Morena arrebata cuatro estados

El pasado 5 de junio se vivieron elecciones en 6 estados de la república: Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo. Éstas reflejan, por un lado, la enorme crisis por la que está pasando la coalición de la derecha: PRI, PAN Y PRD; por otro, las enormes aspiraciones de transformación de un sector importante de la clase trabajadora. Sin embargo, el grado de abstencionismo es un foco de alerta contra la política de alianzas y de arribismo dentro de Morena.

De las seis entidades que acudieron a las urnas, cuatro estaban gobernadas por el PAN —Aguascalientes, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas— y las otras dos estaban bajo gobiernos del PRI —Hidalgo y Oaxaca—. Aguascalientes, uno de los bastiones históricos del panismo, lo ganó María Teresa Jiménez Esquivel con el 53.7%, con la coalición PAN-PRI-PRD, quedando Morena debajo por 20 puntos con 35,3%, donde se anunciaba una posible impugnación, pues se desarrolló en un ambiente donde la policía respaldó a la candidata de derecha e incluso hubo activistas detenidos, así como un sinfín de denuncias por fraude.

Durango también lo ganó la derecha y con el mismo porcentaje a través de Estaban Villegas con 53.7%. Sin embargo, en los ayuntamientos Morena se lleva 20 municipios, en su mayoría rurales, reflejando que el pueblo duranguense no está del todo de acuerdo con la derecha y está dando oportunidades a Morena de demostrar que son capaces de cumplir.

Ganar gubernaturas no basta

De los 4 estados que ganó Morena, Hidalgo obtuvo el mayor porcentaje, con un 61.8% de votos para Julio Menchaca, dejando a la candidata más cercana con un 31.3%, casi la mitad de los votantes del primero.

Y aunque Morena vistió a Hidalgo de guinda después de años de tricolor no hay que olvidar que Julio hasta el 2016 pertenecía a las filas del PRI y que ha sido denunciado por delitos contra la corrupción, así como tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito.

No es suficiente el triunfo de Morena, no se trata de sumar por sumar gubernaturas o regidurías. Si se ha votado por Morena es por echar a la derecha del gobierno y no repetir las mismas políticas a nombre de otro partido, peor aún a nombre de Morena, que fue producto de la lucha y la organización de millones de trabajadores que, pese a la dirigencia, aún hoy se mantienen activos en sus bases.

Exigimos que este candidato responda a las denuncias de los ataques a la normal del Mexe, al tren de Tula (retomado del gobierno de Peña Nieto) y que atienda las demandas del pueblo hidalguense.

En Oaxaca Salomón Jara Cruz obtuvo 60.26%, la coalición PRI-PRD obtuvo el 25%, mientras que el PAN que se lanzó sin alianza estuvo a punto de perder el registro con el 3.08%. Dicho estado fue escenario de muestras de descontento de la población, ya que tras el huracán Agatha hubo un saldo de nueve personas muertas y cinco más desaparecidas, así como numerosos daños materiales y cientos de damnificados, y la ayuda fue nula.

Por otro lado, fue evidente la falta de opciones de candidatos honestos y combativos; no sólo se reflejó en el abstencionismo con un 62%, sino en la quema de boletas y el rechazo de colocar las urnas. No hay que perder de vista que Salomón ha sido criticado por presuntos vínculos con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y denunciado por usar las mismas prácticas corporativas del priismo.

María Elena Lezama en Quintana Roo obtuvo 56.4% de votos a favor, las 15 diputaciones locales serán para Morena, PT y PVEM.  Dichos partidos fueron en alianza en 14 distritos, y todos los ganaron con una amplia ventaja frente a la oposición dejándola tan sólo con 16.13%. El PRI sólo alcanzó el 2.9% de la votación, por lo que podría perder su registro.

El PRD no sólo corre riesgo de perderlo en Quintana Roo, sino también en Durango, Hidalgo y Tamaulipas, con lo cual desaparecerá el financiamiento en esas entidades.

De acuerdo con los PREP de Durango, Oaxaca, Hidalgo, Quintana Roo y Aguascalientes, el Partido Verde y el Partido del Trabajo están en riesgo de no contar con más prerrogativas. Esto demuestra cómo realmente las alianzas, especialmente con el PVEM, no tienen otro sentido que mantener a estos partidos minoritarios en pie, pues no son determinantes para las votaciones y aun así lo fueran, el problema es que la política de alianzas con partidos de derecha como el PVEM sólo consiguen rebajar el programa y permitir el ingreso de la derecha al gobierno a través de Morena.

El candidato de Morena en Tamaulipas, Américo Villareal, celebró su triunfo con el 51.1%, con 60,000 votos por encima del panista César “El Truko” Verástegui. Fue el estado donde mayor gente participó. Esta victoria representa un duro golpe a la derecha no sólo por su derrota, sino por la participación y organización de las y los obreros maquiladores que han estado presentes y en lucha en el último período; incluso tras el movimiento 20/32 muchos decidieron continuar la lucha en el terreno electoral para dar continuidad a la batalla iniciada contra la patronal.

Como ellos mismos dicen, este triunfo no es más que de la clase trabajadora y de nadie más. Es la salida de Cabeza de Vaca y de toda la derecha donde el pueblo obrero ha hablado claramente, por lo que Américo Villarreal está obligado a llevar un gobierno en beneficio del pueblo obrero matamorense: no se les ha entregado un cheque en blanco y por eso la lucha debe continuar.

El abstencionismo en las elecciones          

La participación no superó el 55% en ninguna de las seis entidades. Oaxaca registra la menor tasa, con un 39%. Sólo en Tamaulipas la participación ciudadana fue de 53%. El resto de los estados tuvo un abstencionismo de entre el 50 y 62 por ciento.

La segunda abstención más alta durante los comicios de este domingo se registró en Quintana Roo, entidad en la que un 59.76% de los electores decidió no salir a votar. A pesar del triunfo contundente del PAN en Aguascalientes, el abstencionismo también resultó vencedor en las elecciones de esa entidad, con 54.01%.

Sólo podemos entender este grado de abstencionismo en la mala oferta de candidatos de la izquierda, acusados de vínculos con el crimen organizado y provenientes del viejo régimen; el triunfo de muchos recayó más en la autoridad que aún conserva AMLO que en la confianza de que realmente están comprometidos con el pueblo.

En estas elecciones se mantiene un claro giro a la izquierda por la vía electoral, y al mismo tiempo una fuerte manifestación de desconfianza hacia la política de alianzas de la dirección morenista y el escepticismo de que estos gobiernos realmente generen un cambio. Pese a los discursos triunfalistas, esta es una fuerte llamada de atención a Morena rumbo a 2024.

Para la dirección de derecha de Morena –Mario Delgado y compañía– estos triunfos significan su fortalecimiento, consolidación y cierre de filas, insistirán en seguir imponiendo su política argumentando con la demagogia de la unidad y que Morena crece, sin embargo, estos triunfos muestran otra cara de la moneda, un divorcio sistemático y constante entre la dirección y la base, una contradicción que más temprano que tarde se dirimirá.  

Ni las coaliciones han podido evitar que PRI, PAN y PRD pierdan terreno

La crisis que enfrenta la oposición desde su derrota en 2018 continúa hasta hoy sin candidatos viables ni propuestas para la clase trabajadora, y cada día aumenta su desprestigio por su corrupción, maniobras y políticas antiobrera. El caso más claro es el PRI, que puede perder el registro estatal en Quintana Roo. Y los 3 partidos principales de oposición, en los estados que no tuvieron coaliciones, no sólo perdieron, sino que pusieron en riesgo su registro estatal.

Morena, por su parte, que ya lleva más de tres años al frente del gobierno federal, tenía el desafío de conquistar nuevos estados en su disputa con la oposición y mantener el apoyo electoral y con ello evitar que se exprese el desgaste de su aceptación entre los trabajadores y el pueblo como resultado de políticas contrarias a la clase trabajadora. Ahora ha conseguido sumar 22 estados, sin embargo, este avance no es ninguna garantía mientras no se defienda un programa revolucionario y se gobierne de la mano del pueblo.

Para avanzar ahora más que nunca necesitamos sacar a la derecha del poder

Ha sido un triunfo de la clase trabajadora el sacar a la derecha del poder; no sólo a nivel presidencial, sino en las estatales, ha quedado claro que no queremos más prianismo. No obstante, para que podamos alcanzar las demandas de la clase trabajadora es necesario dar la batalla y sacar a todas las lacras de derecha que se han metido en las filas de Morena.

Ahora más que nunca necesitamos mantenernos organizados y movilizados; ya demostramos la fuerza que tenemos y lo que podemos lograr bajo este principio. Tras los triunfos electorales nos han querido convencer de que ya no es necesaria la lucha, que ahora todo cambiará, pero la experiencia reciente en diversos estados donde ya gobierna la izquierda nos dice que no es así. La clase trabajadora, la juventud, los campesinos sin tierra y los indígenas estamos viviendo en carne propia las consecuencias de tener gobernantes chapulines y la carencia de un programa auténticamente de ruptura con el sistema.

Ahora lo que sigue es dar una batalla para sacar a la derecha de Morena, un partido que se creó por y para el pueblo, y que debe seguir siendo del pueblo y no un trampolín o rescate para la derecha. Ahora nuestra contienda pasa a otro escenario.


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