El pasado 6 de diciembre la derecha contrarrevolucionaria, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), se imponía en las elecciones legislativas venezolanas. De los 163 escaños de la nueva Asamblea Nacional (AN), que empezó a sesionar el 5 de enero, la derecha controla una mayoría cualificada de 112. Un triunfo que, como ya están mostrando las primeras decisiones y propuestas de la MUD, representa un peligro mortal para los trabajadores y el pueblo. Todos los derechos y avances conquistados durante los últimos 17 años están amenazados.

Las causas de la derrota electoral

Desde sectores burocráticos y reformistas se intenta culpar de la derrota del 6D a las masas. Hablan de traición del pueblo, traición a Chávez y demás. ¡Qué cinismo! Quienes así se manifiestan no tienen nada en común con un verdadero revolucionario, sólo intentan esconder su propia responsabilidad en la derrota. Los trabajadores y el pueblo que votamos el 6 de diciembre somos los mismos que garantizamos la victoria del chavismo en las 18 elecciones anteriores, los que salimos a la calle una y otra vez a defender la revolución. El problema es que millones de personas están cansadas de oír discursos hablando de socialismo o denunciando la guerra económica, incluso reconociendo que existen el burocratismo y la corrupción, sin que se tomen las medidas que acaben con esas lacras. Millones están hastiados e irritados con el parloteo parlamentario y las declaraciones vacías que se contradicen con su realidad cotidiana: los capitalistas siguen haciendo grandes negocios con las divisas y los productos de primera necesidad, y muchos burócratas que se declaran socialistas y bolivarianos participan de esos negocios. ¿Quiénes son entonces los auténticos traidores a la revolución?

Cuando hace dos años el PSUV ganó las elecciones municipales, la dirección prefirió celebrar y mirar a otro lado en lugar de analizar unos resultados que ya representaban una advertencia clara. Entonces, una medida limitada y parcial como regular los precios de electrodomésticos, herramientas, ropa y otros productos —que según algunos podría ser un primer paso hacia a la izquierda— animó a votar, a última hora, a parte de las bases revolucionarias que estaban muy descontentas. Aún así, cerca de dos millones de personas que en anteriores elecciones habían votado por la revolución se abstuvieron. También se abstuvieron cerca de dos millones de electores que en las presidenciales de ese mismo año habían votado por la oposición. Como explicamos entonces, estos datos reflejaban un malestar profundo que momentáneamente iba a la abstención pero, dependiendo de si el gobierno aplicaba o no medidas verdaderamente revolucionarias y socialistas, podrían ser recuperados o irse a la oposición.

Esas medidas no se tomaron y los problemas se han agravado hasta niveles insoportables. Millones de personas que alguna vez votaron por Chávez hoy están desencantadas. Muchos jóvenes que votaban por primera vez, y no conocieron la IV República pero llevan años oyendo hablar de socialismo, justicia social, etc., mientras la inflación y el desabastecimiento crecen, o la inseguridad, la corrupción y el burocratismo se hacen crónicos, mostraron su hartazgo absteniéndose o votando por la MUD.

Cómo derrotar la estrategia contrarrevolucionaria

El objetivo de la burguesía es utilizar su mayoría en la Asamblea Nacional para chantajear y maniatar al gobierno bolivariano, que renuncie a aplicar medidas revolucionarias y obligarle incluso a aplicar recortes para, una vez desgastado ante su base social, lanzar el asalto definitivo a Miraflores. Para ello combinan distintas tácticas que van modificando en función de sus intereses. Mientras siguen organizando el sabotaje económico y la campaña mediática internacional contra la revolución, algunos de sus representantes hacen llamados al diálogo y la negociación. Sin embargo, cada vez se les ve más el plumero. Los empresarios ya han solicitado a la nueva AN la eliminación de leyes y conquistas revolucionarias como la ley de Vivienda (elaborada con la participación de las organizaciones de inquilinos y que entre otras cosas prohíbe los desahucios), la ley de precios justos o la ley del trabajo (que establece impedimentos legales al despido como la inamovilidad laboral, y otros aspectos favorables a los trabajadores). El nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Ramos Allup, llegó a plantear el despido de los trabajadores del canal de televisión de la Asamblea por sus ideas chavistas y ordenó retirar las imágenes de Chávez y Bolívar de la misma, algo que ha provocado indignación y movilizaciones espontáneas de protesta entre las bases revolucionarias.
Más allá de esta furia revanchista, los dirigentes de la MUD no tienen ninguna alternativa para sacar al país de la crisis económica, provocada en parte por el sabotaje que ellos organizan, pero sobre todo originada por la crisis general del sistema capitalista y el carácter históricamente parasitario de la burguesía venezolana. Tanto en la AN, como más aún si llegasen a Miraflores, sus recetas sólo pueden ser recortes, ataques y represión iguales o peores que los que sufren los trabajadores en otros países latinoamericanos o en Europa.

Entre las bases revolucionarias se comprende esto perfectamente y la derrota electoral ha suscitado efervescencia, crítica y un intenso debate. Los días posteriores al 6D se celebraron decenas de reuniones y asambleas de trabajadores, militantes y colectivos revolucionarios de base, en muchos casos de forma espontánea. El sentimiento generalizado, lejos de bajar la cabeza, era organizarse para enfrentar la ofensiva contrarrevolucionaria y enderezar el rumbo de la revolución. Lo único que falta es una dirección con un programa revolucionario que permita unificar y movilizar a la clase obrera y ponerla al frente del conjunto de los explotados.
En el terreno económico, la crisis sigue agudizándose dramáticamente (en el momento de escribir este artículo el precio del barril de petróleo ha caído a 27 dólares), pero las propuestas del Gobierno se limitan por ahora a aumentar el Impuesto sobre la Renta y crear un nuevo impuesto al débito bancario —que en principio afectaría a las grandes fortunas—, medidas a todas luces insuficientes. También se ha vuelto a plantear la posibilidad de subir el precio de la gasolina, algo que —mientras se mantenga la propiedad privada de los bancos y las grandes empresas— sólo provocará un alza general de precios.

Respecto a otras propuestas, como la creación de las llamadas “corporaciones socialistas”, que a pesar de su rimbombante nombre propone el desarrollo de polos empresariales mixtos —de capital público y privado— zonas económicas especiales, etc.; o el nombramiento como nuevo ministro de Industria de Miguel Pérez Abad, representante de los autodenominados empresarios bolivarianos, y que ha sido saludado efusivamente por las organizaciones patronales, incluida la golpista Fedecámaras, van todas ellas en dirección contraria a lo que se necesita: fortalecen las relaciones capitalistas (siguiendo el modelo chino), en lugar de construir una economía y un estado socialistas.
Estas políticas económicas llevan al abismo. Mientras se mantenga la propiedad de los bancos, la tierra y las empresas en manos capitalistas y el Estado y las empresas públicas sigan dirigidas por la burocracia, ninguno de los problemas que enfrenta la revolución encontrará solución

Lo mismo ocurre en el plano político. Intentando dar respuesta al ambiente crítico existente en las bases tras la derrota en las urnas, Nicolás Maduro ha cambiado a la mayoría de ministros y anunciado medidas como el desarrollo de un parlamento comunal donde, en teoría, deberían participar representantes de las comunas organizadas en los barrios obreros y populares para llevar sus propuestas al gobierno. La burguesía puso el grito en el cielo presentándolo como un intento de desconocer a la nueva Asamblea Nacional. Pero, hasta el momento, la concepción de los dirigentes bolivarianos parece ser la de entender dicho parlamento comunal como un órgano meramente consultivo y no como un genuino organismo que haga realidad el poder obrero y popular. Estas fórmulas por arriba, más allá de los discursos, no valen mucho para enfrentar una amenaza tan seria. El único modo de derrotar los planes contrarrevolucionarios de la nueva AN burguesa es que los trabajadores y el pueblo formen una asamblea nacional de delegados revolucionarios, elegibles y revocables en todo momento, para aplicar un programa que dé solución a los problemas que sufrimos y acabe con el Estado burgués.

Todo el poder político y económico debe pasar a manos de los trabajadores

La revolución venezolana sólo tiene dos alternativas: o todo el poder pasa, de verdad y urgentemente, a manos de los trabajadores, expropiando la banca y las principales empresas y depurando a todos los corruptos y burócratas, o será derrotada. Y no hablamos de una simple derrota electoral sino de una derrota en toda regla. Si la MUD llegase a Miraflores sólo podría aplicar su programa aplastando y reprimiendo violentamente a la clase obrera y el pueblo.
La cuenta atrás ha empezado. Es posible impedir que el fracaso electoral del 6D se transforme en una derrota decisiva pero para ello hay que actuar con decisión y dotarse de un programa genuinamente socialista. Las movilizaciones en la calle, reuniones y asambleas celebradas durante el último mes, confirman que los votos obtenidos por la derecha el 6D no expresan un apoyo sólido y masivo a la contrarrevolución, sino cansancio y descontento de sectores crecientes de las masas ante las contradicciones crecientes. Pese al desastre económico y los desmanes burocráticos, cinco millones de personas dejamos claro que no aceptaremos sin lucha volver al pasado. Pero, además, millones que votaron a la MUD quieren soluciones a sus problemas y pueden ser recuperados, con una condición: aplicar una verdadera política revolucionaria que acabe con el poder de capitalistas y burócratas y satisfaga sus necesidades.
Es urgente llevar a cabo una verdadera revolución dentro de la revolución. Las direcciones que han capitulado al burocratismo y la corrupción, que han cedido las posiciones que el pueblo ha conquistado, no pueden seguir al frente de la batalla. Es necesario que desde los sectores clasistas del PSUV y la CSBT, de los sectores revolucionarios de la UNETE, el Frente Nacional de Lucha de la Clase Trabajadora (FNLCT), se trace un plan de emergencia para recuperar el rumbo revolucionario, con asambleas de trabajadores en cada centro de trabajo y a escala local y regional, que culminen en un encuentro nacional de delegados obreros para debatir un programa de lucha. Pero igual de importante es reagrupar las fuerzas de la izquierda revolucionaria, construir una fuerte tendencia marxista en el movimiento chavista. Esta es la tarea en la que está empeñada la Corriente Marxista Revolucionaria.

¡Todos al punto de ataque! ¡Ningún paso atrás!
¡Únete a la CMR y lucha por un programa socialista que enfrente la amenaza contrarrevolucionaria!

1.- Dignificación de las condiciones de vida del pueblo: Subida de salarios igual o superior a la inflación. Expropiación inmediata de toda la banca, los monopolios, las empresas estratégicas y los latifundios, no para gestionarlas burocráticamente, sino para que el conjunto de la clase obrera las dirija a través de delegados elegibles y revocables permanentemente, que no cobren más que un trabajador cualificado.

2.- Monopolio estatal del comercio exterior. Todos los productos que sea necesario importar deben ser comprados directamente por el gobierno en el mercado mundial y ser distribuidos a precios verdaderamente justos. Ese monopolio estatal no puede estar en manos de funcionarios al margen del control de las masas, sino bajo la administración y el control de los trabajadores y el pueblo.

3.- Ni un dólar más a ningún capitalista. Todas las divisas deben ir a industrializar el país mediante un plan socialista elaborado democráticamente por los propios trabajadores y el pueblo.

4.- Contra la especulación y el acaparamiento: cárcel para los especuladores. Todos los empresarios y burócratas implicados deben ser expropiados y encarcelados. Condenar a los responsables del problema y no al pueblo que sufre sus consecuencias.

5.- ¡Todo el poder económico y político a los trabajadores! ¡Abajo la burocracia corrupta! ¡La economía y el Estado deben estar bajo la dirección de la clase obrera y el pueblo mediante consejos elegibles y revocables en todo momento! Frente a la Asamblea Nacional controlada por la burguesía, elección desde los centros de trabajo y barrios de una Asamblea de Delegados Revolucionarios de los trabajadores, campesinos y soldados para aplicar un programa revolucionario. Depuración del PSUV de corruptos y burócratas. Fuera los empresarios y cualquiera que explote o reprima a los trabajadores del partido de la revolución.

6.- Llamamiento a la acción revolucionaria de toda la clase obrera y los pueblos de América Latina y del mundo entero para derrocar el capitalismo. La revolución bolivariana triunfará de la mano del internacionalismo proletario.


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