El lunes de Pascua de abril de 1916 el Ejército Ciudadano Irlandés y los Voluntarios Irlandeses se levantaron en armas contra el Imperio británico con el objetivo de conseguir la libertad para Irlanda y fundar una República irlandesa. En el fondo, detrás del levantamiento estaban los siglos de opresión nacional sufridos por los irlandeses bajo la bota del Imperio británico y el capitalismo. En esta opresión tuvieron la colaboración de los capitalistas irlandeses y la jerarquía católica, que estaban vinculados a los intereses británicos. El levantamiento, que duró del 24 al 30 de abril, consiguió tomar posiciones clave en Dublín y sus dirigentes proclamaron la República Independiente de Irlanda. Pero después de esos seis días, el intento revolucionario fue derrotado a manos del ejército británico.
La represión fue salvaje. Detuvieron a unos 3.000 sospechosos y ejecutaron a los 15 dirigentes del levantamiento. Entre ellos se encontraba el revolucionario marxista James Connolly, que a pesar de ser herido gravemente siguió dirigiendo el levantamiento hasta el último momento, haciéndose transportar en una cama. Lo fusilaron atado a una silla porque sus graves heridas no le permitían ponerse en pie.
James Connolly: el marxista irlandés
Connolly unía la libertad nacional de Irlanda con la lucha de los trabajadores y la lucha por el socialismo. Según él “la causa obrera es la causa de Irlanda, y la causa de Irlanda es la causa obrera. No se pueden separar”. Connolly era el secretario general del Sindicato de Trabajadores General y del Transporte de Irlanda (ITGWU). Fue uno de los líderes principales que dirigieron la oleada revolucionaria que sacudió Irlanda antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Estos acontecimientos históricos se extendieron desde Dublín a Belfast y es importante resaltar que bajo la dirección de Connolly se consiguió unir a los trabajadores católicos y protestantes en la lucha contra los patrones. En octubre de 1911 dirigió en Belfast la famosa huelga de las trabajadoras del textil, donde se pudo organizar a mujeres que tenían sueldos miserables.
En el año 1913 los empresarios tuvieron que utilizar un cierre patronal para hacer frente a la oleada de huelgas. Se pudo ver en la práctica el verdadero papel de la burguesía irlandesa. Mostraron desde el principio su disposición a aplastar a los trabajadores y sus organizaciones. Con el objetivo de hacer frente al cierre empresarial, Connolly apeló a la solidaridad de los trabajadores británicos, y organizó mítines obreros en Inglaterra, Escocia y Gales. Pero a pesar de la ayuda y solidaridad que se prestaron a dar los trabajadores ingleses, escoceses y galeses, sus direcciones sindicales, colaborando con la burguesía inglesa, se negaron a organizar huelgas de solidaridad.
Nacimiento del Ejército Ciudadano Irlandés
Para hacer frente al movimiento y para dividir a la clase trabajadora en líneas religiosas, la burguesía inglesa y la irlandesa organizaron bandas de matones en los barrios de Belfast. Connolly sabía que era fundamental luchar contra los ataques sectarios para mantener unido el movimiento obrero y dar continuidad a la lucha. Para protegerse de estos matones enviados por los empresarios los trabajadores crearon el Ejército Ciudadano Irlandés. Casi todos sus miembros eran trabajadores: estibadores, obreros del transporte, de la construcción, impresores y otros sectores de la clase obrera. Era la primera vez que en Irlanda los trabajadores creaban una organización armada para defenderse de los capitalistas. Desde el principio Connolly vinculó el Ejército Ciudadano Irlandés a las organizaciones de masas del proletariado y nunca utilizó los métodos armados y sectarios que décadas más tarde utilizaría el IRA Provisional. Era una auténtica milicia obrera, un ejército rojo.
El movimiento revolucionario fue cortado por la irrupción de la Primera Guerra Mundial. Ante esa situación, Connolly adoptó una posición internacionalista y se opuso a la guerra imperialista y a la traición de los dirigentes de la Internacional Socialista, al igual que Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y otros internacionalistas. Sobre la traición de los dirigentes de la Internacional Socialista Connolly dijo lo siguiente en el periódico La Republica Obrera: “Si estos hombres han de morir, ¿no sería mejor que muriesen en su propio país luchando por la libertad de su clase y por la abolición de la guerra, que no ir a países extranjeros y morir asesinando y asesinados por sus hermanos para que los tiranos y explotadores puedan vivir?”. Criticando el apoyo del sindicato TUC británico a la guerra, escribió: “Hubo un tiempo en que la voz unánime del Congreso declaró que la clase obrera no tenía ningún otro enemigo que la clase capitalista ¡y la de su propio país en primer lugar!”.
El Levantamiento de Pascua
Desde que empezó la guerra Connolly quedó prácticamente aislado porque no tenía ningún contacto internacional. Daba la sensación de que fuera de Irlanda el movimiento obrero estaba muerto. Ante esa situación, sacó la conclusión de que era necesario organizar un levantamiento contra el imperialismo británico y encender la mecha de la revolución obrera en Europa. Para ello hizo una alianza con los dirigentes pequeñoburgueses de los Voluntarios Irlandeses, que en el futuro tendría que pagar con su propia vida.
Había rumores de que las autoridades británicas planificaban detener a los dirigentes principales de los trabajadores y Connolly decidió que era necesario pasar a la ofensiva. Pensaba que era mejor golpear primero. Pero la realidad era que las condiciones eran desfavorables para organizar un levantamiento victorioso. Por un lado, la clase obrera estaba debilitada y los dirigentes de los Voluntarios Irlandeses se mostraban titubeantes. Pero Connolly confiaba en la victoria y, aunque se equivocó en sus previsiones, sus acciones se diferenciaban de la conducta cobarde de los dirigentes sindicales que apoyaron la matanza imperialista. Aún así, cometió errores. El levantamiento tenía grandes debilidades, no hubo un intento de convocar una huelga general y tampoco se hizo propaganda entre los soldados británicos para explicarles los objetivos y atraerlos a la revolución.
En vísperas de la rebelión el dirigente de los Voluntarios Irlandeses, Eoin MacNeill, ordenó a sus militantes que no participaran en el levantamiento. Así, se consumó una vez más la traición de los republicanos pequeñoburgueses. Junto al Ejército Ciudadano Irlandés sólo participarían 1.500 miembros de los Voluntarios Irlandeses de Dublín. Aunque desde un punto de vista militar el levantamiento estaba condenado de antemano, sin la traición de los dirigentes Voluntarios la rebelión podría haber tenido un éxito mucho mayor.
A pesar de la dura derrota de la clase trabajadora irlandesa, en un momento donde seguía la matanza imperialista y los dirigentes socialdemócratas apoyaban a sus respectivas burguesías, el Levantamiento de Pascua abrió una brecha importante. Lenin, que en ese momento estaba aislado con un pequeño grupo de revolucionarios, recibió las noticias del levantamiento con entusiasmo. Según él, la desgracia de los trabajadores irlandeses fue que se levantaron antes de tiempo, cuando todavía no había madurado la revolución socialista en Europa. Si el levantamiento se hubiera dado un par de años más tarde, después de que la revolución rusa de 1917 desencadenara un movimiento revolucionario por toda Europa, la revolución de los trabajadores irlandeses no se hubiera quedado aislada.
La necesidad del partido revolucionario y el legado de James Connolly
Connolly había creado el Partido Laborista irlandés, con una base sólida en los sindicatos y la clase obrera, pero a pesar de esto, a diferencia de Lenin, no construyó un partido revolucionario armado con la teoría y los métodos del marxismo. Este fue, sin duda, su mayor error. Sin un partido que diera continuidad a las ideas que defendía el mismo Connolly, la burguesía y los pequeñoburgueses irlandeses aprovecharon la situación y se hicieron con el control del movimiento. La lucha de los irlandeses se desvió hacia los métodos guerrilleros y años más tarde, de nuevo, la burguesía y un sector de los dirigentes pequeñoburgueses del IRA traicionaron al pueblo. Viendo el movimiento revolucionario que se encendió en Europa, y con el miedo a una revolución en la propia Irlanda, en 1921 la burguesía llegó a un acuerdo con Londres para dividir la isla en dos, presentando a Irlanda del Sur como el “Estado Libre”. El “divide y vencerás” aplicado por el imperialismo británico a lo largo de toda su historia consiguió su objetivo: dividió a la clase obrera irlandesa, debilitando la lucha revolucionaria y con ello al movimiento por la liberación nacional.
Al igual que hacen hoy incorrectamente los dirigentes del Sinn Féin, diciendo que el conflicto político nacional de Irlanda del Norte está resuelto o que va por buen camino, en 1921 los sectores pequeñoburgueses presentaron el nuevo “Estado Libre” como un gran paso adelante, dejando para un futuro incierto la lucha por el socialismo. Pero hoy tanto el sur como el norte siguen bajo el dominio económico y político de los capitalistas ingleses. Sobre esto ya avisó James Connolly: “Si mañana echáis al ejército inglés e izáis la bandera verde sobre el Castillo de Dublín, a menos que emprendáis la organización de una república socialista todos vuestros esfuerzos habrán sido en vano. Inglaterra todavía os dominará. Lo hará a través de sus capitalistas, sus terratenientes, a través de todo el conjunto de instituciones comerciales e individuales que ha implantado en este país y que están regadas con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires. Inglaterra os dominará hasta llevaros a la ruina, incluso mientras vuestros labios ofrezcan un homenaje hipócrita al santuario de esa Libertad cuya causa traicionasteis”.
Connolly siempre analizó la lucha por la liberación nacional desde un punto de vista de clase, desde el punto de vista de la lucha por el socialismo. Nunca tuvo confianza en la burguesía irlandesa y su objetivo fue construir un movimiento independiente de la clase trabajadora. Para él, ésta era la única manera de conseguir una Irlanda libre. Todo lo sucedido después de su muerte le da la razón. La lucha por la liberación nacional de Irlanda está totalmente unida a la revolución socialista, ningún pueblo puede conseguir una verdadera liberación nacional bajo el capitalismo.
Correctamente, Connolly luchó por conseguir la unidad de los trabajadores católicos y protestantes. Comprendía perfectamente que era imprescindible unir a todos los trabajadores para enfrentarse al enemigo común: la burguesía inglesa y, por supuesto, también la burguesía irlandesa. Y a pesar de toda la división sectaria que se ha dado en Irlanda en las últimas décadas, lo positivo es que los sindicatos de la clase trabajadora continúan unidos. Es algo que los revolucionarios irlandeses deben aprovechar.
Es fundamental que los trabajadores y jóvenes irlandeses que están dispuestos a luchar por la liberación nacional y social de Irlanda defiendan las ideas de Connolly en los sindicatos de clase, en el Sinn Féin y en las organizaciones republicanas revolucionarias. El movimiento obrero de Irlanda necesita un programa revolucionario que defienda la expropiación de los capitalistas ingleses e irlandeses bajo el control de los trabajadores y el derecho de autodeterminación de toda la isla. Sólo así será posible que Irlanda consiga su ansiada libertad.