 es cesado por el gobierno, pero el afectado rechaza el cese consiguiendo la solidaridad de las organizaciones revolucionarias de Berlín. Toda la vanguardia se moviliza en las fábricas, calles, consejos, apoyando con resoluciones al ex-jefe de policía.

La contrarrevolución movió sus piezas y esperó la reacción de la izquierda. Rosa Luxemburgo defendió la convocatoria de una huelga general y su utilización como plataforma propagandística contra el gobierno Ebert, esperando la reacción del gobierno. Finalmente el USPD, el KPD y los delegados revolucionarios lanzaron la convocatoria de manifestación para el cinco de enero. Ese día, Berlín asiste a la demostración proletaria más importante de su historia.

Silos revolucionarios hubieran tenido un plan acabado, basado en una política ofensiva, llamando a la clase obrera a cesar a los dirigentes socialdemócratas en los consejos, a realizar el armamento general del proletariado, a confraternizar con la tropa, ese día Berlín podía haber caído en las manos de la izquierda y se hubiera asestado un golpe decisivo a la reacción.

La revolución prepara momentos decisivos que si son desaprovechados ponen en peligro su futuro. El Estado Mayor Revolucionario no funcionaba como tal; enzarzado en una discusión interminable, permitió que el día 5 transcurriera para desesperación de cientos de miles de trabajadores, sin ninguna orientación precisa, sin consignas, sin objetivos.

Un momento decisivo había sido desaprovechado. Como diría Gustav Noske en sus memorias: "...si aquellas muchedumbres hubiesen tenido jefes resueltos, conscientes de sus objetivos, en lugar de estar dirigidos por charlatanes, se habrían adueñado de Berlín antes del mediodía...". La conclusión de los líderes revolucionarios fue la creación de un comité revolucionario. Pero lo más importante, o quizás el error más importante es que el comité, una vez desaprovechada la ocasión del 5, se impone la tarea de derrocar al gobierno. Habían desaprovechado la acción de masas que había supuesto el 5 de noviembre y que hubiera permitido un paso adelante en modificar a favor de los revolucionarios la correlación de fuerzas, pero influidos por el ambiente y por la extensión de la demostración del 5, se plantearon como meta ni más ni menos, derrocar al gobierno, tomar el poder sin preparación, sin milicias obreras, sin que las masas berlinesas estuvieran convencidas de ello por no hablar de las del resto de Alemania. La declaración de derrocar al gobierno también fue apoyada por Liebknecht frente a la oposición de Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches.

Para añadir más confusión al ambiente, el comité volvió a llamar a una manifestación para el 6 de enero, pero para conseguir un paso adelante frente a la acción del 5, es decir una participación mayor o al menos igual de masiva era necesario convocar al menos a la huelga general. A pesar de que el seis, cientos de miles se encuentran finalmente en huelga, las fuerzas para batirse por el poder son muy reducidas y no superan 10.000 hombres. Mientras tanto la contrarrevolución se encuentra decidida a pasar a la ofensiva y ya a finales de la tarde del seis el movimiento por la toma del poder aparece en claro retroceso. El que tenía que ser el factor decisivo en la insurrección, el Estado Mayor Revolucionario, está en crisis. La central comunista está sin una dirección clara y las posiciones de sus líderes son contradictorias.

Radek lanza un mensaje desesperado para volver al trabajo; Rosa Luxemburgo considera la retirada innecesaria y Jogiches quizá el más lúcido exige la desautorización de Liebknecht y Pieck que han apoyado la decisión aventurada de lanzar la lucha por el poder.

Finalmente las negociaciones entre los revolucionarios y la reacción se imponen a partir de la noche del 6. El gobierno seguro de sus posiciones exige la evacuación de todos los edificios ocupados por fuerzas revolucionarias, como cuestión previa a cualquier acuerdo. La socialdemocracia moviliza sus fuerzas, que son muy numerosas y convoca acciones y mítines frente a la cancillería, donde se desata a fondo toda la histeria contra Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y el resto de los dirigentes comunistas, que son acusados de terroristas y de querer sumir a Alemania en una dictadura de clase. Los reformistas advierten que están dispuestos a combatir la "violencia" con la violencia.

El 9 de enero, ya con los líderes oficiales del USPD en retirada, el KPD, los delegados revolucionarios y el ejército berlinés anuncian la ruptura de negociaciones y en una acción desesperada llaman a la huelga general y a las armas. Esta acción no contaba con el apoyo de las masas de Berlín que no están dispuestas en su mayoría a batirse en una guerra civil. Ejemplo de ello es la actitud de miles de obreros en las fábricas que se oponen a la "lucha fratricida entre los socialistas y reclaman la unidad".

Radek se da perfecta cuenta del resultado desastroso de esta táctica, e intenta corregir el rumbo de la política comunista. En ese momento escribirá las siguientes reflexiones dirigidas a Rosa Luxemburgo:

"... En vuestro folleto sobre el programa ¿qué quiere la liga espartaquista? declaráis que no queréis tomar el poder sino tenéis detrás a la mayoría de la clase obrera Hoy las únicas organizaciones de masas que hay que considerar, los consejos de obreros y soldados, sólo tienen fuerza en el papel. En consecuencia no les domina el partido de lucha, el partido comunista, sino los social-patriotas o los independientes. En tal situación no hay que pensar en una eventual toma del poder por el proletariado. Si el gobierno cayese en vuestras manos estaríais separados de las provincias y seríais barridos en algunas horas...

"...En esta situación la acción que decidieron el sábado los delegados revolucionarios como una réplica al ataque del gobierno social-patriota contra la prefectura de policía sólo debería tener el carácter de una protesta. La vanguardia revolucionaria, exasperada por la política gubernamental, mal dirigida por los delegados revolucionarios... ha transformado el movimiento de protesta en una lucha por el poder. Esto permite a Ebert y Scheidemann dar el golpe al movimiento berlinés para debilitarlo por completo..." y continúa "La única fuerza capaz de frenar e impedir el desastre sois vosotros: el partido comunista tiene suficientes perspicacia para saber que este es un combate sin esperanza; lo sabéis los camaradas Levi y Duncker me lo han dicho (...). Nada puede impedir al más débil batirse en retirada frente a una fuerza superior. En julio de 1.917, cuando éramos infinitamente más fuertes de lo que sois ahora vosotros, intentamos retener con todas nuestras fuerzas a las masas, y como no lo conseguimos, las condujimos con esfuerzos inauditos, hacia la retirada, huyendo de una batalla sin esperanza...

Sin embargo sus consejos no fueron escuchados por Rosa Luxemburgo, que estima la cuestión de la ocupación del edificio del Vorwats y de la resistencia una cuestión de honor, dejando a los social-patriotas la posibilidad de confundir a las masas y azuzarías contra los espartaquistas a los que acusan de promover la guerra civil y el desastre para Alemania.

Mientras tanto las fuerzas de la contrarrevolución han preparado una ofensiva brutal. El gobierno está totalmente decidido a golpear y lo hace sin dudas. Las tropas dirigidas por Noske han tomado las estaciones y el edificio de los ferrocarriles y el 9 ocupan la imprenta del Reich y cercan el edificio del Vorwats, que es bombardeado el 11. Hay centenares de muertos y la mayoría de los dirigentes revolucionarios son detenidos y la dirección revolucionaria entra en desbandada. Como más tarde escribiría Rosa Luxemburgo, la reacción impondría la paz sobre Berlín.

Finalmente Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht pasan a la clandestinidad, pero son detenidos por las tropas de Noske. Lo siguiente es ampliamente conocido: ambos dirigentes son asesinados después de haber sido torturados.

La re acción ha culminado su tarea con el descabezamiento de la revolución alemana. El asesinato de Karl y Rosa trazó una frontera de sangre entre la socialdemocracia y el comunismo. Los dos mejores líderes que el proletariado alemán haya tenido en toda su historia fueron liquidados por orden de la socialdemocracia, su ejecutor Gustav Noske actuaba como había dicho que actuaría a Ebert meses atrás: "... seré tu perro de presa".

A partir del doble asesinato los Freikorps y la socialdemocracia se lanzan a destruir en todo el territorio alemán el poder de los consejos. Su éxito no preparó sino nuevos movimientos revolucionarios como los de 1.921 y 1.923..., pero eso ya no pertenece al objetivo de este trabajo.


VI. CONCLUSIÓN

Hemos intentado a lo largo de estas páginas establecer los ejes fundamentales de la Revolución Alemana de 1918: sus causas, sus fuerzas motrices, los efectos de los acontecimientos internacionales, las: tácticas de ambos campos, la estrategia, y como no los hechos y la actitud de sus protagonistas.

Es evidente que nuestra posición no es neutral. La neutralidad en el análisis histórico es una leyenda que sirve intereses determinados. Sin embargo la ausencia de neutralidad no es incompatible con la búsqueda de la verdad. Y la verdad es un instrumento revolucionario. Nuestra simpatía abierta con Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y todos los militantes revolucionarios alemanes de aquellos años es absoluta, igual de absoluto que es el modesto empeño de considerar abiertamente lo que fueran sus errores.

La Spartakus Bund constituyó el mejor destacamento del proletariado alemán. Sus jefes fueron revolucionarios íntegros e intransigentes. Sin embargo carecieron a nuestro parecer de la comprensión necesaria del papel que el partido juega en la revolución. Contrarios a todo tipo de centralización, basándose en el espontaneismo extremo de las masas, infravaloraron el papel de la organización. Las polémicas teóricas de Rosa y Lenin no fueron caprichos de ambos dirigentes. Lo que se ventilaba era mucho más importante que especulaciones intelectuales. A una teoría revolucionaria corresponden métodos y formas de organización. La teoría, el programa, sin el vehículo de la organización para llevarla a las masas, lleva el sello de la impotencia.

Quizás por eso el calor de los acontecimientos y vislumbrando el resultado de la lucha, Rosa Luxemburgo vuelve a reflexionar, en enero del 18, sobre el papel del partido "la ausencia de dirección, la inexistencia de un centro encargado de organizar a la clase obrera berlinesa deben terminar. Si la causa de la revolución deben progresar, si la victoria del proletariado y el socialismo deben ser algo más que un sueño, los obreros revolucionarios deben construir organismos dirigentes para conducir y utilizar la energía combativa de las masas" (Die Rote Fahne 11 Enero 1918).

La derrota de Enero encierra grandes lecciones; el movimiento emergía de la actitud de la vanguardia del proletariado berlinés contra la política del gobierno Ebert, pero su deseo de tomar el poder no se correspondía con la actitud de las masas ante esta cuestión.

Al igual que en Petrogrado durante las jornadas de julio de 1917 la vanguardia obrera caminaba por delante de la masa y presionaba al partido para que pasase a la acción. La experiencia y la educación de la dirección bolchevique en la que Lenin desempeñó un papel fundamental permitió a los marxistas rusos reconducir la situación y aunque la represión posterior a la derrota de julio les golpeó con dureza, su actitud consecuente les permitió aumentar su prestigio y su influencia entre la vanguardia y las masas de Petrogrado. Los acontecimientos harían lo demás.

Este desarrollo no se produjo en Alemania. Los líderes revolucionarios aceptaron las presiones del movimiento para hacerse con el poder, cuando las condiciones todavía no habían madurado. Y las condiciones que Lenin definió para la insurrección no existían todavía en Alemania, por lo menos no existían algunas de las fundamentales como que los comunistas hubieran conquistado el apoyo de la mayoría de la población. Sin embargo esta realidad pesó menos que la defensa del honor de la revolución. Como escribiera Rosa Luxemburgo: "Frente a la provocación violenta de los Ebert-Scheidemann los obreros revolucionarios estaban forzados a tomar las armas. Para la revolución era una cuestión de honor rechazar el ataque inmediatamente, con toda la energía, si no se quería que la contrarrevolución se envalentonase, si no se quería ver cuarteadas las filas del proletariado revolucionario y el crédito de la revolución alemana en el seno de la Internacional". (Die Rote Fahne, 14 de enero de 1918).

Los acontecimiento de enero demostraron que Rosa estaba equivocada. Sin embargo esto no nos puede impedir afirmar que Rosa y sus camaradas cometieron un error propio de revolucionarios: fueron los últimos en abandonar el campo de batalla.

Hoy la historia de la revolución alemana, como la bolchevique, parecen acontecimientos que no gozan de mucha popularidad. Si nos atenemos a lo que domina en las corrientes oficiales de opinión, parece como si fueran capítulos a olvidar y enterrar en el baúl de los malos recuerdos. No nos cabe duda de que los que así piensan tienen buenas razones para hacerlo. Por nuestra parte, creemos que la crisis orgánica del capitalismo está imponiendo el triunfo de la realidad sobre las ilusiones. La caída del estalinismo permitió a la burguesía lanzar el ataque más importante contra el marxismo que la historia ha conocido. Todo este ataque coincidió con un período de auge económico, los ochenta, que presentó a la clase obrera huérfana de ideología. Creemos firmemente que esto será un fenómeno superficial y temporal: no es la primera vez que las ideas del marxismo quedan sepultadas bajo la propaganda oficial y aisladas de las masas.

Sin embargo la clase obrera reencontrará el camino para apoderarse de nuevo de la ideología con la que asegurará su liberación. Los acontecimientos y la labor militante de los marxistas, acercarán de nuevo la teoría a los trabajadores y en ese momento las lecciones de la revolución alemana serán estudiadas seriamente por la clase obrera y por su vanguardia, contribuyendo decisivamente a su preparación política.


Bibliografía

  • Víctor Serge, El año I de la Revolución Rusa, siglo XXI Editores, Méjico 1983.
  • Pierre Broue, La Revolución en Alemania, A. Redondo editor, Barcelona 1973.
  • Rob Sewell, Revolution and Contrarrevolution in Germany, Further Press, London 1986.
  • León Trotsky, La III Internacional después de Lenin, Editorial Akal, Madrid 1976.
  • León Trotsky, Escritos (18 volúmenes), Editorial Pluma, Bogotá 1973.
  • V. I. Lenin, El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Editorial Progreso, Moscú 1972.
  • R. Luxemburgo, Obras escogidas, Editorial Ayuso, Madrid 1976.
  • R.Luxemburgo, Karl Liebkneckt, La comuna berlinesa, Editorial R, Méjico 1974.

 


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