El ataque e invasión militar de Turquía representa una nueva etapa en la guerra en Siria. El anuncio del presidente estadounidense Donald Trump de que las tropas norteamericanas abandonarían Siria y la garantía de que EEUU no intervendría en un conflicto entre los turcos y los kurdos dio luz verde al presidente turco Recep Tayyip Erdogan para atacar a la población kurda del noreste sirio.

Esta región está actualmente controlada por las Fuerzas Democráticas Sirias, una alianza de milicias kurdas, árabes, turcomanas y de otros pueblos, dirigida por las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y las Unidades de Defensa de Mujeres (YPJ), las milicias del kurdo Partido de la Unión Democrática (PYD). Fueron las milicias kurdas las que realmente derrotaron y expulsaron a los yihadistas del ISIS, en una alianza desigual con el ejército estadounidense: el coste en muertes en combate fue de 6 soldados norteamericanos y 11.000 milicianos y milicianas kurdos.

En su discurso ante la ONU el pasado 24 de septiembre Erdogan anunció su propósito, consensuado con EEUU, de “establecer una zona de seguridad en Siria. Queremos establecer un corredor para la paz de 30 kilómetros de ancho y 480 kilómetros de largo en Siria y permitir que se asienten aquí dos millones de sirios con el apoyo de la comunidad internacional”.

Aunque intente presentarlo como un proyecto ‘humanitario’ este ataque militar nada tiene que ver con el humanitarismo. Lo que realmente mueve a la clase dominante turca y a su presidente son sus propios intereses políticos y ambiciones imperialistas en Oriente Medio. No es una invasión pacífica, es una agresión militar contra el pueblo kurdo que causará miles de muertos y el desplazamiento de centenares de miles de kurdos.

Una vez conquistado el noreste sirio Turquía pretende controlar el territorio ocupado a través de grupos de mercenarios islamistas procedentes del Ejército Libre Sirio. Un ejemplo de lo que sucederá si finalmente consiguen sus objetivos es lo situación que hoy vive la ciudad de Afrin controlada desde el pasado mes de febrero por el ejército turco y los islamistas, no sólo han muerto miles de civiles, más de 200.000 personas han tenido que abandonar sus hogares y lo que predomina es el caos, la supresión de libertades y la represión brutal de la población civil.

Rojava es una amenaza para Turquía

En 2013, después de sufrir la barbarie y expulsar al ISIS, los kurdos tomaron el control del norte sirio, declararon su autonomía y crearon la Federación Democrática del Norte de Siria o Rojava. Establecieron un estado laico, gobernado a través de la democracia directa, en el que existe la igualdad de derechos y de género, y su constitución incluye el respeto y la protección de todas las minorías étnicas y religiosas que forman la región.

La creación de Rojava despertó enormes simpatías en todo el mundo, pero especialmente entre los kurdos. La población kurda está formada por más de 30 millones de personas y representan la nación sin estado más grande del mundo. El territorio donde debería situarse su estado, la región conocida como Kurdistán, se la reparten Turquía, Iraq, Irán y Siria, en estos países los kurdos son una minoría oprimida, especialmente por sus tradiciones democráticas y revolucionarias que hoy son visibles en Rojava. Por todas estas razones la existencia de Rajova se ha convertido en una amenaza para Erdogan y sus socios imperialistas de la región. Su principal objetivo es romper los vínculos de los kurdos que habitan el sur de Turquía con los enclaves kurdos del norte de Siria y acabar definitivamente con la aspiración de independencia de los kurdos de Turquía.

La expulsión de los refugiados sirios de Turquía

Según sus declaraciones, Erdogan pretende crear una zona de seguridad en el norte sirio para alojar a más los 3,6 millones de refugiados sirios que malviven en Turquía. Con la expulsión de los refugiados a tierras kurdas quiere, por un lado, resolver el problema económico que representa albergar y mantener a los refugiados, y al mismo tiempo fortalecer su posición en casa, sobre todo después de sufrir la mayor derrota en veinte años en las últimas elecciones municipales.

Otro problema importante es el empeoramiento de la economía turca y la intensificación de la lucha de clases. Sin otro logro que presentar, depende cada día más de avivar el nacionalismo y animar los sentimientos contra los kurdos, espera que si su aventura imperialista tiene éxito entonces pueda utilizarla para avivar el nacionalismo y recuperar el prestigio perdido en casa. En cualquier caso, esta operación militar no es un reflejo de la fortaleza de Erdogan, sino de su debilidad, por esa razón está obligado a correr riesgos, aunque éstos puedan volverse en su contra. Fundamentalmente, porque cuanto más se prolongue la invasión y la guerra de guerrillas con las milicias kurdas, mayor será el impacto en el Kurdistán turco.

Si logra su objetivo de recolocar a los refugiados sirios en el Kurdistán sirio preparará el terreno para nuevas divisiones y masacres étnicas. A los refugiados de mayoría árabe se les ofrece un nuevo “hogar” del que primero hay que expulsar a otros. Sembrando así las semillas de futuros enfrentamientos y divisiones de carácter étnico y nacional.

Una guerra entre potencias imperialistas

La invasión turca y la retirada de EEUU tienen además consecuencias internacionales que afectan al papel de las distintas potencias mundiales y regionales en la guerra siria. La decisión de Donald Trump de retirar las tropas ha provocado malestar entre la clase dominante norteamericana, incluso dentro del propio aparato de Partido Republicano, que acusan al presidente de dejar el camino libre en Siria a Rusia, Irán y al presidente sirio al Assad.

Por lo pronto, el ejército sirio y las milicias kurdas ya han llegado a un acuerdo para permitir la entrada hasta la frontera turca de las tropas sirias, lo que permitirá al régimen sirio recuperar el territorio perdido durante la guerra. Irán es otro jugador de primer orden que estos últimos años ha desplegado miles de soldados para apoyar al gobierno sirio en el marco de su propio enfrentamiento con EEUU. Por su parte Rusia ha llegado a un acuerdo con Turquía para desplegar tropas rusas que son las que deben garantizar la retirada de las milicias kurdas de la frontera siria, el primer paso para expulsar a los kurdos de Rojava. Incluso Alemania ha mostrado sus ambiciones imperialistas proponiendo el envío de una fuerza de 30.000 o 40.000 tropas de la OTAN bajo su mando.

Los líderes kurdos están buscando una solución en el apoyo de unas u otras fuerzas imperialistas, pero nunca se produjo la liberación de ningún pueblo de la mano del imperialismo. Todos estos movimientos dentro del tablero de ajedrez que hoy forman las relaciones internacionales en Oriente Medio demuestran que los intereses de las clases dominantes de cada uno de los países son diametralmente opuestos a los de las masas oprimidas y empobrecidas.

Como tantas otras veces en la historia del capitalismo, la suerte y el destino del pueblo kurdo es un ejemplo de cómo las ‘pequeñas’ nacionalidades y naciones son sólo un peón dentro del juego de las grandes potencias, que las utilizan sin ningún tipo de escrúpulo y cuando ya no son útiles para sus intereses las abandonan y si es necesario las aplastan. Todos los actores presentes en Siria, EEUU, la Unión Europea, Rusia, Irán, el régimen sirio e incluso Erdogan en algún momento han prometido algo al pueblo kurdo, y todos lo han traicionado tan pronto han logrado sus objetivos.

Ni las diversas potencias regionales, ni EEUU o la Rusia de Putin son verdaderos aliados del pueblo kurdo. Para el imperialismo norteamericano su alianza con los kurdos solo fue una medida táctica que obedecía exclusivamente a intereses estratégicos. Era evidente que tarde o temprano el acuerdo de EEUU con el YPG/YPJ sería sacrificado por sus intereses imperialistas de largo alcance. Al final, los kurdos sólo pueden lograr sus derechos democráticos luchando junto con los oprimidos y explotados de la región, los trabajadores, los jóvenes o los campesinos pobres árabes, turcos e iraníes que tienen intereses comunes y lo más importante, para luchar conjuntamente contra los capitalistas que no están dispuestos a garantizar sus derechos políticos y económicos.


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