Las elecciones nicaragüenses de este pasado noviembre arrojaron un triunfo contundente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), esto se ha logrado a pesar de los ataques sistemáticos de la oligarquía encabezada por Fabio Gadea del PLI. De esta forma la reelección de Daniel Ortega es un duro golpe para los intereses del capitalismo porque anima y da confianza a la lucha de los trabajadores. Sin duda alguna este es un triunfo muy importante pero también es cierto que debemos verlo como un paso de muchos que aun nos faltan por dar, para borrar del mapa al capitalismo en Nicaragua y en Centroamérica.
Los trabajadores se imponen
La alianza “Unida, Nicaragua triunfa” encabezada por el FSLN y con Daniel Ortega como candidato presidencial, obtuvo el 63% de los votos emitidos. De esta forma el sandinismo ha ganado la presidencia y la vicepresidencia por un nuevo periodo de cinco años y ha obtenido la mayoría en la Asamblea Nacional con 63 de los 92 diputados. Con estos resultados existen todas las herramientas legales para aprobar todo un conjunto de medidas que pongan fin a la situación de pobreza de las masas, bajo la condición de que el sandinismo impulse un programa que rompa con la propiedad privada capitalista.
En contraparte la derecha nicaragüense ha sido aplastada, Fabio Gadea era el candidato más fuerte y prometió que lograría “una avalancha de votos” en su favor, sin embargo las cifras finales apenas le dan un 31% del total de los sufragios. Consumidos por su debilidad los representantes de la oligarquía quedaron divididos en tres coaliciones más: el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) cuyo candidato fue el ex presidente Arnoldo Alemán, logró obtener 5.91% de los votos; Alianza Liberal nicaragüense (ALN) y Alianza por la Republica (APRE) lograron 0.4% y 0.23% respectivamente.
Representativamente la derecha ha quedado en una situación muy débil. Con la cantidad de votos obtenidos, el Partido Liberal Independiente (PLI) tendrá 27 legisladores en la Asamblea Nacional, mientras que el Partido Liberal Constitucionalista tendrá sólo dos legisladores en el parlamento.
El triunfo no fue en las urnas sino en las calles
Todas las encuestas realizadas previamente a las elecciones daban el triunfo a Daniel Ortega, en el peor de los casos se calculaba que el FSLN ganaría por un margen no menor al 10% sobre su contendiente más cercano que era Fabio Gadea. Se sabía incluso que si las coaliciones de derecha lograban una candidatura única no lograrían sumar la cantidad de votos necesarios para triunfar. Pero el elemento fundamental que presagiaba un triunfo del FSLN era el respaldo masivo del proletariado nicaragüense que se había venido demostrando en diversas concentraciones y movilizaciones.
La oligarquía nicaragüense nunca paso por alto estos indicadores por ello en realidad nunca estuvo dispuesta a ir a un proceso electoral, sabían perfectamente que perderían por un margen considerable exponiendo aun más la debilidad que desde hace algunos años les carcome por dentro.
Desde que el Frente Sandinista triunfó en las elecciones del 2006 y durante todo el periodo electoral actual, la derecha nicaragüense se ha dedicado a crear un clima de ataques, sabotaje y difamaciones cuyo objetivo final era el derrocamiento del FSLN para imponer de facto a uno de sus propios representantes. En esta tarea el gobierno estadounidense y la oligarquía de otros países centroamericanos han estado siempre presentes.
El conflicto por límites fronterizos con Costa Rica, llegó incluso a amenazas militares de parte de Laura Chinchilla, la presidente tica, que era respaldada por el gobierno de Obama desde Washington. El golpe militar hacia el Gobierno de Mel Zelaya en Honduras en junio del 2009 y luego el otro golpe hacia el gobierno de Rafael Correa en Ecuador en Septiembre del 2010 fueron otras amenazas que también eran extensivas para el gobierno de Daniel Ortega.
La campaña que localmente se organizó contra Daniel Ortega, incluyó la participación de los medios de comunicación burgueses, de una parte de la iglesia, grupos de choque en las calles, y todo un rosario de argumentos “legales” que planteaban su candidatura como “ilegal e ilegitima”.
Este ha sido el verdadero actuar de la derecha encabezada por Gadea y Alemán; ellos nunca quisieron ir a las elecciones y, peor aún, trabajaron para derrocar a Ortega por medios militares y antidemocráticos.
La razón que explica porqué Ortega no sólo no haya sido derrocado sino que incluso haya ganado con una mayoría aplastante es que la correlación de fuerzas no le favorece a la oligarquía sino a la clase trabajadora que está dispuesta a movilizarse y a luchar por el FSLN en las calles y que por si fuera poco es respaldada y fortalecida por todos los trabajadores de Latinoamérica que han puesto a temblar el régimen capitalista.
La lección más importante que los trabajadores debemos sacar de este triunfo es que Ortega ha sido reelecto no gracias a una jornada pura y netamente electoral, sino gracias a la fuerza y la conciencia de las masas explotadas en Nicaragua y a todo el proceso revolucionario en Latinoamérica.
El sabotaje actual
Después de la jornada electoral los medios de comunicación burgueses, los partidos de derecha y junto a ellos toda una lista de supuestas organizaciones de derechos humanos, ONG´S y demás pseudo defensores de la democracia han intensificado su campaña para anular y desacreditar políticamente las elecciones. El argumento preferido de todos estos farsantes es que desde el principio y hasta la entrega de resultados electorales todo el proceso ha estado lleno de irregularidades “antidemocraticas” a favor de Daniel Ortega.
En todo el mundo los empresarios y banqueros defienden la “democracia” cuando esta les favorece en los resultados y cuando les permite seguir exprimiendo a los trabajadores, pero cuando pierden y cuando ven sus intereses derrumbarse entonces rechazan los resultados. Esto explica porqué, después de saber que los resultados no le favorecían, Fabio Gadea del PLI declaró que no aceptará los resultados de las elecciones, por ello sumado a la campaña mediática e internacional, ahora están organizando movilizaciones que algunas de ellas ya han tenido como resultado enfrentamientos con las bases sociales sandinistas.
Como ya hemos explicado, esta actitud de ataques hacia el sandinismo ha sido una constante pero ahora toma nuevos bríos. Desde las bases del Sandinismo debemos dar una respuesta firme y contundente a estas amenazas.
La respuesta oficial del FSLN y de algunos intelectuales que simpatizan con este es por un lado hacer una defensa desde el punto de vista legal y por el otro haciendo un llamado a la reconciliación para trabajar juntos por una “Nicaragua para todos”. La única “reconciliación” que quieren Fabio Gadea, Arnoldo Alemán y demás representantes de la oligarquía es la que les permita destruir todas las conquistas que hasta ahora han tenido los trabajadores. Lo que la oligarquía comprende muy bien pero no así los dirigentes del sandinismo es que no hay términos medios, de hecho existe el riesgo de que, en el mediano plazo, los representantes de los capitalistas logren triunfos basándose no en sus propias fortalezas sino sobre todo en las debilidades que pueden crear las confusiones de los dirigentes sandinistas.
A la oligarquía no debemos ofrecerle una reconciliación sino una lucha firme que implique huelgas en todos los centros laborales y movilizaciones en las calles que hagan además un llamado al respaldo internacional.
Debemos expropiar a la burguesía
El triunfo electoral debe verse como una oportunidad para concretar firmemente ese gobierno socialista que Daniel Ortega propone y defiende. Esto resulta mucho más urgente porque a pesar de todos los programas sociales impulsados en los cinco años pasados de gobierno sandinista el pueblo nicaragüense aún sufre las miserias del capitalismo: el 60% de la población está bajo la línea de la pobreza, el 40% vive en zonas rurales con deficientes servicios de salud, vivienda, educación y trabajo; al mismo tiempo el precio de la canasta básica para una familia se eleva a 430 dólares mientras que el salario mínimo apenas supera los 100 dólares mensuales y el ingreso promedio los 290 dólares, cosa que provoca que cerca del 30% de la población sufra de desnutrición.
La única forma de ponerle un alto a las provocaciones de la oligarquía y de al mismo tiempo borrar la pobreza y el sufrimiento de las masas proletarias es expropiando todos los medios de producción, la banca y los latifundios. Todos estos deben ponerse bajo el control de los trabajadores organizados en comités por fábricas, escuelas o colonias. Todas estas acciones deben ir acompañadas de un llamado internacional al resto de trabajadores para que también en sus países de origen, espesando por los de la región, pueden desarrollar acciones de solidaridad y también para luchar por una federación socialista de Centroamérica y de toda América Latina.
Una vez más los trabajadores nicaragüenses han dado un golpe al capitalismo, consolidemos este triunfo destruyendo desde sus bases al sistema que por décadas nos ha sumido en la pobreza y la marginación.