La dirección de Morena se ve muy cómoda incluso con la perspectiva limitada que le ofrecen algunas encuestas, pero en la práctica la perspectiva no es optimista; la estructura electoral de Morena sólo existe en zonas bien delimitadas como Iztapalapa, pero en otros lugares es deficiente o prácticamente inexistente.
A pesar de presentarse como democráticos, la dirección morenista utiliza las expectativas e ilusiones de los miembros del partido para repetir las prácticas antidemocráticas que critican en todos los partidos, particularmente en el PRD. El proceso de selección de candidatos estuvo plagado de vicios; se utilizó el dedazo para gobernadores, diputados federales y jefes delegacionales simplemente se informó los nombres de los designados. En el caso de diputados locales en el D.F. se montó una elección de los candidatos en asamblea presentándola como una acción democrática, pero en gran medida fue una farsa pues donde los electos no resultaron del agrado de la dirección nacional o estatal, las maniobras para cambiarlos fueron dignas del PRI en sus mejores días.
La segunda parte de la fórmula "partido-movimiento" se abandonó hace ya tiempo, paralizando a los Comités de Base, cuyo crecimiento actual es una ilusión, pues más que ganar a nuevos adeptos, en el mejor de los casos se están reincorporando algunos miembros inactivos. El crecimiento de la afiliación no se corresponde con el crecimiento de los miembros activos en los comités.
El abandono de la parte "movimiento" ha resultado en la nula participación en los movimientos populares creando la imagen de Morena como partido puramente electoral, lejos de la pretensión de ser un partido al servicio de las causas del pueblo y por ello, están igualmente lejos de aparecer como alternativa ante los sectores mayoritarios de la población trabajadora. En todos los movimientos populares acontecidos durante la vida de Morena sus miembros han actuado de manera individual, cuestión positiva aunque totalmente insuficiente. Simultáneamente desde el Comité Nacional se han prodigado toda cantidad de mensajes de optimismo para estos movimientos.
Si la dirección de Morena desea mejorar su perspectiva electoral y colocarse en posición de decidir mejoras para la gente asalariada, tiene la difícil tarea de hacer corresponder su discurso con las necesidades de sus posibles votantes.
Por ejemplo, Morena tiene un discurso contra la corrupción representada por los altos salarios de los funcionarios públicos y el dispendio del gobierno en todos sus niveles. No obstante plantean soluciones que si bien tienen un perfil progresista, no terminan de ser cien por ciento consecuentes. Todos los candidatos de Morena han firmado un compromiso ante la dirección nacional de entregar el 50% de su salario a la tesorería del partido. Esta medida aunque progresista, está lejos de ser la de “diputado popular, salario popular”. Con estas políticas, algunos dirigentes de Morena que pretenden conseguir en México la expectativa que ha desatado el partido Podemos del Estado español, se quedan muy lejos de ello. En el caso de Podemos, sus dirigentes, aún sin estar exentos de vacilaciones, se comprometieron públicamente a que todo miembro electo a un cargo popular, cobrará como máximo tres salarios mínimos.
La campaña electoral ha mostrado las deficiencias de la política y la táctica que ha seguido Morena, lo que ha producido roces y fisuras en las estructuras partidarias y en los Comités de Base. Esta situación de crisis interna será resuelta en la medida en que el discurso se corresponda con las acciones para resolver las necesidades del pueblo trabajador. Morena debe ligarse a los movimientos populares ofreciéndoles posibilidades reales de impulsar la solución de sus demandas, articulando todas esas luchas para detener la ofensiva del capital contra el trabajo, cuya resultante no sólo son salarios bajos y peores condiciones laborales sino el control cada vez más extenso del capital internacional sobre los recursos del país entero.
En la medida en que lo anterior sea resuelto, Morena tendrá mayores posibilidades de consolidarse como un referente de lucha y organización para la clase trabajadora. Únicamente transformándose en un referente de lucha consecuente, su base electoral tiene posibilidades de fortalecerse, pues no estará conformada por “ciudadanos en lo individual” sino por ciudadanos organizados en una fuerza colectiva enfocada no en disminuir los excesos del capital, sino en resolver de raíz las demandas de la mayoría, quienes con su trabajo producen la riqueza entera.