¡Toda nuestra solidaridad con la resistencia armada del pueblo libanés!
Alrededor de las 2 de la madrugada de este martes 1 de octubre, el ejército israelí ha comenzado su invasión criminal del Líbano.
Una ofensiva militar que ya se ha cobrado la vida de más de 1.000 civiles, el desplazamiento de un millón de personas, y la destrucción de los barrios del sur de Beirut. Y todo esto es posible por el apoyo activo del imperialismo estadounidense y europeo. La izquierda militante e internacionalista debe decir alto y claro: ¡Fuera las manos sionistas del Líbano! ¡Abajo la intervención imperialista!
Las cosas han quedado claras. Esta nueva agresión, que continúa el genocidio perpetrado en Gaza y Cisjordania, pretende diseñar una nueva correlación de fuerzas en Oriente Medio al coste que sea. Crear el Gran Israel, como defienden los nazis supremacistas que gobiernan en Tel Aviv, y servir de punta de lanza a los intereses de EEUU y la UE en su lucha por la hegemonía mundial contra China y Rusia. Ese es el objetivo del sionismo y de sus patrocinadores internacionales, y si el precio es la sangre de decenas de miles de mujeres, hombres y niños inocentes que así sea.
Como los nazis…
La secuencia es brutal. Tras sembrar el pánico en numerosas ciudades libanesas con atentados terroristas organizados por sus servicios secretos, después de varios días de devastadores bombardeos que han convertido la vida de millones de personas indefensas en una pesadilla, la criminal maquinaria de destrucción del régimen de Netanyahu ha vuelto a golpear porque se siente impune.
En nuestra última declaración analizábamos los objetivos del régimen de Netanyahu, comparándolos con los nazis en los años 30 y explicando la amenaza que supone para el mundo. Si alguien creía que exagerábamos aquí tiene la respuesta. La camarilla mesiánica y supremacista que detenta el poder en Tel Aviv tiene un plan criminal que parece copiado del que aplicó Hitler en los años 30 al propio pueblo judío y otras nacionalidades.
Entonces, el objetivo de los nazis era expandir el imperialismo alemán hacia el Este de Europa aplastando a la clase obrera y sus organizaciones, los derechos democráticos y borrando del mapa a naciones enteras. El objetivo de estos neonazis que han sustituido la esvástica por la estrella de David es similar: ampliar las fronteras del Estado sionista para crear a sangre y fuego el Gran Israel; lo que significa expulsar y exterminar al pueblo palestino y colocar a sus pies a todo Oriente Medio.
Esto es lo único que explica que los poderosos servicios secretos sionistas, que han mostrado su capacidad de infiltración y poder de destrucción estos últimos días asesinando con una precisión pocas veces vista a dirigentes y militantes de Hamás y Hezbolá, dejasen hacer cuando conocían al dedillo el plan de Hamás del 7 de octubre. Esto es lo que está detrás del genocidio sionista en Gaza, de la sangrienta ofensiva desplegada en Cisjordania durante los últimos meses y ahora de esta nueva carnicería en Líbano. Están decididos a arrasar las vidas de decenas de miles de personas más. Es una locura, pero sigue una lógica. La lógica implacable del fascismo.
La complicidad estadounidense y europea alimenta la destrucción sionista
Los cínicos llamamientos de Biden y Kamala Harris a “una intervención controlada”, “limitar” las muertes civiles”, declarar una “tregua humanitaria”, etc., como ya hicieron cuando empezó la invasión de Gaza, solo pueden producir asco, indignación y rabia. Sin sus armas, dinero y cobertura diplomática, el Gobierno nazi de Israel no podría seguir desplegando su poder destructivo en Gaza, ni se le habría pasado por la cabeza invadir Líbano.
Al mismo tiempo que el ejército sionista iniciaba su invasión, el Gobierno estadounidense anunciaba el aumento de su contingente militar en Oriente Medio en 3.000 soldados más, elevándolo a 43.000 efectivos. Las declaraciones de distintos portavoces de la Administración Biden, y en general del imperialismo estadounidense, dejan clarísimo el porqué de este despliegue: “La protección de las fuerzas estadounidenses ya desplegadas en la región” y “si fuera necesario, la defensa de Israel”, explicaba la portavoz del Pentágono Sabrina Singh.
Antes, el secretario de Defensa, Lloyd Austin amenazaba “a Irán, sus socios o las milicias que apoya”(1). Un mensaje que no solo va dirigido al régimen iraní, Hezbolá, Hamás o los hutíes yemeníes. También a todos los Gobiernos árabes que, ante el auténtico holocausto que está viviendo el pueblo palestino a manos del régimen sionista, han mirado a otro lado hasta ahora, limitándose a declaraciones de condena y derramar lágrimas de cocodrilo.
La presión de Beijing sobre el Gobierno iraní y otros Gobiernos árabes con los que ha sellado acuerdos comerciales y que han aumentado su dependencia de las inversiones chinas, ha sido decisiva para evitar una escalada bélica frente a las continuas provocaciones israelíes.
Detrás de la política china de condenar la ofensiva israelí mientras pide contención a sus socios árabes está el creciente peso de sus inversiones en la región, incluido el propio Israel, del que ya es el segundo socio comercial, así como su interés en aparecer como una potencia responsable, fuerte y que garantiza estabilidad frente a la decadencia y descontrol estadounidenses.
Irán responde
Pero la invasión del Líbano y las amenazas sionistas y estadounidenses a Irán pueden hacer saltar todo por los aires. El nivel de provocación ha traspasado todas las líneas rojas. Y la respuesta de Irán no se ha hecho esperar: Teherán ha lanzado más de 200 misiles balísticos según las últimas informaciones, aunque podrían llegar a 400.
Es el mayor ataque contra suelo israelí y todavía no se conocen sus consecuencias materiales. Pero las políticas son evidentes. Irán, y detrás de su posición China, están mandando una sería advertencia a Tel Aviv y Washington de que no van a aceptar sin resistencia los planes sionistas. La agresión contra el Líbano y la perspectiva de una matanza contra su población, y contra decenas de miles de seguidores de Hezbolá, es demasiado.
El régimen de los Mulás no puede tolerar algo semejante, teniendo en cuenta su precaria situación dentro del país, después de los levantamientos populares de los últimos años y de la represión sangrienta que desató, y porque sería un golpe demoledor a su prestigio.
Sería temerario plantear una perspectiva acabada en estos momentos. Pero la estrategia de Israel se puede volver en su contra. No solo provocando una respuesta militar de Irán que pensaban no iba a suceder, también creando los elementos para movimientos revolucionarios en Oriente Medio y en todo el mundo árabe.
Obviamente esta agenda militarista y criminal alienta la lucha internacionalista contra el genocidio sionista y su barbarie. En EEUU y en Europa va a golpear la conciencia de millones de jóvenes y trabajadores, y de cara a las elecciones de noviembre son noticias pésimas para los demócratas.
No debemos olvidar las lecciones de la historia. Biden y sus colegas del Partido Demócrata, igual que sus predecesores, han demostrado que detrás de su máscara de progres liberales se esconde una política militarista, golpista y genocida.
Los imperialistas occidentales son los responsables de esta guerra, como lo son también de la guerra de Ucrania, algo que se suma a su larga historia de atrocidades contra los pueblos oprimidos del mundo.
¡Incrementar la solidaridad con el pueblo palestino y libanés!
El doble lenguaje lamentando hipócritamente los bombardeos y ataques de Netanyahu, el mayor criminal de guerra de las últimas décadas, y al tiempo seguir suministrando las armas, capitales y cobertura militar para masacrar a cada pueblo que se cruza en su camino, prueba la complicidad y cobardía de la izquierda reformista parlamentaria y gubernamental.
Tanto la izquierda del Partido Demócrata estadounidense, encabezada por Bernie Sanders y Ocasio-Cortez, como la socialdemocracia internacional, incluido el Gobierno de Pedro Sánchez y sus aliados, no dudan en denunciar el belicismo y los “crímenes de guerra” de Putin, pero apoyan entusiastamente el envío de armas al ultraderechista títere de EEUU y amigo de los nazis del Batallón Azov, Zelenski, y el incremento estratosférico de los presupuestos militares. La diferencia es muy evidente frente al holocausto de Israel contra el pueblo palestino y ahora su invasión del Líbano: hacen declaraciones en tono compungido pero siguen negándose a romper relaciones diplomáticas y comerciales con el régimen sionista.
No podemos confiar en las instituciones y partidos del capitalismo. Todas sus declaraciones y resoluciones son una pantomima que envalentona a Netanyahu. El único camino para frenar la masacre del pueblo palestino y la invasión del Líbano es continuar construyendo un movimiento de solidaridad internacionalista cada día más masivo y militante.
Como comunistas revolucionarios estamos frontalmente contra la guerra imperialista y la agresión sionista. Pero no somos pacifistas ni neutrales. Estamos con las masas oprimidas de Líbano, Gaza y Cisjordania y con su legítimo derecho a la resistencia armada frente a sus agresores y opresores.
La tarea es clara. Hay que volver a llenar las calles del mundo, de EEUU, de Europa y del mundo árabe. Hay que promover todas las acciones posibles, manifestaciones, boicots, huelgas estudiantiles y huelgas obreras en todos los países. Y aquí, en el Estado español, llenar las manifestaciones convocadas para este 5 y 6 de octubre.
La causa Palestina y del pueblo libanés está indisolublemente unida a la causa de la revolución socialista. Solo derrocando al Estado sionista, y a sus aliados imperialistas, solo acabando con la tiranía de los regímenes árabes burgueses y construyendo una Federación Socialista de Oriente Medio, podremos barrer esta barbarie.
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