El 10 de junio se reunía en Roma el Grupo Internacional de Contacto sobre Somalia, es decir, los gobiernos afectados (más bien implicados) por el fenómeno de la piratería en las aguas de esa zona del Índico. Mientras rivalizaban por demostrar determinación para acabar con los piratas, interviniendo de la forma que fuese necesaria, la población de la ciudad somalí Las Jorey retenía a una gabarra italiana y a dos barcos rastreadores egipcios, abarrotados de peces capturados ilegalmente; estos barcos remolcaban enormes tanques sospechosos de contener basura tóxica. La comunidad invitó a los expertos internacionales a investigar este caso..., pero no tuvieron mucho éxito.
Esta coincidencia en el tiempo nos da pistas sobre el fenómeno de la piratería somalí, tan de actualidad. Es verdad que Existen zonas del mundo donde el abordaje de barcos es una actividad endémica, sin embargo la piratería en esta parte del Índico, la costa somalí, tiene unas connotaciones que la convierten en centro de atención. En primer lugar, porque por esa ruta transita el 20% del comercio petrolífero mundial, en segundo lugar porque los ataques piratas afectan directamente a las navieras de las grandes potencias capitalistas, y en tercer lugar porque estas mismas potencias (y especialmente Estados Unidos y China) afilan sus garras para apoderarse de las potenciales riquezas de Somalia (petróleo, gas, minerales, y parte de uno de los mayores acuíferos de agua dulce del mundo).
Los marineros del Alakrana, y tantos otros afectados por secuestros, han pasado por un calvario que, en este caso, ha acabado bien. A los bajos salarios e impagos, la piratería de las empresas armadoras (que subcontratan una y otra vez, emplean a gente desesperada, sin formación, tirando para abajo los salarios, y adoptan banderas de conveniencia para sortear legislaciones mínimamente garantistas), las duras y largas jornadas y la enorme siniestralidad laboral, los marineros y pescadores de altura ahora tienen que sumar la incertidumbre y el temor a ser secuestrados o algo peor. Pero ¿de dónde surgen estos piratas ‘famélicos, pura piel y huesos' (como los definió Gotzon Klemos, marinero secuestrado en el Playa de Bakio; El país, 27-IV-09)? ¿Qué les motiva? ¿Cómo acabar con esta delincuencia?
Démosle la palabra a ellos mismos. El portavoz del grupo principal de piratas es Sugule Alí, quien reclamó el botín a los armadores del Alakrana. En una entrevista en The New York Times (30-IX-08), durante el secuestro de un carguero ucraniano, decía: "Matar no entra en nuestros planes, no queremos hacer otra cosa que secuestrar". Cuando se le comenta las amenazas de intervención de la Armada estadounidense, contesta: "Estamos preparados. No tenemos miedo, porque sabemos que sólo se muere una vez". Pero lo que más insiste es que no se ven como piratas: "estamos patrullando nuestras aguas", organizados como Guardacostas de la Región Central. "Éramos pescadores", relata, "pero nos hemos tenido que buscar la vida. Yo salía a faenar todos los días, pero llegaban barcos europeos y asiáticos, grandes buque-factorías, y lo esquilmaban todo. Peces, langosta, coral... Destruían nuestras redes y disparaban sobre nosotros. Arrojaban por la borda bidones tóxicos y llenaban nuestro mar de mierda. No nos dejaban ganarnos la vida, así que decidimos defendernos".
Somalia, un país pasto de los piratas imperialistas
Somalia fue uno de tantos países africanos en romper con el capitalismo ante el colapso del sistema. En un país tan pobre, sin prácticamente clase obrera, no es ni siquiera una elección, es un acto de supervivencia. El régimen de Mohamed Siad Barre, nacido en 1969, nacionalizó la banca y la industria, promovió el cooperativismo en la agricultura y fomentó la construcción de hospitales y carreteras. Sin embargo, los intereses de prestigio de los burócratas somalíes chocaron rápidamente con las particularidades nacionales de diferentes pueblos somalíes y con la más poderosa burocracia etíope. La ceguera de la casta burocrática llevó a una desastrosa guerra por el control de la zona fronteriza de Ogadén, en 1977-78. Mientras la URSS apoyó el bando etíope, Siad Barre rompió con Moscú y se echó en brazos de Washington. Sin embargo, con el colapso de la URSS y la rápida disolución de los regímenes estalinistas africanos los intereses de Estados Unidos variaron. Apostaron por basarse en Etiopía como país fuerte en la zona (como Israel en el Próximo Oriente), y esto llevó al colapso del régimen de Siad Barre, a la disgregación del país (actualmente una parte se ha proclamado independiente --Somalilandia- y otra -Puntland- lo es de hecho), a un estado de inestabilidad permanente y, por supuesto, al saqueo de los recursos.
No se puede entender el fenómeno pirata somalí sin obviar la desaparición del Estado. Enfrentamientos entre diferentes señores de la guerra, una invasión frustrada estadounidense (en 1992), otra intervención militar frustrada (la etíope, con apoyo USA, hace tres años), la lucha contra la milicia de la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), han desembocado en lo que se ha venido en llamar Estado fallido. Actualmente, existe un Gobierno de un sector de ese grupo islamista, apoyado por Etiopía y armado por Estados Unidos (Obama les ha enviado 40 toneladas de armamento), que no tiene el control de la mayor parte del territorio; el sector más radical de la UTI, que controla otra parte; y vastas zonas sin gobierno o bajo dominio de señores de la guerra. La violencia, la privatización de empresas y servicios, el colapso de la ganadería (principal recurso), deja pocas opciones a los somalíes: armarse en alguna de las milicias existentes, atravesar en patera el Golfo de Adén para llegar a Yemen (cientos de personas pierden así la vida, aunque esto no es noticia...), o hacerse pirata.
El caos hace difícil la explotación del gas y petróleo existente, aunque de momento las petroleras Conoco, Amoco, Phillips y Chevron ya han avanzado posiciones, consiguiendo la concesión de dos tercios de los pozos petrolíferos. Éste es el precio que el pueblo somalí paga por el rearme del Gobierno pro-imperialista. Por su parte, la mayor empresa aurífera africana, la Anglo Gold Ashanti, se ha hecho con los derechos mineros y petrolíferos de Puntland. Sin embargo, los recursos marítimos son otra cosa. Las costas somalíes están siendo devastadas, aprovechando la inexistencia de autoridad. Mientras en el Atlántico las empresas atuneras del Estado español tienen un tope de captura de 13.500 toneladas de atún rojo, supuestamente para garantizar la pervivencia de esta especie, en el Índico las mismas han declarado estos días una captura de 100.000 toneladas. Actualmente 33 barcos de propiedad española faenan aguas somalíes, aunque de ellos 18 enarbolan la bandera de conveniencia de las Seychelles. En 2005 los barcos que faenaban ilegalmente (es decir, sin control de capturas ni pago de tasas) en Somalia, simultáneamente, eran 800 (muchos de Europa), según el Grupo de Trabajo en Alta Mar. Estas embarcaciones arrasan peces y mariscos por valor de 450 millones de dólares, anualmente.
Basurero tóxico
Pero no se trata sólo de esquilmación pesquera. Lo más grave es que la costa somalí es uno de los basureros tóxicos y nucleares del imperialismo. Desechos químicos (cadmio, mercurio) y de hospital, e incluso residuos nucleares, son abandonados sin control; así lo denunció Ahmedu Uld-Abdalá, enviado de la ONU a Somalia. Un gran negocio europeo controlado por la Mafia italiana, que se deshace de forma rápida y brutal de un problema de los capitalistas. Se calcula en 300 los muertos, y en miles los damnificados (incluyendo bebés con malformaciones), por enfermedades relacionadas con la radiación, desde que en 1991 (tras la desaparición del servicio de guardacostas) comenzaron a verter bidones de uranio al mar. Pero lo peor llegó en 2005: un tsunami corroyó muchos bidones expandiendo su veneno en las aguas. ¿Podemos imaginar a los pobladores costeros, abandonados a su suerte, observando cómo esos extranjeros extraen la pesca, su medio de vida, y a cambio dejan la mierda de sus países flotando sobre el mar?
Parece ser que un sector de los pescadores somalíes, desesperados, se armó (lo que es extremadamente fácil, en Somalia) y, organizándose como Guardacostas Voluntarios de Somalia, pretendió parar la pesca ilegal y el vertido tóxico, o al menos cobrar tasas... evidentemente sin resultado. No es de extrañar que el 70% de la población simpatice con los piratas. Al menos sus ingresos tienen más incidencia en la zona, aunque sea una minucia (20 millones de dólares en 2007, frente a los 450 de beneficio anual de la pesca ilegal).
Es obvio que no es un buen método secuestrar a trabajadores, muchos de los cuales proceden de entornos tan desesperados como los propios piratas. Sin embargo, desde los medios de comunicación burgueses se esconde la responsabilidad de los auténticos piratas, descritos más arriba. Además, los bufetes de prestigiosos abogados, plenamente identificados como ‘mediadores' e ‘intermediarios' se aprovechan de la situación. La mayoría de los rescates pasa por la City de Londres, que, como indica la Oficina Estadounidense de Asuntos Ambientales y Narcotráfico Internacional, ‘sigue siendo atractiva para los blanqueadores de dinero sucio por su dimensión, sofisticación y reputación en los mercados financieros'. Así, todos los que participan en la mediación, el cobro del rescate y su blanqueo sacan buena tajada. El caso de la empresa USA Hart Security es paradigmático. Dedicada al entrenamiento militar de mercenarios, fue contratada por los Guardacostas Voluntarios somalíes. Años después reaparece como mediadora para el cobro de rescates.
Otro quebradero de cabeza para los imperialistasLos piratas somalíes son un quebradero de cabeza para el imperialismo. A casi 20 años de la proclamación del nuevo orden mundial, no es capaz ni siquiera de mantener el control en un paso geoestratégicamente decisivo. Su única solución es la militarización del comercio marítimo y de la zona, no sólo del mar, también del territorio somalí. La Administración USA ha amenazado con bombardear el litoral somalí, lo que, aparte de provocar innumerables víctimas civiles, generalizaría la violencia en la región. Por supuesto, la industria armamentista mundial se frota las manos.
El gobierno de Zapatero está atrapado en su defensa del orden capitalista mundial. Muy lejos de denunciar los brutales efectos del imperialismo, sus únicas recetas son la presencia en la zona de la Armada española (incapaz de garantizar la seguridad de los marineros) y el embarque de vigilantes de seguridad, armados con equipamiento militar y entrenados por el Ejército. De esta manera los vigilantes de Levantina de Seguridad (empresa vinculada a la organización fascista España 2000, y récord en denuncias de agresión) van a tener acceso de forma legal a instrucción y armamento militar, gracias a un acuerdo secreto con Interior y Defensa.
Pero todas estas medidas no servirán de nada. ‘Sólo se muere una vez', nos recuerda Sugule Alí. Los desesperados no van a tumbarse a esperar la muerte por hambre. Si los barcos comerciales se arman, ellos se armarán más; si los atacan, se defenderán; si bombardean la zona, tomarán represalias contra los intereses europeos y estadounidenses. En definitiva, la perspectiva es una escalada militar y de inestabilidad política en la región.
¿Qué solución hay? Ir a la raíz del problema. El desarrollo de los medios de vida necesarios para una vida digna en toda la zona. La represión de los capitalistas y abogados que se enriquecen con el cobro de rescates, nacionalizando sus bienes. La paralización del saqueo de la pesca y del vertido tóxico en Somalia, y la nacionalización de las empresas implicadas para dedicar sus beneficios a la recuperación de la zona. Pero todas estas medidas son utópicas bajo el gobierno actual del capital internacional. Sólo una sociedad socialista podrá lograrlas, anteponiendo los intereses de la mayoría de la humanidad a los de unos auténticos piratas desalmados, que no luchan en barcos sino en consejos de administración.