Una semana después de que el gobierno francés retirara el Contrato de Primer Empleo (CPE), jóvenes de otro hemisferio tomaban el relevo para expresar los mismos procesos que se están dando en todo el planeta: cuestionamiento del sistema capitalista y

Una semana después de que el gobierno francés retirara el Contrato de Primer Empleo (CPE), jóvenes de otro hemisferio tomaban el relevo para expresar los mismos procesos que se están dando en todo el planeta: cuestionamiento del sistema capitalista y respuesta de las masas para exigir una vida digna. Así, los estudiantes de secundaria chilenos (los secundarios o “pingüinos”) han protagonizado durante dos meses las movilizaciones más importantes de la historia de este país andino desde la frustrada revolución de principios de los setenta. Que haya sido precisamente en Chile es un hecho sintomático. Los estrategas y voceros del capital señalaban Chile como la excepción en el proceso revolucionario que se vive en América Latina, garante del libre-mercado y de la “estabilidad”.

El gobierno de Bachelet, las nacionalizaciones de Bolivia y el CPE

La política económica de Pinochet, basada en deteriorar las condiciones laborales de la clase obrera y entregar el país al saqueo del imperialismo ha sido, en lo fundamental, continuada por los gobiernos de la Concertación (coalición entre el Partido Socialista y la Democracia Cristiana). Pero esa política ha generado miseria, desigualdades y una creciente concentración de la riqueza en pocas manos. Tarde o temprano, las tradiciones revolucionarias del pueblo chileno empezarán a expresarse.

El triunfo de Bachelet fue el inicio de esa expresión. Los trabajadores y pobres votaron masivamente a esta candidata de la Concertación buscando un giro a la izquierda con respecto al anterior gobierno de Lagos. El propio discurso de Bachelet ha reflejado este cambio. Mientras que sus ministros siguen defendiendo firmemente los intereses de los capitalistas, los discursos oficiales reiteran la voluntad del gobierno de recuperar la “justicia social”. Muchos sectores no dudarían en “ayudar” a la presidenta mediante su lucha y movilización a cumplir sus promesas de mejorar sus condiciones de vida.

La situación política de Chile no es ajena a lo que sucede en el resto del continente. Los procesos revolucionarios de Venezuela y Bolivia están presentes en la conciencia de las masas y la nacionalización de los hidrocarburos decretada por Evo Morales conectó con la experiencia histórica del proletariado chileno. Salvador Allende había nacionalizado la industria del cobre para beneficiar a las masas, pero actualmente sus propietarios obtienen ingentes beneficios que sólo se utilizan para especular y concentrar aún más la riqueza. El ejemplo boliviano ha cuestionado la política económica de la Concertación. ¿Por qué no utilizar los beneficios de la producción de cobre para ayudar a los más desfavorecidos?

El último ingrediente fue la lucha de los trabajadores y estudiantes franceses que se saldó con una absoluta victoria. Igual que está sucediendo ahora en Grecia con impresionantes movilizaciones estudiantiles, las luchas y movimientos en un país, incluso muy alejado, tienen efecto en todo el mundo. Durante las luchas contra el CPE, miles de estudiantes chilenos siguieron las luchas francesas inspirándose en las mismas y observando que aliándose con la clase obrera incluso se podía derrotar a un poderoso gobierno.

Se inicia la lucha

La movilización se inició en Santiago ante el anuncio de la Universidad de aumentar un 5% el precio de la prueba de acceso a la universidad (PSU), que en Chile no es gratuita. El 26 de abril más de tres mil estudiantes tomaron el centro de la capital chilena. Para el ministerio de educación se trataba de reivindicaciones tradicionales: el precio del PSU, la extensión del abono escolar de transporte (sólo se podía usar dos veces al día) y su gratuidad y la modificación de la Jornada Escolar Completa. Desde el primer momento la actuación de la policía fue brutal y ese día detuvieron a 47 jóvenes.

Esta movilización sorprendió al gobierno que en esos momentos preparaba la privatización de la PSU, argumentando que con el dinero que se obtuviese al adjudicar la elaboración de la prueba podrían ayudar a los estudiantes con más dificultades para costearla. La respuesta de los estudiantes detuvo estos planes y provocó que dos días después la Universidad de Santiago congelara los precios de los exámenes.

Esta concesión animó la lucha. El 4 de mayo los secundarios volvieron a salir a las calles con renovada fuerza. El gobierno, que no legalizó la manifestación, actuó con mayor saña: detuvo a 622 estudiantes y una chica resultó herida. Esta movilización marcará el inicio de la extensión de la lucha. Tras este nuevo éxito el movimiento se extenderá al resto de Chile, generará sus órganos de lucha y recabará apoyos entre el profesorado y la universidad.

La lucha se extiende: la Asamblea de Estudiantes Secundarios

El efecto del 4 de mayo fue tan intenso que en las demás regiones del país los estudiantes se pusieron también en pie de guerra. Pero lo más importante, el movimiento se organizaría. En este momento surge la Asamblea de Estudiantes Secundarios, rescatando una experiencia frustrada de asambleas del 2003.

En ausencia de una organización nacional de estudiantes y democrática, permanente y con autoridad en el movimiento, hasta ese momento el movimiento había estado dirigido por los “centros de estudiantes” de los Liceos. Estos “centros” estaban, en su mayoría, o bien controlados por miembros del Partido Socialista o incluso por individuos de derechas que no tenían ningún problema en explicar su filiación política, su simpatía por la gestión de Lagos al frente del gobierno o sus intenciones de utilizar la lucha para convertirse en futuros diputados. Con muchos de estos dirigentes la lucha no hubiera ido a ningún sitio, sin embargo, fue la irrupción de los estudiantes de forma masiva lo que rompió estos cascarones burocráticos y obligó a estos dirigentes a ponerse al frente.

En la medida en que el movimiento se desarrollaba, los estudiantes comprendieron la necesidad de dotarse de mejores herramientas de lucha y de un mayor control de sus representantes. Forzaron así la supeditación de los representantes y portavoces a la disciplina de asambleas donde los estudiantes tomaran decisiones democráticamente. Esta asamblea convocó una nueva movilización para el 18 de mayo. El ministerio estaba dispuesto a negociar con los estudiantes. Ofrecía conceder que no hubiese límites en el uso del abono escolar para el transporte, eso sí, sólo aceptando la gratuidad a los estudiantes de menores rentas. Sin embargo, ante el anuncio de la nueva movilización, rompió las negociaciones si la asamblea no desconvocaba.

El 18 de mayo, tomas de Liceos y la LOCE

La movilización del 18 de mayo fue nuevamente prohibida por el gobierno y costó al movimiento otros 702 detenidos. Las organizaciones de estudiantes universitarios apoyaron esta convocatoria, sin embargo, el movimiento tuvo escaso impacto en la universidad. Los medios de comunicación se lanzaron a una campaña salvaje de calumnias contra los secundarios. Según ellos, el movimiento estaba manipulado por adultos violentos que utilizaban a los secundarios para provocar caos y excesos.

La represión y la campaña de criminalización no lograron sus objetivos. La simpatía que despertaba este movimiento entre los trabajadores aumentaba, la lucha se radicalizaba y las conclusiones de los estudiantes avanzanban.

A partir del 19 de mayo se empiezan a producir tomas de Liceos (ocupaciones), mientras que otros tantos se declaran en huelga indefinida. Los liceos tomados mantienen agrupados a los estudiantes mediante debates y otras actividades. La toma de Liceos dividió a la Administración. Mientras que desde el Ministerio de Educación se exigía el desalojo de los mismos utilizando la represión, otros sectores del Estado se niegan. Finalmente no logran cortar las tomas, que son efectivas a la hora de contradecir la campaña de calumnias de los medios contra la violencia de los estudiantes.

Pero el 18 de mayo tuvo otros dos efectos. En primer lugar forzó por primera vez a Bachelet a compadecer públicamente con el tema de la educación. Pero sobre todo, y más importante, comenzó a cuestionarse la LOCE, ley educativa chilena.

La LOCE fue firmada por Pinochet el día antes de dimitir como Jefe del Estado. Era un grave ataque contra la educación y ponía el broche a una política consciente de la dictadura de deteriorar el sistema educativo al que pudiera acceder la clase obrera y los sectores más pobres.

Una de las conquistas más sentidas por las masas durante el gobierno de Salvador Allende fue la educación al alcance de los más humildes. No es casualidad que durante la II República española o en Venezuela hoy la educación juegue un papel de primer orden. El acceso a la educación, ciertamente no quita el hambre, pero da dignidad al ser humano, rompe una barrera de ignorancia y humillación que el sistema capitalista impone a la clase obrera, los campesinos y demás desposeídos.

Desde el golpe de Pinochet se inició una ofensiva contra el derecho a recibir una educación de calidad prevaleciendo la educación privada frente a la pública, el negocio frente al derecho, etc. Por ejemplo, se entregó las escuelas públicas a los municipios que no cuentan con recursos para mantenerlas, mientras que el Estado subvenciona directamente a muchos centros privados. La LOCE legalizaba esta situación, entre otras cosas permitía que los centros privados seleccionaran a sus estudiantes mientras que la educación pública languidecía. A pesar del rechazo mayoritario en la sociedad chilena a esta ley, la Concertación se había negado a modificar la LOCE excusándose con argumentos jurídicos y echando la culpa a la derecha.

El 23 de mayo, oficialmente, la Asamblea de Estudiantes presionada por la mayoría de los estudiantes, adopta, como una de sus exigencias al gobierno, la derogación de la LOCE: un enorme paso hacia delante que demuestra la radicalización creciente del conflicto.

El 30 de mayo

El impacto del 18 de mayo y de las ocupaciones de Liceos fuerza al gobierno a retomar las negociaciones con los estudiantes. Se trataba de un nuevo paripé: en la reunión del 28 de mayo el Ministro da plantón a los representantes estudiantiles.

Mientras tanto entre el movimiento obrero la simpatía hacia los estudiantes aumenta. El reflejo de esta simpatía se puede observar incluso en los medios de comunicación burgueses donde cada vez más articulistas muestran su apoyo a las reivindicaciones estudiantiles. Las asociaciones de padres de estudiantes suman su apoyo al de los profesores y universitarios. Por otro lado tanto la CUT (principal central sindical) como el PC se solidarizan públicamente con los secundarios.

El movimiento sigue en ascenso y el 25 de mayo se producen marchas espontáneas de estudiantes a la capital. La Asamblea convoca la movilización del 30 de mayo que resultará el mayor paro en la educación desde 1972 participando en la huelga 600 mil estudiantes de todo Chile.

Durante toda la lucha la represión había sido salvaje, pero la mayor amplitud del movimiento incrementaba la sensibilidad de la sociedad contra la actuación policial. Detuvieron a 725 estudiantes, incluyendo a tres periodistas del periódico del PC, e imágenes de la brutalidad policial recorrieron todo el país. Entre los heridos por la carga se encontraban dos cámaras y dos reporteros gráficos. Además tres chicas detenidas, fueron vejadas sexualmente por los policías, obligándoles a que se desnudaran entre insultos y amenazas. Entre las denuncias a la policía se insistía en que los agentes represores estaban drogados para así cumplir más eficazmente con las ordenes recibidas.

La violencia contra el movimiento no venía solamente del aparato del Estado. Bandas fascistas, seguramente organizadas y instruidas por sectores del aparato del Estado y la derecha atacaban los Liceos tomados. Pese a las formales condenas de la policía, la defensa de los Liceos recaería en los propios estudiantes y en sus padres, que organizaron servicios de orden y vigilancia para rechazar estos ataques que en algunos casos se llegaron a producir con armas de fuego.

Tras el 30 de mayo, por un lado, Presidencia del Gobierno tomó en sus manos la negociación con los estudiantes excluyendo al Ministerio de Educación; por otro, los estudiantes entienden la necesidad de involucrar al movimiento obrero en el siguiente paso de la movilización y hacen un llamamiento para organizar un paro nacional (huelga general) para el 5 de junio.

El paro nacional

Tras el éxito del 30 de mayo el gobierno trata de tomar la iniciativa: Se reúne con los dirigentes de la CUT y del PC para tratar de influir en ellos y que no secunden la convocatoria de paro nacional realizado por los estudiantes; destituye al prefecto de las Fuerzas Especiales, Osvaldo Jara, responsable de la actuación policial del 30 de mayo; y el 1 de junio Bachelet comparece en televisión en horario de máxima audiencia para lanzar una propuesta negociadora.

Bachelet divide las reivindicaciones de los estudiantes en dos campos: la agenda corta, es decir reivindicaciones inmediatas, y la agenda larga, reivindicaciones a largo plazo. Entre las primeras, el gobierno se comprometía a aumentar los almuerzos que se distribuyen en las escuelas entre los más pobres, presenta un plan de infraestructuras y mejoras de inmuebles y equipamientos y un plan de becas para cubrir los costes del PSU. En cuanto al transporte escolar, accede a que el abono escolar se use sin limites, pero sólo concede gratuidad a los estudiantes más pobres. El argumento utilizado por Bachelet para no conceder la gratuidad del transporte escolar y del PSU fue la escasez de recursos para llevar adelante estas medidas, contraponiendo las exigencias de los estudiantes a la necesidad de camas en los hospitales o ayudas a los desempleados. En la agenda larga, la presidenta incluyó una reforma de la LOCE. Para ello prometió llevar a delante una iniciativa parlamentaria que requiere la colaboración de los partidos de la derecha, así como la creación de un Consejo Asesor Presidencial con la participación de los estudiantes.

Las propuestas de Bachelet suponían un gran paso adelante con respecto a todo lo prometido con anterioridad por el Ministro de Educación. Los sectores más a la derecha de la Asamblea de Estudiantes que representaban a los Liceos más acomodados y algunos de los portavoces que se mantenían en sus cargos desde el principio del conflicto y que se posicionaban con el Partido Socialista, mostraron su acuerdo con la propuesta del gobierno planteando la desconvocatoria del paro nacional y el fin de la huelga. No obstante, la mayoría de los estudiantes optaron por seguir la lucha y reemplazaron a estos voceros por otros más radicales y que mantenían posiciones más a la izquierda. Los medios de comunicación amplificaron el apoyo de los sectores más a las derechas dándoles un importante bombo mediático, mientras públicamente atacaban a los voceros más radicales acusándoles de recibir instrucciones de oscuros adultos que anteponían sus intereses políticos.

La Asamblea mantuvo su exigencia de derogar la LOCE y que el transporte escolar fuera gratuito. Sin embargo, en la práctica, en los demás puntos aceptaron la propuesta de Bachelet. Una de las dirigentes de la Asamblea resumió la propuesta del gobierno como: “Victoria en términos económicos, pero no estructurales”. La Asamblea aceptó el discurso de “agenda corta vs. agenda larga” y no contestó a los peligrosos argumentos de Bachelet. ¿Cómo que no hay recursos? ¿Trata el gobierno de enfrentarnos con los sanitarios y con los desempleados? ¡Que se nacionalice la industria del cobre para conseguir los recursos necesarios! Estas ideas hubieran roto la línea de flotación del gobierno y desenmascarado su hipocresía. La respuesta que obtuvo el paro nacional del 5 de junio demostró que había margen para seguir luchando.

A pesar de la ofensiva del gobierno, los estudiantes mantienen el paro nacional. Los estudiantes mantuvieron el apoyo de los profesores y de los estudiantes universitarios. El gremio de sanidad y de los transportes educativos dieron su apoyo a la movilización. Sin embargo, la dirección de la CUT no sólo no convocó el paro nacional, sino que se sumó acríticamente a la propuesta del gobierno. El PC tenía importantes posiciones en el movimiento y una de las representantes estudiantiles con más autoridad era miembro del Partido, pero aunque había amenazado al gobierno con secundar el paro nacional, finalmente, sólo mostró su apoyo al mismo.

Como era previsible sin la convocatoria de la CUT el paro nacional fue una nueva movilización estudiantil con actos simbólicos en los sectores que ya habían manifestado su apoyo a los estudiantes, pero no fue en absoluto una huelga general. La jornada se saldó con otros 439 detenidos y un seguimiento de la huelga de estudiantes de 650 mil secundarios y otros 300 mil universitarios, mayor que el 30 de mayo. Hubo paros parciales entre los empleados fiscales, de la salud y funcionarios municipales.

El fin de la lucha

Aunque los medios trataron de destacar el fracaso del paro nacional porque la clase obrera no había secundado el paro, en ese momento la lucha de los estudiantes contaba con el 73% de apoyo popular y el apoyo a Bachelet había caído de un 62% en abril a un 54,4%. Entre los menores de 24 años que en abril apoyaban a la presidenta un 70,8% ahora se situaba en un 56,4%. Esos datos demuestran que había un margen para arrancar un compromiso más serio por parte del gobierno para derogar la LOCE. Si la dirección de la CUT hubiera convocado el paro nacional el seguimiento hubiera sido muy importante y hubiera puesto en una situación aún más complicada al gobierno. El PC que cuenta con importantes posiciones dentro de la CUT tampoco hizo nada serio para propiciar el paro.

Pero un gran problema también existía en la dirección de la Asamblea de Estudiantes. Aunque los sectores más a la izquierda eran claramente mayoritarios, muchos dirigentes de estos sectores compartían muchos de los prejuicios de la dirección del PC o de la CUT: se plegaban a las presiones del gobierno, de los medios de comunicación y de la derecha de no “politizar” el movimiento. Los primeros dirigentes estudiantiles, ahora desbancados, habían mantenido esta postura para evitar que el movimiento fuera mas allá. Pero ahora tener una perspectiva política era determinante para poder ganar la batalla al gobierno. Era necesario politizar el discurso y vincular reivindicaciones del movimiento obrero al movimiento estudiantil: por ejemplo con la nacionalización del cobre para conseguir los recursos o exigir la depuración del Aparato del Estado de todos los pinochetistas que se mantienen en sus cargos. Pero muchos de estos dirigentes izquierdistas eran los primeros que pensaban que los estudiantes rechazarían este tipo de reivindicaciones. No entendían que era precisamente lo que exigía la situación. De hecho, que el movimiento hubiera asumido como reivindicación la derogación de la LOCE era un claro ejemplo. Se trataba de una reivindicación muy política que iba al tuétano del sistema educativo: la concepción que el capitalismo tiene de la educación como una mercancía más.

El gobierno respondió al paro nacional cuantificando la presencia estudiantil en el Consejo Asesor Presidencial de 74 miembros: serían doce, seis para los universitarios, seis para los secundarios. La Asamblea se limitó a exigir la mayoría de la representación (50% más 1) en este órgano. Entre muchos estudiantes existía la duda de que el Consejo Asesor Presidencial fuera a ser una cortina de humo para, finalmente, no hacer con la LOCE más que reformas cosméticas, sobre todo en la medida en que la presión del movimiento cesase, usando el rechazo de los partidos de la derecha como excusa para no modificar significativamente esta ley.

Según todo el mundo se había conseguido una “victoria en términos económicos”. Para no "politizarlo", los dirigentes del movimiento se negaban a vincular a la lucha otros sectores y otras reivindicaciones. Para muchos estudiantes, luchar por un porcentaje de representantes en un órgano burocrático encargado de estudiar una posible futura modificación de la LOCE, no tenía ningún sentido.

Los sectores más a la derecha volvieron a levantar la cabeza y el 6 de junio uno de los Liceos desconvoca la huelga. El 9 de junio la Asamblea anuncia que participarán en el Consejo Asesor Presidencial aceptando el cupo propuesto por el gobierno de 12 estudiantes, 6 de secundaria, y anuncian que el 13 de junio se reanudan las clases. Ese día dos Liceos mantuvieron la huelga, pero la reanudación de la actividad académica era un hecho. La lucha había concluido.

Lecciones de Chile

En primer lugar tenemos que señalar que el movimiento ha conseguido unas importantes conquistas que sin la lucha no se hubiesen alcanzado. La propuesta de Bachelet supone un importante aumento de la inversión en la educación y beneficiará a los sectores más humildes. Es una victoria del conjunto de la clase obrera y la juventud de Chile que animará futuras luchas. Qué duda cabe que si los dirigentes de la CUT y del PC se hubiesen sumado al movimiento convocando a los trabajadores en solidaridad con los estudiantes, la victoria hubiera sido total, la LOCE se hubiera podido derogar pese a la oposición de los partidos de derechas y el gobierno hubiera aceptado todas las reivindicaciones del movimiento.

Sin embargo, el movimiento ha demostrado algunas limitaciones en su dirección que han impedido dar un mayor impulso a la movilización. A diferencia de la lucha en Francia, el “apoliticismo” de la dirección estudiantil dio un mayor margen de maniobra a la burocracia sindical de la CUT para no implicarse en la lucha, lo que hubiera llevado la situación a un punto crítico. Cada paso adelante en la lucha ha sido gracias al empuje de los estudiantes, no de su dirección que se plegaron en todo momento a los prejuicios que los capitalistas inoculan a la sociedad. En el fragor de la lucha los estudiantes fueron descartando a los dirigentes menos combativos y/o más corruptos, sustituyéndolos en muchos casos por líderes naturales del movimiento. Con mucha garra e instinto, pero sin experiencia. Ahí es donde una organización tiene que jugar un papel, en dotar de experiencia al movimiento. La existencia de esta organización no es contradictoria con la existencia de asambleas, todo lo contrario, lo complementa. Una organización revolucionaria, con métodos e ideas correctos que demostrara en su práctica cotidiana su firmeza y viabilidad podría ganar el debate democrático en el seno de las asambleas y agrupar a los estudiantes más conscientes. Esta lucha tendría que haber servido para crear una organización nacional estudiantil chilena, como sucedió con las luchas del 86/87 en el Estado español que trajeron consigo la creación del Sindicato de Estudiantes: una organización que vincule claramente a estudiantes y trabajadores, politice las reivindicaciones estudiantiles uniéndolas a la lucha de la clase obrera y la lucha contra el capitalismo.

Lo más importe de esta lucha es que demuestra que Chile no es una excepción en la lucha de clases de América Latina. Esta lucha es un anticipo. Las movilizaciones de estudiantes suelen ser un sensible termómetro que anuncia movimientos de la clase obrera. Que un gobierno como el de Bachelet, que cuenta con un gran apoyo entre la clase obrera, haya tenido esta respuesta en la calle pone de manifiesto los enormes límites que tienen los dirigentes socialdemócratas, en especial en América Latina, pero también en Europa, incluido el Estado español. Las tradiciones del proletariado chileno son muy poderosas y la experiencia de Salvador Allende y el golpe de Pinochet es muy reciente y está muy presente en la conciencia de las masas. En Chile se preparan acontecimientos revolucionarios.


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