Combatir la contrarrevolución con medidas socialistas, no capitalistas

La situación en Venezuela vuelve a alcanzar un punto crítico. Las marchas y contramarchas, convocadas por el gobierno y la oposición de derechas (agrupada en la Mesa de Unidad Democrática—MUD—), se suceden. La propaganda capitalista presenta la situación como un auténtico estallido social, ocultando cuidadosamente la actuación de las bandas de matones fascistas. En cualquier caso, el descontento con una crisis económica descontrolada está dando alas a la derecha para realizar su agitación. Por tanto, es necesario responder a preguntas fundamentales que están en la cabeza de miles de activistas en Venezuela y en todo el mundo. ¿Cómo salir de este callejón? ¿Qué medidas está adaptando el gobierno de Maduro? ¿Cómo combatir a la contrarrevolución y avanzar de verdad hacia el socialismo?

El detonante de esta nueva escalada fue la decisión del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de suspender, el pasado 30 de Marzo, las funciones de la Asamblea Nacional (AN), parlamento elegido el 6 de diciembre de 2015 y controlado por la MUD. Finalmente, reflejando divisiones internas en el bloque gobernante (Aparato del Estado, Gobierno y Ejército), el Presidente Nicolás Maduro devolvió sus funciones a la AN. Ahora la MUD está utilizando estas divisiones para sacar de nuevo masivamente a sus partidarios a la calle.

Aprovechando la crisis desatada con esa decisión, Rajoy, Felipe González, el Presidente de la OEA y otros voceros de la burguesía y el imperialismo presentan a los burgueses reaccionarios de la MUD como demócratas y derraman lágrimas de cocodrilo por la “ausencia de libertades” en Venezuela. Pero estos personajes son los mismos que apoyaron el golpe de abril de 2002, que encarceló al Presidente Chávez y suspendió los derechos constitucionales, algo que pudo provocar un baño de sangre si la movilización de las masas no lo hubiera impedido devolviendo a Chávez al poder. Hace años, en 1989, esos mismos voceros de la burguesía internacional también apoyaron la represión del “caracazo”, cuando muchos de los partidos que hoy controlan la AN y entonces eran gobierno ordenaron disparar contra centenares de miles de personas que protestaban contra el plan de austeridad que estaban aplicando y fueron asesinadas más de 3.000 personas.

Las medidas capitalistas y bonapartistas fortalecen a la reacción

Las bases de la MUD estaban desanimadas, desmovilizadas y defraudadas tras no lograr un referéndum revocatorio contra Maduro en 2016 y ver como sus dirigentes aceptaban negociar con el Gobierno. Pero la decisión de suspender las funciones de la AN, y las posteriores divisiones y debilidad mostradas por el gobierno, han hecho que centenares de miles vuelvan a tomar las calles exigiendo la dimisión del Presidente y la convocatoria de elecciones.

Aunque las movilizaciones opositoras son muy masivas, el llamado a paro (como ya ocurriera en Octubre de 2016) no está teniendo hasta el momento el apoyo decidido de los empresarios. De momento, los dirigentes de la MUD siguen teniendo el mismo problema que con el revocatorio: conseguir puntos de apoyo suficientemente firmes en la cúpula militar que les permitan forzar la dimisión o destitución de Maduro. Pero la situación es muy volátil y puede cambiar rápidamente. El gobierno de Maduro no se apoya en la clase obrera y el pueblo para aplicar medidas socialistas que satisfagan sus necesidades inmediatas y combatir así a la contrarrevolución; hasta ahora están intentando mantener el control del Estado desde arriba, respetando los límites del capitalismo y, en la práctica, revertiendo muchos de los avances sociales conquistados en el proceso revolucionario.

El control de la AN por la derecha es utilizado por la burguesía y el imperialismo para preparar su asalto al poder pero, desde un punto de vista marxista y revolucionario, disolver la AN para concentrar el poder en manos del TSJ no tiene nada que ver con medidas socialistas o revolucionarias. No fomenta el control y participación democrática de las masas trabajadoras. Tampoco sirve para transformar el Estado, que sigue siendo burgués.

Cuando la derecha ganó la Asamblea Nacional, los marxistas defendimos la movilización y organización de las bases revolucionarias desde abajo para acabar con el poder de los capitalistas y conformar un auténtico Parlamento revolucionario. ¿Cómo? Estableciendo una Asamblea Revolucionaria de delegados electos, y revocables, en las fábricas, el campo y los cuarteles, y adoptando un programa socialista contra la burguesía y contra la burocracia “bolivariana”, que se declara socialista, pero comparte negocios multimillonarios con los capitalistas y colabora en socavar las conquistas revolucionarias.

Miles de militantes chavistas culpaban a la burocracia de la derrota electoral y exigían en asambleas espontáneas un giro a la izquierda que desarrollase el poder obrero y popular. Pero en lugar de a la izquierda, el gobierno giró a la derecha. Su objetivo ya no es construir el socialismo sino buscar acuerdos con los imperialistas chinos y rusos, y hasta con sectores de la propia burguesía venezolana. Creen incluso poder convencer a un sector del imperialismo de que son capaces de gestionar la crisis del capitalismo venezolano mejor que la MUD. Recientemente, se conocía que el Estado venezolano hizo aportaciones a través de la cadena de gasolineras CITGO (propiedad de PDVSA) a la campaña de Donald Trump, esperando que ello facilitase el entendimiento con Washington.

¡Ningún retroceso en los derechos de los trabajadores y el pueblo! ¡Unidad de los revolucionarios contra los capitalistas y burócratas!

Para lograr ese acuerdo con la burguesía, desde el gobierno se han aprobado constantes subidas de precios y pérdidas del poder adquisitivo de los trabajadores; sostienen la actuación antiobrera de las Inspectorías y Ministerio de trabajo, y han acometido recortes de empleo en empresas públicas y privadas. Pagan puntualmente de la deuda externa a bancos y multinacionales mientras se plantea que falta dinero para distribuir alimentos a precios accesibles a todos. O aprueban proyectos como el Arco minero, que abre un 12% del territorio venezolano a multinacionales imperialistas para que exploten a la carta sus recursos minerales.

Todo esto sólo ha servido para desmoralizar y desanimar a buena parte de la base social de la revolución. La participación y ambiente de las marchas convocadas por el gobierno están muy lejos del entusiasmo y la masividad de las organizadas por Chávez, incluso de las celebradas hace apenas un par de años.

Como marxistas rechazamos la demagogia contrarrevolucionaria de la MUD y la derecha internacional. Al mismo tiempo, sería un grave error no ver que las políticas que aplica hoy el gobierno venezolano van en dirección contraria al socialismo y se alejan incluso de lo que defendió Chávez. En el último año y medio, el gobierno ha acometido medidas de carácter bonapartista que la burguesía venezolana y la derecha internacional no critican porque golpean a los sectores combativos de la izquierda, favoreciendo objetivamente su estrategia. Las elecciones a consejos comunales y diferentes sindicatos han sido paralizadas. Los CLAP (organismos que distribuyen alimentos a precios accesibles) fueron creados no mediante asambleas en los barrios y centros de trabajo, con responsables elegibles y revocables, etc. sino burocráticamente, designando cargos a dedo, y ya han proliferado las denuncias por corrupción, arbitrariedades y exclusión de muchos sectores necesitados. La normativa que obliga a legalizar nuevamente los partidos políticos podría excluir al Partido Comunista y otras fuerzas del chavismo críticas. Existe una tendencia creciente a desprestigiar e incluso reprimir cualquier crítica por la izquierda.

Lo único que puede evitar una derrota trágica del proceso revolucionario, ya sea a manos de la burguesía y el imperialismo o de la burocracia que se dice socialista pero defiende un capitalismo de Estado que está desmantelando las conquistas de la revolución, es la unidad de los revolucionarios para luchar por un verdadero programa socialista que unifique las reivindicaciones y luchas obreras y populares, movilizándose en la calle contra cualquier retroceso en las condiciones de vida (salarios, derechos, etc.) y arrancando el poder económico y político a los capitalistas y burócratas para traspasarlo a manos de los trabajadores y el pueblo.


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