La barbarie del capitalismo hacia la clase trabajadora se expresa de diversas maneras, por medio de despidos, recortes salariales, mayor explotación, ataques a los servicios públicos, entre otros, pero sin duda una de las expresiones más alarmantes que reflejan la decadencia del capitalismo ha sido la muerte de miles de inocentes por el narcotráfico. Desde el inicio del sexenio del espurio Calderón, la guerra contra el narcotráfico ha dejado un saldo de casi 30 mil muertes, aunque hay constantes divergencias entre las cifras oficiales y las de otras organizaciones, debido a muertes de las cuales muchas veces ni siquiera nos enteramos; por un lado, la violencia es el medio de competencia entre los capitalistas, ya no solamente entre narcotraficantes, que son el sector más lumpenizado de la burguesía, al lucrar con sustancias nocivas para la salud, sino también del resto de capitalistas, que si bien no utilizan la violencia física para coaccionar a la sociedad al consumo o distribución o en contra de sus competidores, sí se valen de la explotación, la mentira, el monopolio y otras tantas estrategias en nombre de la “libre competencia”. En otras palabras, la “libre competencia” en el ámbito del narcotráfico se logra por medio de la violencia física al no ser la droga una mercancía legal, al existir un mercado restringido y por el hecho de que este sector de la burguesía no cuenta con la protección legal de sus intereses por parte del Estado burgués como sí la tienen otros capitalistas. La guerra contra el narcotráfico es entonces una guerra entre el Estado burgués, que representa los intereses de un sector de la burguesía (incluyendo algunos sectores de narcotraficantes, principalmente el representado por el Chapo Guzmán), contra otro sector de la burguesía (que son el resto de narcotraficantes) por el control de un mercado de consumo, guerra en la que la clase trabajadora es la mayor víctima: por un lado el consumo que carcome a la clase trabajadora y a los jóvenes, que ven en las drogas una “salida” a los problemas de desempleo, miseria y falta de oportunidades, por otro lado, hay jóvenes que comienzan a ver en la incursión en el narcotráfico y la delincuencia organizada una forma de obtener recursos que les permitan sobrevivir, a pesar del riesgo que ello implica; además de esto, las confrontaciones armadas no se llevan a cabo en lugares aislados, sino en las calles donde los trabajadores viven, acuden a sus centros de trabajo, donde sus hijos van a la escuela, etc. En otras palabras, como en cualquier competencia entre capitalistas, la clase trabajadora se encuentra a merced de las maniobras de la burguesía, sólo que en este caso no es a través de los medios de comunicación o la ideología dominante exclusivamente, sino literalmente con un arma en la cabeza.
Los medios de comunicación de las ciudades más violentas del país reportan prácticamente a diario muertes (de jóvenes, muchos de ellos) relacionadas con la guerra contra el narco; resulta irrisorio que con las cifras reportadas, el gobierno federal argumente que los civiles muertos son los menos en la guerra (tan sólo el 5%), y que la mayor cantidad de muertos se encuentra entre los mismos sicarios (90%) y policías federales o soldados del ejército (5%). Algunas de las cifras reportadas por diversas organizaciones y medios de comunicación apuntan a que de 2006 a 2009, han muerto mil 200 menores de edad, 138 de ellos, tan sólo en Ciudad Juárez, urbe de 1 millón 200 mil habitantes, en donde el DIF de la región estima en 10 mil los huérfanos de padre, madre o ambos; datos estatales de la Fiscalía General de Chihuahua reportan en lo que va del año 2 mil 666 homicidios en Ciudad Juárez, mientras que el año anterior la cifra fue de 2 mil 754 muertes. Por otro lado para mayo pasado, la Comisión Especial para Conocer y dar seguimiento a los Feminicidios, de la Cámara de Diputados refería la muerte de 4 mil niños, niñas y adolescentes por parte de operativos militares o el crimen organizado en todo el país; en ese mismo mes, se calculaba la cifra de menores reclutados por el narco y el crimen organizado en 400 a nivel nacional. No es menos idílico que las autoridades argumenten que la mayoría de los jóvenes muertos han estado involucrados con la delincuencia organizada y el narcotráfico, con una lógica al estilo “un muerto más, pero estaba en posesión de drogas, o armas, o formaba parte de una banda delictiva, o de un cártel, así que, ¿qué más da?”. Aunado a estas muertes, debemos de tomar en cuenta las cifras de pobreza que aumentan día a día, a pesar de los intentos del gobierno por disimularlas, que también forma parte de la violencia en la que vive no sólo México, sino todo el mundo por parte de los capitalistas, en ese sentido no es menos culpable Slim, Salinas Pliego, el mismo Calderón u otros que el Chapo Guzmán.
Bajo el capitalismo no hay alternativa para la juventud: no hay oportunidades educativas, y si las hay, son en condiciones muy precarias, sin el material necesario, con costos muy altos de transporte, comida, entre otras cosas; la búsqueda de un empleo resulta inútil con una política que no ha hecho más que cargar la crisis económica a espaldas de los trabajadores; criminalización de la juventud, represión, ¿qué resquicios nos quedan como jóvenes? El sector más vulnerable cae en las garras de la lumpenización, jóvenes desclasados cuya alternativa es jugar del lado de la narcoburguesía, otros sectores ven como sus condiciones de vida se desmoronan, cada vez se tragan menos el discurso oficial, el garrote ideológico escolar, y muchos de estos jóvenes comienzan a sacar la conclusión de que es necesario frenar con la lucha esta situación. Vivimos en un periodo en el que las contradicciones del capitalismo se expresan de la forma más dura para la clase trabajadora y la juventud, en la que los tambaleos de la clase dominante no pueden sino generar más contradicciones que afectan las condiciones de vida del proletariado; el problema no es sólo el narcotráfico, sino todo el capitalismo: si se acaba la violencia armada, continuará la violencia a la clase trabajadora en todo el mundo a través de la explotación en nuestros centros de trabajo. La lucha en contra del narcotráfico es una lucha que sólo puede dar la clase trabajadora, que es realmente quien la sufre, por medio de cuerpos de autodefensa de trabajadores ante la lumpenización del narco y el crimen organizado, cuerpos que surjan desde la conformación de comités de trabajadores de los sindicatos, PRD y el movimiento de AMLO en contra del capitalismo, que den la lucha no sólo contra el narco, sino por las demandas inmediatas de la clase trabajadora, como empleo, mejores salarios, educación para todos los jóvenes, pero además, que la lucha se ligue por el control obrero de las palancas de la economía, pues de otra manera será imposible que las demandas inmediatas las resuelva un gobierno que representa los intereses de una burguesía dispuesta a sangrar más los bolsillos de los trabajadores; esta situación pone entonces en el orden del día la caída de Calderón, la cual se logrará por medio de la lucha constante, empezando por la convocatoria a una huelga general de 24 horas. Compañero, te invitamos a que te unas a Militante, por una alternativa socialista a los problemas que aquejan actualmente a la sociedad, la única manera de lograrlo es con la movilización en las calles, la unificación de las luchas y la organización política de los trabajadores y jóvenes, sin la cual, los logros obtenidos en la lucha se pueden ir como agua entre las manos.
¡La guerra contra el narco debe transformarse en una guerra contra el capitalismo, dirigida por los trabajadores!
¡Alto a los ataques a la juventud: obreros y estudiantes, unidos y adelante!
¡La única alternativa es el socialismo: únete a Militante!