Necesitamos una izquierda revolucionaria para derrotar a la derecha
Las elecciones del pasado 4 de junio son una muestra de la debilidad del régimen y la polarización social. El resultado, especialmente en el Estado de México, tanto en participación electoral como en cantidad de votos perdidos por los partidos de la derecha, apuntan directamente a que miles de trabajadores, campesinos e indígenas han intentado cambiar su situación a pesar de la limitada acción de la izquierda.
La inestabilidad social de los últimos años y las luchas populares, han creado el ambiente en el que se celebraron estas elecciones. La violencia, el terror y la represión, dignas de una dictadura con los que el PRI ha evitado su desalojo del Estado de México, son una nueva muestra de la debilidad ya mostrada en las anteriores elecciones, cuando perdieron 7 gubernaturas. Y, por encima de todo, prueba que el movimiento alberga la fuerza necesaria para derrotar este gobierno autoritario, anti-trabajador y corrupto tanto en las calles como en las urnas.
Secuestros, levantones, grupos de porros y lúmpenes priístas armados, allanando hoteles y casas en los que se encontraba gente de Morena, incluso aventando cabezas de ganado, cruces o coronas fúnebres a las afueras de las oficinas del mismo partido, fue la cotidianidad a lo largo del día. Por otro lado, a la vieja usanza, los programas sociales fueron utilizados para inhibir y amenazar a los sectores más necesitados de los Estados. En muchísimas de las casillas se observaron a la gente de Prospera y SEDESOL, con lista en mano, anotando quién ejercía el voto. A su vez, vimos y oímos al Gobierno Federal incursionando con declaraciones y recursos en el Estado de México. Los gastos de campaña de Alfredo Del Mazo ascienden a 374 millones de pesos, cuando el tope de gastos de campaña era de 285.5 millones (La jornada 7/06/2017). ¿Cómo pueden hablar de democracia y una elección limpia cuando están a la vista de todo el mundo estos métodos fraudulentos?
Esta es la lógica de su ‘democracia’, mantener a toda costa en el poder a quienes garanticen los intereses de empresarios y banqueros. Es decir, la democracia burguesa está al servicio de los intereses capitalistas.
La debacle de los partidos de derecha y el PRD
El PRI cayó duramente, pues perdió casi la mitad de los votos que obtuvo en la elección anterior. Pasó de 64.97% en 2011 a 33.72% este año. En los municipios del área metropolitana, los más poblados y proletarizados (a excepción de Toluca), la caída fue aun más estrepitosa, convirtiéndose Morena en la primera fuerza. En los otros estados con elecciones (Coahuila, Nayarit y Veracruz), también el PRI tuvo derrotas y una caída importante en votos.
Por su parte, el PAN sólo obtuvo el 10% de los votos. Respecto al PRD, hay que decir que está jugando el papel de esquirol y alineándose con la política de los partidos de derechas. Sin ningún empacho hace alianzas con el PAN y, en el Estado de México, a sabiendas de que no tenía ninguna posibilidad de victoria, prefirió que ganara el PRI antes que declinar hacia la candidatura de Morena.
Estos datos reflejan de manera contundente que los trabajadores no respaldamos a la derecha y que si han mantenido registro, o incluso votantes, es gracias a su aparato corporativo, la coerción del voto y la represión. Esta debilidad es importante de cara al 2018, ya que la burguesía no tiene la seguridad de que con estos partidos pueda obtener un triunfo.
¿Es posible derrotar al PRI?
Sí y mil veces sí. A lo largo y ancho del país hemos presenciado descontento, cuestionamiento, organización, lucha y levantamientos armados en contra de este gobierno e incluso contra su brazo más salvaje, el narcotráfico.
El Estado de México tiene niveles de violencia escandalosos, la constante para los habitantes son los asaltos en el transporte público o en sus hogares, en muchos de los casos son los policías los que realizan dichos actos. Posee el mayor índice de feminicidios en todo el país. A su vez, el cáncer de la corrupción es verdaderamente repugnante y los niveles de pobreza, marginación y abandono que se viven en prácticamente todos los municipios, son los elementos que han orillado a millones a repudiar al PRI.
La candidatura de Morena atrajo la simpatía de millones de mexiquenses que ante la situación en la que se encuentran vieron en las elecciones una vía para cambiar sus condiciones de vida, empezando por sacar al PRI. Por ello, el voto hacia Morena, más que el resultado directo de la política sostenida por AMLO, es producto del hartazgo contra el PRI y la necesidad de encontrar una alternativa clasista y por la izquierda a todos los ataque que sufrimos la mayoría.
A pesar de las enormes oportunidades que ofrecen la determinación en la lucha mostrada por trabajadores, maestros y estudiantes, contra las políticas del PRI, la dirección de Morena está más preocupada por desarrollar un poderoso aparato electoral, dejando de lado la movilización y la lucha de los de abajo. Las elecciones no son una garantía de cambio por si solas, son importantes y deben ser utilizadas como una herramienta más contra la derecha. Si el objetivo es transformar la situación tan terrible que vivimos la mayoría de los mexicanos, éstas jamás podrán sustituir la lucha del pueblo a través de la organización, la movilización en las calles y la huelga general.
Un fraude más. Debemos aprender del pasado
Las declaraciones de AMLO sobre el fraude vuelven a decepcionar a importantes sectores de la juventud, el campesinado y la clase trabajadora. Este discurso lo hemos escuchado muchas veces desde las elecciones de 2006: “Casi ganamos”… “y si no ganamos fue por el fraude” (2006, 2011, 2012, 2015, 2016 y ahora 2017). La lucha contra el fraude en el 2006 constituyó la coyuntura de lucha más importante que ha encabezado AMLO y uno de los momentos más difíciles para la clase dominante mexicana y el imperialismo en décadas. Sin embargo, en aquellas circunstancias tan favorables para que el pueblo trabajador tomara el poder en sus manos, lejos de encabezar un giro hacia la izquierda basado en hacer avanzar la movilización a través de la huelga general, demostrando que la clase trabajadora tiene la capacidad de paralizar la economía, la dirección de Morena abandonó estos mecanismos y cualquier crítica al capitalismo. Se volvió más blanda, moderada y alejada de movimientos emblemáticos como los 43 normalistas de Ayotzinapa y el gasolinazo. Abandonó métodos como la toma de carreteras, plantones, marchas o asambleas masivas como lo fue la Convención Nacional Democrática. Muy al contrario, han volteado a mirar a los empresarios “progresistas y nacionalistas”.
Peor aún, en los últimos años han hecho alianzas con elementos claramente burgueses y con políticos oportunistas de los partidos de la derecha. En el caso concreto del Estado de México, la alianza de Delfina Gómez con personajes cercanos a Elba Esther Gordillo es muestra de este giro a la derecha. Es totalmente iluso pretender que las instituciones son la solución a los problemas del movimiento de los trabajadores cuando éstas han demostrado una y otra vez que son parte de los grandes poderes económicos y políticos.
¿Qué hace falta para ganar?
Sin duda alguna lo que sucedió el pasado 4 de junio en el Estado de México es un termómetro importante de cara a las elecciones de 2018. El PRI no podía permitir ser desalojado en estas elecciones, ya que eso haría evidente que puede ser derrotado, incluso en su bastión más fuerte.
Para Morena también es una lección muy importante, le deja claro que apostarle todo al voto y convertirse en una maquinaria electoral, dando la espalda a los trabajadores que luchan, aleja las posibilidades de lograr una victoria. Los dirigentes de este partido siguen intentando justificar su programa reformista y su negativa a impulsar una lucha frontal contra el régimen político. No plantean un programa de clase anticapitalista y culpan a las masas por votar al PRI.
El PRI y la clase a la que representa están totalmente desacreditados ante las masas y dan muestras de una gran debilidad. Es totalmente posible derrotarlos. Necesitamos que los miles que luchamos diariamente converjamos en un solo puño -independientemente de los tiempos electorales-, desde las fábricas, las colonias, las comunidades y las escuelas, unificando a la izquierda a través de un programa que recoja las demandas más sentidas y reales del pueblo pobre, como: mejores salarios, apoyo al campo, construcción de universidades, combatir de forma real la violencia y la corrupción, mejoras en infraestructura sin meter empresas privadas y planteando el combate abierto contra el capitalismo.
El discurso de: “si ganamos, las cosas cambiarán”, no sólo es insuficiente, no es nada realista. Si la dirección de Morena gana el gobierno, se enfrentará a brutales presiones políticas y económicas. También, sufrirá intentos de corrupción por parte de la clase dominante y sus aliados para impedir que ponga en práctica una política a favor de las familias trabajadoras. Ya tenemos experiencias como las de Syriza en Grecia.
Sólo hay una forma de contrarrestar esas presiones de la burguesía y el imperialismo, y es apoyándose en el magisterio, las autodefensas, los obreros y los campesinos, ahí está la verdadera fuerza de la izquierda, fuera de las cuatro paredes del Congreso y de los Pinos. Estas elecciones demuestran que hemos herido al dinosaurio gravemente, ahora hay que aniquilarlo por completo con el programa y los métodos del marxismo revolucionario.