Los brillantes análisis que realizó Trotsky en muchos campos no se deben sólo a su inteligencia incisiva y a su estilo literario. El factor más importante para que sus escritos sean hoy día una fuente de inspiración para todos los que nos proponemos transformar la sociedad es su método de análisis y una amplia experiencia en su aplicación en el movimiento vivo de la lucha de clases. Este método es el materialismo dialéctico, en el que cualquier revolucionario debe entrenarse como un pianista debe ejercitar sus dedos, decía Trotsky.
Trotsky consideró que la parte más importante, políticamente hablando, de toda su vida fue la última etapa. Etapa que abarca el ascenso del estalinismo y la bancarrota de la Tercera Internacional, la revolución española y su derrota, el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la tarea urgente de construir una dirección revolucionaria bajo la bandera de la Cuarta Internacional, mientras se enfrentaba a desviaciones de todo tipo por parte de intelectuales que se consideraban marxistas pero que, en realidad, expresaban el punto de vista de clases ajenas. Para todas estas cuestiones tuvo que dar explicación y orientación. El materialismo dialéctico fue determinante para orientarse en un contexto tan complejo y donde las fuerzas del marxismo estaban en una posición francamente difícil.

¿Qué es el materialismo dialéctico?

De toda la historia del pensamiento filosófico Marx extrajo los aspectos que consideraba que explicaban mejor la realidad. Por un lado el materialismo, concepción que parte de la premisa de que toda la realidad es material, incluyendo la conciencia, en contraposición a la visión dualista del idealismo, que parte de la premisa de que el mundo material es producto o reflejo de otro mundo: el de las ideas, y que éstas tienen una existencia independiente. Por otro lado la dialéctica, que parte de que la característica más general del universo, la sociedad y el pensamiento es el eterno cambio, la transformación permanente, el devenir. Pero no sólo eso. Este cambio es fruto de la contradicción que está presente en todos los aspectos de la materia, de la lucha entre opuestos de la que se deriva necesariamente el movimiento. Esta concepción la tomó de Heráclito pero sobre todo de Hegel, quien desarrolló la dialéctica a su máximo nivel, encontrando toda una serie de leyes generales del movimiento que se podían aplicar a todos los niveles de complejidad de la materia.
Pero el aspecto más importante para la correcta comprensión de este método es su aplicación en la realidad. En particular, la práctica revolucionaria en la construcción del partido, el factor consciente (decisivo en la transformación de la sociedad), permite asimilar en toda su profundidad este método y contrastar su autenticidad.
Trotsky en su libro En defensa del marxismo defiende el pensamiento dialéctico en contra de las desviaciones de algunos dirigentes de la entonces Cuarta Internacional. Constantemente hace una crítica al método formalista de análisis del que más adelante veremos dos ejemplos. La crítica principal al análisis formal es que destaca artificialmente aspectos secundarios de cualquier cuestión y los presenta como el aspecto decisivo y presenta los procesos de forma acabada no en su evolución. En un artículo titulado ABC del materialismo dialéctico la define del siguiente modo: "La dialéctica no es ficción ni misticismo, sino una ciencia del pensamiento, en tanto que intenta llegar a la comprensión de los problemas más complicados y profundos, superando las limitaciones de los asuntos de la vida diaria. La dialéctica y la lógica formal guardan la misma relación que las altas matemáticas y las matemáticas elementales".

Formalismo vulgar

Explica por qué la lógica formal, tan necesaria para el pensamiento habitual, se convierte en un obstáculo para entender formaciones complejas como el desarrollo social: "El aristotelismo lógico del silogismo simple empieza con la proposición de que A es igual a A. Este postulado se acepta como axioma para multitud de prácticas humanas y generalizaciones elementales. Pero, en realidad, A no es igual a A. Basta con ponerse gafas para darse cuenta. Pero, puede objetar alguien, la cuestión no es el tamaño o la forma de las letras, puesto que sólo son símbolos de cualidades iguales, por ejemplo, una libra de azúcar. La objeción da en el clavo: precisamente, porque una libra de azúcar nunca es igual a otra libra de azúcar: hay una escala sutil de variaciones entre ambas. Se nos puede objetar de nuevo: pero una libra de azúcar es igual a sí misma. Tampoco es cierto: todos los cuerpos cambian constantemente de peso, tamaño, color, etc., no permanecen nunca inmutables. Un sofista respondería que una libra de azúcar es igual a sí misma ‘en un momento dado'. Dejando de lado la dudosa validez práctica de semejante ‘axioma', este argumento no es en realidad una crítica teórica. ¿Cómo concebimos el término ‘momento'? Si es un intervalo infinitesimal de tiempo, en ese pequeño espacio la libra de azúcar sufrirá algún cambio. ¿O es el ‘momento' una abstracción matemática, un tiempo 0? Pero todo existe en el tiempo; la misma existencia es un proceso de transformación ininterrumpido; el tiempo es, en consecuencia, el elemento fundamental de la existencia. Luego el axioma ‘A es igual a A' significa que una cosa es igual a sí misma si no cambia, es decir, si no existe".
Y añade: "El pensamiento vulgar utiliza conceptos como capitalismo, moral, libertad, Estado obrero, etc., como abstracciones fijas, presuponiendo que capitalismo es igual a capitalismo, moral a moral, etc. El pensamiento dialéctico analiza todas las cosas y todos los fenómenos en su cambio continuo, determinando en qué condiciones materiales se produce el cambio crítico, tras el cual A deja de ser A, un Estado obrero deja de ser un Estado obrero. El fallo fundamental del pensamiento vulgar radica en que desea conformarse con imágenes no teóricas de una realidad que consiste en movimiento perpetuo. El pensamiento dialéctico da a los conceptos, por medio de aproximaciones lo más cercanas posible, correcciones, concretizaciones, riqueza de contenido y flexibilidad: me atrevería a decir que les da una suculencia que les aproxima mucho a los fenómenos vivos. No hablamos de capitalismo en general, sino de un determinado capitalismo en un determinado nivel de desarrollo. No hablamos de Estado obrero, sino de un Estado obrero dado, en un país atrasado y con un entorno imperialista, etc.".

Carácter de clase de la URSS

Uno de los debates en los que los límites y errores del formalismo quedaron en evidencia fue el del carácter de clase de la Unión Soviética. La revolución rusa de 1917 había sido traicionada. Una casta burocrática había usurpado el poder a la clase obrera dirigiendo el Estado bajo sus propios intereses. Para ello tuvieron que utilizar la iconografía revolucionaria e incluso la imagen de Marx, Engels y Lenin para presentarse como los continuadores de la tradición de Octubre cuando en realidad eran sus sepultureros. Después del ascenso del estalinismo lo único que se mantenía de la Revolución de Octubre era la economía planificada. La degeneración burocrática del Estado soviético hizo pensar a algunos dirigentes de la Cuarta Internacional que ya no se trataba de un Estado obrero (aunque degenerado) si no de una nueva formación social (capitalismo de Estado...).
Trotsky explica en su artículo La URSS en guerra el carácter del Estado soviético y las causas de su degeneración: "En la degeneración burocrática del Estado soviético no se expresan las leyes generales de transición de la sociedad moderna del capitalismo al socialismo, sino una refracción especial excepcional y temporal de dichas leyes bajo las condiciones de un país atrasado y revolucionario en un contexto capitalista. La escasez de bienes de consumo y la lucha generalizada por conseguirlos da lugar a un policía que se arroga la función de la distribución. La hostilidad exterior confiere al policía el papel de ‘defensor' del país, le dota de autoridad nacional y le permite saquear el país por partida doble".
Y, criticando una vez más el análisis formalista, dice: "Bruno R. da igual trato a la economía planificada de la URSS, el fascismo, el Nacional Socialismo y el New Deal de Roosevelt. Todos estos regímenes poseen, indudablemente, rasgos comunes, que se basan, en último análisis, en las tendencias colectivistas de la economía moderna". Pero advierte de que, aunque hay aspectos similares, el hecho fundamental es que a pesar de la degeneración del Estado soviético se mantuvieron las relaciones de producción introducidas en la Revolución de 1917 (la expropiación de la propiedad capitalista y la planificación económica) y ésa es la diferencia esencial. Los cambios cuantitativos producidos en la URSS no habían dado un salto cualitativo, algo que sí ocurrió en la década de los noventa del siglo pasado o en la China actual. Siguiendo con la cita de Trotsky: "Mussolini y Hitler están ‘coordinando' los intereses de los propietarios privados y ‘regulando' la economía capitalista y, además, principalmente por razones de guerra. La oligarquía del Kremlin es algo más: tiene la oportunidad de dirigir la economía como un cuerpo, porque la clase trabajadora de Rusia fue capaz de dar el mayor vuelco a las relaciones de propiedad conocido en la historia. Es una diferencia que no podemos olvidar". Efectivamente, esta diferencia tenía implicaciones prácticas, a la hora de la defensa de la URSS frente a los ataques del imperialismo. La posición de Trotsky siempre fue la de criticar el régimen estalinista pero defendiendo los logros de la revolución de octubre, que la propia burocracia ponía en peligro.

Construcción del partido

Para afrontar los diversos debates dentro de la Cuarta Internacional Trotsky resaltó una y otra vez la importancia del método del materialismo dialéctico como base para llegar a conclusiones positivas para hacer avanzar el movimiento, dotarle de mayor claridad política y acercarlo a los trabajadores. El propio desarrollo del partido revolucionario no puede abstraerse de una dinámica dialéctica, y el conocimiento de esa dinámica es un factor que ayuda a su fortalecimiento. Así, sobre una discusión con un sector revisionista, en el apartado La dialéctica de la discusión actual, dijo lo siguiente: "El carácter dialéctico de la discusión procede del hecho de que su curso objetivo se determina por el conflicto vivo entre tendencias opuestas, y no obedece a ningún plan lógico predeterminado. El carácter materialista de la discusión se debe a que refleja las presiones de las distintas clases. Por eso, la actual discusión dentro del SWP se desarrolla, como todo proceso histórico -y con o sin su permiso, camarada Burnham- de acuerdo con las leyes del materialismo dialéctico. No podemos escapar de esas leyes".
Todos los libros y escritos de Trotsky están repletos del método dialéctico aplicado a muchos ámbitos, no sólo política, sociología o economía, sino también el arte, la moral, la vida cotidiana, etc. El legado de Trotsky es de obligada lectura para cualquier persona que se proponga entender el mundo tal y como es y, sobre todo, cómo intervenir en la lucha viva para transformarlo.

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