Al cumplirse el quinto aniversario de la guerra de Iraq, el imperialismo norteamericano se encuentra en un callejón sin salida, no ha conseguido ninguno de sus objetivos: ni estabilizar la zona, ni controlar el petróleo, ni impedir el surgimiento de nuevas potencias regionales. Al contrario, paradojas de la vida, la intervención estadounidense ha cambiado por completo la correlación de fuerzas en la zona en beneficio del demonizado régimen iraní, que se ha convertido en un actor determinante en el escenario en conflicto y con quien al imperialismo no le queda más remedio que colaborar en Iraq para evitar que la situación sea aún peor para sus intereses. Para colmo, y muy a pesar de la descomposición social y económica, del fomento de la violencia sectaria y de las tremendas calamidades diarias, las masas están empezando a dar cauce a su profundo malestar. La agitación es tremenda en todos los países de la región.
Que EEUU es incapaz de inspirar a los pueblos de Oriente Próximo, todos gobernados por autocracias que los norteamericanos apoyan, no es precisamente una novedad. Lo que es una novedad es que quizá está perdiendo también la capacidad de intimidarlos con su poder.
Shlomo Ben Ami, ex ministro de Exteriores israelí
Al cumplirse el quinto aniversario de la guerra de Iraq, el imperialismo norteamericano se encuentra en un callejón sin salida, no ha conseguido ninguno de sus objetivos: ni estabilizar la zona, ni controlar el petróleo, ni impedir el surgimiento de nuevas potencias regionales. Al contrario, paradojas de la vida, la intervención estadounidense ha cambiado por completo la correlación de fuerzas en la zona en beneficio del demonizado régimen iraní, que se ha convertido en un actor determinante en el escenario en conflicto y con quien al imperialismo no le queda más remedio que colaborar en Iraq para evitar que la situación sea aún peor para sus intereses. Para colmo, y muy a pesar de la descomposición social y económica, del fomento de la violencia sectaria y de las tremendas calamidades diarias, las masas están empezando a dar cauce a su profundo malestar. La agitación es tremenda en todos los países de la región.
El caos de Iraq
En Iraq el balance de estos cinco años es catastrófico. El 70% de los iraquíes no tienen agua potable, el 43% vive con menos de un dólar al día y el 50% está en el paro. "Cuando los estadounidenses llegaron para ocupar Iraq, nos prometieron una vida mejor. Luego de matar a nuestros hijos y esposos nos están matando de hambre a no-sotros", así se expresaba una maestra de escuela de Faluya, y continuba: "La ración alimentaria, antes suficiente para nuestra supervivencia, ahora es prácticamente nada, y los precios están increíblemente altos en el mercado. Para un 80% de los iraquíes es imposible comprar los mismos alimentos que solía obtener en las raciones del régimen anterior".
Sin embargo, el actual primer ministro iraquí, el chií Nuri Al-Maliki, no tuvo ningún reparo en anunciar la eliminación de la cartilla de racionamiento este mes de junio, aconsejado por el Banco Mundial. Así se entienden las declaraciones de un abogado de 45 años en Faluya: "No culpen a los iraquíes por llamar a la época de las sanciones ‘los buenos viejos días', porque eran definitivamente buenos comparados con los días oscuros que estamos viviendo bajo la ocupación estadounidense", y continuaba "conseguíamos queso, leche en polvo para nosotros y para nuestros hijos, alimentos especiales para niños (...) Ahora obtenemos balas y misiles, y medicinas y alimentos contaminados".
Privatizaciones y corrupción desenfrenada
Todo esto es consecuencia directa de la guerra y de las políticas impuestas por los grandes organismos internacionales capitalistas como FMI y Banco Mundial que, como buitres, presionan para llevar a cabo "reformas" (véase ataques a los trabajadores y a los pobres) y privatizaciones.
La Ley de Hidrocarburos, aprobada por el gobierno iraquí el año pasado y pendiente de ratificarse en el parlamento, está hecha a medida de las grandes compañías petroleras. Tiene el objetivo de privatizar el sector a través de los denominados Acuerdos de Participación en la Producción, contratos que, respetando la titularidad formal del Estado iraquí de la propiedad del petróleo, favorecerán durante décadas su control privado por compañías inversoras extranjeras; además, a partir de su puesta en marcha permitiría a las autoridades locales gestionar los recursos que aún no han sido explotados (el 78% de todas las reservas). Dentro de este proceso de privatización y desmantelamiento del sector público, el gobierno iraquí tiene previsto eliminar el subsidio al petróleo, lo que subiría para los propios iraquíes el precio de la gasolina.
Mientras, el caos y la corrupción campan a sus anchas. Tanto es así que el ministerio de Defensa de Iraq ha tenido que reconocer la "desaparición" de 7.000 millones de dólares, y el de Energía la de otros 4.000 millones. El Pentágono tuvo que reconocer en 2007 que hasta el 70% de la producción de la refinería de Baiji, uno de los emplazamientos industriales más importantes del país, se esfumaba en el mercado negro a lo largo del año.
Basora, Al-Sáder y las elecciones en otoño
En todo este escenario la ciudad de Basora tiene una gran importancia, estamos hablando del motor económico del país, posee el 70% de las reservas probadas del país y aporta el 90% de los ingresos del gobierno. De Basora salen 1,6 millones de barriles de petróleo diarios de los 2,3 millones en el total del país, además en esta ciudad se encuentra la Compañía Estatal de Petróleo del Sur de Iraq.
En esta ciudad, Al-Sáder es fuerte (también la otra milicia chií, al Badr) y el control de esta zona es clave tanto para el imperialismo USA como para Irán. El CSII (el principal partido chií sostenedor del gobierno iraquí y vinculado con el régimen iraní) tiene dentro de sus planes la creación de una gran región semi-autónoma en el sur del país. Así podrían controlar el petróleo y afianzar su influencia. Irán actualmente es el principal socio económico de Iraq (han firmado varios acuerdos secretos). Según la agencia oficial iraní de noticias, el gobierno iraní ha concedido préstamos al gobierno iraquí por valor de mil millones de dólares. También tienen previsto la construcción de un oleoducto desde Basora a la ciudad iraní de Abadán.
El gobierno iraquí, obviamente, aspira a controlar esta zona del país y Al-Sáder es una dificultad en el camino, más si tenemos en cuenta que en otoño de este año está previsto celebrar elecciones provinciales, en las cuales Al-Sáder tiene muchas posibilidades de ganar. Según un informe del Internacional Crisis Group (ICG): "el movimiento saderista continúa siendo un movimiento de masas popular de jóvenes chiíes pobres y desencantado, profundamente arraigado". Lo cierto es que Al-Sáder es un elemento reaccionario al que poco le importa el futuro del pueblo iraquí, de hecho ha formado parte durante un tiempo del gobierno iraquí bajo la ocupación militar, demostrando que no tiene ningún programa que permita la auténtica liberación nacional y social de las masas trabajadoras y oprimidas. Se mueve única y exclusivamente para conseguir más influencia y poder en el nuevo escenario iraquí. Pero el movimiento que tiene detrás puede, en un momento determinado, ir más allá de lo que Al-Sáder quiera o diga, y eso resulta incómodo tanto para el imperialismo, como para el "gobierno" iraquí e iraní.
La ofensiva de Basora y la fragilidad del ‘Estado' iraquí
La ofensiva desatada por el gobierno de Al-Maliki contra las milicias de Al-Sáder en Basora a finales de marzo y abril de 2008 tenía dos objetivos: en primer lugar demostrar la fortaleza del gobierno y la solidez de su ejército y de esta manera ir preparando la salida de las tropas USA del país con más garantía, y en segundo lugar dar un golpe Al-Sáder y conseguir desarmar sus milicias, el Ejército del Mahdi. El fracaso ha sido estrepitoso. Esta primera ofensiva en solitario del ejércitro iraquí y dirigida personalmente por Maliki ha sido un fiasco.
Al Maliki ha dejado clara su enorme debilidad y tras los enfrentamientos ha tenido que llegar a un acuerdo temporal, que se puede romper en cualquier momento, sin conseguir desarmar las milicias de Al Sáder (60.000 hombres hombres armados). No sólo no ha conseguido este objetivo, sino que se han visto escenas de policías iraquíes entregando armas a las milicias. El gobierno iraquí despidió a 1.300 policías y soldados porque se negaron a enfrentarse a la milicia chií de Al-Sáder y tendrán que comparecer ante un tribunal militar por la "solidaridad -ya fuese por razones políticas, étnicas o religiosas- que han mostrado" hacia la milicia. A eso hay que añadir la huelga declarada, en el sur del país, por la misma policía iraquí para exigir el cobro de sus salarios al ejército norteamericano.
El fracaso de la ofensiva de Basora ha puesto nuevamente a las claras que EEUU no ha conseguido lo más elemental para poder empezar a plantearse seriamente una retirada de Iraq: un régimen estable y fiel a sus intereses basado en un ejército y una policía sólidos. Están tratando de reconstruir las instituciones iraquíes, pero tienen enormes dificultades. La policía iraquí contando con unos 180.000 efectivos a mediados de 2007, antes del fiasco en Basora, ya había sufrido más de 30.000 bajas y las deserciones eran algo común.
También ha sido muy significativo lo ocurrido con las tropas británicas. El plan de Gordon Brown, primer ministro británico, era retirar los soldados de Basora. A estas alturas debían haberse retirado 2.500 de los 5.000 efectivos; la realidad es que sólo 1.000 se han retirado y que tras lo ocurrido en Basora el ministro británico de Defensa anunció el 1 de abril la "congelación indefinida de la retirada de las tropas de Iraq debido a la situación de Basora", y es que la intervención de las tropas británicas ha sido clave para poder hacer frente a las milicias, que constantemente han tenido que dar su apoyo in extremis a las unidades de combate iraquíes. Todo esto tendrá consecuencias, en primer lugar en la moral de la tropa, que ve estrelladas contra un muro sus esperanzas de vuelta a casa.
Desmoralización
Los soldados norteamericanos se encuentran en una situación muy precaria. El discurso realizado ente el Congreso norteamericano por el general Petraeus, máximo responsable de las fuerzas de ocupación, lo demuestra. Reconoció explícitamente las dificultades que se viven sobre el terreno, que los avances eran "frágiles" y "reversibles". "No vemos ninguna luz al final del túnel, tenemos que dejar el champán al fondo del frigorífico" y señaló que "el ejército está al límite de sus fuerzas".
No podemos olvidar el infierno que está suponiendo Iraq para los soldados allí situados. Las cifras son contundentes: aparte de los más de 4.000 muertos, unos 300.000 soldados destinados en Iraq y Afganistán sufren problemas mentales. Según un informe del Pentágono, la cifra de suicidios en 2007 es mucho más alta que cualquiera de las registradas desde que terminara la Guerra del Golfo en 1991. Es cierto que el número de atentados ha caído un 60% respecto a junio de 2006 y el número de muertos ha caído también un 60% respecto a diciembre de 2006, pero esto ha sido en gran medida por la tregua decretada por Al-Sáder en verano de 2007.
Por otro lado, los ejércitos privados que están haciendo sus negocios a costa de la guerra (más de 170 empresas de este tipo se encuentran en Iraq) son reconocidos como fundamentales para que el ejército USA pueda realmente hacer frente a la situación, si no hace mucho tiempo que estaría desbordado.
El coste económico y político en EEUU
Mientras la guerra continúa, sin visos de solución, los gastos se disparan y se acumula el descontento de la población norteamericana.
Según el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz el coste total de la guerra se encuentra alrededor de los tres billones de dólares (cantidad con la que se podría haber construido ocho millones de viviendas sociales, dar empleo a 15 millones de profesores en la enseñanza pública durante un año, dar a 120 millones de niños asistencia a la ayuda educativa y sanitaria por un año o dar becas a 43 millones de estudiantes para estudiar en universidades públicas durante cuatro años).
En una reciente encuesta realizada por la CBS se reflejaba la división creciente en la sociedad norteamericana respecto a la guerra. Sólo el 29% de la población norteamericana entrevistada pensaba que había valido la pena la invasión de Iraq, frente a un rotundo 64% que afirmaban que no ha valido la pena. Según un sondeo publicado por la revista Foreign Affaire, un 65% de los norteamericanos cree que EEUU deberían retirar todas sus tropas de Iraq "de inmediato" o "durante los próximos doce meses".
Elecciones presidenciales
En noviembre se celebrarán las elecciones presidenciales en EEUU. La expectativa es grande, sin embargo, ninguno de los candidatos tiene una alternativa real para Iraq. Mientras que el republicano McCain ha advertido del desastre que significaría una retirada precipitada de Iraq, Obama hace discursos sobre "lo errado de la guerra" sin concretar en ningún momento qué hará en caso de materializarse su probable victoria. De hecho, las declaraciones de Obama, nada más confirmarse como candidato demócrata a las elecciones presidenciales no dejan lugar a dudas de cuál será su política exterior: "El peligro de Irán es serio, es real, y mi meta será eliminar esa amenaza", agregando que "siempre tendré la opción militar para defender nuestra seguridad y la de nuestro aliado Israel".
En todo caso el gobierno Bush quiere dejar todo bien atado y firmar un acuerdo con el gobierno iraquí, antes del mes de julio, por el que se perpetuaría indefinidamente la ocupación militar de Iraq con independencia de quien esté al frente de la Casa Blanca. Parece evidente que las elecciones no resolverán nada y las tensiones seguirán acumulándose en el escenario del conflicto y en la sociedad norteamericana.
Primero de Mayo, síntomas
Es tremendamente importante destacar algunos movimientos que se están dando en el movimiento obrero, de ahí es de donde podrá venir una alternativa al callejón sin salida de la guerra. El Primero de Mayo en EEUU hubo una huelga de estibadores norteamericanos que afectó a 25.000 trabajadores y paralizó 29 puertos de la costa Oeste, el motivo de la convocatoria era el rechazo a la guerra y la ocupación de Iraq. Uno de los estibadores del Puerto de Okland explicaba claramente: "si no hay paz no hay trabajo", la guerra es "una acción criminal por el petróleo y por la que se sacrifican las vidas de jóvenes trabajadores norteamericanos e iraquíes".
En sí mismo esta huelga y las declaraciones dicen mucho, pero más importante si cabe es el eco de esta acción dentro de Iraq. El Sindicato General de Trabajadores de Puertos de Iraq felicitó en un comunicado de solidaridad la acción de los trabajadores americanos, "La decisión valiente que han tomado de realizar una huelga el Primero de Mayo para protestar contra la guerra y la ocupación de Iraq avanza nuestra lucha contra los ocupantes y un mejor futuro para nosotros y el resto del mundo (...) ¡Vivan los trabajadores de los puertos de California! ¡Viva el Primero de Mayo!". Tanto este hecho como las manifestaciones habidas durante el 2007 contra el levantamiento de muros por los ocupantes en barrios de Bagdad para dividir las poblaciones en líneas sectarias, demuestran el enorme potencial que tendría un programa de clase entre la población iraquí.
Las protestas se extienden a toda la región
La situación de miseria es terrible en todos los países del Golfo Pérsico. La cuestión de fondo, también en estos países, es que las masas viven en una situación límite. La escalada de precios, que está ahogando a millones de personas en el mundo, también afecta, y fuertemente, a esta parte del planeta, donde habitan y trabajan más de 13 millones de inmigrantes asiáticos, en condiciones de semiesclavitud y opresión salvaje.
La lucha de clases está al orden del día y esto es lo que temen las castas dominantes de multimillonarios que gobiernan: las revueltas de la numerosa mano de obra extranjera. En lo que llevamos de 2008 las revueltas, protestas y huelgas se han extendido como la pólvora, a pesar de que en estos países están prohibidas. En Jebel Ali, en Dubai, 4.000 trabajadores bloquearon las calles y carreteras, destruyeron mobiliario urbano para exigir aumentos salariales. La respuesta fue la condena a 6 meses de cárcel a 45 trabajadores por incitación a la huelga, posteriormente serán expulsados del país. Sin embargo, esto no les frenó. En Kuwait, más de 400 conductores de camiones de la empresa Al Jassim, que suministra combustible a las tropas de EEUU en Iraq, han sido retenidos de forma prolongada tras una protesta.
7 de mayo: huelga en el Líbano
La realidad en el Líbano es la de una crisis económica tremenda. En un país de apenas cuatro millones de habitantes, en la última década un millón de personas han abandonado el país, acelerándose tras la guerra entre Israel y el Líbano en verano de 2006.
La inflación en 2007 llegó al 16%, los alimentos subieron un 15%, en un país en el que el 30% de la población vive con tres euros al día. La economía en gran parte se sostiene gracias a las remesas (5.600 millones de dólares) que enviaron en 2007 los emigrantes.
En la prensa podemos encontrar testimonios como el de Salid, licenciado en Informática de 26 años, que vive en Beirut desde el 2000: "Estoy deseando irme. Me da igual adónde. La situación es insoportable. Trabajo siete días a la semana. Tres de ellos durante 15 horas. Gano 550 euros. Y yo soy un privilegiado". En general, los jóvenes no tienen empleo y cuando lo tiene son salarios miserables.
Así podemos explicar la convocatoria de huelga general en Líbano el 7 de mayo por la CGTL, contra la subida de los precios y por un salario mínimo de 600 dólares. En la actualidad está en 200 dólares y rechazaron la oferta del gobierno de subirlo 300 dólares. Esta huelga paralizó Beirut. También en este país vemos cómo el movimiento obrero trata de expresarse en líneas de clase, trata de salir a la superficie a codazos y vemos también las enormes dificultades que tiene. Un movimiento que por más que en los medios de comunicación, de forma interesada, digan que fue impulsado por Hezbolá, hay que decir bien alto que no es así. Sólo cuando las masas se pusieron en marcha, la dirección reaccionaria de Hezbolá trató de apoderarse del movimiento para tratar de descarrilarlo. Mientras pedía un "grito contra la destrucción sistemática por el gobierno de la economía, sociedad y derechos ciudadanos", usaba para sus propios intereses (conseguir mayor poder en el gobierno) el movimiento de los trabajadores impidiendo así que desplegara todo su potencial de lucha. Hezbolá no puede ofrecer nada a las masas libanesas -como se ha demostrado con el último acuerdo (frágil) al que han llegado para entrar en el gobierno con derecho a veto-, su programa no es diferente al programa capitalista del gobierno prooccidental que había hasta ahora.
Egipto, un gigantesco polvorín a punto de estallar
Egipto es uno de los países aliados de EEUU en Oriente Medio que está pasando por tremendas dificultades. Tras las primera huelga convocada en el mes de abril a raíz de la crisis alimentaria y la subida salvaje del coste de la vida y de los precios de los alimentos, y que afectó fundamentalmente a una de las ciudades con una industria textil más potente, Mahalla al-Kubra, y a pesar de la enorme represión que le siguió con centenares detenidos se convocó una segunda huelga para el 4 de mayo. En Jordania, ese mismo día se convocaron también paros, contagiados por la huelga de Egipto. Esta segunda huelga en la que participaron conductores de autobús, médicos y profesores universitarios ha incorporado la reivindicación de la liberación de todos los detenidos en la lucha del 6 de abril. Un hecho importante es que a la cabeza de estas luchas no se encuentra la organización islamista de los Hermanos Musulmanes, al igual que en la primera huelga su intervención ha sido mínima. También es interesante la actitud de los activistas egipcios que están luchando contra la brutal dictadura. Mohammed Zeki, de 28 años, decía: "por supuesto que pueden detenerme por convocar a la huelga pero no hice nada malo y otros seguirán con la lucha".
Esta actitud de desafío a la dictadura de Mubarak es especialmente relevante y refleja la disposición a la lucha y cómo la paciencia de las masas se acaba. Algo que el propio régimen, asustado, percibe. Así, un ex ministro de Mubarak señalaba: "El presidente entiende que no conviene ser excesivamente duro con las capas marginadas". Y es que la inflación interanual en Egipto creció en el mes de abril hasta llegar al 16,4%, siendo el sector de la alimentación donde más creció, llegando al 22%. La barra de pan subvencionada cuesta 0,6 céntimos de euro, en el mercado negro cinco veces más. Egipto importa el 50% del trigo que consume y el precio internacional ha subido un 150% en menos de un año. El kilo de pollo se ha triplicado en menos de un año. Además, el parlamento egipcio ha decidido aumentar el 30% el precio de los combustibles y de otros productos como el tabaco para compensar el coste de las subvenciones al pan, lo cual ha irritado a todavía más capas de la población.
El riesgo de una explosión social en Egipto es más que real. Uno de los portavoces de Kefaya, partido laico de la oposición, declaraba: "Este régimen deberá tener cuidado, porque si la gente no puede dar de comer a sus hijos, estallará y lo destruirá todo". La realidad es que Egipto es un polvorín a punto de estallar. La capital El Cairo con 17 millones de habitantes de los cuales más del 60% son menores de 25 años y con enormes barriadas marginales y chabolistas que están a punto de prender. La vicepresidenta del Banco Mundial y responsable de Oriente Medio, Daniela Gressano, tenía que reconocer que la crisis de los alimentos "ya es una cuestión de estabilidad social y de seguridad nacional". Sin embargo, en la reciente cumbre de Davos realizada en Sharm el Sheij (Egipto), en plena crisis, todos los líderes políticos con George Bush a la cabeza reconocían la gravedad de la situación y sin embargo, su solución era presionar a Mubarak para recortar las subvenciones al pan y la gasolina. Es decir, echar más leña al fuego.
Egipto, junto con Irán, son los dos países claves de la zona, por el peso de su clase obrera. Aunque el régimen iraní ha acentuado su retórica nacionalista y anti-imperialista para desviar la atención del descontento interno, y eso está dándole un cierto margen, lo cierto es que también existe una situación de creciente efervescencia entre las masas, que tarde o temprano entrarán en acción, barriendo al régimen fundamentalista reaccionario de Ahmadineyad.
La estrategia del imperialismo en la zona ha fracasado. Este diagnóstico hay que hacerlo extensible al conflicto israelo-palestino, como evidencia la parálisis en las negociaciones iniciadas en la cumbre de Annapolis (aspecto que no podemos desarrollar aquí por falta de espacio).
Todos esos síntomas que hemos apuntado son sólo los primeros de un despertar de las masas de todos los países de Oriente Medio. En la clase obrera de estos países, junto a la clase obrera norteamericana, está la clave para acabar con la barbarie que ofrece el capitalismo. Es el inicio, pero apunta en una clara dirección.