Lecciones de la victoria contra el golpe contrarrevolucionario en Ecuador
El pasado 30 de septiembre Rafael Correa, presidente democráticamente elegido por el pueblo ecuatoriano, era secuestrado durante varias horas por miembros de la Policía Nacional. Esta acción –presentada inicialmente como una protesta de policías descontentos- formaba parte en realidad de un plan orquestado por sectores de la oposición contrarrevolucionaria ecuatoriana, encabezados por el ex presidente Lucio Gutiérrez, quien fuera destituido en 2005 por una insurrección popular. El objetivo era sacar a Correa del poder mediante un golpe de estado. La rápida y masiva movilización de miles de jóvenes y trabajadores derrotó los planes contrarrevolucionarios. De todo lo ocurrido el 30-S en Ecuador se desprenden importantes conclusiones para la izquierda revolucionaria en Ecuador y en todo el continente.
El pasado 30 de septiembre Rafael Correa, presidente democráticamente elegido por el pueblo ecuatoriano, era secuestrado durante varias horas por miembros del Regimiento Quito Nro.1 de la Policía Nacional. Esta acción –presentada inicialmente como una protesta de policías descontentos- formaba parte en realidad de un plan orquestado por sectores de la oposición contrarrevolucionaria ecuatoriana, encabezados por el ex presidente Lucio Gutiérrez, quien fuera destituido en 2005 por una insurrección popular. El objetivo era sacar a Correa del poder mediante un golpe de estado. La rápida y masiva movilización de miles de jóvenes y trabajadores derrotó los planes contrarrevolucionarios.
Un golpe derrotado por la acción de las masas
Como explicaba en directo a TeleSur Ricardo Patiño, Ministro de Asuntos Exteriores, la movilización popular aisló a los golpistas en el Hospital de la Policía, donde retenían al Presidente, y creó fuertes divisiones en el seno de la oligarquía y el aparato estatal. Los jefes del ejército, que a media mañana hicieron declaraciones manifestando su lealtad a “la Constitución” (pero sin mencionar en ningún momento al jefe de estado más que para pedirle que “revisase” la ley objeto de protesta y llamarle a dialogar con los golpistas), tras mantenerse casi diez horas a la espera de cómo se desarrollaban los acontecimientos, se vieron finalmente obligados a intervenir. La firme decisión de los manifestantes de mantener rodeado el lugar del secuestro y tomarlo ellos mismos aún a costa de poner en peligro sus vidas, obligó a los jefes del ejército a dar la orden de tomar militarmente el hospital de la policía y abortar el movimiento golpista.
La prensa capitalista en muchos países ha intentado negar el golpe y presentar lo ocurrido el 30 de septiembre como una protesta de unos policías descontentos sin objetivos políticos. De este modo intentan evitar que los jóvenes y trabajadores de sus países se sientan inspirados por la movilización de las masas en Ecuador y se mantengan vigilantes ante nuevas intentonas golpistas. Curiosamente, algunos sectores ultraizquierdistas y sectarios se han unido al coro de la burguesía negando la existencia de un golpe contra Correa (al que acusan de “neoliberal” y consideran “un burgués más”) .Como consecuencia, desprecian totalmente la importancia de la magnífica movilización de miles de jóvenes y trabajadores en la calle. En algunos casos, incluso insisten en responsabilizar al Presidente Correa de los 8 muertos y 274 heridos con que se saldó el golpe.
Como es habitual, los sectarios confunden la revolución con la contrarrevolución. La realidad, como se pudo comprobar en directo por televisión, fue que mientras un grupo de policías (en el que según todo indica también se habían infiltrado miembros de partidos de la oposición a Correa) eran utilizados para retener al Presidente Correa, partidarios de Lucio Gutiérrez intentaban tomar de manera violenta el canal público de televisión y diputados opositores, junto a alguno del partido de Correa que se pasó a los golpistas, intentaron hacerse con el control del parlamento. Según informaciones publicadas en la web revolucionaria Aporrea el domingo 3 de Octubre, más de 200 francotiradores impedían la toma del Hospital de la Policía por el pueblo y en el mismo momento del rescate de Correa intentaron asesinar a éste disparando contra el coche en el que viajaba. Uno de los policías leales que acompañaba a Correa murió a causa de estos disparos. Si todo esto no es un golpe de estado ¿qué es?.
¿Por qué el golpe?
Este golpe se inscribe en una estrategia general de desestabilización política y sabotaje económico que comenzó cuando Correa llegó al poder y se ha visto intensificada desde que éste decidiese tomar distintas medidas que contravienen los objetivos de la burguesía ecuatoriana y el imperialismo estadounidense. El gobierno Correa ha incrementado el control gubernamental sobre los recursos petroleros para aumentar los gastos sociales, ha acabado con las bases militares estadounidenses en el país (particularmente la de Manta, clave para la estrategia imperialista en Latinoamérica) y decidió unirse a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) -impulsada por Cuba, Venezuela y posteriormente Bolivia- como alternativa al ALCA y los TLC promovidos por EE.UU. Desde su reelección con más del 60% de los votos hace poco más de un año, Correa además se declaró partidario del “socialismo del siglo XXI” y también ha puesto en marcha la intervención estatal de algunas empresas, si bien más tímidamente que en Bolivia o Venezuela.
Todo esto ha provocado que el imperialismo estadounidense y la oligarquía ecuatoriana hayan arreciado su ofensiva. La investigadora estadounidense Eva Golinger ha denunciado la creciente intervención en Ecuador de la “ONG” National Endowment for Democracy (NED), dirigida por el veterano agente de la CIA Norman Bailey y conocida por sus intervenciones en Nicaragua contra la revolución sandinista o más recientemente en la propia Venezuela contra la revolución bolivariana. Golinger ha denunciado (www.aporrea.org) como NED y Bailey crearon en 2005 una organización llamada Corporación Empresarial Indígena del Ecuador (CEIE) junto a siniestros personajes implicados en la campaña desestabilizadora contra Correa como el Presidente de la Federación de Cámaras de Comercio y otros.
Según explica Golinger, uno de los objetivos de la CEIE –ya desde antes de la llegada de Correa al poder- ha sido el de intentar comprar a un sector de dirigentes indígenas con el objetivo de burocratizar y romper el movimiento indígena, que protagonizó en la última década distintos movimientos de masas contra las políticas pro-imperialistas y capitalistas.
Un golpe derrotado por la acción de las masas
Como explicaba en directo a TeleSur Ricardo Patiño, Ministro de Asuntos Exteriores, la movilización popular aisló a los golpistas en el Hospital de la Policía, donde retenían al Presidente, y creó fuertes divisiones en el seno de la oligarquía y el aparato estatal. Los jefes del ejército, que a media mañana hicieron declaraciones manifestando su lealtad a “la Constitución” (pero sin mencionar en ningún momento al jefe de estado más que para pedirle que “revisase” la ley objeto de protesta y llamarle a dialogar con los golpistas), tras mantenerse casi diez horas a la espera de cómo se desarrollaban los acontecimientos, se vieron finalmente obligados a intervenir. La firme decisión de los manifestantes de mantener rodeado el lugar del secuestro y tomarlo ellos mismos aún a costa de poner en peligro sus vidas, obligó a los jefes del ejército a dar la orden de tomar militarmente el hospital de la policía y abortar el movimiento golpista.
La prensa capitalista en muchos países ha intentado negar el golpe y presentar lo ocurrido el 30 de septiembre como una protesta de unos policías descontentos sin objetivos políticos. De este modo intentan evitar que los jóvenes y trabajadores de sus países se sientan inspirados por la movilización de las masas en Ecuador y se mantengan vigilantes ante nuevas intentonas golpistas. Curiosamente, algunos sectores ultraizquierdistas y sectarios se han unido al coro de la burguesía negando la existencia de un golpe contra Correa (al que acusan de “neoliberal” y consideran “un burgués más”) .Como consecuencia, desprecian totalmente la importancia de la magnífica movilización de miles de jóvenes y trabajadores en la calle. En algunos casos, incluso insisten en responsabilizar al Presidente Correa de los 8 muertos y 274 heridos con que se saldó el golpe.
Como es habitual, los sectarios confunden la revolución con la contrarrevolución. La realidad, como se pudo comprobar en directo por televisión, fue que mientras un grupo de policías (en el que según todo indica también se habían infiltrado miembros de partidos de la oposición a Correa) eran utilizados para retener al Presidente Correa, partidarios de Lucio Gutiérrez intentaban tomar de manera violenta el canal público de televisión y diputados opositores, junto a alguno del partido de Correa que se pasó a los golpistas, intentaron hacerse con el control del parlamento. Según informaciones publicadas en la web revolucionaria Aporrea el domingo 3 de Octubre, más de 200 francotiradores impedían la toma del Hospital de la Policía por el pueblo y en el mismo momento del rescate de Correa intentaron asesinar a éste disparando contra el coche en el que viajaba. Uno de los policías leales que acompañaba a Correa murió a causa de estos disparos. Si todo esto no es un golpe de estado ¿qué es?.
¿Por qué el golpe?
Este golpe se inscribe en una estrategia general de desestabilización política y sabotaje económico que comenzó cuando Correa llegó al poder y se ha visto intensificada desde que éste decidiese tomar distintas medidas que contravienen los objetivos de la burguesía ecuatoriana y el imperialismo estadounidense. El gobierno Correa ha incrementado el control gubernamental sobre los recursos petroleros para aumentar los gastos sociales, ha acabado con las bases militares estadounidenses en el país (particularmente la de Manta, clave para la estrategia imperialista en Latinoamérica) y decidió unirse a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) -impulsada por Cuba, Venezuela y posteriormente Bolivia- como alternativa al ALCA y los TLC promovidos por EE.UU. Desde su reelección con más del 60% de los votos hace poco más de un año, Correa además se declaró partidario del “socialismo del siglo XXI” y también ha puesto en marcha la intervención estatal de algunas empresas, si bien más tímidamente que en Bolivia o Venezuela.
Todo esto ha provocado que el imperialismo estadounidense y la oligarquía ecuatoriana hayan arreciado su ofensiva. La investigadora estadounidense Eva Golinger ha denunciado la creciente intervención en Ecuador de la “ONG” National Endowment for Democracy (NED), dirigida por el veterano agente de la CIA Norman Bailey y conocida por sus intervenciones en Nicaragua contra la revolución sandinista o más recientemente en la propia Venezuela contra la revolución bolivariana. Golinger ha denunciado (www.aporrea.org) como NED y Bailey crearon en 2005 una organización llamada Corporación Empresarial Indígena del Ecuador (CEIE) junto a siniestros personajes implicados en la campaña desestabilizadora contra Correa como el Presidente de la Federación de Cámaras de Comercio y otros.
Según explica Golinger, uno de los objetivos de la CEIE –ya desde antes de la llegada de Correa al poder- ha sido el de intentar comprar a un sector de dirigentes indígenas con el objetivo de burocratizar y romper el movimiento indígena, que protagonizó en la última década distintos movimientos de masas contra las políticas pro-imperialistas y capitalistas.
Como en Bolivia, la oligarquía ecuatoriana también ha intentado utilizar la cuestión nacional para dividir al movimiento obrero y popular y tumbar a Correa. Además de utilizar demagógicamente la cuestón indígena, han intentado desarrollar -con la excusa de la autonomía- un movimiento regionalista en el departamento de Guayas y en particular en la capital del mismo: Guayaquil, segunda ciudad del país y donde se concentra el mayor desarrollo económico e industrial. Sin embargo, hasta el momento estos planes no han tenido éxito. Los primeros movimientos en ese sentido fueron contestados por Correa (que curiosamente es originario de Guayaquil) convocando una gigantesca marcha de masas en esta ciudad en apoyo a la revolución. Esto fue determinante para frenar, al menos temporalmente, el entusiasmo movilizador de los contrarrevolucionarios. Sin embargo, si la revolución no les derrota definitivamente, los oligarcas volverán a intentar -ya sea con ésta cuestión o con cualquier otra- poner en jaque a la revolución.
La ofensiva para sacar a Correa del gobierno y poner a una marioneta del imperialismo (Lucio Gutiérrez o cualquier otro), como también ocurre en Venezuela y Bolivia, combina distintas formas de lucha: guerra mediática, desestabilización política y social y, por supuesto, sabotaje de la economía. Los reaccionarios mantienen todas las opciones abiertas. Su ofensiva se da, además, en un contexto en el que Ecuador está sufriendo los efectos de la crisis mundial del capitalismo. Esta ha reducido de manera muy importante las remesas de los emigrantes, que junto al petróleo representan la mayor fuente de ingresos del país. también ha reducido los mercados para los productos ecuatorianos en los países vecinos. Correa ha intentado en los últimos meses firmar acuerdos comerciales con la Unión Europea (UE) y abrir más Ecuador a las inversiones chinas pero esto no ha resuelto ningún problema. Mientras subsista la propiedad privada de los medios de producción y la economía de mercado será imposible resolver de manera definitiva los problemas que sufre la sociedad ecuatoriana.
Correa debe expropiar a la oligarquía y sustituir el actual estado por un estado de los trabajadores
Es indudable que el gobierno de Rafael Correa ha hecho más por mejorar las condiciones de vida del pueblo ecuatoriano que cualquiera de sus antecesores recientes. Correa intenta que la crisis capitalista mundial no se traduzca en despidos masivos, recortes sociales, etc. como ocurre en los países con gobiernos pro-capitalistas. Esto, en la medida en que no se ha expropiado a la clase dominante, se está haciendo sobre todo por la vía de incrementar del endeudamiento del estado y aprobando nuevas leyes intentando aumentar el grado de control y regulación del gobierno central sobre la economía.
Algunas de estas medidas recuerdan a las aprobadas en Venezuela en 2001. La ley de tierras intenta limitar y combatir el latifundio estableciendo un límite de 500 hectáreas a las tierras ociosas. La de hidrocarburos, aunque mantiene las concesiones petroleras a multinacionales extranjeras, obliga a pagar impuestos desde el inicio de sus operaciones y no como antes: una vez amortizasen su inversión. Sin embargo, al mismo tiempo que se aprueban estas leyes que tocan algunos intereses oligárquicos, se ha aprobado eximir del pago de regalías a algunas petroleras, rebajar el impuesto sobre la renta y conceder algunas ayudas y exenciones con el objetivo de tranquilizar a los empresarios y animarles a invertir. Pero tanto la experiencia histórica como la de los países hermanos Bolivia o Venezuela demuestra que en un contexto de ascenso de la movilización popular y con un gobierno que no cede sumisamente a todas sus pretensiones los empresarios nunca invertirán. Menos cuando la tendencia general de los capitalistas en todo el mundo es a abandonar la inversión productiva.
Bajo el capitalismo no hay salida
La dirección del Movimiento País y el propio gobierno quieren transformar la sociedad ecuatoriana y mejorar las condiciones de vida de los pobres, pero intentan hacerlo sin expropiar a los capitalistas. Esto supone que pese a toda una serie de políticas sociales progresistas implementadas por Correa, los problemas de las masas no se están viendo resueltos de manera concluyente. El desempleo alcanza el 10% y el subempleo el 50,4%. La dolarización de la economía se mantiene y hace que ésta sea muy dependiente de los vaivenes del mercado mundial. Según los sindicatos, tanto en las empresas privadas como en el sector público está aumentando la tercerización y los salarios resultan cada vez más insuficientes. Si esta situación se mantiene mucho más tiempo será utilizada por los contrarrevolucionarios para intentar avanzar en sus planes de desestabilización.
La propia ley de servicio público que utilizaron como excusa para el golpe es un ejemplo. Esta ley pretende según Correa combatir las corruptelas, sobresueldos, y otras irregularidades que cometen muchos funcionarios policiales y de otros organismos estatales. La medida ha sido saludada por los sectores más pobres de la población que ven a muchos de estos funcionarios como privilegiados y son a menudo víctimas de sus corruptelas. Sin embargo, esta y otras medidas sólo pueden servir para avanzar si forman parte de un plan global para mejorar drásticamente los salarios y condiciones de vida de toda la población y acabar en primer lugar con los privilegios y corruptelas que cometen los más grandes corruptos del país: los grandes empresarios y burócratas del estado.
Cualquier ley que busque acabar con la corrupción de los funcionarios estatales no puede ser aplicada de manera aislada sino como parte de un plan para sustituir el estado burgués por un estado revolucionario y expropiar los bancos, la tierra y las principales fábricas para ponerlas bajo control obrero y popular. Si no se hace de ese modo no servirá para conseguir los objetivos buscados y resolver los problemas de fondo que sufre la población. En el mejor de los casos, tendrá un efecto parcial que el sabotaje de los capitalistas y la burocracia estatal intentará minimizar aún más. En el peor, ocasionará nuevas contradicciones que serán utilizadas por los propios capitalistas para intensificar el saboteo y la desestabilización, manteniendo la corrupción y la pobreza que la alimenta (cuyos principales responsables son ellos) al tiempo que intentan sembrar el malestar y la confusión entre los policías y funcionarios para utilizarlos como ariete contra el gobierno.
Todo indica que el plan de los contrarrevolucionarios para tumbar a Correa consistía en intentar desencadenar un movimiento desestabilizador a partir de la protesta de los policías, haciendo confluir esta con las movilizaciones que algunas organizaciones de estudiantes, profesores y campesinos indígenas que se dicen de izquierdas vienen desarrollando desde hace algunos meses. Todo ello serviría para justificar en un determinado momento un golpe militar ante la ingobernabilidad del país. Probablemente, un sector de la clase dominante (encabezado por Gutiérrez y animado por el secuestro de Correa) decidió acelerar la marcha y adelantar el golpe decisivo. Pero sobrevaloraron sus fuerzas, tomaron por sorpresa a sectores de la propia oposición y, sobre todo, infravaloraron la capacidad de respuesta popular.
Como en Venezuela en abril de 2002, los jóvenes y trabajadores ecuatorianos demostraron su disposición a llegar hasta el final (hasta el sacrificio de sus propias vidas si era necesario) para defender la revolución. Todo esto ha incrementado la confianza en sus fuerzas de las bases del movimiento revolucionario, en Ecuador y en otros países. Pero no debemos limitarnos a celebrar la victoria. La burguesía y el imperialismo volverán a intentarlo y cometerán menos errores la próxima vez. Ello significa que tanto el Presidente Correa como las bases revolucionarias, en Ecuador y en otros países como Venezuela, Bolivia, etc., debemos sacar varias conclusiones de todo lo ocurrido.
La única manera de evitar nuevos golpes es el armamento general del pueblo y los trabajadores y la formación de comité de defensa en fábrica y barrios
El que un sector importante de la policía haya secuestrado al Presidente con la pasividad y ambigüedad de la cúpula militar demuestra que no se puede confiar en el aparato estatal existente para acometer ninguna medida de cambio, ni siquiera reformas progresistas. Mientras las fábricas, los bancos y la tierra permanezcan en manos capitalistas y el estado burgués siga en pie serán utilizados por la contrarrevolución y continuarán los planes golpistas. La próxima vez, como decíamos, intentarán organizarse mejor.
Como decíamos los marxistas de la CMR en un artículo escrito en los primeros momentos de la acción policial en el que se alertaba de todo lo ocurrido posteriormente y se llamaba a la movilización popular como único camino para defender la “revolución ciudadana”: “Sólo mediante una revolución que termine de un solo golpe con el aparato estatal capitalista y nacionalice los medios de producción se podrá resolver los problemas de la población y luchar efectivamente No hacer esto conlleva que la burguesía acabará con cualquier intento de avance del país, no gradualmente, si no de un solo golpe” (Ecuador: La policía se alza, peligro de golpe de estado. ¡La clase trabajadora debe estar alerta! Y. Moreno). Los gritos de los miles de manifestantes tras la victoria pidiendo castigo para los responsables muestran que los trabajadores y el pueblo comprenden instintivamente esta misma idea.
Como se planteaba en aquel mismo artículo, Correa debe depurar el ejército y la policía y encarcelar a todos los participantes y responsables del golpe. Pero no sólo eso. Debe impulsar la organización de milicias obreras y populares de defensa de la revolución en todos los barrios populares y centros de trabajo. Los trabajadores deben tener armas para poder defender el gobierno, ésa es la única garantía de que el ejército se mantenga al lado del pueblo.
Al mismo tiempo es necesario desarrollar un trabajo revolucionario dentro de la tropa. La lucha contra la corrupción y el golpismo en la policía y el ejército sólo tendrá éxito, como decíamos anteriormente, si va unida a un plan para sustituir la actual estructura estatal por un estado revolucionario controlado por los trabajadores y el pueblo mediante consejos de trabajadores, campesinos, vecinos, elegibles y revocables en todo momento. Ello debe ir unido además a la estatización de la economía bajo control obrero para elevar los niveles de vida y acabar con la pobreza y la lucha por la supervivencia, que son el caldo de cultivo sobre el que crecen y se extienden la corrupción y el malestar.
Las luchadores obreros y populares, las bases del Movimiento País, deben conformar comités de defensa en todos los centros de trabajo, universidades, escuelas y barrios, y coordinarlos local, regional y nacionalmente para combatir cualquier nueva intentona golpista y paralizar el aparato estatal, que los oligarcas tratarán de utilizar nuevamente contra el gobierno y el pueblo. Estos comités al mismo tiempo deben servir para recoger las principales demandas y necesidades existentes entre la población y unificar la lucha por ellas, elevándolas al gobierno para que les dé solución y demandando la aplicación de un programa socialista en las líneas comentadas. Uno de los retos que enfrenta hoy el movimiento obrero y popular en Ecuador es la construcción de una dirección revolucionaria formada por los líderes naturales y cuadros obreros, campesinos y populares que están surgiendo de la lucha por defender la revolución ciudadana y conducirla al socialismo.
La clase obrera debe defender y completar la “revolución ciudadana” con un programa marxista
Lamentablemente, los dirigentes de algunas organizaciones de izquierda que hace años estaban en primera línea en la lucha contra el imperialismo y las políticas de la burguesía como el Movimiento Pachakutik (organización política que dirige la organización indígena CONAIE) o el Movimiento Democrático Popular (Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador), que tiene la dirección del movimiento del sindicato de los profesores y de la central sindical UGTE, no sólo atacan públicamente a Correa como “traidor”, “neoliberal”, etc. sino que han llegado al extremo de justificar en la práctica su secuestro y llaman a sacarle del gobierno.
Tanto Correa como los sectores del movimiento obrero y popular que apoyan la “revolución ciudadana” han denunciado a los dirigentes de estas organizaciones como burócratas y agentes del imperialismo. No obstante, el debate central para los revolucionarios ecuatorianos es cómo evitar que esas políticas sectarias -que objetivamente ayudan a la contrarrevolución- puedan encontrar eco entre las capas más impacientes y golpeadas por el lento avance de la revolución del movimiento obrero y popular.
Si la revolución ciudadana se mantiene dentro de los límites de la economía de mercado y no mejora de manera drástica e inmediata las condiciones de vida de los trabajadores y el resto de los explotados expropiando a los capitalistas los sectarios pueden aumentar su influencia y representar un grave peligro para la unidad del movimiento obrero y popular en defensa de la revolución. Para evitarlo es imprescindible que los dirigentes sindicales y activistas estudiantiles y campesinos de base, revolucionarios, se organicen para luchar por un plan de acción de la clase obrera que no sólo defienda la “revolución ciudadana” sino que plantee al gobierno y al conjunto del movimiento de masas la necesidad de completar ésta recogiendo y dando satisfacción a todas las reivindicaciones y demandas de los trabajadores, campesinos pobres y la juventud obrera y popular. Ello permitiría asegurar y ampliar la mayoría que hoy tienen los revolucionarios dentro del movimiento de masas y construir una dirección revolucionaria con un programa socialista capaz de combatir con éxito no sólo a los contrarrevolucionarios y a los sectarios ultraizquierdistas sino también a los reformistas que intentan frenar la revolución.
La victoria contra los golpistas en Ecuador ha mostrado la enorme fuerza que tenemos los explotados cuando nos movilizamos y ha animado a las masas no sólo en este país sino también en Venezuela, Bolivia y el conjunto de Latinoamérica. Si la clase obrera, al frente de todos los oprimidos, tomase el poder en cualquiera de estos países y expropiase a la burguesía su impulso se contagiaría de manera inmediata al resto del continente.
La ofensiva para sacar a Correa del gobierno y poner a una marioneta del imperialismo (Lucio Gutiérrez o cualquier otro), como también ocurre en Venezuela y Bolivia, combina distintas formas de lucha: guerra mediática, desestabilización política y social y, por supuesto, sabotaje de la economía. Los reaccionarios mantienen todas las opciones abiertas. Su ofensiva se da, además, en un contexto en el que Ecuador está sufriendo los efectos de la crisis mundial del capitalismo. Esta ha reducido de manera muy importante las remesas de los emigrantes, que junto al petróleo representan la mayor fuente de ingresos del país. también ha reducido los mercados para los productos ecuatorianos en los países vecinos. Correa ha intentado en los últimos meses firmar acuerdos comerciales con la Unión Europea (UE) y abrir más Ecuador a las inversiones chinas pero esto no ha resuelto ningún problema. Mientras subsista la propiedad privada de los medios de producción y la economía de mercado será imposible resolver de manera definitiva los problemas que sufre la sociedad ecuatoriana.
Correa debe expropiar a la oligarquía y sustituir el actual estado por un estado de los trabajadores
Es indudable que el gobierno de Rafael Correa ha hecho más por mejorar las condiciones de vida del pueblo ecuatoriano que cualquiera de sus antecesores recientes. Correa intenta que la crisis capitalista mundial no se traduzca en despidos masivos, recortes sociales, etc. como ocurre en los países con gobiernos pro-capitalistas. Esto, en la medida en que no se ha expropiado a la clase dominante, se está haciendo sobre todo por la vía de incrementar del endeudamiento del estado y aprobando nuevas leyes intentando aumentar el grado de control y regulación del gobierno central sobre la economía.
Algunas de estas medidas recuerdan a las aprobadas en Venezuela en 2001. La ley de tierras intenta limitar y combatir el latifundio estableciendo un límite de 500 hectáreas a las tierras ociosas. La de hidrocarburos, aunque mantiene las concesiones petroleras a multinacionales extranjeras, obliga a pagar impuestos desde el inicio de sus operaciones y no como antes: una vez amortizasen su inversión. Sin embargo, al mismo tiempo que se aprueban estas leyes que tocan algunos intereses oligárquicos, se ha aprobado eximir del pago de regalías a algunas petroleras, rebajar el impuesto sobre la renta y conceder algunas ayudas y exenciones con el objetivo de tranquilizar a los empresarios y animarles a invertir. Pero tanto la experiencia histórica como la de los países hermanos Bolivia o Venezuela demuestra que en un contexto de ascenso de la movilización popular y con un gobierno que no cede sumisamente a todas sus pretensiones los empresarios nunca invertirán. Menos cuando la tendencia general de los capitalistas en todo el mundo es a abandonar la inversión productiva.
Bajo el capitalismo no hay salida
La dirección del Movimiento País y el propio gobierno quieren transformar la sociedad ecuatoriana y mejorar las condiciones de vida de los pobres, pero intentan hacerlo sin expropiar a los capitalistas. Esto supone que pese a toda una serie de políticas sociales progresistas implementadas por Correa, los problemas de las masas no se están viendo resueltos de manera concluyente. El desempleo alcanza el 10% y el subempleo el 50,4%. La dolarización de la economía se mantiene y hace que ésta sea muy dependiente de los vaivenes del mercado mundial. Según los sindicatos, tanto en las empresas privadas como en el sector público está aumentando la tercerización y los salarios resultan cada vez más insuficientes. Si esta situación se mantiene mucho más tiempo será utilizada por los contrarrevolucionarios para intentar avanzar en sus planes de desestabilización.
La propia ley de servicio público que utilizaron como excusa para el golpe es un ejemplo. Esta ley pretende según Correa combatir las corruptelas, sobresueldos, y otras irregularidades que cometen muchos funcionarios policiales y de otros organismos estatales. La medida ha sido saludada por los sectores más pobres de la población que ven a muchos de estos funcionarios como privilegiados y son a menudo víctimas de sus corruptelas. Sin embargo, esta y otras medidas sólo pueden servir para avanzar si forman parte de un plan global para mejorar drásticamente los salarios y condiciones de vida de toda la población y acabar en primer lugar con los privilegios y corruptelas que cometen los más grandes corruptos del país: los grandes empresarios y burócratas del estado.
Cualquier ley que busque acabar con la corrupción de los funcionarios estatales no puede ser aplicada de manera aislada sino como parte de un plan para sustituir el estado burgués por un estado revolucionario y expropiar los bancos, la tierra y las principales fábricas para ponerlas bajo control obrero y popular. Si no se hace de ese modo no servirá para conseguir los objetivos buscados y resolver los problemas de fondo que sufre la población. En el mejor de los casos, tendrá un efecto parcial que el sabotaje de los capitalistas y la burocracia estatal intentará minimizar aún más. En el peor, ocasionará nuevas contradicciones que serán utilizadas por los propios capitalistas para intensificar el saboteo y la desestabilización, manteniendo la corrupción y la pobreza que la alimenta (cuyos principales responsables son ellos) al tiempo que intentan sembrar el malestar y la confusión entre los policías y funcionarios para utilizarlos como ariete contra el gobierno.
Todo indica que el plan de los contrarrevolucionarios para tumbar a Correa consistía en intentar desencadenar un movimiento desestabilizador a partir de la protesta de los policías, haciendo confluir esta con las movilizaciones que algunas organizaciones de estudiantes, profesores y campesinos indígenas que se dicen de izquierdas vienen desarrollando desde hace algunos meses. Todo ello serviría para justificar en un determinado momento un golpe militar ante la ingobernabilidad del país. Probablemente, un sector de la clase dominante (encabezado por Gutiérrez y animado por el secuestro de Correa) decidió acelerar la marcha y adelantar el golpe decisivo. Pero sobrevaloraron sus fuerzas, tomaron por sorpresa a sectores de la propia oposición y, sobre todo, infravaloraron la capacidad de respuesta popular.
Como en Venezuela en abril de 2002, los jóvenes y trabajadores ecuatorianos demostraron su disposición a llegar hasta el final (hasta el sacrificio de sus propias vidas si era necesario) para defender la revolución. Todo esto ha incrementado la confianza en sus fuerzas de las bases del movimiento revolucionario, en Ecuador y en otros países. Pero no debemos limitarnos a celebrar la victoria. La burguesía y el imperialismo volverán a intentarlo y cometerán menos errores la próxima vez. Ello significa que tanto el Presidente Correa como las bases revolucionarias, en Ecuador y en otros países como Venezuela, Bolivia, etc., debemos sacar varias conclusiones de todo lo ocurrido.
La única manera de evitar nuevos golpes es el armamento general del pueblo y los trabajadores y la formación de comité de defensa en fábrica y barrios
El que un sector importante de la policía haya secuestrado al Presidente con la pasividad y ambigüedad de la cúpula militar demuestra que no se puede confiar en el aparato estatal existente para acometer ninguna medida de cambio, ni siquiera reformas progresistas. Mientras las fábricas, los bancos y la tierra permanezcan en manos capitalistas y el estado burgués siga en pie serán utilizados por la contrarrevolución y continuarán los planes golpistas. La próxima vez, como decíamos, intentarán organizarse mejor.
Como decíamos los marxistas de la CMR en un artículo escrito en los primeros momentos de la acción policial en el que se alertaba de todo lo ocurrido posteriormente y se llamaba a la movilización popular como único camino para defender la “revolución ciudadana”: “Sólo mediante una revolución que termine de un solo golpe con el aparato estatal capitalista y nacionalice los medios de producción se podrá resolver los problemas de la población y luchar efectivamente No hacer esto conlleva que la burguesía acabará con cualquier intento de avance del país, no gradualmente, si no de un solo golpe” (Ecuador: La policía se alza, peligro de golpe de estado. ¡La clase trabajadora debe estar alerta! Y. Moreno). Los gritos de los miles de manifestantes tras la victoria pidiendo castigo para los responsables muestran que los trabajadores y el pueblo comprenden instintivamente esta misma idea.
Como se planteaba en aquel mismo artículo, Correa debe depurar el ejército y la policía y encarcelar a todos los participantes y responsables del golpe. Pero no sólo eso. Debe impulsar la organización de milicias obreras y populares de defensa de la revolución en todos los barrios populares y centros de trabajo. Los trabajadores deben tener armas para poder defender el gobierno, ésa es la única garantía de que el ejército se mantenga al lado del pueblo.
Al mismo tiempo es necesario desarrollar un trabajo revolucionario dentro de la tropa. La lucha contra la corrupción y el golpismo en la policía y el ejército sólo tendrá éxito, como decíamos anteriormente, si va unida a un plan para sustituir la actual estructura estatal por un estado revolucionario controlado por los trabajadores y el pueblo mediante consejos de trabajadores, campesinos, vecinos, elegibles y revocables en todo momento. Ello debe ir unido además a la estatización de la economía bajo control obrero para elevar los niveles de vida y acabar con la pobreza y la lucha por la supervivencia, que son el caldo de cultivo sobre el que crecen y se extienden la corrupción y el malestar.
Las luchadores obreros y populares, las bases del Movimiento País, deben conformar comités de defensa en todos los centros de trabajo, universidades, escuelas y barrios, y coordinarlos local, regional y nacionalmente para combatir cualquier nueva intentona golpista y paralizar el aparato estatal, que los oligarcas tratarán de utilizar nuevamente contra el gobierno y el pueblo. Estos comités al mismo tiempo deben servir para recoger las principales demandas y necesidades existentes entre la población y unificar la lucha por ellas, elevándolas al gobierno para que les dé solución y demandando la aplicación de un programa socialista en las líneas comentadas. Uno de los retos que enfrenta hoy el movimiento obrero y popular en Ecuador es la construcción de una dirección revolucionaria formada por los líderes naturales y cuadros obreros, campesinos y populares que están surgiendo de la lucha por defender la revolución ciudadana y conducirla al socialismo.
La clase obrera debe defender y completar la “revolución ciudadana” con un programa marxista
Lamentablemente, los dirigentes de algunas organizaciones de izquierda que hace años estaban en primera línea en la lucha contra el imperialismo y las políticas de la burguesía como el Movimiento Pachakutik (organización política que dirige la organización indígena CONAIE) o el Movimiento Democrático Popular (Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador), que tiene la dirección del movimiento del sindicato de los profesores y de la central sindical UGTE, no sólo atacan públicamente a Correa como “traidor”, “neoliberal”, etc. sino que han llegado al extremo de justificar en la práctica su secuestro y llaman a sacarle del gobierno.
Tanto Correa como los sectores del movimiento obrero y popular que apoyan la “revolución ciudadana” han denunciado a los dirigentes de estas organizaciones como burócratas y agentes del imperialismo. No obstante, el debate central para los revolucionarios ecuatorianos es cómo evitar que esas políticas sectarias -que objetivamente ayudan a la contrarrevolución- puedan encontrar eco entre las capas más impacientes y golpeadas por el lento avance de la revolución del movimiento obrero y popular.
Si la revolución ciudadana se mantiene dentro de los límites de la economía de mercado y no mejora de manera drástica e inmediata las condiciones de vida de los trabajadores y el resto de los explotados expropiando a los capitalistas los sectarios pueden aumentar su influencia y representar un grave peligro para la unidad del movimiento obrero y popular en defensa de la revolución. Para evitarlo es imprescindible que los dirigentes sindicales y activistas estudiantiles y campesinos de base, revolucionarios, se organicen para luchar por un plan de acción de la clase obrera que no sólo defienda la “revolución ciudadana” sino que plantee al gobierno y al conjunto del movimiento de masas la necesidad de completar ésta recogiendo y dando satisfacción a todas las reivindicaciones y demandas de los trabajadores, campesinos pobres y la juventud obrera y popular. Ello permitiría asegurar y ampliar la mayoría que hoy tienen los revolucionarios dentro del movimiento de masas y construir una dirección revolucionaria con un programa socialista capaz de combatir con éxito no sólo a los contrarrevolucionarios y a los sectarios ultraizquierdistas sino también a los reformistas que intentan frenar la revolución.
La victoria contra los golpistas en Ecuador ha mostrado la enorme fuerza que tenemos los explotados cuando nos movilizamos y ha animado a las masas no sólo en este país sino también en Venezuela, Bolivia y el conjunto de Latinoamérica. Si la clase obrera, al frente de todos los oprimidos, tomase el poder en cualquiera de estos países y expropiase a la burguesía su impulso se contagiaría de manera inmediata al resto del continente.