El socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo...
Rosa Luxemburgo, Carta a Franz Mehring
En 2018 se cumple el centenario de la revolución socialista en Alemania. Iniciada en noviembre con el levantamiento de los marinos de Kiel y la formación de los consejos de obreros y soldados por todo el país, la revolución no sólo derrocó a una monarquía militarista y profundamente reaccionaria sino que puso sobre la mesa la posibilidad real de acabar con el orden capitalista en Europa.
Las fuerzas que se pusieron en acción para aplastar la osadía de los trabajadores alemanes fueron poderosas: el Estado Mayor, los grandes industriales y terratenientes, las bandas monárquicas y reaccionarias —precursoras del partido nazi—, la Iglesia, los funcionarios y campesinos acomodados… Pero la base económica, social y militar del viejo régimen era insuficiente para frenar la ola revolucionaria en los momentos iniciales. Se necesitaba el concurso de una fuerza auxiliar que pudiera sabotearla desde dentro para hacerla fracasar, y ésta salió de entre los jefes parlamentarios y el aparato de arribistas de la vieja socialdemocracia, que ya habían prestado grandes servicios a la monarquía y al gran capital durante la guerra imperialista.
Pasión por la vida y la revolución
La revolución alemana tuvo muchos protagonistas, pero la figura de Rosa Luxemburgo brilla con luz propia. La marxista intransigente que desafió a la dirección de su propio partido, que levantó la bandera del internacionalismo proletario frente al socialpatriotismo, que jamás cedió a las presiones de sus adversarios por muy fuertes que fuesen, pagó su lealtad a los trabajadores con el ostracismo, la prisión y la muerte.
Rosa Luxemburgo fue fundadora del marxismo revolucionario polaco, del ala izquierda del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), de la Liga Espartaquista y más tarde del Partido Comunista de Alemania (KPD). Su militancia incansable e insobornable la convirtió en una brillante oradora y en una teórica de altura. Las ideas de Rosa Luxemburgo han trascendido el tiempo y sus obras se han convertido en clásicos del marxismo. Basta señalar la importancia que para la educación política de generaciones de luchadores han tenido Reforma o revolución y Huelga de masas, partido y sindicatos.
Rosa Luxemburgo fue también una pionera del feminismo socialista, de clase y anticapitalista. En su actividad militante tuvo que enfrentarse al machismo decimonónico de sus camaradas de partido, y a los celos enfermizos de aquellos a quienes amaba. La pelea vital por abrirse paso y afirmarse como revolucionaria es también un testimonio de su valentía personal.
La opinión pública burguesa, antes de aplaudir su asesinato, ya había condenado a Rosa Luxemburgo por razones obvias. Pero entre sectores de la izquierda su figura y su obra se han visto envueltas permanentemente en todo tipo de distorsiones, calumnias y olvidos interesados. Su independencia de criterio, su obstinada honestidad intelectual, su fidelidad a los principios del marxismo revolucionario, le llevó a ser proscrita por el estalinismo como una “hereje”. Por su parte, los socialdemócratas han pretendido oponerla a Lenin y los bolcheviques convirtiendo lo que fueron discrepancias coyunturales y tácticas en diferencias de principios.
Rosa Luxemburgo fue asesinada junto a su camarada Karl Liebknecht el 15 de enero de 1919. Su detención, martirio y muerte por comandos de los Freikorps1, a las órdenes del gobierno socialdemócrata, coronó la derrota sangrienta de la revolución. Algunas semanas después la policía arrestó, torturó y mató a Leo Jogiches, el indomable comunista y compañero sentimental de Rosa por muchos años.
Con este libro, escrito por Juan Ignacio Ramos, queremos acercar la figura de Rosa Luxemburgo a las nuevas generaciones de jóvenes que se suman a la lucha por el socialismo y que empiezan a participar también en el movimiento feminista de clase y anticapitalista. Al estudiar su trayectoria militante y su obra política aprenderán a no renunciar jamás a las armas de la crítica. Como dejó escrito su amiga y camarada Clara Zetkin:
“Rosa Luxemburgo, gran teórica del socialismo científico, no incurría jamás en esa pedantería libresca que lo aprende todo en la letra de molde y no sabe de más alimento espiritual que los conocimientos indispensables y circunscritos a su especialidad; su gran afán de saber no conocía límites y su amplio espíritu, su aguda sensibilidad, la llevaban a descubrir en la naturaleza y en el arte fuentes continuamente renovadas de goce y de riqueza interior. En el espíritu de Rosa Luxemburgo, el ideal socialista era una pasión avasalladora que todo lo arrollaba; una pasión, a la par, del cerebro y del corazón, que la devoraba y la acuciaba a crear. La única ambición grande y pura de esta mujer sin par, la obra de toda su vida, fue la de preparar la revolución que había de dejar el paso franco al socialismo...”.2
1. Freikorps (Cuerpos Francos): grupos militares de choque integrados por oficiales, soldados y voluntarios monárquicos y de extrema derecha.
2. Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, en Marxists Internet Archive.