La educación se ha convertido en tema de activistas sociales, intelectuales y académicos, así como la promesa de campaña de todos los políticos. Es un hecho ya sabido que la educación constituye el pilar del crecimiento y desarrollo de un país, pues forma parte de la emancipación humana que ha sido negado para muchos.

El acceso a la educación constituye también hoy uno de los temas prioritarios de los diversos organismos internacionales con la ONU a la cabeza, a través de la UNESCO, y los hasta ahora incumplidos objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos en el año 2000 con miras al 2015. En la Declaración del Milenio se recogen ocho objetivos referentes a la erradicación de la pobreza, la educación primaria universal, la igualdad entre los géneros, la mortalidad infantil, materna, el avance del VIH/Sida y el sustento del medio ambiente.

Sería ingenuo pensar que tales objetivos serán cubiertos en el plazo que se propone, porque sin afán de caer en el pesimismo, la crisis actual que atraviesa el mundo no ofrece un panorama alentador. La burguesía ha gobernado nuestro país al menos durante los últimos 100 años y no ha podido resolver ninguno de los derechos mínimos democráticos de los trabajadores, lo que demuestra que estos objetivos resultan imposibles en el sistema capitalista que ha secuestrado la agenda social para instalar en su lugar un régimen mundial de pobreza, desigualdad y precariedad para los sectores más vulnerables como son la niñez, las mujeres y los ancianos; pero también los grupos indígenas, presa fácil de la explotación a ultranza, precisamente por la marginación a la que se les ha relegado en la dinámica de la globalización capitalista.

Respecto a las condiciones de desigualdad a las que se enfrentan las mujeres en el tema educativo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) destaca en su informe más reciente sobre el estado que guarda la campaña mundial contra el analfabetismo que al menos uno de cada cinco adultos en el planeta no sabe leer ni escribir y 75 millones de niños no asisten a la escuela. Además, 110 millones de jóvenes no han concluido su educación primaria, mientras que en América Latina se estima que 35 millones de personas son analfabetas. De ellas, 55% son mujeres.

Citando otras cifras nos encontramos con que de los 774 millones de personas que son analfabetas en el mundo, dos terceras partes (516 millones, equivalentes al 66.7%) son mujeres que no han tenido acceso a la instrucción formal. En México, de acuerdo con el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), hasta el año pasado había 6 millones de personas que no sabían leer ni escribir, lo que representaba poco más de 8 por ciento de la población; en tanto que 33 millones de mexicanos mayores de 15 años no habían logrado concluir su educación básica. Las entidades con mayores niveles de alfabetización son los del centro y norte del territorio, mientras que Oaxaca, Chiapas, Veracruz y Michoacán ostentan una pobre instrucción, con una población indígena muy importante.

Según estadísticas reveladas en el documento “Hombres y Mujeres 2004” del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en la población de 15 años y más del país, el analfabetismo era de 7.4% en hombres y el 11.3% son mujeres. De entonces a la fecha las cifras han variado, pero no alterando sustancialmente la tasa de analfabetismo entre las mujeres. De acuerdo con la SEP el acceso de hombres y mujeres en el sistema educativo regular es del 96.6% en educación básica, del cual el 49.4% corresponde a niñas y el 50.2% a niños, mostrando relativa equidad; sin embargo en el tránsito entre niveles, por ejemplo de primaria a secundaria menos niñas ingresan o concluyen. En el bachillerato la permanencia de las mujeres aumenta aún cuando en este caso la brecha entre los géneros y los grupos sociales de mayor marginalidad es más profunda; en este periodo se da la problemática de la deserción por un embarazo que les impide en muchos casos seguir estudiando.

Es innegable que en las últimas décadas el número de personas que acceden a los sistemas educativos se ha elevado aunque no de forma equitativa. Las niñas indígenas continúan siendo víctimas de la reproducción de un sistema que las relega a realizar las tareas del hogar, actividades que no son remuneradas y que en una economía de mercado son favorables a la dinámica de las ganancias de manera indirecta. Esto refleja la falta de desarrollo equitativo que prevalece bajo un modelo de crecimiento capitalista que en los últimos años ha mostrado claramente su incapacidad para repartir la riqueza y generar niveles de vida digna a sectores apartados de las grandes urbes industriales.

Actualmente, pese a que cada vez más mujeres tienen la oportunidad de estudiar una educación superior, en muchos casos la remuneración es inferior a la que percibe el sexo masculino. Sin embargo, el problema no radica en una cuestión de género, sino en la relación establecida por la dinámica de mercado que sitúa a la mujer en una condición diferenciada que le permite al capital obtener mayor ganancia de la explotación de la mano de obra femenina.

Uno de los problemas fundamentales que aún persiste es la orientación que dan las mujeres a sus estudios y cuál es el sentido y el impacto de su paso por la universidad en la determinación de su estilo de vida y en su experiencia familiar y laboral futura. Las informaciones regionales revelan que las mujeres optan preferentemente por las áreas correspondientes a educación, bellas artes y ciencias sociales. Sin embargo, en los últimos años se han experimentado algunos cambios. Un caso excepcional es Cuba, país en el que la importancia de la educación ha sido asimilada de manera ejemplar, donde ya en 1988 el 55.3% de los graduados en ciencias exactas y tecnología eran mujeres. Por supuesto, esto sólo ha sido posible teniendo como base una economía planificada, lo que demuestra la superioridad de ésta sobre la anárquica economía capitalista y su política neoliberal.

Durante siglos la mujer ha sido privada del derecho a la educación. En la actualidad se ha consagrado como un derecho natural del Hombre, pero frente a la tiranía actual del capitalismo, este derecho proclamado es imposible verlo realizado si no se elimina la explotación de una clase (la burguesía) sobre otra (el proletariado) que mantiene a la gran mayoría de la humanidad sumida en la pobreza. Es el momento de proclamar este derecho, pero no como una mera diferencia de sexo, sino en el marco de la lucha de toda la clase trabajadora (incluidas las mujeres conscientes de su condición de clase oprimida y explotada) por la transformación socialista de la sociedad.


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