Un gran paso adelante para las fuerzas del marxismo revolucionario
El pasado 22 de julio se celebró el congreso de unificación que aprobó por unanimidad la incorporación de Izquierda Revolucionaria (IR) al CIT y el documento político de unidad.
El congreso fue la culminación de un intenso y riguroso proceso de discusión, intercambio y trabajo militante práctico conjunto entre ambas organizaciones durante más de diez meses. Las estructuras democráticas de las secciones nacionales del CIT e IR eligieron delegados que aprobaron por unanimidad la culminación de esta unificación y la incorporación de dirigentes de IR en el Estado español, México y Venezuela al Comité Ejecutivo Internacional del CIT.
Celebrado como colofón de una escuela internacional muy inspiradora, el congreso de unificación representa un momento histórico en el desarrollo del CIT, junto con nuestros nuevos compañeros de IR. Nuestra organización —que cuenta con partidos y grupos en más de 45 países y lucha por construir una internacional de masas de la clase trabajadora— aunque en tamaño aún es pequeña ha experimentado avances y conquistas importantes en los últimos años, en los que nuestras ideas y métodos se han probado en un nuevo período de revolución y contrarrevolución. Esta unificación mejorará cualitativamente nuestra capacidad para construir y desarrollarnos, y levar a cabo la tarea histórica que nos hemos propuesto.
Para entender lo más ampliamente posible el contenido de este acontecimiento, clarificar las bases políticas y programáticas en las que se realizado esta unificación de principios, publicamos a continuación el documento aprobado por unanimidad en nuestro congreso extraordinario de unificación.
Documento político de unificación
Izquierda Revolucionaria / Comité por una Internacional de los Trabajadores (CIT/CWI)
Este documento intenta dar un esbozo general de las bases políticas de un proceso de gran importancia tanto para nuestras organizaciones como para la lucha por la construcción y el desarrollo de las fuerzas del marxismo en el mundo: la unificación de Izquierda Revolucionaria (IR) y el Comité por una Internacional de Trabajadores (CIT).
La discusión y aprobación de este documento —tanto en las estructuras democráticas de nuestras respectivas organizaciones como en el congreso de unificación de este 22 de julio— constituye un paso decisivo en este proceso. El resultado del mismo ha sido la incorporación de las organizaciones de IR en el Estado español, México y Venezuela al CIT y sus estructuras como secciones nacionales, y la fusión de las organizaciones de IR y el CIT en Venezuela y el Estado español.
Un nuevo período en la lucha de clases mundial
Esta unificación histórica tiene una base material en el profundo cambio de la lucha de clases mundial provocado por la crisis capitalista iniciada en 2008. Lejos de haberse resuelto, esta crisis todavía continúa profundizándose y agudizándose. Los períodos de cambios y sacudidas agudas ponen a prueba las ideas y a las organizaciones y tendencias del movimiento obrero y del conjunto de la izquierda —incluida la izquierda revolucionaria—, y se reflejan invariablemente en ellas provocando escisiones, reagrupamientos y fusiones. Nuestro enfoque común de todos estos acontecimientos, la forma y el método con el que intervenimos en este nuevo período, y el acuerdo en las tareas centrales planteadas a la clase obrera y el marxismo son la base de nuestra unificación.
La crisis a la que se enfrenta el capitalismo mundial es profunda y orgánica. Ninguna de las medidas adoptadas por la clase dominante ha conseguido, ni de cerca, encontrar una “solución” y restablecer el equilibrio perdido; al contrario, han acumulado el potencial para nuevas recaídas y conflictos. El pesimismo de los estrategas del capitalismo mundial es un reflejo de esta situación, y un aspecto recurrente en este punto de inflexión es la ausencia de “legitimidad” del capitalismo. En la esfera económica, en las relaciones internacionales, en la degradación del medioambiente y el cambio climático, en la pérdida de autoridad del parlamentarismo y las instituciones capitalistas…la crisis se ha hecho evidente en la conciencia de millones de trabajadores y jóvenes. Entre la clase dominante existe un temor real, aunque no lo exprese abiertamente, de que los evidentes fracasos del sistema lo coloquen “al borde del precipicio”, alentando levantamientos de masas e incluso un cambio revolucionario.
El terremoto que afecta al sistema ha alterado completamente su equilibrio interno, después de la breve y relativamente estable situación que dominó el mundo tras el colapso del estalinismo. Esto se demuestra en las sacudidas políticas que están recorriendo todos los continentes, socavando la estabilidad del sistema bipartidista de la posguerra en las “democracias” occidentales y en todas las formas de gobierno en el mundo neocolonial. La elección de Donald Trump, contra la voluntad de la mayoría de la clase capitalista, y el desafío de Bernie Sanders en la nominación Demócrata son ejemplos de esta crisis política orgánica en la potencias imperialista más poderosa del mundo. En Europa, los sistemas bipartidistas están resquebrajados reflejando la enorme polarización social y política. Esto se refleja en la derecha a través de fenómenos “mini-Trump” como el de Marine Le Pen y otros semejantes. Y en la izquierda por el surgimiento de nuevos partidos y formaciones como Podemos, el Bloque de Izquierdas, Francia Insumisa, y anteriormente Syriza que subrayan este proceso. Sin embargo Syriza, tras vivir un ascenso explosivo y después de su traición una vez celebrado del referéndum del 5 de julio de 2015, se ha transformado rápidamente en un partido que lleva a cabo el programa de los recortes y la austeridad de la Troika —una advertencia brutal de las graves consecuencias que acarrean los errores de aquellos dirigentes que se niegan a romper con el capitalismo o desafiar su lógica—. En América Latina el fracaso de los gobiernos reformistas nacidos al calor de grandes movimientos de masas y el impulso de la revolución bolivariana, el avance de la contrarrevolución en Venezuela, y la respuesta de la clase obrera y la juventud a las políticas reaccionarias de Macri en Argentina y Temer en Brasil, junto con la profundidad de la crisis económica, marcan también una nueva etapa en la lucha de clases.
En las relaciones mundiales esta crisis se manifiesta en el final del sistema “unipolar” que siguió al deshielo de la Guerra Fría y el colapso del estalinismo. La aparición de un mundo “multipolar” inestable en el que EEUU ha perdido terreno ante la potencia económica emergente de China y, en menor medida, el militarismo ruso, dan la medida de los cambios en la correlación de fuerzas mundial. Todos los bloques burgueses internacionales y las alianzas pre-existentes, como por ejemplo la Unión Europea capitalista, han sido sometidos a prueba y quebrados cuando el capitalismo ha fracasado en restablecer el equilibrio perdido en las relaciones mundiales tras el estallido de la gran recesión.
La crisis económica mundial de sobreproducción — caracterizada por la caída de la inversión y la ausencia crónica de demanda en la economía mundial— no está más cerca de su resolución que lo estaba en el momento de su estallido. Todos los intentos del capitalismo mundial de controlar y resolver los problemas fundamentales han fracasado de manera desastrosa. A pesar de los billones de dólares inyectados en la economía mundial en forma de “expansión cuantitativa”, no han logrado los resultados deseados: ni han revitalizado la inversión, ni la demanda. Lejos de representar un nuevo motor del crecimiento mundial como esperaban muchos comentaristas burgueses, la última fase de la crisis se ha desarrollado en las llamadas economías “emergentes”, con China a la cabeza, que se han visto arrastradas al torbellino general. La huelga global de inversión de capital pone de relieve el obstáculo que la propiedad privada de la riqueza y los medios de producción, junto al Estado nacional, representan para el desarrollo de la economía mundial.
Nuevas oportunidades para el marxismo revolucionario
Esta nueva situación ha dado como resultado cambios profundos en el ambiente y la perspectiva de todas las clases, y de manera muy importante entre la clase obrera, la juventud y los pueblos oprimidos del mundo. Los marxistas pronosticamos al comienzo de la crisis que ésta iría acompañada de un período de revolución y contrarrevolución, y este ha sido el rumbo de los acontecimientos desde entonces. Desde la oleada revolucionaria de la “Primavera árabe” en 2011, a los movimientos de masas contra la austeridad y la troika en Europa, o la actual rebelión social contra Trump y sus políticas en las principales ciudades de EEUU, el período ha estado marcado por la creciente entrada de las masas en la escena política.
La polarización en la sociedad ha significado giros a la izquierda en la conciencia política de las masas y, como consecuencia de la bancarrota del reformismo y los representantes tradicionales de la burguesía, del crecimiento electoral de la extrema derecha. El desarrollo de nuevos partidos y formaciones de izquierda, como Podemos, el Bloque de Esquerdas, Francia Insumisa, junto con los movimientos de masas alrededor de Bernie Sanders y Jeremy Corbyn, son expresiones poderosas aunque complejas e inacabadas de estos procesos. Las encuestas en todo el mundo muestran la desilusión masiva con el capitalismo y la búsqueda creciente de una alternativa, con un interés y apoyo cada vez mayores a la idea del socialismo, especialmente destacado en los EEUU.
Estas nuevas formaciones y movimientos de izquierda son contradictorios y volátiles, reflejando la naturaleza del período que les ha visto nacer. Experimentarán transformaciones rápidas y pasarán por crisis, giros, cambios y escisiones. Los intentos de dar un “lavado de cara” a las ideas “socialdemócratas” de las formaciones reformistas del pasado, están condenados al fracaso en este período porque el margen de maniobra para las “reformas” es infinitamente más pequeño que en las décadas anteriores. El papel de los marxistas es intervenir enérgicamente en estos procesos, defendiendo de manera audaz y abierta una alternativa socialista basada en la lucha de clases. Mientras construimos nuestra organización, actuamos para ayudar a transformar estas formaciones en nuevos partidos de masas de la clase obrera armados con una alternativa revolucionaria al capitalismo.
Después de un período histórico de retirada generalizada de las fuerzas del movimiento obrero y el marxismo revolucionario a escala mundial, esta nueva etapa representa un claro punto de inflexión. Se ha abierto una nueva época de oportunidades para el marxismo revolucionario. Las secciones del CIT en EEUU e Irlanda han jugado un papel dirigente en movimientos de masas de la clase obrera logrando triunfos importantes (la paralización de las tasas del agua en Irlanda y la lucha por los 15$ Ya en EEUU); mientras que los compañeros de Izquierda Revolucionaria, al frente del Sindicato de Estudiantes, han conquistado una gran victoria en la lucha contra las “reválidas franquistas” en el Estado español, consolidando a la organización estudiantil como un punto de referencia y de combate contra la austeridad.
Estas victorias demuestran nuestra capacidad de relacionarnos con las masas y poder convertirnos, en determinadas circunstancias, en un factor real en la situación que nos distingue de otras organizaciones marxistas. Sin embargo, estos avances sólo dejan entrever las enormes posibilidades que nos brindará el futuro, si mantenemos el enfoque, el programa y los métodos correctos. En el próximo período, la dirección de movimientos de masas vinculados a la lucha por la transformación socialista estará al alcance de los marxistas revolucionarios. Nuestra unificación fortalece nuestra capacidad para cumplir con esta tarea y sirve de ejemplo a otros revolucionarios con los que podamos unirnos en el próximo período para lograr este objetivo.
La unificación entre el CIT e IR se produce tras un período de separación superior a veinte años, después de la escisión que tuvo lugar en el CIT en 1992. Una parte significativa de los motivos de esa escisión estaba relacionada con el cambio de la situación mundial que se estaba desarrollando en aquel momento, después del colapso de los regímenes estalinistas en la URSS y Europa del Este. Los dirigentes de la entonces minoría del CIT alegaron inicialmente que la mayoría de la dirección británica, y del Secretariado Internacional, eran una “camarilla” que utilizaba “métodos administrativos y burocráticos”. Estas acusaciones fueron rechazadas por la aplastante mayoría de los militantes del CIT tras un amplio debate democrático. En realidad, los ataques de corte personal que se sucedieron como un tantra desde la dirección de la minoría (contra el taaffeism/tafismo), estaban impregnados del método burocrático del estalinismo y ocultaban lo que realmente eran diferencias políticas fundamentales: sobre la naturaleza de la época y las perspectivas para la restauración del capitalismo en la URSS y en el resto de los países del Este y China; sobre nuestras tácticas y posicionamiento político hacia las organizaciones socialdemócratas y la construcción del partido revolucionario; sobre el enfoque hacia la cuestión nacional, o cómo desarrollar una dirección colectiva, basada en métodos democráticos y alejada del personalismo y la obsesión por el prestigio.
La dirección de la minoría, que se escindió para formar la CMI, no estaba dispuesta a reconocer o llegar a acuerdos sobre la situación mundial que surgió tras el colapso de los antiguos regímenes estalinistas. El calado de estos acontecimientos tuvo consecuencias profundas en la aceleración de los procesos de aburguesamiento y derechización de los partidos de masas tradicionales, especialmente entre los socialdemócratas pero también entre muchos provenientes del estalinismo: en el Partido Laborista, el PSF, el PSOE, el PD… Se trató de un fenómeno generalizado que respondía a cambios profundos en la situación política mundial. También afectó a la conciencia de amplios sectores de la clase obrera, provocando un retroceso evidente respecto a la consideración del socialismo como una alternativa viable al capitalismo, y abriendo el paso a todo tipo de ideas reaccionarias y confusas, muchas de ellas típicamente pequeño burguesas.
Se trataba, por tanto, de un periodo histórico que planteaba nuevas tareas y desafíos para la clase obrera y para los marxistas, incluyendo el CIT. Los dirigentes que encabezaron la escisión del CIT en 1992, no fueron capaces de afrontar los dramáticos cambios de la situación mundial y se negaron sistemáticamente a reconocer sus errores. No sólo no entendieron lo que estaba sucediendo en la URSS y en los países del bloque estalinista, sino que hasta 1997-98 todavía especulaban sobre la naturaleza de clase de estos Estados sin reconocer el triunfo de la contrarrevolución capitalista. De hecho, jamás tuvieron el valor de reconocer sus equivocaciones como parte del método marxista con el que educar a la nueva generación de cuadros y militantes.
Estos errores se repitieron en numerosos terrenos, como seguir invocando fórmulas y esquemas sobre el “entrismo” cuando las condiciones para trabajar en los antiguos partidos aburguesados de la socialdemocracia no existían y se abrían oportunidades para el trabajo independiente. Todos los documentos, tanto de la mayoría como de la minoría, se encuentran disponibles en la web marxist.net. Sin embargo, una parte de estos documentos, como el balance del CIT sobre el colapso del estalinismo, no estuvieron nunca a disposición de los militantes de la entonces sección española del CIT; una señal muy clara de los métodos burocráticos utilizados por los principales dirigentes que decidieron crear la CMI.
En el año 2009 se produjo la ruptura con la CMI de la sección española, y la mayoría de las secciones venezolana y mexicana sobre bases políticas principistas. Las razones de la misma reproducían, en lo esencial, los motivos que precipitaron la escisión de 1992: Diferencias fundamentales en cuanto a la caracterización de la época histórica abierta con la gran recesión de 2008 y como intervenir en la nueva etapa de la lucha de clases, incluyendo divergencias de fondo respecto al enfoque de la cuestión nacional en el momento actual, y en la caracterización de la revolución bolivariana y como construir las fuerzas del marxismo revolucionario en Venezuela. Diferencias principistas en la estrategia de construcción del partido revolucionario, y las tácticas utilizadas por los marxistas para aproximarnos a los nuevos movimientos y partidos de la izquierda. Junto a lo anterior, otro aspecto esencial en este ruptura fue la defensa por parte de la sección española y la mayoría de la sección mexicana y venezolana de la democracia interna y del carácter proletario de la organización, frente a un régimen interno burocrático, dónde la obsesión por el prestigio y el culto a la personalidad de su máxima dirección asfixiaba cualquier intento de construir seriamente en el movimiento obrero y entre la juventud.
La sección española, y la mayoría de las secciones venezolana y mexicana, después de pasar por esta experiencia, realizaron un amplio balance político y teórico. Y las conclusiones del mismo, ya adoptadas como Izquierda Revolucionaria, junto con nuestro trabajo práctico en la lucha de clases y el conocimiento mutuo de cómo nos dirigimos al movimiento real de los trabajadores y la juventud, han puesto las bases para la unificación que hemos protagonizando.
¿Por qué y para qué nos unificamos?
Nuestra unificación se basa en un acuerdo amplio sobre las perspectivas para el capitalismo mundial y las tareas planteadas a los marxistas. No obstante, refleja mucho más que esto. Nuestra experiencia mutua, de discusión y combate, han revelado un acuerdo no sólo en las ideas y perspectivas, también en la estrategia, en las tácticas y la orientación. Como decía Lenin, sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria. Pero igualmente, las ideas y la teoría sin la práctica son ciegas.
Tanto el examen de nuestras respectivas ideas y actividades, como la rica —aunque aún breve— experiencia de trabajo conjunto han confirmado las bases para una unificación que emprendemos con entusiasmo y determinación.
Nuestra tarea es construir un poderoso factor subjetivo, una fuerza marxista de masas y una dirección revolucionaria para las batallas de clase que se avecinan, considerando que la ausencia de este factor ha resultado fatal para muchas oportunidades revolucionarias. Han pasado cien años desde la inmortal Revolución Rusa, y el ejemplo del Partido Bolchevique, su perspectiva teórica, su inflexible lucha ideológica, la flexibilidad de sus tácticas y su decisión en la acción, siguen siendo una guía para nuestra organización unificada.
Nuestra Internacional revolucionaria y nuestras secciones tienen una orientación clara hacia la intervención en las luchas de masas, los sindicatos y las organizaciones políticas de la clase obrera. También mantenemos el principio de la independencia política y organizativa del partido revolucionario, contra las tendencias liquidacionistas y las presiones que buscan disolver, o negar, el papel del partido revolucionario. La organización revolucionaria representa la memoria de la clase obrera y la continuidad de su lucha revolucionaria contra el capitalismo. La flexibilidad en las tácticas, junto con la firmeza política y programática, es el sello distintivo de nuestras raíces políticas y métodos compartidos. Al mismo tiempo, defendemos la existencia de un partido revolucionario inconfundible que, como la espina dorsal, sea una parte integral y crucial del movimiento de masas de la clase obrera y la juventud.
Defendemos las enseñanzas programáticas del marxismo revolucionario, condensadas en el socialismo científico de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, en los principales documentos de los primeros cuatro congresos de la Tercera Internacional, de los materiales elaborados por la Oposición de Izquierda en la lucha contra el estalinismo, y el Programa de Transición. El eje de nuestra política es el fin del capitalismo y del régimen burgués, y su sustitución por un gobierno obrero que establezca la propiedad pública de los medios de producción y del sector financiero, bajo el control democrático de los trabajadores. Abogamos por el estableciendo de una economía socialista planificada a escala mundial, y la elaboración democrática de un plan socialista mundial de producción, como la clave para superar los apremiantes problemas de la humanidad: crisis, pobreza, hambre, guerra y todas las formas de opresión.
Los marxistas aspiramos a ocupar la primera línea en la lucha contra todas las formas de opresión, uniendo a la clase obrera y a todos los sectores oprimidos de la sociedad bajo la bandera de la transformación socialista. Nos oponemos a la opresión nacional en todas sus formas y defendemos decisivamente el derecho de autodeterminación, incluido el derecho a la independencia, de las naciones oprimidas. Al mismo tiempo, defendemos la máxima unidad de la lucha política de la clase obrera por encima de las fronteras nacionales. Sólo la clase trabajadora encabezando a todos los oprimidos, armada con un programa y una perspectiva socialista e internacionalista, puede dirigir una lucha consecuente por la liberación nacional, además de contra todas las otras formas de opresión. Contraponemos la retórica de “unidad nacional” de la clase capitalista, a la unidad internacionalista de la clase obrera contra los opresores de todas las naciones en la lucha por los derechos democráticos y nacionales, como parte de la lucha por el socialismo. Rechazamos cualquier esquema unilateral ante esta cuestión fundamental para los marxistas, y comprendemos que la naturaleza compleja de la cuestión nacional y la conciencia requieren una aproximación flexible y un estudio escrupuloso de cada caso y coyuntura.
La lucha por la liberación de la mujer, y contra los ataques a las conquistas logradas gracias a la dura lucha de las mujeres de la clase obrera en las décadas pasadas, ha sido una de las expresiones más poderosas de la lucha de clases en el último período. Defendemos un feminismo socialista y de clase, vinculado a la fuerza del movimiento obrero, como la única forma capaz de combatir este sistema en el que el sexismo y la misoginia están profundamente incrustados. Nuestro trabajo en el movimiento de masas de las mujeres se desarrolla en el combate contra el feminismo burgués y pequeño burgués, estéril e ineficaz. Los marxistas luchamos por la dirección del movimiento contra la opresión de las mujeres, el racismo y la defensa de los derechos LGTBI.
Para cualquier organización marxista viva y comprometida con la clase obrera y la juventud, las discusiones, los debates y los desacuerdos, incluso las escisiones, son necesarios e incluso inevitables. Un período de cambios bruscos y transformaciones profundas como el que vivimos, trae todo tipo de presiones oportunistas y ultraizquierdistas que los revolucionarios deben soportar y a los cuales no es inmune ni el partido ni la dirección. El comportamiento paciente, abierto y democrático en los debates y las discrepancias de naturaleza política, es fundamental en nuestro método compartido. Períodos como estos, además de propiciar procesos de unidad, también alimentan el debate político que los revolucionarios no deben eludir ni esconder, y que debe ser abordados sobre bases fraternales y de camaradería.
El Comité por una Internacional de Trabajadores (CIT/CWI), junto con nuestros nuevos camaradas de Izquierda Revolucionaria, somos una fuerza marxista internacional, con una base real entre los trabajadores y jóvenes en varios países clave, pero no nos autoproclamamos “la” internacional de masas revolucionaria de la clase obrera. Nuestro objetivo es jugar un papel clave, como una fuerza central, en la construcción de tal internacional, junto con muchos otros militantes revolucionarios que actualmente están fuera de nuestras filas. Por estos motivos llamamos a todos los revolucionarios serios a plantearse la necesidad de la unidad de principios sobre la base de un programa marxista, y a participar en una discusión honesta y fraternal sobre cómo construir una internacional capaz de dirigir la venidera revolución socialista mundial.
Documento aprobado por unanimidad en el Congreso de unificación en Barcelona, el 22 de julio de 2017