6 de febrero del año 2000, más de 2 mil elementos de la Policía Federal Preventiva entraron a la UNAM para disolver, por la vía de la violencia y represión, la histórica huelga que había estallado nueve meses atrás, defendiendo la gratuidad de la educación pública.
Hoy febrero de 2020, 16 escuelas de la UNAM se encuentran en paro, en esta ocasión, luchando contra la violencia machista que se vive cada día dentro de las escuelas y por mejores condiciones de estudio. Han sido muchísimas las quejas y denuncias que se han realizado, tanto en la vía legal, como por la vía anónima fuera de las instituciones. Los pocos avances que se han tenido en materia, gracias a la lucha organizada, se ven opacados por cada fallo e impunidad a favor de los agresores. Tal es el caso del primer vinculado por la Ley Olimpia, estudiante de la Facultad de Ciencias quien a pesar de habérsele comprobado que grababa a las chicas en los baños, quedó impunemente libre.
Los casos de violencia e impunidad podrían llenar varios cientos de páginas demostrando, entre otras cosas, que el problema es de carácter estructural. Por más que la UNAM pregone que lo más importante es su comunidad, ésta no vela, no procura, no considera a sus estudiantes, no porque sean incapaces o no sepan cómo hacerlo, sino porque no les interesa. Hoy al igual que hace 20 años para la burocracia universitaria la educación es un jugoso negocio y por ello no velan realmente por los intereses de la comunidad, el problema también era de carácter estructural. Los intereses de entidades como el FMI o la OCDE de privatizar la educación y con ello expulsar a miles de hijos de trabajadores de las escuelas debía de tener una respuesta contundente. De igual manera ahora tenemos que hacerlo, la lacra de la violencia machista no sólo afecta a las estudiantes sino también profesoras y trabajadoras. Es decir, es un problema que engloba diversos sectores, por tanto, la lucha puede y debe ser unitaria, ampliemos esta lucha y hagámosla más fuerte que nuestro enemigo.
Democraticemos nuestras escuelas
Sin embargo, hace 20 años quedó pendiente una cuestión que hoy nos pasa factura. La democratización de la universidad ¿Qué tiene que ver la democratización de la universidad con la lacra de violencia machista? Todo. La democratización de nuestra universidad supondría que las decisiones que en ella ocurren serían de interés común, no de una pequeña élite que, como garrapata, no quiere soltar el poder. Si la Universidad fuese democrática, hace muchos años que existirían unidades de atención a mujeres en cada escuela, departamentos de psicología y servicios médicos dignos y eficientes, en pocas palabras, el presupuesto y quehaceres se destinaria en las necesidades reales de la comunidad. Si las decisiones sobre las justas que se aplican a los violentadores fueran de carácter común, no tendríamos impunidad. De igual manera, serían las y los alumnos junto con docentes y resto de la comunidad, quienes decidirían qué tipo de universidad y bajo qué perspectivas se busca educar a esta generación de jóvenes.
Así como en el año 99, actualmente se está inventando que ‘existe mano negra’ detrás de todos los paros y manifestaciones. Se nos dice, incluso, que hay intereses externos, de estudiantes extranjeros, intentando desestabilizar a la universidad. De que no se dan cuenta quienes replican estas opiniones, es que la universidad ya está desestabilizada desde hace mucho tiempo, por la violencia machista que se vive en las aulas, por los casos de corrupción que saltan cada cierto tiempo sobre funcionarios, así como por el proyecto de elitización y deterioro de las escuelas.
Rechazamos toda insinuación de que existen ‘grupos externos’ que están organizando lo que actualmente acontece. Ello es, como mínimo, un insulto a la capacidad organizativa y de conciencia de las y los estudiantes que reclaman una vida libre de todo tipo de violencia. Nuestro movimiento también exige la democratización porque es un mecanismo que nos permite involucrarnos en las soluciones. No es posible que las decisiones que incumben a toda la comunidad continúen siendo tomadas a puerta cerrada, únicamente bajo el criterio de unas cuantas momias que poco o nada les importa las problemáticas que vivimos día a día.
Sabemos que el camino a seguir, al igual que en el año de 1999, es la organización amplia, capaz de movilizar a decenas de miles contra la violencia machista y por la completa democratización de la universidad, por la disolución del Tribunal Universitario y la Junta de Gobierno, así como por la creación de órganos tripartitos (estudiantes, docentes y trabajadores) que decidan el rumbo a seguir. Hoy es tarea de todas y todos luchar contra esta lacra dentro y fuera de las aulas, luchar codo a codo, como hace 20 años, con nuestros padres, los trabajadores, que se unieron y organizaron para defender a la UNAM de la privatización.
¡No más violencia machista en las universidades!
¡No más impunidad!
¡Disolución al Tribunal Universitario y Junta de (mal) gobierno!
¡Por un paro de 24 horas este 6 de marzo!
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