El pasado 8 de noviembre se dio a conocer por parte de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México, la decisión de que Enrique Graue seguirá ocupando su puesto como Rector otros cuatro años. No faltaron quienes felicitaron y saludaron el nombramiento con agrado, sobre todo funcionarios y altos cargos burocráticos, tampoco es descabellado pensar que algunos proveedores de rejas y ceniceros de $13,000 también estarán contentos. Mientras tanto, la mayoría de la población universitaria: estudiantes, maestras y maestros, trabajadores y demás personal que conforma nuestra comunidad, ha expresado descontento con la continuación del proyecto de elitización, descomposición y cercenamiento de la UNAM que encabeza este individuo.

La imposición de un personaje caricaturesco como este, que recuerda a grandes villanos del cine, reluce el cinismo con que la Junta de Gobierno, en contubernio con periodistas del régimen y personajes de la política, salen a decirnos lo “democrático” que fue el proceso de elección, mismo en que “se escuchó a toda la comunidad”.

A cambio, estos mismos personajes silencian que el mismo día en que se dio a conocer los resultados, varias escuelas de la UNAM estaban en paro, en repudio al machismo institucional y la condición de violencia a la que se enfrentan las estudiantes de la “máxima casa de estudios”. Un día después, todas las prepas amanecieron en paro o tomadas, movilizándose en repudio a la reelección de un personaje que no sólo no nos ha escuchado, sino que solapa el porrismo, ampara el narcotráfico en nuestras escuelas, cercena nuestros planes de estudio y con los recortes expulsa a miles de hijos de trabajadores de las aulas.   

Decimos claramente que la Universidad no es ni poquito democrática, en realidad, es uno de los mecanismos de elección más antidemocráticos que pueden haber. El Consejo Universitario elige a los miembros de la Junta de Gobierno, organismo que está integrado en su mayoría por directores y funcionarios designados a dedo por al Rector. Y así, en este amiguísimo que nos recuerda demasiado los viejos métodos priístas, se ha consolidado en el poder una casta académica y política que se ha olvidado de los intereses de la comunidad y se ha dedicado a ver sus propios intereses y negocios. La estirpe política del área de medicina que ha gobernado la Universidad desde hace 20 años, comenzando con Juan Ramón de la Fuente, pasando por José Narro y actualmente Enrique Graue. todos ellos viejos priístas, son un ejemplo claro de ello.  

Más allá de los nefastos personajes y sus nombres, todos cumplen el mismo cometido político. Defienden un proyecto de Universidad donde, poco a poco, se elitiza la educación que a su vez responde a intereses del empresariado, formado mano de obra barata y calificada, quitándole a la enseñanza todo carácter integral, crítico y científico. El proyecto de Universidad que estos 20 años ha imperado promueve la exclusión de las hijas e hijos de la clase trabajadora, mismos que con el sudor de su frente pagan la Universidad. Así es, el proyecto enraizado, promovido por el PRI en un principio, ha sido el de quitar, poco a poco, el carácter popular de la educación, aquél carácter que históricamente ha logrado conjuntar, de manera amplia, las luchas obreras y estudiantiles, aquél carácter que posibilita a los estudiantes a salir a las calles para informar al pueblo y trabajar en conjunto hacia las conquistas sociales. Aquella visión popular de la educación, ha ido desapareciendo de la Universidad.

¡Regresar a la educación científica, critica, humanista y popular!

 Es evidente que este proyecto, fortalecido hace 20 años, no está cambiando con la llegada de la 4T. Periodistas falderos como John Ackerman, autodenominado personaje de izquierda perteneciente a Morena, ha dedicado enormes esfuerzos por hablar de Graue y su gestión como un edén, lo cual demuestra que hay sectores dentro de Morena que apoyaron la continuación del proyecto neoliberal en la educación universitaria, esto nos parece más que lamentable y por supuesto los miles de jóvenes que votamos contra la derecha lo hicimos no para que las cosas siguieran igual, sino todo lo contrario. También somos conscientes de que el haber escogido a otro de los candidatos, tampoco representaría una alternancia ni un cambio en beneficio de la comunidad, pues la situación por la que atraviesa la universidad no responde simplemente a gestiones de gobierno, sino a las condiciones estructurales que hacen de la educación bajo el capitalismo sea un privilegio y una mercancía y no un derecho para todas y todos.

Es por eso que desde el Sindicato de Estudiantes defendemos e insistimos que además de decidir quien está al frente de los órganos directivos, tenemos que debatir y acordar colectivamente que tipo de proyecto de enseñanza necesitamos, defenderlo e impulsarlo.  

La Junta de Gobierno, y otros organismos de gobierno universitario, que dicen ser tan democráticos y abiertos a escuchar, no escucharon cuando toda la Universidad salimos a protestar por el feminicidio de Lesvy Osorio, caso en el cual las autoridades de la UNAM se negaron a proporcionar evidencia y revictimizaron a nuestra compañera, entorpeciendo la investigación. Tampoco todos aquellos casos de protesta que hubo por la muerte de jóvenes estudiantes dentro del campus, como el compañero Víctor Orihuela, Roberto Malagón o Aideé Mendoza, quien murió por un impacto de bala sentada tomando clase. Mucho menos han querido escuchar todos aquellos casos de violencia machista hacia nuestras compañeras y a la comunidad sexo diversa. En vez de ello, Graue cínicamente ha dicho que su gestión se caracteriza por “no dejar impune todo lo que pasa”. En el caso de las compañeras que han sufrido violencia hacia su persona, ya sea sexual, emocional y de cualquier tipo, lo único que encuentran es una constante revictimización y puertas cerradas.  

La lucha organizada es el único camino

 Ahora, con el respaldo de los grupos de poder de la UNAM, se vislumbra un panorama de ofensiva por parte de la Rectoría hacia el movimiento organizado. Ya lo declaraba Graue: “A México le conviene una UNAM tranquila”, eso en pocas palabras significa que harán lo imposible por impedir que la lucha organizada de la juventud crezca, se desarrolle y fortalezca. Por eso es más que necesario levantar la bandera de la organización y lucha permanente, democrática y masiva. Levantar un programa político que ataque las causas de fondo de los problemas, que se nutra de las demandas más sentidas de la comunidad y desarrolle métodos que integren y politicen a más compañeras y compañeros será garantía de avance y victoria.

Desde ese punto de vista es que reconocemos la importancia de la politización de la comunidad, de que las ideas revolucionarias y organizativas puedan llegar a cada estudiante, de esa forma sepamos articular y conjuntar las diversas luchas en un objetivo común: democratizar la Universidad y recuperar la reivindicación popular de la educación pública, así como la total erradicación de la violencia machista dentro y fuera de nuestras aulas.

Para ello, compañeras y compañeros, la lucha debe ser organizada e integrar a todos los sectores de la comunidad, desde estudiantes, personal docente, trabajadoras y trabajadores. Sólo de manera conjunta, organizada y consiente podremos llevar a cabo la lucha contra Graue y su modelo de enseñanza, aplicando los métodos de la clase trabajadora que tantas conquistas nos han traído a lo largo de la historia pero que hoy, con el proyecto neoliberal iniciado hace 20 años en la Universidad, nos están arrebatando.

¡Fuera Graue de la UNAM!

¡Viva la lucha estudiantil y feminista de las hijas e hijos de trabajadores!

¡La educación es un derecho, no un privilegio!


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