“La humanidad asesinada en rituales empapados de sangre, los perpetradores filmando con orgullo su infernal espectáculo. Las mujeres lloraban horrorizadas mientras sacaban a los niños de sus casas y los masacraban junto a sus maridos, padres y abuelos. Hayat Tahrir al-Sham (HTS), absurdamente reconocida internacionalmente como «fuerzas de seguridad legítimas» de Siria, retransmitieron con orgullo sus atrocidades: civiles obligados a arrastrarse, ladrar, suplicar… hasta que las balas acallaron sus súplicas; cadáveres de mujeres y niños apilados en un grotesco monumento”[1].
Los testimonios de las matanzas perpetradas contra la minoría alauita por fuerzas militares y paramilitares del Gobierno de Damasco resultan estremecedores. En solo tres días, del 6 al 9 de marzo, los fascistas integristas de HTS, que lidera el actual presidente sirio Ahmed Al Sharaa, desataron el terror en las provincias costeras del noroeste de Latakia y Tartús. Este es el mismo personaje a quien EEUU, la UE, el Gobierno español del PSOE y Sumar, y los medios de comunicación occidentales llevan presentando desde hace tres meses como garante de una Siria libre y democrática.
Por el momento, y según recuentos que pueden aumentar en los próximos días, más de 1.500 personas de la minoría alauita han sido asesinadas, la mayoría de ellas civiles indefensos, y otros miles de personas más están huyendo fuera del país dirigiéndose a la frontera con el Líbano, o buscaron refugio en la base militar rusa de Jmeimim[2].

Barbarie y limpieza étnica en la Siria “liberada”
Durante la ofensiva del HTS para tomar el poder ya hubo un aluvión de denuncias sobre las acciones punitivas de limpieza étnica contra alauitas, kurdos, drusos y otras minorías nacionales y religiosas, y la represión brutal contra las mujeres. No debemos olvidar que las fuerzas “insurgentes” patrocinadas por Turquía, EEUU, la UE y el Gobierno sionista de Netanyahu son los mismos integristas reaccionarios procedentes del ISIS y Al Qaeda que llevan años luchando por implantar una dictadura fundamentalista en Siria.
Representantes de diferentes países de la OTAN y la UE, incluido el Gobierno de Pedro Sánchez, viajaron a Damasco para abrazarse con Al Sharaa. Por arte de magia, los terroristas yihadistas de hacía dos telediarios, se convirtieron en “luchadores por la libertad” y “demócratas respetuosos de la diversidad religiosa y cultural” gracias a una vomitiva campaña de desinformación que incluso ahora prosigue. El asesinato a sangre fría de civiles indefensos de estos días ha sido presentado por los medios occidentales como “enfrentamientos provocados por ataques de grupos fieles al antiguo dictador”.
La propaganda de Washington y Bruselas sobre que Al Sharaa lideraría un gobierno de transición que convocaría elecciones democráticas en pocos meses, se ha derrumbado como un castillo de naipes. Ante la evidencia de que sus títeres en Damasco estaban lejos de controlar totalmente la situación, Washington y sus aliados pactaron que no se celebren elecciones hasta dentro de, ¡cuatro años como mínimo! Mientras transcurre ese tiempo prudencial, sus peones se emplean a fondo para aplastar a sangre y fuego cualquier oposición interna.
Respecto al discurso del supuesto abandono del fundamentalismo por HTS y “el rol central de la mujer” en la nueva Siria la cosa no va mejor. En el gabinete de Al Sharaa no hay una sola mujer, porque, como explicó el portavoz gubernamental, estas deben desempeñar “las tareas que les corresponde”[3]. A petición de sus amos occidentales, Al Sharaa aceptó crear una Oficina de Asuntos de la Mujer, y ha puesto al frente a una fundamentalista que llama a las mujeres a “no ignorar las prioridades de su naturaleza creada por Dios” y cumplir “sus funciones en el seno de la familia”[4]. Este desprecio machista y reaccionario ya ha provocado movilizaciones de protesta en Damasco y otras ciudades.
Pero donde las contradicciones han estallado más brutalmente es en la cuestión nacional. Siria es un territorio multiétnico con diferentes lenguas, culturas y confesiones religiosas. El discurso oficial sobre la “unidad nacional” y la “defensa de la integridad territorial”, que fue celebrado con entusiasmo por mandatarios occidentales como el presidente español Pedro Sánchez y su ministro de Exteriores Albares[5], no significa otra cosa que reprimir a sangre y fuego a quienes luchan no ya por el derecho de autodeterminación sino incluso por autonomía y un mínimo de respeto a las lenguas, las tradiciones culturales o las diferentes confesiones religiosas.
La masacre contra la población alauita ha sido el episodio más brutal pero no el único. Organizaciones de solidaridad con el pueblo kurdo han denunciado el asedio criminal sobre Rojava, el Kurdistán sirio. Tanto la aviación turca como tropas del Ejército Nacional Sirio (ENS) han causado centenares de muertes de civiles kurdos y destruido infraestructuras vitales para la vida de más de un millón de personas. Cristianos, drusos y otras minorías también han sufrido la brutalidad de las políticas represivas de Al Sharaa y de su principal patrocinador, el régimen turco.

El reparto imperialista de Siria
Detrás de toda esta violencia está el Gran Juego imperialista por el reparto del país en áreas de influencia bajo control estadounidense, turco e israelí. Enfrentado a su derrota en Ucrania y desesperado por al ascenso imparable del bloque imperialista rival formado por China y Rusia, Washington necesitaba dar un puñetazo en la mesa e intentar recuperar autoridad y posiciones en Oriente Medio. Solo pudo hacerlo apoyándose en aliados como el régimen reaccionario de Erdogan y el Gobierno sionista de Netanyahu, que comparten objetivos comunes como debilitar y aislar a Irán, otro aliado de China y Rusia, y afianzar sus respectivos poderes en la región. Pero Ankara y Tel Aviv también tienen agendas e intereses propios.
Las matanzas de estos días ponen de manifiesto las dificultades del imperialismo estadounidense por dar credibilidad a su discurso, y como sus objetivos estratégicos en la zona no están garantizados ni mucho menos. Rusia, además de salir de la guerra de Ucrania como ganadora indiscutible y asestar un durísimo golpe a la maquinaria militar de EEUU y la UE, está compensando rápidamente el revés que sufrió en Siria. Putin ya ha suscrito nuevos acuerdos para instalar bases militares y aumentar su presencia económica y militar en Sudán y en Libia con el Gobierno de Bengasi, que controla el 70% del país, garantizando así una posición clave en el Mar Rojo, seguir fortaleciendo su influencia en África y tener una plataforma desde la que poder intervenir ante los nuevos acontecimientos de Oriente Medio.
Y en Siria lejos de reinar la estabilidad, el reparto territorial entre los bandidos crean nuevas contradicciones. El ejército israelí bombardeaba este mismo 13 de marzo un barrio de Damasco con la excusa de que albergaba a un grupo integrista. Es un mensaje de advertencia a Damasco y Ankara de que ante su ofensiva para afianzar el control de regiones que hasta ahora no controlaban, el régimen sionista no cederá un milímetro en sus planes para dominar el sur del país[6].
El objetivo de todas las potencias imperialistas es culminar lo más rápido posible el reparto de Siria antes de que el descontento y malestar que se están acumulando entre las masas, que sufren un 90% de pobreza, pueda provocar estallidos que cambien la actual correlación de fuerzas.
La integración de las FDS en el ejército sirio y el futuro de Rojava
Como explicamos en artículos anteriores[7], la lucha heroica de los milicianos y milicianas kurdas de las Unidades de Protección del Pueblo (YPJ) y las Unidades de Defensa de las Mujeres (YPG) que integran las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y liberaron el territorio que hoy es Rojava, representó una luz de esperanza para Siria y todo Oriente Medio.
En estos últimos días, las denuncias de los milicianos kurdos han sido clave para que internacionalmente se conozcan los crímenes de HTS contra los alauitas. Muchos de esos activistas han llamado correctamente a la lucha conjunta de kurdos, alauitas, drusos, árabes y demás pueblos que integran Siria contra los crímenes de los fundamentalistas que controlan el Gobierno de Damasco, y por una Siria libre de la dominación de cualquier potencia imperialista y del sectarismo religioso.
Y precisamente por esa heroica trayectoria y la referencia que representa Rojava, debemos ser claros sobre el impacto que tiene la firma de un acuerdo entre Mazloun Abdi, jefe de las milicias kurdas del FDS, y el presidente sirio Al Sharaa. Un pacto por el que se integran “todas las instituciones civiles y militares del noreste de Siria, incluidos los pasos fronterizos, los aeropuertos y los yacimientos de petróleo y gas natural, en la gestión del Estado sirio”.[8]

En el texto acordado, el Gobierno dice que garantizará a los kurdos “sus derechos de ciudadanía y todos los derechos constitucionales” y “que todos los sirios desplazados que regresen a sus ciudades y pueblos serán protegidos por el Estado sirio”. A cambio, las FDS se comprometen a “apoyar la lucha del Estado sirio contra cualquier amenaza de los restos del régimen de Assad, así como contra las amenazas a la seguridad y la unidad y rechazar los llamamientos dirigidos a crear divisiones entre los componentes de la sociedad siria, los discursos de odio y los intentos de sembrar la discordia”.
Este compromiso, que es una trampa mortal para las milicias y el pueblo kurdo, ya está siendo utilizado por el Gobierno integrista y las potencias occidentales como aval para justificar sus políticas, tapar los crímenes contra la minoría alauita y relanzar con más fuerza su campaña de propaganda presentando a Al Sharaa y HTS como defensores del diálogo, la paz y los derechos democráticos. Los compromisos del Gobierno sirio sobre los derechos constitucionales y la seguridad de la población son los mismos que hizo a los alauitas y ya hemos visto para qué sirven. Pero los compromisos de las FDS son muy concretos: someterse a las órdenes de Damasco y actuar contra cualquier amenaza a la “seguridad y la unidad”.
La desmovilización provocada por este pacto será utilizada por el Gobierno de Damasco y el régimen turco para atacar los derechos conquistados durante los últimos años por los kurdos y otras minorías nacionales en Rojava y reforzar su poder. Este acuerdo, como los anteriores con Washington para obtener ayuda militar, no ofrecen ninguna solución real al problema nacional kurdo, suponen un abierto abandono de una posición de clase e internacionalista que renuncia por completo al socialismo, y lo único que provocarán serán nuevos conflictos debilitando la fuerza armada y el apoyo político de las milicias kurdas.
El desarrollo de los acontecimientos en Siria vuelve a dejar muy claro que bajo el imperialismo y el capitalismo no hay salida. Unir a los oprimidos por encima de divisiones étnicas, religiosas y nacionales solo podrá hacerse bajo la bandera de la revolución socialista y la lucha por una Federación Socialista de los Pueblos de Oriente Medio.
Notas:
[1]Milicianos afines al gobierno provisional de HTS masacran a cientos de civiles alauítas en Siria
[2] Siria: más de 1.000 muertos en dos días, ¿por qué se reactiva el conflicto?
[3]Las nuevas autoridades sirias nombran a una mujer como gobernadora del Banco Central
[4]Polémica en Siria tras las declaraciones de la nueva responsable de mujeres
[5]España iza bandera en Damasco y legitima a gobierno de facto de Siria Sánchez promete al primer ministro libanés apoyo para la reconstrucción y reivindica una Siria pacífica y estable
[6]Israel aprueba un plan para el desarrollo socieconómico de las comunidades drusa y circasiana
[7] Rojava y la trampa envenenada de los pactos con Washington
[8] Texto completo del acuerdo en Mazloum Abdi y Ahmed al-Sharaa firman un acuerdo