El presente año ha despuntado con la fresca brisa de un nuevo impulso en las luchas sindicales del movimiento obrero. Desde los primeros días, el magisterio democrático y el movimiento democrático del Seguro Social (SNTSS) han sido las voces principales de este inicio de año. Se suman a las batallas entabladas desde ya hace algún tiempo, como la de Mexicana y el SME, y otras tantas, menos visibles pero igual de importantes que siguen marcando el desarrollo de la lucha de clases en el país. La sección IX del SNTE–CNTE ha sido protagonista de sus mayores movilizaciones en años. Logrando movilizar cientos de millares de maestros e impulsando paros laborales con más del 80% de seguimiento. Todo, en la lucha contra la aplicación de la Alianza por la Calidad Educativa (ACE) y la Evaluación Universal. En el caso del movimiento democrático del SNTSS su nacimiento y desarrollo ha sido un potente grito de rebeldía, contra un gobierno que pretende privatizar el sistema de seguridad social y contra una represión laboral y sindical feroz que ha dejado ya más de 2000 represaliados en todo el país; desde amonestaciones hasta separación laboral. Después del mitin de enero de 2011, para este año la marcha mitin realizada convocó alrededor de 5000 trabajadores, bajo una dirección que lucha por hacer frente y presentar alternativa al poderoso aparato burocrático del charrismo panista.

Ambas, tienen un potencial numérico y cualitativo enorme que aun falta desarrollar. Los retos a los que se enfrentan estos nuevos movimientos son muchos y variados pero hay uno que interesa a todos por igual y que es menester superar como base para todo lo posterior: afrontar el periodo de crisis orgánica del capitalismo con un nuevo sindicalismo clasista, democrático y combativo. Las viejas prácticas del sindicalismo en México están arrinconadas por la crisis, de un lado los charros del Congreso del Trabajo (CT) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y del otro, muy a su pesar, el sindicalismo independiente, que en general aun está dando la batalla, pero que necesitará todavía, encontrar los métodos que le permitan triunfar de manera contundente frente al sector oficialista, la patronal y el gobierno. Toda lucha entre obreros y patrones, entre los que generan la riqueza con su trabajo y los que la disfrutan ociosos, que sea entablada en el presente contexto tendrá este reto: acceder a una comprensión y una visión que ligue la lucha diaria por el pan a la derrota total y definitiva de aquellos que nos oprimen y nos niegan el derecho a la existencia.

Hacia el abismo

Desde el término del boom económico de posguerra a mediados de los años 70 del siglo XX el desarrollo del capitalismo fue una curva descendente, cada boom era más corto, superficial y débil y cada crisis más prolongada, profunda y desastrosa. La acumulación de riquezas, de los ya ricos, ahora a una escala fenomenal, fue gracias, ya no tanto al mejoramiento de la técnica y la tecnología sino más bien al recrudecimiento en la explotación de la clase obrera a nivel mundial. En particular, el boom de los noventa fue levantado sobre el retroceso en los niveles de vida de todos los obreros del orbe, con especial énfasis en el tercer mundo. Ataques sobre ataques se sumaron sumiendo a la población trabajadora en la miseria cada vez mayor. Ahora, la burbuja ha estallado y el sueño se convirtió en pesadilla. El boom levantado sobre las espaldas de millones de trabajadores y con ataques a salarios y niveles de vida también aumentó el descontento hasta hacerlo enorme.

El capitalismo mundial está en crisis. E.E.U.U. está en el tope de su deuda y las movilizaciones sindicales y de Ocupa Wall Street (indignados) han puesto de manifiesto las graves contradicciones sociales que se ocultan detrás de la careta del sueño americano, la consigna “Somos el 99%” es más que gráfica. Europa está en camino al infierno; recortes y ataques por todos lados y una protesta social gigantesca son la realidad diaria. El capitalismo ha logrado, después de tantos intentos, acortar la distancia entre Europa y América Latina, pero no es que el nivel de Latinoamérica haya subido, ¡es que Europa se va por la coladera! Gente buscando comida en basureros ya son cosa frecuente... en Grecia. Peor es el caso para los países en vías de desarrollo, las llamadas economías emergentes, señaladas por algunos como el relevo de la locomotora mundial, todos ellos están en proceso de ralentización o franco estancamiento. Brasil, Rusia, India y China han demostrado la imposibilidad del capitalismo para avanzar, aun antes de haber alcanzado pleno desarrollo; México, ni siquiera alcanza un lugar entre estos grupos que son los supuestos lideratos del mundo. Pero no por ello el periodo de decadencia y crisis orgánica del sistema de libre mercado deja de marcar la pauta para el país.

¿A qué nos enfrentamos?

Dependiente y subordinado, el capitalismo mexicano es débil e incapaz de  aislarse ni hacer frente a la crisis. A pesar de todos los males provocados por la caída de la economía desde 2007 y 2009, Calderón no puede terminar con la crisis por decreto (aunque él así lo crea). Actualmente  se está gestando una caída aun mayor debido a la política monetaria del gobierno panista federal quién, para sostener al peso, han creado una burbuja especulativa, a través de bonos de inversión (Certificados de la Tesorería). Estos bonos ofrecen tasas de interés 40 veces más altas que E.E.U.U. atrayendo capitales especulativos que han sobrevaluado el peso, en especial frente al dólar. Sin embargo, a pesar de los aparentes beneficios, hay maleficios que emanan de semejante política monetaria. Además de que encarece las exportaciones esto hace de la moneda mexicana presa fácil de la especulación bursátil pues estos capitales parasitarios reclamarán sus beneficios para correr a ponerse a salvo en otros mercados en el momento en que haya peligro creando un espacio vacío por el cual caerá toda la economía de llegar a estallar aquella burbuja; dejando a su paso devaluación, inflación y más recesión. La desorganización creada por un fenómeno así, afecta y afectará los bolsillos de los trabajadores, pulverizando el salario real, reduciendo el poder adquisitivo y llevando a cero cualquier mejora económica.

Lo que se está gestando son mayores caídas y provocando sus consecuencias: reducción de salarios, paros técnicos, despidos e inestabilidad y precariedad laboral; la receta especial de los industriales y banqueros para no perder riqueza a costa de sus empleados y obreros. Esto es un llamado de alerta directa para los sindicatos. La precariedad laboral de todo signo, como la baja de salarios reales y relativos, contribuye enormemente a bajar los niveles de vida y fortalecer los prejuicios y atavismos heredados del atraso social y político. Todo esto debilita directamente a los sindicatos, al llevar a su base social a la desesperación económica y personal. Todo esto es más cierto para los sindicatos corporativos pues son ellos los que contribuyen indirecta y directamente a esto con su pasividad, firmando contratos de protección patronal y permitiendo o avalando contrarreformas y toda clase de atropellos. Sin quererlo (o queriéndolo) y aunque no lo vean (o nieguen verlo) están socavando su fortaleza política al disminuir la fuerza de la clase obrera, al debilitar su posición en la correlación de fuerzas de la sociedad.

Otro aspecto que va de la mano son las pensiones. El llamado pasivo laboral, es decir, los recursos necesarios para pagar prestaciones laborales; pensiones y jubilaciones, las que más. En México, como en otras partes del mundo, la lucha sindical consiguió, en ciertos sectores, contratos colectivos que aseguraban por medio de prestaciones y jubilación, un trabajo decente y una vida decorosa; sin embargo, desde el ascenso del último boom y ahora más en la presente crisis orgánica, los patrones están muy poco dispuestos a pagar salarios y beneficios contractuales en detrimento de su bolsillo. Las directrices políticas neoliberales han llevado a la quiebra a muchas empresas, incluyendo a la (supuesta) falta de recursos para devengar el pago de estas obligaciones patronales. A esto, hay que  sumarle las pérdidas sufridas por las AFORES que, dado que son sociedades privadas, el secreto bancario impide saber la cantidad real en pérdidas aunque éstas se estiman en millones de pesos.

La Auditora Superior de la Federación (ASF) calcula los pasivos laborales del Gobierno Federal en casi $4 000 000 000 000 (cuatro billones), es decir, el 30% del PIB de 2011. A finales de 2010 los sistemas estatales de pensión tenían un pasivo laboral de alrededor de 2 billones. Los datos en el sector privado son más escurridizos pero sea cual sea la cantidad no hay razones para creer que la burguesía esté dispuesta a pagar, y eso, aun si tuviera el dinero.

Evidentemente, es un punto importante para la burguesía y para el gobierno a su servicio eliminar cualquier posibilidad de tener que pagar todo ese dinero, de hecho es prácticamente imposible pagarlo. La única posibilidad que tenemos los trabajadores de recibir en el momento necesario nuestra jubilación, pensión y otras prestaciones es fondear estos rubros ¿Cómo? Algunos preguntarán y señalarán no solamente la falta de recursos del gobierno federal, sino también la bancarrota de muchas empresas e instituciones financieras. Nosotros respondemos: El dinero de subsidios gubernamentales al sector privado, las ganancias astronómicas de los grandes consorcios, que todo se use para dotar de recursos a la seguridad social. Alrededor de 28 mil 500 millones de pesos acumularon las Afores en utilidades netas, las cuales, en una década, crecieron a una tasa media anual de 24.11 %. Los barones del dinero han triplicado sus activos en una década y en cambio para los trabajadores el balance es aterrador, pues han pagado hasta 23 centavos de cada peso aportado para la cobertura de pensión, lo que significa que el rendimiento de las cuentas de los trabajadores apenas fue de 2.7 % en el mismo periodo.

Pero aquellas, no son las única obligaciones que la patronal intenta eludir. En realidad tratan de deshacerse de todas sus obligaciones dejando las relaciones entre el trabajador y el patrón al desnudo, Sujetas solo al pago de salarios a cambio de jornadas de trabajo larguísimas, que es más rentable para ellos. Están tratando de eliminar todas las conquistas sociales y laborales, todos los derechos y prestaciones para así ahorrar para sus bolsillos esos recursos. Por cualquier medio quieren agandallarse todo el pastel y no dejar nada a nadie más. Este es el trasfondo de tantas habladurías sobre la flexibilidad laboral, la productividad y las obsolescencia de los sindicatos. Esta es la razón última de la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT), la mentada reforma laboral que impulsan PAN y PRI. Quieren asegurarse de que tienen toda la cobertura legal para la explotación inmisericorde del obrero.

Hasta el momento la movilización mínima de algunos sindicatos y la ruptura política entre la derecha han permitido parar todo intento de aprobar esta contrarreforma. Pero en el futuro la necesidad de la patronal será aun más acuciante y atacarán rabiosamente a toda oposición. Así como la LFT ya es letra muerte en un amplio sector de la población trabajadora, de la misma manera harán todo cuanto esté a su alcance por aprobar la legalización de esas prácticas. Los sindicatos tendrán entonces que plantar batalla y hacerlo con los actuales métodos será, desastroso. Quizá se pueda dar una lucha dura y heroica, pero, si queremos que no vuelva a pasar que después de ésta aun se aprueba la reforma (como con la nueva ley del ISSSTE, por ejemplo) los métodos de organización y lucha tendrán que superar y por mucho a los actualmente practicados tanto por el sindicalismo charro oficialista como el independiente.

Resumiendo, los problemas a los que se enfrenta y enfrentará en movimiento obrero en el próximo periodo serán todos, manifestaciones en un aspecto y sentido particular a cada vez, de la crisis económica actual de la economía de libre mercado, marcada por la decadencia general del sistema capitalista y su Estado. La burguesía siente que su barco se hunde, lo curioso es que, para no perder su posición como dirección de la sociedad, prefiere echar a sus marineros al mar antes de cambiar de navío o repararlo siquiera, ratificando de esta manera una idea central que defiende el marxismo: el capitalismo es irreformable. Esto es lo que ha provocado todo el desastre natural, social y político por el que atraviesa la humanidad y cuyas consecuencias vivimos la masa trabajadora, pobre y explotada. Pero, no hay que perder de vista, que el ojo del huracán, el punto de intercambio de energía que determina el resto del proceso está en la lucha entre las dos clases fundamentales de la sociedad moderna: proletariado y burguesía; obreros y asalariados contra industriales y banqueros.

Aquí es donde la pugna por la conservación y la supremacía económica adquiere otro carácter, avanza hacia un terreno superior. La lucha sindical, la lucha de fábrica se eleva por encima de los límites de empresa, de gremio o rama industria, se eleva incluso por encima de las fronteras nacionales y las diferencias culturales, haciendo a todos los obreros, miembros de una misma clase, con un fin y una tarea histórica unificadas. Aquí, los sindicatos se transforman, no son solo ya agrupaciones económicas sino, al no bastarse con ello, tienen que tener una perspectiva política clasista clarificada que les permita navegar por tan traicioneras aguas. Un sindicato que vaya por la vida sin una comprensión general del periodo en el que existe y las formas de lucha necesarias a este, será como un viajero sin brújula ni estrellas, caminará mucho pero jamás llegará a ningún lado y los viajeros que se pierden en el monte casi siempre mueren. A través del debate honesto y democrático, un sindicato puede atraer, explicar e iniciar a la gran masa que concentra, en la lucha de clases y el entendimiento de su fuerza, su misión y la realidad de que ninguna lucha conseguirá victorias estables y duraderas sino a costa de cuestionar la propiedad privada, a los patrones y su sistema y actuar en consecuencia.

Las elecciones

Frente a nosotros toma forma un terreno de combate que no se restringe al de la fábrica, es más amplio, que abarca, además, a toda la sociedad en su conjunto y pretende ponerla a decidir sobre sí misma. Cierto es que las elecciones son, en gran parte, un sistema de relevos entre representantes siempre de la clase dominante legitimados para gobernar a su favor en nombre de la sociedad. Lo que no podemos ignorar es que a pesar de esto, millones de personas participan con poca o mucha esperanza e ilusión de poder cambiar algo, muchos de ellos votarán a favor de la izquierda e intentarán que las cosas salgan su favor. Ante esto, lo peor que podemos hacer es renunciar a participar junto a estos millones, los más, obreros y campesinos pobres, esto equivaldría a renunciar a la lucha por influir en su opinión y su visión de los acontecimientos para poder mejor guiarlos. Lo que algunos olvidan es que para las clases dominantes, siempre es mejor dominar a los callados y negarles cualquier participación u opinión. Aunque las elecciones son un juego que (casi siempre) pueden controlar, no son dádivas de los de arriba, en el pasado el voto universal se ganó gracias a las luchas de los de abajo.

La fuerza de los obreros más que en su número se halla en la organización de su cantidad. Así, no es lo mismo que participen como ciudadanos individuales a que participen encuadrados en sus organizaciones económicas y políticas, un ejército disciplinado siempre será más poderoso que una turba desorganizada. Los sindicatos deben llamar a sus agremiados a participar y a hacerlo por un candidato en especial ¿Cuál? El que más se acerque a representar los intereses no sólo de su base, sino de todos los trabajadores. Hoy día, los sindicatos charros como la CTM y el CT si hacen esto, llamando a votar por el PRI. Ellos están seguros (aunque se engañan) de que este partido representa sus intereses. Pues, a una política incorrecta ¡se le opone una correcta! No se le opone el abstencionismo y la nulidad del voto, sino la participación a favor del candidato que a nuestro juicio, siempre y cuando se base en una política revolucionaria, puede estar más cerca de llevar a cabo una política a favor de los pobres: AMLO. La neutralidad de los sindicatos es completa e irremisiblemente una cosa del pasado, que desapareció junto con la libre democracia burguesa. [1]

Pero no se trata, para un sindicato que sea digno representante de su clase, de solo llamar a votar en los abstracto o intercambiar votos de sus militantes por soluciones a demandas gremiales y promesas de campaña. En el caso específico de AMLO como candidato del PRD y MORENA se trata de oponer a la política de conciliación y colaboración de clase, un programa obrero clasista y una política revolucionaria. Este es un momento inmejorable para que las organizaciones sindicales puedan explicar a sus agremiados y al conjunto de los trabajadores y oprimidos como es que la lucha del día a día por más salarios, prestaciones, seguridad laboral, estabilidad tiene una relación directa con quién esté en el poder. Mientras sea el PRI y el PAN, peligros como los mencionados en la primera parte del artículo seguirán pendiendo sobre la cabeza del pueblo entero. Hemos visto en los dos últimos años como, por ejemplo, a través del paladín de la paz laboral Lozano Alarcón (ex Secretario de trabajo y Previsión Social) el gobierno ha estado tratando de llevar a cabo la reforma laboral y el resto de las contrarreformas necesarias a la burguesía.

Pero aun más, debemos de decir que el capitalismo abarca todo y a todos, que no existen los hombres santos ni los líderes infalibles. Aún AMLO puede llegar a capitular frente a la presión del imperialismo y la oligarquía. Contra esto no existe ninguna garantía, sería necio y falso esperar a un candidato incorruptible para en ese momento llamar a votar. Lo que si hay es un forma de evitar y reducir al máximo las funestas consecuencias de ceder ante los intereses del capital. La democracia obrera y el programa de lucha correcto. Esto es lo que debemos defender en la actual campaña electoral, no a un hombre sino a los intereses de un clase, la nuestra. Aquí adquiere relevancia la participación organizada y consciente de los sindicatos. Los trabajadores no pueden ejercer su control democrático desperdigados ni tampoco pueden los sindicatos imponer un programa a la clase (como sucede en la CTM) sino que deben ser estos, la vía para, mediante una dirección correcta, puedan los trabajadores ejercer presión y control sobre los derroteros de la candidatura de la izquierda.

Es imposible gobernar para “todos los mexicanos” porque es una fantasía reaccionaria. Hay mexicanos que son dueños de empresas, de fábricas y bancos, o sea, son burgueses; hay mexicanos que son dueños tan solo de su fuerza de trabajo, cual tienen que vender para existir, o sea, son proletarios, a estos últimos nos debemos. La búsqueda, la reivindicación, el programa que deben defender los sindicatos al participar junto y con MORENA es de los intereses de este proletariado y de su hermano el campesino pobre y el pobre urbano, cuyos intereses en conjunto, están opuestos irreconciliablemente al del burgués. Al del dueño de la propiedad privada que los explota. La presidencia de AMLO nos interesa en tanto gobierno en que tengamos la posibilidad, la factibilidad de conseguir la realización de nuestros intereses. De extender y desplegar al máximo nuestra actividad reivindicativa y desarrollar nuestro programa. Que es obrero y es coherente con su condición y su necesidad de emancipación, es decir, es revolucionario.

Después del 1 de julio

Todas las perspectivas tienen un antes y un después de la fecha de las votaciones, pero a pesar de cualquier posible resultado, a despecho de cualquier ganador, hay fuerzas que se mueven por encima de las elecciones y aun de la soberanía nacional. Hay plazos cuyo término de cumplimiento está sujeto a procesos más profundos que las mismas elecciones. Hay problemas que no se resolverán y después de la llegada del nuevo inquilino de Los Pinos ahí seguirán. En principio, dependerá de cómo actuará el ganador, la resolución hacia uno u otro bando de los problemas que presenta la situación laboral y política, en que altar se harán los sacrificios y las ofrendas. Pero, las masas aun pueden poner su sello en los acontecimientos y, si consiguen proseguir la organización y avance hacia un programa de transformación social, pueden aun más y mejor ser el toque decisivo para inclinar la balanza a favor de los trabajadores y el pueblo.

El capitalismo es un sistema internacional, sobrepasa fronteras y barreras. También así, sus consecuencias. Un gobierno de la derecha no perderá tiempo para pasar a la acción y hacer pagar a los trabajadores las facturas de la crisis. Un posible gobierno de la izquierda, probablemente tratará de paliar la crisis y conciliar, distender la polarización social. Pero el camino que lleva a la solución del problema de fondo es otro. Y por cierto, el mismo también para los sindicatos. Si la izquierda, teniendo el gobierno es sus manos, decide que no se puede acabar con el capitalismo, decide rendirse a la presión de los grandes consorcios, nacionales o extranjeros, solo tendrá por alternativa atacar a los trabajadores, mas tarde o más temprano, como ya lo hemos visto en Grecia, España o Portugal. Un gobierno derechista no se lo pensará dos veces para pasar al ataque. En cualquier caso los trabajadores tendremos que defendernos contra reformas laborales, baja de salarios, desempleo, precariedad, inestabilidad y toda la maquinaria ideológica de la clase dominante para hacernos pensar que el problema somos nosotros y no el sistema.

Los sindicatos jugarán un papel importantísimo en esa resistencia. Serán un baluarte de la organización y fuerza del obrero. Ayudarán a filtrar todas las mentiras emanadas de los medios de (des)información y explicar la situación real. Pero para ello, los sindicatos necesitarán de una dirección firme y audaz, forjada en las batallas de su clase pero también formadas teórica y políticamente con la única defensa efectiva: el método y las ideas del marxismo revolucionario. Necesitamos grupos que puedan informarse y formarse en estas ideas y que se organicen para defender un programa revolucionario en sus sindicatos, para luchar por extender este nuevo sindicalismo de clase, combativo y democrático que hará frente a cualquier ataque y único que logrará llevar a triunfo las luchas entabladas.

La comprensión acerca del Estado es primordial dentro de las herramientas teóricas de este nuevo sindicalismo. Acerca del sindicalismo burocrático, corporativo y patronal y su relación con el Estado Trotsky explica: “Las camarillas capitalistas que están a la cabeza de los poderosos trusts, carteles, consorcios financieros, etcétera, ven la vida económica desde las mismas alturas en que lo hace el poder estatal; y para cada paso que dan requieren la colaboración de este último.” Por lo tanto, los sindicatos “se ven obligados a enfrentarse a un adversario capitalista centralizado e íntimamente ligado con el poder del estado. De aquí surge la necesidad de los sindicatos a adaptarse al Estado capitalista y a competir por su cooperación, en tanto permanecen en posiciones reformistas, es decir en posiciones de adaptación a la propiedad privada. A los ojos de la burocracia del movimiento sindical la tarea principal reside en "liberar" al Estado de la influencia del capitalismo, en debilitar su dependencia de los trusts y en atraerlo a su lado.”[2]

“Claro que este programa significa lucha y no postración. Los sindicatos tienen dos posibilidades. Una es maniobrar, retroceder, cerrar los ojos y capitular poco a poco para que no se “enojen” los patrones o no “provocar” a la reacción. [...] La otra es comprender el carácter inexorable de la actual crisis social y encabezar la ofensiva de las masas.”

“Esto no puede lograrse por los métodos comunes, “normales”, rutinarios, de los sindicatos. [...] bajo las condiciones de la decadencia capitalista los sindicatos aislados resultas incapaces hasta de detener el  deterioro de las condiciones de vida de sus propios obreros. Se necesitan métodos más decisivos y profundos. La burguesía, que tiene el control de los medios de producción y el poder estatal, ha llevado a la economía a un estado de confusión total y sin salida. Es necesario declarar incompetente a la burguesía y transferir la economía a manos nueva y honestas, a manos de los propios obreros.”

Únete a Militante y lucha por un programa socialista para el movimiento obrero.



[1]    Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista. L. Trotsky, Acerca de los Sindicatos, Fundación Federico Engels.

[2]  L. Trotsky, Ibid.

 


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