Los cientos de miles de palestinos (la mitad de la población total) que durante varios días se han lanzado por los boquetes abiertos en la frontera de Gaza con Egipto, a la búsqueda de alimentos y enseres en general, son toda una metáfora. La de un pueblo que, pese a la despiadada represión militar, pese a la hambruna, pese al constante acorralamiento y aniquilamiento, aprovecha cualquier grieta para respirar, para resistir, para seguir viviendo sin renunciar a sus sentidas reivindicaciones.
Mientras los dirigentes europeos y de Estados Unidos se llenan la boca con su ‘lucha contra el terrorismo', mientras en su nombre reciben cordialmente a ese gran terrorista llamado Uribe, permiten que el terrorismo del Estado más poderoso del Oriente Próximo (el único con armas nucleares de la zona), el sionista, sea pan de cada día para millones de palestinos. El único plan de paz del Gobierno israelí es el terror: castigar a las masas de Gaza, convertirla en una enorme cárcel, hasta que consientan en aceptar las inaceptables condiciones que exige el imperialismo a los palestinos. Puesto que la ocupación militar directa es muy costosa en dinero y vidas, los sionistas pretenden asfixiar la Franja, dejarle sin agua, sin electricidad, sin combustible, sin medios mínimos de vida, a la vez que casi diariamente hacen incursiones que acaban con la vida de milicianos y de población civil. El reciente apagón total de electricidad, que afectó por igual a viviendas, fábricas y hospitales, es uno más de los crímenes que nunca serán juzgados, al menos en los tribunales del imperialismo.
La política estúpida de los imperialistas ha echado a una parte muy
importante de la población (mayoritaria en Gaza) en brazos de Hamás, no
por afinidad con el programa reaccionario de esta organización, sino
como reflejo de su voluntad de continuar la lucha, de despreciar las
continuas maniobras serviles de Abú Abás y la dirección de Al Fatah,
que claudican una y otra vez frente a Estados Unidos e Israel. El
acuerdo de Anápolis no es más que el nuevo intento (fallido) de crear
una ilusión entre las masas palestinas: la de que habrá, ya no una
solución al problema palestino, sino al menos una mejora en las
condiciones de vida, como máximo la aceptación de una independencia
ficticia, a cambio de la supeditación total real a los intereses
sionistas. Es decir, el modelo del bantustán sudafricano. Pero, ni los
palestinos pueden nunca aceptar esto, ni el Estado israelí puede hacer
ni siquiera la más mínima concesión que pase de las palabras...
El desbordamiento del problema de Gaza a Egipto crea nuevas
preocupaciones al imperialismo. Las fuerzas represivas egipcias
intentaron evitar la ruptura de la frontera reprimiendo, e hiriendo a
sesenta mujeres, pero tras las bombas que rompieron las barreras no
pudieron impedir la avalancha, y luego echar atrás a tantas decenas de
miles de palestinos sólo se podía hacer con una masacre. La policía
está habituada a acabar con huelgas obreras y protestas de todo tipo.
Pero masacrar a la población civil palestina, en un contexto de auge de
la lucha obrera en Egipto, es demasiado peligroso para el régimen
pro-imperialista de Hosni Mubarak (uno de los tres regímenes árabes con
relaciones diplomáticas con Israel). Tantos intentos de aislar al
Gobierno de Hamás (realmente, de aislar a Gaza, y de permitir su
castigo por no votar a los candidatos del imperialismo), con la idea
estúpida de que eso le haría caer, y al final el Gobierno
pro-imperialista del Estado árabe más fuerte de la zona ha tenido que
negociar con Hamás para el cierre de la frontera.
En el momento de escribir esto la frontera está cerrada. Pero la
experiencia de las masas es muy concreta: podemos remediar el
aislamiento sionista, no sólo con túneles clandestinos, sino
directamente echando abajo las vallas. La intención de aislar el
problema de Gaza a sus confines ha fracasado. La presión sobre el
Gobierno egipcio va a ser cada vez mayor, y cuanto más demuestre sus
lazos irrompibles con el imperialismo USA (y por tanto con el sionismo)
más inestable será. Y los lazos entre las luchas obreras, entre la
protesta popular contra la dictadura de Mubarak, y el movimiento del
pueblo palestino por sus derechos, se reforzarán. Sólo la lucha por el
socialismo en el mundo árabe puede dar una alternativa al pueblo
palestino (y al pueblo judío, víctima también del sionismo).