Los próximos 17 y 18 de septiembre de este año se tiene previsto llevar a cabo el Congreso Nacional de Morena. Lamentablemente su base militante, los millones que luchamos —y seguimos haciéndolo— por la transformación de esta sociedad estamos siendo no sólo marginados de este proceso sino expulsados por la vía de los hechos de las filas del partido.
Las diversas corrientes y dirigentes se llenan la boca de ser los fundadores, por todos lados se trata de mostrar carta de legitimación, de pureza izquierdista y de lucha, o se autoproclaman los auténticos representantes del cambio, del Presidente y de la 4T; pero vemos en los hechos una actuación realmente despolitizante, corrupta y clientelar al máximo que nada tiene que envidiar al viejo régimen, tenemos más que demagogia pura.
El teatro de la democracia
En las pasadas elecciones internas, realizadas en los 300 distritos electorales, vimos de todo menos la supuesta democracia que dicen se respira y vive dentro del partido. Ante los diversos problemas y conflictos reales, la burocracia ahora se apropia de nuestros discursos para sus intereses, acusando a sus adversarios de arribistas, los cuales han escalado con ayuda suya.
Pero también actúan de manera mentirosa y convenenciera a la izquierda con la base militante de a pie que construye Morena y que incluso lo hemos hecho ganar a pesar de los errores garrafales de la dirección y las candidaturas. En un ambiente tan turbio y poco confiable nuestra alternativa es confiar en nuestras propias fuerzas, agruparnos y levantar una bandera y un programa revolucionario, dentro y fuera de Morena.
Toda la dirigencia y demás cabecillas no son ningunos inocentes, tras su discurso y teatro montado de pseudodemocracia, están tratando por todos los medios de frenar la real participación real de la base militante y luchadora del partido, de ahí que son los principales orquestadores del acarreo y votos para fulanito o zutanito.
Quieren un Morena lejos y fuera de la convergencia real de las luchas organizadas y de la gente, han renunciado y repelen realizar una labor real de convencimiento del pueblo de la necesidad de participar, construir, luchar e integrarse. Si hay labor en este sentido lo hacen diversos comités y muchas compañeras y compañeros por iniciativa propia, muy a pesar y, muchas veces, muy en contra de las direcciones y burocracias.
En Morena hemos coincidido infinidad de compañeras y compañeros que no nos quedamos impasibles ante la barbarie que vivimos, por eso ahora mismo ponemos todo nuestro arrojo por construir el partido y seguir activos en la lucha organizada, pero todos los días nos enfrentamos a la traición, a las prácticas burocráticas y corruptas de la dirección y a su renuncia constante a un programa verdaderamente de izquierda.
Aquí hay responsables de esta crisis, pero no es la base
La dirección de Morena es responsable de que existan sectores, por ahora no tan visibles pero reales y que aumentarán, que pierden la credibilidad en el proceso y que lo rechazan. Al sustituir la transformación social por la reforma del sistema, cambian la explicación por el clientelismo, sustituyen el activismo honesto por cientos de burócratas a sueldo, abren las puertas a los políticos de derecha que sólo cambian el color de su corbata y paso a paso van convirtiendo al partido en una herramienta más del sistema.
Desde Izquierda Revolucionaria siempre hemos estado presentes en Morena. Además de apoyar, participar y accionar también hemos señalado críticas que a nuestro entender son justas, creemos sinceramente que si la burocracia ha llegado tan lejos se debe también a errores y vacilaciones de los que se dicen oposición, los de antes —que han sido asimilados con puestos y oficinas— y los de ahora, porque además de cerrar filas con ellos tras el discurso falso de unidad, en los hechos han aceptado su política y metodología.
La visión del “cambio” político como un mero ejercicio electoral en el que la movilización de masas ya había cumplido su papel, también fue defendida por ellos, especialmente tras los éxitos electorales, defendiendo firmemente que “ahora que se es gobierno se hará la transformación que todos anhelábamos.” A pesar de las críticas previas, después de cada elección los vemos todos juntos en la foto.
Estas concesiones dieron alas a los sectores de derecha del partido que se mostraron completamente decididos a debilitar y finalmente a apartar a los sectores más combativos y de izquierda. La burocracia en los últimos meses ha retomado discursos de izquierda para defender su liderazgo, y lo hizo sabiendo que dependían de volver al discurso original y basarse en los sectores que, con su lucha, han dado origen a la formación del partido, pero teniendo bien claro que era una maniobra y un engaño.
La derrota de la Reforma Eléctrica, el avance lacerante del crimen organizado, la galopante inflación, la violencia machista son realidades que nos alcanzan y que no se están solucionando, generando solo más tensión y descontento y la derecha está dispuesta a explotar al máximo profundizando la desmoralización y el escepticismo de que es posible transformar la sociedad.
Podemos ganar la batalla contra la burocracia y la derecha
Hay unas ganas inmensas de luchar en la base de Morena, una y otra vez las y los trabajadores hemos demostrado claramente que nos movilizaríamos con todo para respaldar este gobierno y las iniciativas radicales que se plantearan. Muchos trabajadores lo tenemos claro: hay mucha infiltración en el partido y en el gobierno, y hay que combatirla y ¡enfrentarlos luchando!
La burocracia, al igual que la clase dominante nos tienen miedo, por eso limitan nuestra participación y nos convencen de dejar en sus manos las decisiones políticas ¡mentira! son ellos quienes desean una simulación de Congreso para legitimarse y continuar haciendo sus negocios.
Para que la base pueda hacer oír su voz y disputar las riendas del partido hay otra forma más allá de afiliarse a un grupo o apoyar a un delegado o candidato. Es organizarnos de forma independiente y levantar un programa revolucionario que se base en la lucha organizada y en la movilización, por supuesto es la vía más difícil y compleja, pero como nuestra historia lo ha demostrado ¡la lucha es el único camino!
La unidad se tiene que hacer con los que luchan, con los que sufren, con los que pueden hacer posible el cambio real, no con los chapulines y los traidores de los principios. Y eso pasa por llamar inmediatamente a la movilización, a preparar ya la batalla frontal contra la burocracia y enarbolar las demandas más sentidas como:
Afrontar eficazmente la inflación, contra las jornadas laborales exhaustivas y esclavizantes, por la estatización de las pensiones, contra los recortes en salud y educación pública, contra la Reforma Educativa y la exclusión de las y las hijos de la clase trabajadora de la educación pública, contra los megaproyectos de muerte, por una vivienda digna por ley, que afronte de raíz la violencia machista y pugne por nuestros derechos democráticos como el derecho a decidir y recibir una educación sexual científica, inclusiva y laica.
La única manera de ligarse sólidamente a las masas, la verdadera fuerza de una izquierda transformadora, sólo se puede desarrollar defendiendo una alternativa socialista frente a la crisis capitalista e implicándose directamente en las luchas cotidianas del movimiento obrero, jornalero, campesino, indígena y juvenil.
Tal como están las cosas, la burocracia dirige a Morena hacia su propia destrucción como herramienta para el cambio. En las elecciones del año próximo y la presidencial de 2024, veremos a Morena en apariencia fortalecido por los votos que obtendrá, pero degradado políticamente; donde la base militante y la burocracia cada vez se distancien más y la implosión sea cada vez más inevitable.
La guerra, la crisis social, la catástrofe económica que oprime a la mayoría, demuestran que el capitalismo no se puede reformar, que la supuesta democracia del sistema es sólo para encubrir y hacernos creer que el capitalismo y sus instituciones funcionan mientras las decisiones que afectan a millones, las toman un puñado de burócratas y empresarios a los que nadie vota. Frente a esta trampa mortal tenemos una tarea urgente: construir y levantar una izquierda combativa que confíe en la fuerza del movimiento obrero, que luche por derrocar este sistema podrido con el programa de la transformación socialista de la sociedad.