II. De la manufactura a la gran industria

Como Marx señaló en El Manifiesto Comunista, el capital necesita revolucionar constantemente los medios e instrumentos de producción, en una batalla permanente por incrementar la productividad del trabajo. En este proceso, la transición de la producción manufacturera a las grandes concentraciones industriales juega un papel clave y asegura el triunfo de las relaciones de producción capitalistas.

Un aspecto importante del desarrollo de la manufactura, que la diferencia de la vieja industria artesanal gremial, es la cooperación entre un mayor número de obreros, en el mismo lugar y para la producción del mismo tipo de mercancías. La cooperación, es decir, la concentración de obreros para desarrollar idénticas tareas productivas, facilita asimismo la concentración de medios de producción, disminuyendo de esta manera el valor del capital constante y por tanto el valor total de la mercancía. En definitiva se trata de una economía de medios de producción, debido al consumo común en el proceso productivo del trabajo de muchos, que además tiene consecuencias importantes: eleva la fuerza productiva individual y crea una fuerza productiva que se convierte en una fuerza de masa.

La cooperación permite además distribuir entre diversos obreros operaciones diferentes y llevarlas a cabo al mismo tiempo, reduciendo de esta manera el trabajo necesario para la fabricación del producto total. Por otra parte, los medios de producción y de trabajo usados colectivamente -es decir, el capital constante- no aumentan en el mismo grado que el número de obreros empleados simultáneamente.

Las premisas materiales para la gran industria

¿Cómo se produce la transición del periodo manufacturero a la producción basada en la gran industria?

Hay que señalar en primer lugar que el motivo y fin determinante del proceso de producción capitalista es la mayor autovalorización posible del capital, es decir, la mayor producción posible de plusvalía. La manufactura desarrolla la división del trabajo y aumenta la fuerza productiva del trabajo. Esta lucha por la productividad del trabajo, es decir, por la reducción del tiempo de trabajo necesario para la producción de mercancías, favorece el desarrollo esporádico de máquinas en primer lugar, para ciertos procesos simples que han de ejecutarse en masa y con mucho gasto de fuerzas. Sin embargo y como Marx señala, en el periodo clásico de la manufactura la maquinaria específica sigue siendo el obrero colectivo.

Una de las cualidades más significativas de la manufactura fue engendrar una clase de obreros no especializados que la industria artesanal excluía. Esta división del trabajo en la manufactura crea asimismo una división social del trabajo, que proviene del intercambio de esferas de producción originariamente distintas.

Pero, como consecuencia ine-vitable del crecimiento de la productividad del trabajo, la máquina introducida masivamente en el proceso de producción pone fin al periodo manufacturero. Con la máquina se elimina la base técnica que aseguraba la relación vitalicia entre el obrero y una función parcial de la producción.

A diferencia de lo que aseguran los burgueses, el fin de la máquina no es aliviar el trabajo cotidiano de los seres humanos. Como cualquier desarrollo de la fuerza productiva, el fin de la máquina es abaratar las mercan-cías, y reducir la parte de la jornada que el obrero necesita para producir los medios de vida necesarios para su subsistencia, con el objetivo de prolongar la otra parte de su jornada laboral en la que trabaja gratuitamente para el capitalista. En definitiva, la maquinaria es un medio para la producción de plusvalía, y la diferencia con el periodo manufacturero es que, mientras en éste la revolución del modo de producción parte de la jornada de trabajo, en la gran industria parte del medio de trabajo, es decir de la maquinaria.

Máquinas que producen máquinas

La introducción de maquinaria para incrementar la productividad del trabajo tuvo efectos en todas las esferas de la producción: las innovaciones en la hilandería mecánica se trasladaron inmediatamente a la tejeduría mecánica que a su vez impulsaron las transformaciones en la industria química. A su vez estos cambios profundos en la base productiva provocaron una revolución en las condiciones generales de los medios de comunicación y transporte para el intercambio de las mercancías: barcos a vapor, ferrocarriles, telégrafos...

El desarrollo de estas ramas de la producción y comunicación exigían de masas de hierro que fundir, soldar, cortar, taladrar y moldear; y esto requería necesariamente de máquinas enormes que la construcción manufacturera de máquinas no podía crear. Así, como señala Marx, la gran industria tenía que apoderarse de su medio de producción característico, de la máquina misma, produciendo máquinas con máquinas.


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