Bolivia: de la lucha contra el colonialismo español
a la lucha contra el fascismo oligárquico
Pablo Cormenzana, CMR
1) Una lucha de 500 años
La rebelión de los indios: El pueblo boliviano se ha alzado en innumerables ocasiones a lo largo de su historia para tratar de revertir la condición de explotación extrema a la que ha estado sometido desde la llegada de los conquistadores españoles en 1532. Conquistados a sangre y fuego por el imperio español, los pueblos indígenas del altiplano, libres y poseedores de una cultura envidiable para la época, se convirtieron en pocos años en los parias del nuevo mundo. Reducidos a la esclavitud, los que no murieron por las enfermedades que trajo el conquistador se pudrieron en las minas de plata de Potosí y del Alto Perú. Numerosos fueron los alzamientos protagonizados por el pueblo indígena en los casi trescientos años de régimen colonial, destacándose de entre ellos el comandado por el panadero y sacristán Julián Apaza, mejor conocido como Túpac Catari, en 1780 y que formó parte del gran movimiento social que dirigió el inca Túpac Amaru. Túpac Catari secundado por su heroica compañera, Bartolina Sisa, y una serie de líderes indígenas entre los que se encontraba un sobrino de Túpac Amaru, Andrés, reunió un ejército de 40.000 hombres con los que sitió La Paz y puso en jaque al imperio español en América, en una gesta que unió a indígenas, mestizos y criollos pobres en contra de la potencia imperial de la época. Traicionado por algunos de sus colaboradores, Túpac Catari es capturado un año después. “Catari es conducido hasta Achachicala, rapado, coronado con una gorra de espinas y clavos es paseado y expuesto para burlas. El 14 de noviembre de 1781 es masacrado. Amarrado a las cinchas de 4 caballos que lo descuartizarían, después de arrancarle la lengua y luego exponen los trozos de su cuerpo. Después de 10 meses sus restos son quemados y sus cenizas arrojadas al aire. Un año mas tarde, el 5 de septiembre de 1782 los españoles y sus bizarros mestizos, sacan a Bartolina Sisa rapada y desnuda, la hacen pasear por las calles de Chuquiago, torturada, golpeada e insultada, es atada a la cola de un caballo con una soga al cuello y le ponen una corona de espinas. Sus miembros fueron arrancados y su cabeza clavada en un palo fue expuesta en Cruzpata” (1). Para ese momento Túpac Catari tenía 31 años y Bartolina Sisa 26. El odio descargado con saña contra ellos por el imperialista español en poco se diferencia del que hoy en día continúa descargando la oligarquía boliviana contra toda persona de piel oscura y rasgos indígenas que se atraviese en su camino. Pueden haber cambiado los personajes y los métodos pero el odio de clase continúa siendo el mismo.
Una independencia que no significó libertad para los explotados: Al igual que para la gran mayoría del pueblo llano de América Latina, poco cambió la condición de explotación en que vivían las masas bolivianas después de la independencia de España. Traicionado el ideal bolivariano, el explotador español fue reemplazado por el explotador “criollo”. Pocos años después de la independencia el mariscal Andrés de Santa Cruz creó la Confederación Peruano Boliviana que apenas duró tres años. Después de Santa Cruz se sucedieron una serie de gobiernos inestables, controlados por la oligarquía, que poco aportaron al pueblo boliviano, destacándose José Miguel de Velasco quien presidió cuatro gobiernos en veinte años. Es en estos años que se inaugura la tradición de los golpes de estado en Bolivia. Las distintas fracciones oligárquicas se arrebatan el poder unas a otras a través de esta modalidad. Es así como se suceden los gobiernos de Mariano Melgarejo, el propio José Miguel de Velasco, José María de Achá, etc. Poco, muy poco se puede rescatar de este período para los intereses populares.
La fórmula militar: Si ya en el siglo XIX predominó la fórmula de los gobiernos militares para mantener el control de la burguesía sobre el resto de la sociedad, poco cambió con la llegada del siglo XX. Durante casi todo este siglo se continuó recurriendo a las dictaduras militares para mantener sometidas a las masas y a la vez poder cumplir la oligarquía con su función de albaceas, primero del imperialismo inglés y luego del norteamericano. Ello explica el sinfín de gobiernos militares que se fueron sucediendo los unos a los otros con pequeños intervalos de gobiernos civiles pero igual de lacayos de los intereses extranjeros. Desde 1936 hasta 2002 hubo en Bolivia 35 gobiernos, a un promedio de uno cada 1 año y 9 meses. De estos 35 gobiernos, 19 fueron militares (2). La excepción a esta regla siniestra se produjo entre los años 1952 y 1964 cuando se desarrolló un proceso revolucionario que tuvo como protagonista, principalmente en los primeros años, al proletariado y al campesinado boliviano.
La revolución de 1952: En mayo del año 1951 la dictadura de turno convocó a unas elecciones presidenciales que fueron ganadas por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) con Víctor Paz Estenssoro, un dirigente nacionalista de corte popular, a la cabeza. Presagiando los problemas que esto podía acarrear para sus intereses las trasnacionales mineras, en perfecta sintonía con la embajada Norteamérica y la oligarquía criolla, decidieron desconocer los resultados, encargando de la tarea al dictador saliente Mamerto Urriolagoitía. Urriolagotía se dio un autogolpe y le traspasó el poder a otro gorila de nombre Ballivián. Sin embargo, este dictador tampoco las tuvo todas consigo y nunca logró estabilizarse en el poder. En medio de un malestar creciente de las masas en abril de 1952 un sector de la policía militarizada junto con partidarios del MNR intentó un nuevo golpe de estado que rápidamente fue derrotado por el ejército que se había mantenido leal al dictador. En medio de los combates que se desarrollaban en La Paz, donde fueron masacrados varios cientos de civiles, entraron en escena los mineros que venían marchando hacia la capital y que previamente se habían apoderado de un tren cargado de armamento. Los batallones de mineros armados, convertidos en milicia obrera, acorralaron al ejército profesional y lo obligaron a rendirse. La reacción de los gorilas se había transformado en su contrario y había concluido en una revolución obrera. Es bueno destacar que la acción de los mineros no fue producto del azar sino del trabajo organizativo y formativo que había tenido como punto de partida “Las Tesis de Pulacayo”, las cuales se pueden considerar como una adaptación de “El Programa de Transición” de León Trotsky a las condiciones particulares de Bolivia. Luego del triunfo de los mineros se formó la poderosa Central Obrera Boliviana (COB) la cual, junto con la Federación Sindical de los Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), controló las milicias obreras que se constituyeron en el único ejército con el que contaría Bolivia por un buen tiempo. A pesar de esta situación extremadamente favorable, los trabajadores no terminaron de tomar el poder en Bolivia sino que, al igual que ocurrió en Rusia en febrero de 1917, se lo entregaron a los reformistas del MNR, los cuales, también como lo hicieron sus pares rusos, los mencheviques, en 1917, comenzaron a conciliar con la burguesía. La situación de doble poder que se había constituido en Bolivia después de la victoria de los mineros paulatinamente comenzó a ser desmontada por los reformistas que, entre otras cosas, restablecieron el ejército profesional para reemplazar a las milicias obreras. La falta de un partido revolucionario, con una dirigencia revolucionaria, como fue el caso del papel desempeñado en Rusia por el partido bolchevique, con Lenin y Trotsky al frente, permitió que los reformistas cumplieran con su histórico rol contrarrevolucionario y crearan las condiciones para que en 1964 el ejército, por ellos restablecido, les diera un golpe de estado y regresara a la burguesía al poder.
2003-2005, la última gran embestida revolucionaria: Los alzamientos revolucionarios se parecen mucho a los terremotos. Estos últimos surgen, en general, de una acumulación paulatina de energía producida por la actividad tectónica al interior de la Tierra que en un momento dado se libera y se transforma dialécticamente, lo mismo ocurre con las masas sometidas a la explotación de un sistema socio económico que ya no satisface sus necesidades mínimas y, además, represa sus anhelos de cambio. Esa insatisfacción acumulada volvió a estallar en octubre de 2003 (ya antes lo había hecho en 1971, 1982 y en el año 2000) cuando las masas bolivianas entraron violentamente en escena y, como dijera Trotsky, tomaron “el gobierno de su propio destino” durante varios días en los cuales derrocaron al gobierno oligarca de Gonzalo Sánchez de Lozada, alias “Goni” o “El Gringo”, luego que éste mandara disparar contra las manifestaciones populares. Una vez más la falta de una dirección revolucionaria al frente de las masas permitió a la burguesía maniobrar e instalar en el gobierno al vicepresidente Carlos Mesa. Lenin decía que la burguesía tiene dos formas de dominar al pueblo: por la fuerza y, cuando no tiene la posibilidad de utilizar a esta última, a través del engaño, y esto precisamente fue lo que hizo la burguesía en Bolivia con la complicidad de su quinta columna reformista. Por aquellos días Alan Woods escribió que: “La caída de Lozada fue el principio. Pero no será el último” (3). Y más adelante agregaba: “El gobierno burgués de Mesa será tan corrupto como el de Lozada”(3). Ambas predicciones resultaron correctas, el gobierno de Mesa, disfrazado de “liberal” y democrático, sólo fue la continuación del de Sánchez de Lozada. La debilitada burguesía se centraba en dos objetivos principales y complementarios: conservar sus privilegios y ganar tiempo para reagruparse. Con su política legalista, resumida en la consigna de convocar a una asamblea constituyente, la dirigencia reformista del MAS aplacó la efervescencia revolucionaria del pueblo y terminó dándoles una mano en la consecución de dichos objetivos. Sin embargo, antes de los dos años, en mayo de 2005, nuevamente las masas se lanzaron a las calles e hicieron saltar por los aires al gobierno burgués de Mesa. Esta vez la gota que rebasó el vaso fue la aprobación de una controvertida Ley de Hidrocarburos que no tomaba en cuenta los porcentajes de regalías a cobrar a las transnacionales por la extracción de gas y petróleo, que habían sido aprobados previamente en un referéndum popular. La toma del poder por las masas bolivianas estuvo a la orden del día, sólo hubiese bastado que “una dirección valiente y digna de confianza, no héroes de salón y de frases revolucionarias, sino revolucionarios, listos para ir hasta el final” (4), con un programa correcto, hubiesen estado al frente de ellas. La ausencia de este factor le permitió a la burguesía volver a sofocar al movimiento revolucionario a través del engaño, cambió a Mesa por el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé, y prometió elecciones generales para finales de ese año. Con ello lograba correr la arruga un poco más y volvía a ganar tiempo.
2) La división de Bolivia, una vieja estrategia del imperialismo para saquear sus recursos naturales
Un territorio mutilado: La idea de dividir Bolivia no es nada original, desde su creación en 1825 el territorio boliviano ha sufrido numerosas mutilaciones, todas ellas producto de la rapiña capitalista contra un suelo rico en recursos minerales. Tres guerras limítrofes llevaron a Bolivia a perder más de medio millón de kilómetros cuadrados a favor de sus vecinos, que sumados a los que le quitaron Argentina, Perú y Brasil a través de tratados diplomáticos hacen que Bolivia haya perdido más de la mitad de su territorio original, con el que comenzó su vida independiente.
1) La primera fue la guerra del Pacífico o guerra del Salitre, que se desarrolló entre 1879 y 1884, y enfrentó a Bolivia, aliada con el Perú, contra Chile. A raíz de un intento del gobierno boliviano de cobrar un impuesto a la explotación de salitre que realizaba la Compañía Anónima de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, empresa de capitalistas chilenos, en el departamento boliviano de Cobija, dicha empresa se declaró en rebeldía contra la medida y logró el apoyo del gobierno chileno, en el cual varios de los ministros eran accionistas de la Salitrera en cuestión, que terminó invadiendo el territorio boliviano para defender los intereses de la empresa. Bolivia invocó la alianza defensiva que tenía con el Perú y lo involucró en la guerra que se prolongó hasta 1884 y que concluyó con la victoria de Chile. Los aproximadamente 120.000 km2 que la burguesía chilena le arrebató a Bolivia, y que dejaron a esta última sin la salida al mar, que de forma especial Simón Bolívar se había esmerado en procurarle cuando su creación, eran ricos en salitre, guano y cobre. Después de la posesión chilena sobre estos territorios los mismos fueron adquiridos por empresas británicas que se dieron a la tarea de la explotación indiscriminada, tanto de los recursos minerales existentes como de los trabajadores chilenos, bolivianos y peruanos que murieron por miles en estas minas. Allí sí no se hizo ninguna distinción por causa de la nacionalidad, trabajador es trabajador sin importar dónde haya nacido, o como decía Marx: “materia prima para la explotación”.
2) No había transcurrido mucho de la finalización de la guerra del Pacífico cuando Bolivia se vio involucrada en un nuevo conflicto bélico, esta vez con el poderoso Brasil. Ya en 1877, a raíz de un tratado leonino, Brasil le había arrebatado 164.242 km2 de territorio. La guerra del Acre, como se conoció a este conflicto se desarrolló entre 1899 y 1903, después de su derrota Bolivia perdió otros 191.000 km2 que hoy día conforman lo que es el estado brasileño de Acre. La guerra comenzó cuando Bolivia trató de desalojar de su territorio a los “garimpeiros” que lo habían invadido buscando minerales preciosos. La burguesía brasileña salió en defensa de los intereses de los empresarios que se hallaban detrás de los “garimpeiros” y como resultado de ello Bolivia sufrió una nueva amputación.
3) La última de estas tres guerras fue la guerra del Chaco que enfrentó a Bolivia con Paraguay entre 1932 y 1935. "Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa. Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco. Metidos en la guerra, paraguayos y bolivianos están obligados a odiarse en nombre de una tierra que no aman, que nadie ama: el Chaco es un desierto gris, habitado por espinas y serpientes, sin un pájaro cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este mundo de espanto. Las mariposas se apiñan, desesperadas, sobre las pocas gotas de agua. Los bolivianos vienen de la heladera al horno: han sido arrancados de las cumbres de los Andes y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de bala, pero más mueren de sed" (5), así describió esta guerra, en pocas palabras pero en una forma muy exacta, Eduardo Galeano. Más de 100.000 paraguayos y bolivianos murieron en ella, 100.000 latinoamericanos pobres sacrificados por los intereses de las dos más grandes transnacionales petroleras de la época. El floreciente imperialismo yanqui enfrentado al decadente imperialismo británico, sólo una página más de la historia del capitalismo en su fase imperialista. Fue durante esta guerra que surgió en el gobierno argentino de la época, testaferro de los intereses británicos y por lo tanto aliado circunstancial del gobierno paraguayo, la idea de crear una nueva república en el territorio del departamento boliviano de Santa Cruz. “En las postrimerías de la guerra se publicó en nuestro país (Argentina) un libro, "Una nueva república en Sudamérica", que alentaba la formación de una nueva nación con parte del territorio de Bolivia. La obra, escrita por el historiador argentino Enrique de Gandía, fue distribuida por los diplomáticos paraguayos y argentinos en todo el mundo y circuló asimismo en Santa Cruz de la Sierra, que en el audaz proyecto estaba destinada a capital de la nueva república. "La guerra entre Paraguay y Bolivia (sostenía el historiador) ha demostrado que los pobladores de Santa Cruz de la Sierra no desean seguir formando parte de la nación boliviana y que aspiran a erigirse en república independiente" (6). Como vemos no hay nada nuevo bajo el sol, ni en eso son originales los actuales “autonomistas” y sus mentores del Departamento de Estado.
3) El elemento fascista
Un fenómeno que llama la atención en Bolivia, un país con una numerosa población de origen indígena, más del 50%, y mestizo, es la presencia de numerosas organizaciones fascistas y nazis que proclaman abiertamente su intolerancia racial hacia estos grupos étnicos. En Bolivia, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos donde las ideas fascistas han tenido algún tipo de desarrollo más o menos importante, las primeras manifestaciones de esta ideología reaccionaria se dieron en los años 30 del siglo pasado, coincidiendo con el auge de los regímenes fascista en Italia y nazi en Alemania. Bolivia venía de ser derrotada en la guerra del Chaco y ello generaba el caldo de cultivo ideal para unas ideas que, como había ocurrido en Alemania después de la derrota en la primera guerra mundial, llamaban a rescatar el orgullo nacionalista. “Así aparecieron organizaciones como la asociación de oficiales ex combatientes de reserva Estrella de Hierro en 1935, la sociedad de ex combatientes intelectuales Beta Gama, el grupo patriótico ultranacionalista Cehga en 1936, Acción Nacionalista Boliviana (ANB) en 1937 o Falange Socialista Boliviana (FSB) en 1937. Por esos mismo años también apareció la Falange Unida de Acción Juvenil (FUDAJ), un núcleo juvenil falangista, apareció en esos mismos años y fue fundada por el sacerdote español Juan Burón, en el Colegio San Calixto de La Paz”(7). También se ha relacionado a algunos dirigentes del MNR, como Gualberto Villarroel uno de sus fundadores, e incluso a expresidentes de la república de tener afinidad con las ideas nazis (7), de tal forma que la ideología fascista tampoco es nueva en la historia política de Bolivia llegando sus seguidores a participar en algunos de los múltiples golpes de estado, o intentos de golpe, que se dieron a lo largo del siglo XX. Tal vez los casos más notorios fueron el protagonizado en 1941 por el capitán Elías Belmonte Pavón, y en 1959 la intentona de la FSB con su fundador y líder, Oscar Unzaga de la Vega, al frente.
Nazis alemanes en Bolivia: Después de la derrota de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial fueron muchos los jefes nacionalsocialistas de todo nivel que encontraron refugio en América Latina, y fue así que países como Paraguay, Chile, Argentina, Brasil y Bolivia, principalmente, se convirtieron en santuarios seguros para los seguidores de Adolfo Hitler. Seguramente, el caso más emblemático en Bolivia lo representó “El carnicero de Lyon”, Klaus Barbie, el cual permaneció 32 años allí hasta su extradición a Francia en 1983. El mismo hizo el siguiente comentario recordando sus primeras impresiones del país: “Cuando llegué en 1951, tuve por casualidad una visión confortadora: un desfile de la FSB con sus uniformes casi idénticos a los nuestros. La cinta de cuero, el brazalete, el saludo fascista. Más tarde tuve aún oportunidad de intimar con miembros del partido y conocer su filosofía a fondo, confirme mi simpatía por el movimiento. Siempre que pude, procuré ayudar a esta gente”(7). Durante su estancia en Bolivia, Barbie recibió la ciudadanía boliviana de manos de Hugo Banzer, y en 1980, poco antes de ser extradictado, se lo nombró teniente coronel ad honoren del ejército boliviano (7). Pero no sólo fue Klaus Barbie, “también estaban presentes Herbert Kopplon (ex SS), Hans Juergen, Manfred Kuhlmann, Napoleón Leclerc y Hans Stellfeld. El abogado y consejero político de Hugo Banzer, Adolfo Ustarez, alguna vez les ordenó: “debemos matar a todos los comunistas” durante la represión banzerista. Luego sería elegido Contralor de la República”(7).
¿Nuevos nazis?: En la actualidad continúan siendo numerosos los grupos y organizaciones neonazis que hacen vida en Bolivia y son uno de los tantos síntomas de la gran polarización que se está dando en la sociedad. Algunos, como la Falange Socialista Boliviana – Unzaguista, heredera de la FSB, sólo son un refrito de los viejos grupos nazis que han cambiado de apariencia y de dirigentes pero que continúan defendiendo las mismas retrógradas ideas de siempre. En el caso de este último, su actual dirigente es un sujeto que no llega a los 30 años, Horacio Poppe Inch, fundador junto a la principal organización de los nazis chilenos, Patria Nueva Sociedad, de la llamada Red Nacionalista Continental Sur Americana. Un personaje que proclama en su página web ideas como esta: “LA NUEVA ERA FALANGISTA HA COMENZADO. LA REVOLUCIÓN ESTÁ EN MARCHA. Y SERÁ UNA MARCHA VIOLENTA Y GALLARDA. Ya lo dijimos, somos una nueva generación de falangistas que no sólo traemos incendio al altar de la Patria, sino pólvora para hacer arder en llamas a los enemigos de nuestra revolución”(8). Otros, como la Unión Radical Nacional Socialismo Bolivia (UNRSB), representan a los nazis de nuevo cuño, los cabezas rapadas o skinhead tan de moda en Europa y los EEUU, que defienden la superioridad racial de las minorías blancas bolivianas sobre la mayoría mestiza y entre la basura que proclaman hay perlas como la siguiente: “AMA A TU HERMANO RACIAL: Permite que tu intensa emoción sea la del amor a tu familia racial a la cual entregas tu vida. No temas a los subhumanos –el enemigo racial- y no los persigas. Eres su superior, pero no su dueño. Si has de combatir a los subhumanos jamás pierdas los estribos, llevado por el odio. Destruye, sin embargo, a tus enemigos –los de tu raza- implacable y totalmente. Lucha en este reino de la violencia desaforada y expande tu palabra de verdad acerca de los subhumanos y la amenaza que suponen para tu familia blanca” (9).
La Unión Juvenil Cruceñista: Existen otros grupos que se presentan como novedosos y no quieren que se los relacione con el nazismo o con ideas similares. Entre estos últimos ha venido tomando notoriedad internacional, como consecuencia del referéndum autonómico del departamento de Santa Cruz, la Unión Juvenil Cruceñista que se ha convertido en el brazo ejecutor de las políticas violentas del Comité Cívico de Santa Cruz, principal impulsor de la tan mentada autonomía. ““Siempre se nos ha acusado de ser neonazis, fascistas y otros disparates. No somos tales cosas. Sólo somos un grupo de jóvenes que amamos a nuestra tierra”, dijo Wilberto Zurita, vicepresidente de la Unión Juvenil Cruceñista (UJC), a tiempo de desmentir que entre las filas de la UJC existían nacionalsocialistas”(7). No obstante, otro miembro de la UJC lo desmiente más adelante: “También confiesa que muchos nacionalsocialistas estuvieron presentes cuando los “campesinos” intentaron entrar a la ciudad de Santa Cruz, comandados por los dirigentes de la Unión Juvenil Cruceñista (UJC), considerado un brazo “armado” del Comité Cívico Pro Santa Cruz. “Tuvimos buenos y malos presidentes en la UJC pero todos aportaron para crear una identidad cruceña y a amar a nuestra raza, como Luis Fernando Camacho, Juan Ramón Banegas (quien falleció el 2003), Eduardo Zurita y actualmente con Jorge Begner Hollweg. No puedo decir quién nos los dio, pero siempre tuvimos y tenemos a disposición laques, bates, palos, escudos, manoplas, sables de hierro y hasta gases lacrimógenos para cuidar a nuestra ciudad”, cuenta “León 88”, quien milita en la UJC desde hace diez años”(7). Sin embargo, este grupo no es nada nuevo y su relación con el nazismo es más que evidente. Fue fundado en 1957, por encargo de la Falange Socialista Boliviana, por un nazi convicto y confeso, Carlos Valverde Barbery, mejor conocido como “el loco Valverde”, quien además fue su primer presidente (10). Este siniestro personaje, que llegó a ser diputado en 1966, y que actualmente es uno de los principales ideólogos del movimiento autonomista, también “fue partícipe destacado en el golpe de 1971, cuando el 20 de agosto, en Santa Cruz, metralleta en mano intervino la universidad pública. Está relacionado con la matanza de estudiantes y obreros en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM) y Federación de Fabriles. Como premio recibió el cargo de Ministro de Salud de la dictadura dirigida por Banzer a la cabeza del Frente Popular Nacionalista, nombre de la alianza FSB-MNR y FFAA ... En cierto momento su nombre apareció en las listas de la DEA y se sabe de su dependencia del alcaloide que hasta ahora le persigue... los Valverde y muchos de los padres y abuelos de los actuales cívicos autonomistas vivieron felices los primeros meses de la dictadura y la recuerdan como una bella época pese a que Santa Cruz fue declarada región militarizada ... Reapareció en 1987, fundando el Movimiento Federalista Democrático (MFD), como parte de su intento de borrar su pasado falangista, pero el MFD fue un partido que fracasó en términos electorales aunque sembró la semilla del actual movimiento de corte separatista, disimulado de autonomista ... Valverde, tras sus fracasos juró que no volvería a la política, pero el año 2000, en el segundo gobierno de Banzer, cuando la crisis social se iniciaba y conflictos como la Guerra del Agua ponían al gobierno en aprietos, Valverde y la Unión Juvenil Cruceñista reaparecieron llamando a tomar las armas para matar collas y desbloquear los caminos obstruidos por los colonizadores, procediendo a llenar listas de voluntarios para marchar a Yapacaní y San Julián. También estuvo apoyando la creación del grupo Nación Camba. Actualmente, con la senilidad ¡quién lo creyera! ha evolucionado a posiciones más ultras planteando la independencia total de Santa Cruz como una nueva república ... Aparece en las asambleas cívicas, en concentraciones y en los cabildos carnavalescos, donde expresa de forma crasa ideas ultristas, por ejemplo en la última Asamblea de la Cruceñidad señaló que ser patriota “no es morir por la patria sino matar por ella” en una clara convocatoria a entregarse a la violencia fratricida a nombre de la patria camba... El propio prefecto Rubén Costas y el presidente cívico Branco Marinkovic no se cansan de llevarlo como un amuleto, de mostrarlo a su lado, besarlo y abrazarlo. Es tal vez por cobardía, para que Valverde diga lo que ellos no se atreven... antes de la Navidad, Valverde apareció sorpresivamente en las pantallas de los medios televisivos, apenas balbuceando y de forma grotesca, leyendo una proclama convocando a los jóvenes cruceños a armarse con bates, piedras, palos, resorteras con bolillas de vidrios, revólveres, pistolas automáticas, carabinas 22, bombas molotov, “todo lo que sirva para defenderse”, porque según él la guerra civil contra el comunismo masista-andinocentrista-colla es inevitable y que los jóvenes en especial, deben prepararse para ofrendar sus vidas por “Santa Cruz”, por las autonomías y demás vainas...”(10).
El papel del fascismo en la actual coyuntura boliviana: Sin lugar a dudas la persona que más estudió y comprendió, desde un punto de vista científico, al fascismo fue León Trotsky. El genial líder bolchevique, basándose en la teoría marxista, elaboró una completa tesis sobre las causas que lo generan, sus características, sus objetivos, cómo se puede evitar su desarrollo y la mejor forma de combatirlo. Trotsky planteaba que el fascismo se daba en la etapa de decadencia del capitalismo, situación que llevaba a una crisis de liderazgo de la burguesía y que hace que ésta ya no pueda utilizar la forma de la democracia parlamentaria para ejercer su control sobre la sociedad y deba recurrir a métodos de guerra civil contra el proletariado para poder mantener su derecho a explotarlo. La burguesía necesita aplastar a la clase obrera, que en medio de esta situación de crisis comienza a disputarle el poder, para imponer la dictadura del capitalismo monopolista. Sin embargo, la burguesía que económicamente es poderosa numéricamente no lo es, apenas representa un pequeño porcentaje de la sociedad, utiliza entonces a la pequeña burguesía como clase de apoyo. Se gana para su causa a los sectores más radicalizados de la pequeña burguesía y a los lúmpen proletarios desclasados, afectados económicamente por la crisis capitalista, achacando la culpa de dicha crisis a las demandas del movimiento obrero, los moviliza, los arma y los convierte en su fuerza de choque contra el proletariado, he ahí el surgimiento de un movimiento fascista. Otro punto importante de la caracterización del fascismo es que se trata de un movimiento de masas. Trotsky también decía que esta toma de partido de la pequeña burguesía a favor de la gran burguesía no era inevitable, que si el proletariado se mostraba firme y decidido a llevar adelante la revolución y acabar con el capitalismo lo más probable era que la pequeña burguesía se alineara a su lado, pero que si ocurría lo contrario y el proletariado se presentaba dubitativo, confuso y vacilante, ocurriría todo lo contrario y la pequeña burguesía terminaría perdiendo la paciencia y culpando al proletariado de ser el causante de sus desgracias. En ese sentido era muy crítico con los reformistas pues decía que con sus políticas conciliadoras contribuían al crecimiento del fascismo ya que privaban a la clase obrera de realizar su papel dirigente de la revolución (11).
Aunque esta teoría fue desarrollada por Trotsky en base al movimiento nazi fascista que surgió en Europa en los años 20 y 30 del siglo pasado, los elementos esenciales de la misma son perfectamente aplicables a lo que está ocurriendo hoy en día en Bolivia. En un mundo donde el sistema capitalista se encuentra sumergido en una profunda crisis, con recesión económica en EEUU incluida, Bolivia no sólo no es la excepción sino que por sus propias características de país atrasado y superexplotado hace que la situación de dicho sistema económico sea aún más dramática. La inestabilidad constante de los últimos gobiernos oligárquicos, con sus puntos álgidos en el 2000, 2003 y 2005, es la prueba más categórica de la profundización de la crisis de liderazgo de la burguesía en este país. Evidentemente, las masas bolivianas no están dispuestas a continuar bajo la tutela de la oligarquía lo cual, unido a lo anterior, genera la situación revolucionaria que se vive en Bolivia desde comienzos del presente siglo. Es aquí donde entra en juego la carta fascista a la cual está apostando la burguesía boliviana ante el peligro de terminar de perder a manos del pueblo el poder que ha ostentado desde la independencia. “La revolución demuestra una vez más que es imposible defender la democracia burguesa contra las masas revolucionarias, excepto mediante métodos reaccionarios fascistas…” (12). Por ahora, la función de las organizaciones fascistas, sobre todo en el departamento de Santa Cruz, se reduce a reprimir y a atemorizar a los sectores de trabajadores y campesinos, tal como lo hicieron en un comienzo en Italia y Alemania las bandas de camisas pardas, pero esta situación podría cambiar en la medida en que la revolución boliviana no avance y la reacción gane más confianza. No hay que olvidar que en el pasado, en más de una ocasión, los fascistas bolivianos han participado del gobierno (gobiernos de Hugo Banzer) y en otras han intentado alcanzarlo a través de golpes de estado.
4) La actual división de clases de la sociedad boliviana
Las cifras de los explotados: “Si América Latina es la región más desigual del planeta en cuanto a la distribución de la riqueza, entonces Bolivia es el país más inequitativo del mundo. En Latinoamérica el 10% de los más ricos de la población se queda con el 48% del ingreso y el 10% más pobre obtiene apenas el 1,6%, es decir 30 veces menos. Y en Bolivia ese índice de desigualdad es más alto todavía” (13). Para determinar esta desigualdad en la distribución de ingresos se utiliza el coeficiente Gini que va de 0: distribución perfecta de ingresos, hasta 1: distribución perfectamente desigual. El coeficiente Gini para Bolivia es de 0,61. De acuerdo con el censo del año 2001 realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas de Bolivia (INE) (14), de la población de 8.274.325, de los cuales 50% eran indígenas, el 63,12 % eran pobres; la mortalidad infantil era del 61,15 por mil, más del doble del promedio de América Latina (26 por mil) y casi 3 veces la de Venezuela. Otras estadísticas interesantes realizadas por el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) (15) en el año 2003 indicaban que el IDH (índice de desarrollo humano, en el cual se combinan tres dimensiones: salud, educación y nivel de vida) de Bolivia era el más bajo de Sudamérica (Bolivia: 0,653; Argentina: 0,844; Chile: 0,831; Uruguay: 0,834). La esperanza de vida en Bolivia, también según el PNUD, era la más baja de Sudamérica con una expectativa de vida de 63,30 años mientras en Argentina era de 73,9 años, en Uruguay de 75 años y en Chile de 75,8 años. Bolivia también tenía el PIB per cápita más bajo con U$ 2.300, mientras el de Argentina era de U$ 11.320, el de Chile U$ 9.190 y el de Uruguay U$ 8.400. De la población económicamente activa (47% de toda la población), según estadísticas realizadas por el INE en el año 2004, el 37,02 % eran campesinos y el 47,63 % proletarios urbanos y rurales. Los salarios e ingresos mensuales de estos trabajadores oscilaban entre el mínimo que era de U$ 65,63 y un máximo de U$ 155 para un promedio de U$ 110. Sólo habría que agregar que la mitad de la población de Bolivia vivía en el año 1989 con el 17% de los ingresos del país (16) y que el 10% más pobre de la población se tuvo que conformar con menos del 0,17% de estos ingresos (13).
Las cifras de los explotadores: En contraposición con los números anteriores, el 20% de la población más acaudalada se quedaba en el año 1989 con el 55% de los ingresos de Bolivia (17), y en el año 2002 el 10% de la población se apropiaba del 46% del total de los ingresos del país, y ello sin perspectivas de cambiar la tendencia ya que “según un estudio de la Unidad de Análisis de Políticas Económicas del gobierno boliviano (Udape), entre 1999 y 2001 los ingresos del 10% más rico de los bolivianos aumentaron 11%, mientras que el 10% más pobre perdió casi 20% de su ingreso” (13). Estos prósperos burgueses bolivianos, al igual que la mayoría de sus pares latinoamericanos, aunque ganan mucho dinero no se muestran muy dados a reinvertir esta ganancia para aumentar la productividad de sus negocios, prueba de ello es un informe del año 2003 donde se estimaba que el crecimiento del sector manufacturero para ese año iba a ser de 1,50 % con lo cual mantenía una constante baja desde el año 1996. Para reforzar el carácter improductivo de la burguesía industrial boliviana bastaría agregar que de la capacidad industrial instalada sólo se utiliza aproximadamente la mitad. En el caso de la burguesía rural las cifras son todavía más dramáticas: en el año 2000 el 97% de las tierras cultivables estaba en manos de un 20% de los propietarios rurales relacionados, de una u otra forma, con la “agroexportación”, dejando el restante 3% para repartir entre el 80% de pequeños propietarios (13). De estas tierras, robadas en su gran mayoría a las comunidades indígenas, no eran muchas las que estaban tituladas para el año 2004, apenas 6,5 millones de hectáreas estaban en esa condición. “La mayoría de las “concesiones” y las “propiedades” mega-fundistas en Bolivia provienen de trámites fraudulentos y acciones dolosas por las que miles y miles de hectáreas de terrenos en toda la geografía nacional han caído gratuitamente en manos inescrupulosas e improductivas que las usan como patrimonio hereditario, garantías bancarias para créditos nunca honrados y simulación de productividad que les permite mantener su irregular situación indefinidamente a través de organizaciones sectoriales muy bien montadas que no solo sirven para ejercer presiones a la sociedad y al gobierno para seguir obteniendo ventajas, no pagar sus deudas y obtener más créditos, sino que además esta posición les permite figurar y acceder a ejercer las propias funciones acosadas” (18).
5) La rebelión de la oligarquía
Evo Morales ganó las elecciones presidenciales de Bolivia en diciembre de 2005. Obtuvo el 54 % de los votos con lo cual no necesitó pasar por el filtro del Congreso para asegurarse el triunfo. Era el primer presidente de origen indígena en los 180 años de vida republicana de Bolivia, en la cual este grupo étnico representa más de la mitad de la población. Pero aún más importante que este dato lo es el hecho que por primera vez en esos 180 años las masas pobres de Bolivia, que representan alrededor del 80% de la población, tuvieron un candidato propio, salido de su seno, uno de ellos al cual llevaron al gobierno. También habla a las claras del actual nivel de conciencia del pueblo y de la innegable agudización de la lucha de clases en la sociedad boliviana que esto conlleva. Evo Morales no es un revolucionario radical ni mucho menos, su programa de gobierno no pretende ir más allá de un cierto control por parte del Estado de los recursos naturales y de una democratización de derechos básicos a los cuales todo ser humano debería aspirar como son la salud, la educación, la alimentación, la vivienda, etc. Es más, ni siquiera plantea en lo inmediato la construcción de una sociedad socialista, aunque su partido se llame Movimiento al Socialismo, y, en ese sentido, la propuesta realizada por su vicepresidente García Linera habla de un ¿¿capitalismo andino??, que aún no sabemos en qué se diferencia del capitalismo a secas, ya que como dice el dicho: aunque el capitalismo se vista de seda (o de andino en este caso) capitalismo se queda. Sin embargo, y a pesar de todos estos atenuantes, la oligarquía se ha puesto en pie de guerra. La movilización de las masas y el discurso de Evo, aunque tibio y conciliador en muchos casos, acompañado de medidas como la redacción de una nueva constitución para la República, la nacionalización del gas y el anuncio de una reforma agraria que les tocaría en forma directa varios millones de hectáreas que actualmente se encuentran en su poder, le ha encendido todas las alarmas y ya el fantasma de 1952 ha comenzado a rondar sobre sus cabezas. Si a esto le agregamos el marco de la situación revolucionaria que se vive en todo el continente, el panorama no podría ser peor para la oligarquía. Ella entiende, a diferencia de los reformistas, que esta realidad, que ya le está resultando insoportable, va a ir empeorando día a día en la medida en que las masas sigan sacando conclusiones, algo que suele ocurrir muy rápido en períodos revolucionarios, y ella no reaccione a tiempo. La burguesía boliviana, al igual que la gran mayoría de las otras burguesías continentales, es altamente dependiente de los EEUU, tanto económica como políticamente, lo que la ha llevado a dejar una vez más en manos del Departamento de Estado, el otro gran doliente de los aires de cambio que recorren Latinoamérica, la elaboración de un plan para superar la actual situación.
Golpe blando + fascismo = autonomía = secesión: Empantanado militarmente en el Medio Oriente, lo que le impide por el momento la intervención directa como en otros tiempos, fracasado en Venezuela en el 2002 el viejo y otrora exitoso modelo del golpe de estado, el imperialismo yanqui ha estado echando mano últimamente al golpe blando o revolución de colores, diseñado por Gene Sharp y su Instituto Albert Einstein y que tantos réditos le rindiera en Europa Oriental. En Bolivia el esquema del golpe blando adquiere sus propias características producto de la realidad local. El objetivo de luchar contra un “gobierno tiránico”, que acabó con los gobiernos de Ucrania y Georgia, se cambia a uno similar al de Kosovo: luchar primero por la autonomía para luego avanzar hacia la secesión. No es casualidad que el procónsul yanqui que llevó adelante la secesión de Kosovo, Philip S. Goldberg, sea el actual procónsul del imperio en Bolivia. El modelo se adapta perfectamente a la situación que se está presentando en el departamento de Santa Cruz donde la oligarquía cruceñista tiene varias décadas levantando las banderas de la autonomía. En ese sentido los gringos son muy pragmáticos: si no puedes quedarte con todo, quédate entonces con la mejor tajada, y no hay dudas que los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija conforman el territorio más rico de Bolivia en cuanto a recursos naturales de todo tipo. El otro elemento para completar la ecuación lo aportan las organizaciones nazi fascistas, principalmente la Unión Juvenil Cruceñista, según sus propios datos contarían con unos 140.000 miembros, y, que al igual que los camisas pardas de Musolini en la Italia de los años 20, constituyen la fuerza de choque de la oligarquía para enfrentar y, sobre todo, amedrentar a los sectores populares que se atraviesen en su arremetida por retomar el poder. Para los EEUU sería un negocio redondo ya que le permitiría golpear en el que supuestamente es el eslabón más débil de los países donde se desarrollan procesos revolucionarios y, en caso de tener éxito, se haría con las segundas reservas de gas del continente además de establecer una cabeza de playa en pleno corazón de América del Sur.
Los rostros de la oligarquía: Entre los numerosos rostros de oligarcas cruceñistas que aparecen en los medios de comunicación gritando desaforados, proclamando a los cuatro vientos todo su odio de clase sin ningún pudor, su supuesta superioridad racial basada en la muy científica prueba de poseer una pigmentación más clara de la piel y el cabello, se destacan los de dos grises personajes que han tomado en sus manos la tarea de conducir a las fuerzas de la reacción contra el proceso que se desarrolla en Bolivia enarbolando la deshilachada bandera de la autonomía. Rubén Darío Costas Aguilera, prefecto del departamento de Santa Cruz, es uno de ellos. Su currículum dice que es de profesión agrónomo, que está muy ligado al empresariado agropecuario y ganadero, que fue dirigente de la Confederación de Ganaderos de Bolivia, de la Asociación de Productores de Leche, de la Cámara Agropecuaria del Oriente (C.A.O.) y del Comité Cívico de Santa Cruz entre 2003 y 2004. Otro trabajo biográfico al hablar de él se pregunta: “¿Es mediocre Rubén Costas? Indudablemente lo es como persona o como intelecto. Sin embargo, es el típico doctor de Charcas que muy bien refleja Charles Arnade en su libro “La dramática insurgencia en Bolivia”. Toda vez que se asemeja al más ladino doctor altoperuano de la Charcas del siglo XVIII. Por su fullería como intrigante y manipulador que es propio, además, de un hombre de exiguos valores morales. Lo demuestra cuando no puede paralizar el proceso de cambio y tiene que acudir a su capacidad autodestructiva” (19). El otro personaje es Branco Marinkovic Jovicevic, un cruceñista de origen croata. De profesión ingeniero electromecánico este terrateniente propietario de 30.000 hectáreas de dudosa procedencia, es además empresario de la industria aceitera, presidente de la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz y actual presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, todo un digno representante de la burguesía boliviana. A pesar de su juventud biológica, tiene 37 años, ya cuenta con un amplio prontuario como lo reseñan las notas periodísticas: “El industrial Branco Marinkovic, presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz, atraviesa por un momento difícil. En la semana que transcurre, su familia fue acusada por el Servicio de Impuestos Nacionales (SIN) de defraudar 20 millones de bolivianos al Fisco, mientras que la justicia anuló una resolución que le favorecía en el marco del juicio que le sigue el Estado por apropiación ilegal de tierras. De remate, la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), a la que Marinkovic se había quejado por la “campaña de espionaje y persecución en contra de ciudadanos”, supuestamente impulsada por el gobierno de Evo Morales, le respondió en una carta que es precisamente el Comité a su mando el “actor y promotor de la violencia y del racismo en Bolivia””(20). Defensor acérrimo de la Unión Juvenil Cruceñista, de la que opina que sus miembros “son unos buenos muchachos”, este oligarca fascista ha declarado estar dispuesto a derramar la sangre que haga falta con tal de defender los privilegios de su clase.
La mediocridad de estos sujetos, líderes de la burguesía boliviana, es el mejor indicativo del actual estado de decadencia y descomposición de dicha clase social.
6) Al reformismo se le acaba el tiempo
Imposibilitadas de tomar el poder, que tuvieron al alcance de la mano en el año 2003 y en el 2005, por la ausencia de un partido y una dirección revolucionaria que las condujeran a la victoria, las masas bolivianas apostaron a finales de ese año 2005 por una salida electoral para resolver sus problemas, es así como el dirigente campesino Evo Morales llegó al gobierno apoyado por una formidable avalancha de votos. Al partido Movimiento al Socialismo (MAS) con Evo Morales a la cabeza se le presentó entonces la oportunidad histórica de ponerse al frente del pueblo para llevar adelante la transformación revolucionaria de la sociedad boliviana. Eso era lo que las masas que lo habían votado esperaban que hiciera. Sin embargo, el nuevo gobierno pronto dio muestras que no pensaba ir ni muy rápido ni muy lejos con los cambios. En su propio programa de gobierno no se menciona ni una sola vez la palabra socialismo, se plantea, por el contrario, el respeto a la propiedad privada de la tierra (“El Estado respetará y apoyará las inversiones y los derechos sobre la tierra de quienes probadamente la utilizan en forma productiva y sustentable” (21)) y se apuesta por un desarrollo basado en la participación de la burguesía nacional (“Incentivos a la reinversión productiva de los empresarios nacionales. Incentivos vía subsidios temporales por creación de empleo” (21)). Eugenio Preobrazhenski escribió que: “El programa es la cosa más importante para todo partido. Siempre se puede saber por el programa de cualquier partido los intereses que representa” (22). Obviamente, el respeto a la propiedad privada de la burguesía sobre la tierra y los medios de producción no es del interés del campesinado ni del proletariado si no todo lo contrario, está directamente en contra de sus intereses porque mantiene las relaciones de explotación de una clase por otra. El MAS ha debido apoyarse desde un principio en las masas campesinas y proletarias que lo llevaron al gobierno para impulsar desde allí la revolución socialista, sin embargo, optó por tenderle la mano a la burguesía, y ahí está su principal debilidad: no se puede servir a Dios y al diablo al mismo tiempo. Esta ambigüedad del gobierno de Evo Morales le ha permitido a la burguesía ganar tiempo para reagrupar sus fuerzas, bastante maltrechas después de las jornadas de 2003 y 2005, y prepararse para la retoma del gobierno tal como ocurrió en 1964. Los reformistas, aún los bien intencionados o los ignorantes, siempre terminan jugando un papel contrarrevolucionario porque desmovilizan a las masas con sus políticas conciliadoras y le crean las condiciones favorables a la burguesía para que reconquiste el poder, como dijera Trotsky: “la ignorancia no es un instrumento de la revolución”. El proyecto reformista está condenado al fracaso de antemano, la burguesía ya demostró, primero con el referéndum de Santa Cruz y luego con los de Beni y Pando, que no está dispuesta a aceptar ni siquiera las tímidas medidas democratizadoras que ha tomado Evo Morales en materia de redistribución de la tierra, ni mucho menos la nueva constitución nacional, y que sí está dispuesta a ir hasta el final en esta confrontación. Aún hay margen para rectificar, la correlación de fuerzas continúa siendo favorable para el movimiento popular, inclusive la popularidad de Evo Morales continúa siendo alta, tal como quedó demostrado con las movilizaciones que se dieron en toda Bolivia, incluida Santa Cruz, en contra de los referéndum autonómicos, pero esto no va a durar para siempre, si no se cambia el rumbo en corto tiempo las masas se terminarán desmoralizando al ver que sus anhelos no se satisfacen y se volverán apáticas hacia la revolución, y esa será la oportunidad que está esperando la burguesía para terminar de aplastarla.
7) Una estrategia revolucionaria
"A mí sólo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones”, cuentan que dijo Túpac Catari poco antes de morir a manos de los imperialistas españoles. Varias veces esta profecía pareció estar a punto de cumplirse, sin embargo, aunque las oleadas revolucionarias se han sucedido en todas las etapas de la historia de Bolivia la victoria final de las clases explotadas aún no termina de concretarse. Cuando se analizan estos distintos movimientos, sobre todo los ocurridos en el siglo XX y en lo que va de esta década, se puede ver que en los mismos se presentaron los elementos básicos que decía Lenin eran los indicativos de todo proceso revolucionario: la clase explotadora comenzaba a perder el poder, se resquebrajaba su dominio, y por otra parte las clases explotadas se insubordinaban contra quienes las estaban explotando y ya no aceptaban continuar en esa situación. Sin embargo, todas estas experiencias revolucionarias, más tarde o más temprano, culminaron en derrota. La nueva oleada revolucionaria que recorre América Latina desde finales del siglo pasado, y de la cual tampoco ha escapado Bolivia, ha generado una vez más unas condiciones más que favorables para que las clases explotadas se sacudan de una vez y para siempre el yugo de la dictadura de la burguesía, sin embargo, hasta el momento ello no ha ocurrido y podría suceder, como decía Trotsky, que estas condiciones objetivas de la revolución proletaria pasaran de estar “maduras” a empezar a descomponerse. Como ya hemos dicho antes, el drama de Bolivia es el mismo de Venezuela y del resto de los países latinoamericanos: la ausencia de un partido revolucionario y de una dirección capaz de realizar una lectura correcta de la realidad, desde una perspectiva de la lucha de clases, y de actuar en consecuencia con decisión y firmeza, en pocas palabras, una dirección marxista revolucionaria. Ya Alan Woods lo planteaba en el año 2003: “es una tarea urgente crear un partido y una dirección revolucionarios” (3). En las actuales circunstancias, Evo Morales debería tomar, rápidamente, una serie de medidas concretas que prepararían las condiciones para la eliminación en corto tiempo de la burguesía como clase social y que, además, le darían un impulso tremendo a las masas para que se lanzaran a la conquista definitiva del poder. No sería para nada complicado tomar estas acciones dada la actual correlación de fuerzas, sólo es cuestión de tener la voluntad para hacerlo pero, principalmente, de tener una absoluta confianza en la fuerza revolucionaria de las masas y de su vanguardia proletaria. ¿Qué debería hacer Evo? Abandonar el programa reformista de conciliación con una burguesía cuyo principal e inmediato objetivo es eliminarlo a él y a su gobierno, y adoptar un programa socialista, tal como Trotsky lo planteó claramente en su momento: “La fuerza de la revolución reside en que es capaz de hacer erguirse sobre sus piernas a las más amplias masas… sólo es preciso avanzar, con seriedad y audacia, el programa de la revolución socialista. Hay que proclamar que la tierra y las fábricas pasan, desde hoy, de las manos de los capitalistas a las del pueblo… Las condiciones de la victoria son bien simples. Su conjunto se llama revolución socialista.” (12) Parafraseando al mismo Trotsky habría que preguntarse ¿por qué respetar la propiedad privada de terratenientes fascistas que están tratando de destruir el proceso revolucionario en Bolivia? Proclamando que la tierra de Bolivia es de los campesinos bolivianos, que las minas de Bolivia son de los mineros bolivianos y que las fábricas de Bolivia son de los obreros bolivianos la victoria de la revolución boliviana estaría más que asegurada, ningún fascista, por muy bravucón que sea, se atrevería siquiera a protestar de estas medidas ante la fuerza arrolladora en que se transformarían las masas bolivianas defendiendo su tierra, sus minas y sus fábricas, incluso los imperialistas lo pensarían dos veces antes de tratar de intervenir en Bolivia bajo esas condiciones. Ninguna de estas ideas es extraña para el proletariado boliviano que ya en el año 1946 apoyó las Tesis de Pulacayo, como tampoco a las masas le es extraño el socialismo, un sistema totalmente afín con la idiosincrasia de los pueblos originarios que en Bolivia son mayoría. La única forma de concluir la revolución en Bolivia, de vencer en la lucha por la liberación del pueblo boliviano, de aplastar de una vez y para siempre al fascismo de la oligarquía, es hacer la revolución socialista, cualquier otra fórmula sólo prolongará la agonía de las masas y las sumirá en nuevas derrotas.
Notas:
(1) “La insurrección tupakatarista”, La Cantera
(2) “Fuerzas Armadas en el poder”, Félix Alberto Montilla Zavalía
(3) “La clave de la revolución andina”, Alan Woods
(4) “Lecciones de octubre”, León Trotsky
(5) “Memoria del Fuego 3: El siglo del viento”, Eduardo Galeano
(6) “La guerra del Chaco”
(7) Neonazis en la Bolivia de Evo, Richard Sánchez, Documento extraído del Diario La Epoca http://www.laepoca.com/verporseccion.php?CIDARTICULO=9319&CIDSUPLEMENTO=1&CIDNUMERO=282
(8) Falange socialista boliviana
(9) “Más demonios sueltos en Bolivia: reaparecen los nazis”, The Narco News Bulletin,
http://www.aporrea.org (08/11/05)
(10)“Carlos Valverde Barbery convoca a la juventud cruceña a derramar su sangre”, Marcelino Villarreal, ASC Noticias
(11) “Burguesía, pequeña burguesía y proletariado”, León Trotsky, tomado del libro “La lucha contra el fascismo”
(12) “Obras, 3, España, 1937-39”, León Trotsky
(13) “Bolivia es el país más desigual del mundo en distribución de riqueza”, Miguel Lora Fuentes
(14) “Censo Nacional de Población y Vivienda 2001”, Instituto Nacional de Estadística de Bolivia (INE)
(15) “Indicadores de pobreza, calidad o nivel de vida, consumo y medio ambiente, 2003”, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
(16) “Bolivia: distribución porcentual de la población en la ocupación principal, 1999-2005”, Instituto Nacional de Estadística de Bolivia (INE)
(17) “Desarrollo y pobreza en Bolivia”, Rolando Morales, UNICEF, 1984
(18) “La agricultura en Bolivia”, Superintendencia agraria
(19) “Radiografía de Rubén Costas y las vacas cruceñas”, Jhonny Lazo Zubieta
(20) “La historia negada de Branco Marinkovic”, Alejandro Saravia, Bolpress
(21) “Programa de gobierno del MAS”, Movimiento al Socialismo
(22) “Nuestro programa”, Eugenio Preobrazhenski