A través de toda la Europa capitalista se está discutiendo ampliamente la idea del “control obrero” o la “democracia industrial”, tanto dentro del movimiento obrero como en las páginas de la prensa capitalista. Esto no es una casualidad.

En parte es una respuesta a la creciente militancia del movimiento obrero expresada en los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia, las huelgas mineras de Gran Bretaña de 1972 y 1974, las huelgas generales en Italia y Dinamarca, y la oleada de huelgas espontáneas en Alemania Occidental.

Los estrategas del capital buscan la forma de contener estos movimientos y encauzarlos por el camino de la “paz social”. Al mismo tiempo, intentan implicar e incorporar al proceso los esfuerzos de los trabajadores tanto en la oficina como en la fábrica, con ello, la clase empresarial espera incrementar la eficacia y por lo tanto el nivel de beneficios.

Cualquier buen delegado sindical conoce el despilfarro existente en la producción y la completa estupidez que muestran los “prodigios” de la administración empresarial. Sólo a través de la cooperación de los trabajadores se puede incrementar la productividad.

Así que no debe sorprendernos que cada vez más empresarios previsores apoyen la idea de la “participación de los trabajadores”, o como ellos la llamaban en el pasado, “consulta conjunta”. Ya en 1927 en Gran Bretaña, Sir Alfred Mond de ICI, el gran monopolio químico, buscaba la creación de “consejos de trabajadores”.

Su objetivo estaba claro. Con estos consejos querían que la información y las sugerencias realizadas por la mano de obra llegaran a la dirección de las empresas, querían que fueran ellos quienes impusieran a los trabajadores las instrucciones de la dirección, además de dirigir las aspiraciones de los trabajadores, es decir, querían “darles voz” pero dentro de unos canales seguros.

En otras palabras, eran comités ineficaces donde los trabajadores podían soltar vapor. Su objetivo era enredar a los dirigentes obreros para que cargaran con la responsabilidad de decisiones que en realidad eran tomadas por la dirección. Al mismo tiempo, esto crearía la ilusión de que los trabajadores tenían algo de influencia en la toma de decisiones y así evitaban que los trabajadores y sus organizaciones emprendieran acciones independientes.

Este es un punto crucial. Desde el principio con este tipo de planes los empresarios han intentado utilizar los “consejos de trabajadores” como una forma de debilitar a los sindicatos en las fábricas.

Intentan contraponer los “consejos de trabajadores” (como los sindicatos de empresa en los grandes bancos) a las verdaderas organizaciones de trabajadores. Es decir, sindicatos independientes y organizaciones de fábrica construidos a través de la lucha frente a las administraciones más “participativas”.

Incluso los expertos capitalistas en relaciones industriales admiten ahora la realidad. Como dice la Sociedad de Bienestar Industrial: “La impresión general es que la mayoría de las empresas realmente no creen, en la práctica, en la consulta formal y todo lo que eso implica, sino que se utiliza como un foro para las declaraciones de la empresa y para calmar a los empleados irritados”.

Pero todavía está por ver que estos consejos puedan continuar existiendo en su forma original, especialmente en las industrias nacionalizadas y la administración pública.

“Directores obreros”

Además de la idea capitalista de la “participación de los trabajadores”, ahora en los consejos de empresa se ha extendido también la idea de los “directores obreros” de empresa, pero en unas condiciones determinadas. ¡El CBI se ha quedado gratamente sorprendido por los “éxitos” de los directores obreros en la British Steel Corporation (Empresa Británica del Acero)! Esto no es sorprendente cuando se leen los comentarios de estos directores obreros que ganan 10.000 libras al año, como decía el Sunday Times (7/11/1971):

“Por supuesto que no somos realmente directores... No tenemos nada que ver con la política. Me siento como un director muy normal, no como un trabajador.Una arenga de delegado sindical en el consejo sería desastroso. Tenemos que ser libres para participar en la gestión si pensamos que es lo correcto. Creo que las huelgas ilegales nunca están justificadas. Soy socialista, pero no como vuestro Michael Foot. Soy más parecido a Jenkins, Roy por supuesto, no Clive”. [Roy Jenkins era un dirigente representativo del ala de derecha de la dirección del Partido Laborista de la época, mientras que Clive Jenkins era un dirigente sindical. Nota del editor].

Claramente la “participación de los trabajadores” no supone nada para los trabajadores en la industria, sólo significa algo para este tipo de “directores obreros” de la British Steel, algo que fue recomendado por el TUC en la Comisión Donovan sobre los sindicatos celebrada en mayo 1968.

En general, la actitud de los dirigentes sindicales no está clara. Jack Jones escribió en 1970 un panfleto titulado: La participación de la derecha: clave para el progreso industrial, en él defendía una forma de “participación representativa” donde los “directores y los delegados sindicales actuarían en cooperación”. [Jack Jones era el dirigente del TGWU. Nota del editor].

Estos pronunciamientos tan vagos parecen negar la existencia del conflicto de clase en la fábrica y Jack Jones fue incluso más allá, apoyando las reformas en el ICI donde los delegados sindicales sustituyeron el papel de los representantes de los obreros en los consejos de trabajadores.

En los últimos seis meses el CBI ha publicado un informe sobre la participación de los trabajadores y tanto el TUC como el Partido Laborista han hecho nuevas propuestas.

Todas las ideas expresadas en estos panfletos giran alrededor del sistema introducido en Alemania Occidental conocido como “codecisión”. De acuerdo con este esquema los trabajadores eligen a un tercio o a la mitad de los miembros de un consejo supervisor que dirige la política general y nombra un consejo de dirección por debajo de él que gestiona los asuntos de cada día. En Alemania Occidental, hasta este año, sólo en la minería y el acero tenían la mitad del consejo, y sólo tenían derecho a elegir directamente para el consejo a algunos de los miembros de los sindicatos, en lugar de elegirlos entre el conjunto de trabajadores. El resto de la industria no tiene representación sindical directa y sólo un tercio de representación en los consejos.

Ahora el CBI está dispuesto a apoyar estas propuestas en Gran Bretaña. Esto no es sorprendente cuando recordamos que los consejos de trabajadores dentro de este sistema no tienen derecho a convocar huelgas y eso evita la organización sindical.

El Informe de la Comisión Ejecutiva Nacional (CEN) del Partido Laborista en 1967 señalaba lo siguiente: “Donde la codecisión elige a los miembros de los consejos de trabajadores, éstos están aún más unidos a la dirección, crea un nuevo estrato de funcionarios industriales y hasta cierto punto aparecen las prerrogativas de la administración compartida.... un estrato superior privilegiado de la clase obrera”.

Incluso un informe oficial alemán sobre el funcionamiento de la “codecisión” admitía que “el trabajador individual normalmente casi no se siente directamente afectado por sus procedimientos. Aunque es capaz de plantear sus quejas y sugerencias, y que regularmente recibe alguna información de asuntos vitales, tiene poca oportunidad de jugar una parte activa en las relaciones de su propio centro de trabajo”. En otras palabras, ¡nada ha cambiado desde Sir Alfred Mond!

Por lo tanto, resulta decepcionante que tanto el TUC como el Partido Laborista vean dentro de este esquema un movimiento hacia el “control de los trabajadores”. El Informe del TUC sobre la Democracia Industrial defiende la aplicación del modelo alemán inicialmente en aquellas empresas con más de 2.000 trabajadores, pero el 50% de la representación en los consejos de trabajadores será elegida sólo por los sindicatos.
Este es el principal avance que el Green Paper del Partido Laborista: La comunidad y la empresa, también defiende. Como señala Green Paper: “El dualismo de la representación obrera entre los sindicatos y los consejos de trabajadores, permite a los empresarios enfrentar a los consejos de trabajadores contra los sindicatos”.

The Times encontraba esta propuesta “ofensiva por lógica” y “prácticamente absurda” porque “los miembros del consejo necesitaban ser responsables de sus acciones en interés de la empresa” y no de “organismos externos” como son los sindicatos. ¡Como si los accionistas y los banqueros de los consejos empresariales no fueran también “externos” en cuanto a lo que se refiere a los trabajadores!

¿Pero las propuestas del TUC y el Partido Laborista realmente son un paso hacia el control de los trabajadores? ¡El propio Green Paper dice que el control de los trabajadores es inviable mientras continúe existiendo el sector privado! Pero no llegan a la conclusión de que el sector privado deba convertirse en propiedad pública.

¿Y por qué sólo el 50 por ciento del consejo? Green Paper no responde a esta pregunta. ¿Qué ocurre si hay empate en la votación entre la dirección y los sindicatos en el consejo? Green Paper no responde ¡pero aporta la idea de un presidente “nombrado neutralmente” que decida el resultado de la votación!

En cuanto a eso, los directores sindicales tendrán que reconocer que “incluso su derecho a informar a sus trabajadores tendría los limites que marcan los secretos comerciales, la difusión de aquello que pudiera perjudicar a la posición competitiva de la empresa”.

El trabajo de los sindicatos no es proteger los beneficios ventajosos de cualquier empresa individual sino luchar por las mejoras de las condiciones de los trabajadores como un conjunto, y luchar para que el movimiento obrero finalmente acabe con el sistema privado de beneficio.

Los empresarios y algunos miembros del ala de derecha del Partido Laborista son mucho más claros que los autores de estos documentos con relación a la diferencia entre la “participación” y el “control”. Cuando John Stonehouse, parlamentario por Walsall North, dice: “Debemos establecer una distinción clara entre la participación de los trabajadores y el control de los trabajadores. Lo primero es aceptable, lo último no.... la experiencia en la administración cooperativa ha demostrado que la pericia administrativa es un atributo algo raro que no se puede desarrollar en cada Tom, Dick y Harry”.

Esta desdeñosa actitud hacia las capacidades de la clase obrera choca con la realidad del taller. Las cualidades de los trabajadores para gestionar la empresa se han podido ver no solo en la corriente de ideas utilizadas por la dirección a través de las llamadas “sugerencias a la dirección”, sino también en el poder de los delegados sindicales para organizar el trabajo de su sección o en la línea de producción, y en la capacidad de hacer el trabajo de la mejor forma posible.

En la fábrica ya existe el embrión del control obrero, pero está restringido, limitado e incluso reducido en su alcance por el poder de la dirección, su ineficacia y en las propias exigencias del sistema capitalista.

En realidad, a los trabajadores no les interesa tomar la responsabilidad de organizar la producción sin tener el control real de sus decisiones políticas en una fábrica o empresa. Cada trabajador puede comprender la historia que contó el parlamentario Joe Ashton en Labour Weekly (28/6/1974) sobre su primer empleo en la fábrica Sheffield, cuando estaba lleno de entusiasmo y de brillantes ideas. Encontró una forma de hacer el trabajo dos veces más rápido. Sus compañeros le riñeron y le dijeron que bajase el ritmo. No hizo caso y la dirección alabó su eficacia.

Al día siguiente el que fijaba los ritmos le presentó una nueva carta que reducía el precio del trabajo a la mitad porque ¡el había producido en la mitad de tiempo! El resultado: ningún aumento de los salarios y sí un aumento de los beneficios. ¡Así terminó la “participación de los trabajadores” para Joe Ashton y miles de trabajadores como él que han experimentado la misma situación!

El verdadero control obrero significa lo siguiente: el control de los trabajadores de las actividades diarias de una empresa o fábrica, que los trabajadores puedan revisar continuamente las decisiones de la administración y los empresarios, y si es necesario que las cambien. Significa que los trabajadores pueden revisar las entradas y las salidas de material y trabajo, que tienen acceso a los libros de cuentas de la empresa, que conocen y controlan las decisiones de inversión, etc., Este es el poder que por una buena razón tan celosamente guarda para sí la clase capitalista.

Como decía Lenin: “La ley de salvaguarda de secretos comerciales no sirve a los requerimientos de la producción de intercambio sino a la especulación y al enriquecimiento en su forma más cruda. Es una ayuda directa a la estafa que, como es bien conocido, está particularmente extendida en las sociedades anónimas y claramente ocultada por libros de cuentas y balances ideados para engañar a la opinión pública.... Este secreto significa salvaguardar los privilegios y los beneficios literalmente de un puñado de personas frente al conjunto de la población”.

No es suficiente con tener la información que cree la empresa que es adecuado dar. El verdadero control obrero significa desenmascarar los escándalos y las estafas que se producen en las salas de juntas de los ricos.

El Green Paper del Partido Laborista cuenta con muchas citas de éstas: Lonrho “la cara desagradable e inaceptable del capitalismo”; la indemnización por los destiladores y la talidomida “dentro de un acuerdo compartido” y “fondo desnudo”... Todos estos son “secretos comerciales” en lo que concierne a los empresarios y esperan que los directores obreros no los descubran ante la ley.

El Partido Laborista propone que a los directores se les suministre información sobre propiedades y honorarios, salarios y empleo en todas las plantas, transacciones compartidas con otras empresas, etc., eso sería un gran paso adelante pero también amenazaría las bases del comercio capitalista, el movimiento obrero tendría que dar marcha atrás ante la resistencia de los empresarios o seguir adelante hacia el pleno control obrero de las empresas.

Eso significaría la movilización de las organizaciones obreras para tomar el control de las oficinas y las fábricas, y por lo tanto dictar a los administradores lo que deben hacer. Y como señala Trotsky: “Esto lleva de lleno a la cuestión de la administración gubernamental de la industria, es decir, la expropiación de los capitalistas por un gobierno de los trabajadores. El control obrero, en esta forma, no es una ‘condición normal’ prolongada, como los acuerdos sobre escala salarial o seguridad social. El control es una medida transicional, en unas condiciones de extrema tensión de la guerra de clases y es concebible sólo como un puente hacia la nacionalización revolucionaria de la industria”.

Ocupaciones de fábricas

En este sentido ahora se pueden analizar los elementos positivos y negativos en la experiencia de las ocupaciones de fábrica llevadas a cabo internacionalmente por los trabajadores en el último período. Sobre todo la experiencia de la ocupación por los trabajadores de la fábrica Lip en Besançon, Francia, o los trabajadores de USC, ambas demostraron que los trabajadores pueden gestionar la industria, pagar sus propios salarios sin un consejo de dirección lleno de capitalistas.

Pero esta acción está limitada mientras continúe aislada de la lucha general por la transformación socialista de la economía.

Mientras que el control obrero se desarrolla desde abajo, desde el taller hacia las plantas de arriba, la administración obrera se desarrolla desde arriba, y sólo tiene sentido en términos de una economía socialista planificada, con unos monopolios nacionalizados.

El control de una o varias fábricas como ocurrió en España en 1936 o en Chile en 1972-73, no significa el final del capitalismo o del estado capitalista. Inevitablemente, mientras los capitalistas tengan el control absoluto de la economía el control obrero no se podrá mantener de una forma permanente.

Tanto los trabajadores de Lip como los de UCS llegaron a un acuerdo para devolver el control de las fábricas a los capitalistas, pero en él ni siquiera se consiguió el derecho al trabajo para todos los trabajadores.

Incluso las cooperativas de trabajadores que se crearon con subvenciones del gobierno después de la lucha en Triumph Meriden son pasos cortos hacia el control obrero.

La mano de obra y los salarios se han reducido drásticamente. La cooperativa no se puede ocupar de la producción mientras que las ventas y el marketing recaen en manos de los empresarios de Norton Villiers. Y, por supuesto, no hay garantía de que si la aventura no consigue hacer beneficios, incluso después de las masivas ayudas, los empresarios no cierren los suministros, las ventas y las facilidades de crédito. Los trabajadores de Fisher Bendix ahora se enfrentan de nuevo al desempleo a pesar de la valiente ocupación que protagonizaron hace dos años para preservar sus puestos de trabajo.

Como dijeron los trabajadores de Lip en el momento de su lucha: “No queremos caer en la trampa de las ‘cooperativas’ obreras porque si fracasan debido al aislamiento, se nos denunciaría por nuestra ‘mala administración obrera’... No se puede decir que el capitalismo aceptará alguna vez una ‘isla de plantas verdes’ en su entorno”. Sin la administración obrera de la economía, el control obrero de las fábricas no se puede sostener durante mucho tiempo.

Administración de los trabajadores

En este sentido, la reivindicación del control obrero es sólo una medida transicional adoptada por los trabajadores en el transcurso de la lucha, como parte del programa por la total transformación socialista de la sociedad. No es una reivindicación final y aislada defendida por los socialistas, como algunas tendencias del movimiento obrero imaginan.

Mientras que el control obrero se desarrolla desde abajo, desde el taller hacia las plantas de arriba, la administración obrera se desarrolla desde arriba, y sólo tiene sentido en términos de una economía socialista planificada, con los monopolios nacionalizados.

Eso significaría que los trabajadores dirigirían el plan global de la economía, tomarían las decisiones generales sobre inversión y los planes de crecimiento para satisfacer las necesidades de la población. Los socialistas no somos sindicalistas, no creemos que el control por parte de los trabajadores de plantas o industrias individuales pueda garantizar el funcionamiento armonioso de la industria sin la administración total de la economía por parte del conjunto de los trabajadores.

Esto significa que la propiedad de la industria no puede seguir en manos de los capitalistas. Sólo la propiedad pública de los monopolios garantizaría la administración y el control de los trabajadores de las fábricas individuales. Los trabajadores desarrollarían nuevas formas de organización para la gestión de la economía, probablemente similares a los consejos obreros o soviets que se extendieron por Rusia en 1917.

Estos consejos obreros englobarían a todos los sectores de la clase obrera, incluidos inquilinos, amas de casa, estudiantes, pensionistas, así como organizaciones sindicales e industriales de los trabajadores. Se celebrarían elecciones regulares de delegados, sujetos a la revocación inmediata, los funcionarios no cobrarían más del salario de un trabajador calificado, así se salvaguardaría a los trabajadores del crecimiento de una burocracia que pueda usurpar el poder. Los trabajadores de la Comuna de París fueron quienes por primera vez plantearon estas salvaguardas, después fueron adoptadas por Lenin y los bolcheviques en 1917.

En Gran Bretaña, el sector nacionalizado de la industria está gestionado de manera burocrática por muchos de los antiguos propietarios capitalistas de las industrias o por coroneles jubilados, etc., con salarios muy altos.

El único control obrero que existe dentro de estas empresas es el que desarrollaron los propios trabajadores frente a la administración. Resulta irónico que el principal argumento que están utilizando los dirigentes tories contra los planes laboristas de nuevas nacionalizaciones, ¡es que los trabajadores en el sector público de ninguna manera poseen o controlan sus industrias!

Industrias nacionalizadas

La estructura burocrática de las industrias nacionalizadas fue introducida por Herbert Morrison y otros dirigentes [laboristas] del ala de derecha bajo la presión directa de los capitalistas y los tories durante el período de gobierno laborista de 1945-50. El Partido Laborista debería regresar a los principios aprobados por los congresos laboristas de 1931 y 1937, en ellos se decía que los anteriores propietarios de las industrias nacionalizadas no pudieran decir nada más, que el primer cambio efectuado por la empresa pública debería afectar a los salarios y a las condiciones de los trabajadores, y no a masivos pagos de rentas o compensaciones a los antiguos propietarios que ahora están mermando a industrias como el ferrocarril o el carbón.

Deberíamos exigir el control de las actuales industrias nacionales y un plan que garantizase que los trabajadores tienen la mayoría en los consejos de dirección. Un tercio de estos consejos deberían ser elegidos por los sindicatos en la industria, un tercio por los trabajadores en la fábrica y otro tercio por el gobierno [laborista].

Las organizaciones obreras tenían la mayoría frente a cualquier tendencia burocrática. Pero al mismo tiempo, los intereses globales de la clase obrera en la economía estarían preservados. Ya algunos dirigentes del TUC como Ray Buckton (ASLEF, sindicato ferroviario) han apoyado públicamente este plan (en la conferencia de las Juventudes Laboristas (LPYS) de 1974).

Sólo un programa claro como éste puede desenmascarar el engaño que supone la “participación” y demostrar que la alternativa real es la gestión y el control obreros. Las propuestas actuales del Partido Laborista y el TUC son suficientes para irritar a los empresarios, pero no son suficientes para dar una salida hacia delante al movimiento obrero en su lucha para acabar con el poder de la clase capitalista y con todos los escándalos y horrores asociados a su dominio.

Son propuestas basadas en la aceptación de la existencia del capitalismo. Un verdadero programa de control obrero es un paso hacia un programa de abolición del capitalismo. Sólo esto puede garantizar que cada aspecto de la vida de la clase obrera no es decidido por un puñado de millonarios plutocráticos.

Publicado originalmente en Militant, 19/7/1974

 


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