Como tributo a Esteban Volkov republicamos la intervención que realizó sobre sus recuerdos del asesinato de Trotsky en un acto que celebramos en Barcelona a finales de julio de 2003.
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Para empezar me gustaría dar las gracias a todos los compañeros y a la Fundación Federico Engels por la labor que está haciendo en la difusión de las ideas del marxismo.
Es muy importante restablecer la verdad histórica en este mar de confusión, falsificaciones y alteraciones, dentro del marco de la lucha de clases, llevada a cabo por los opresores y explotadores del mundo que intentan mantener el status quo.
No soy un experto en religiones pero creo que contienen una gran verdad, la existencia del infierno. El único error es su ubicación. No está bajo tierra sino aquí sobre la superficie, con la dominación del imperio de la producción privada y el capital. En este infierno viven tres cuartas partes de la humanidad o quizás más (...) Me vienen a la mente algunas frases que Trotsky dijo a los compañeros estadounidenses con ocasión de la fundación de la IV Internacional:
“Nunca existió una tarea más importante sobre la Tierra, nuestro partido nos pide que demos todo de nosotros mismos. Pero a cambio nos da la mayor de las satisfacciones. La conciencia de que participamos en la construcción de un futuro mejor. Llevamos sobre nuestros hombros una partícula de las esperanzas de la humanidad. Y que nuestra vida no será vivida en vano”.
La vida del revolucionario León Trotsky confirma estas palabras. Una vida dedicada completamente a la revolución y finalmente cayó por la causa de la revolución.
Trotsky, más que ningún otro, comprendió el papel de la burocracia como freno de la revolución. Durante la última parte de su vida, que él consideraba la más importante, se dedicó a la tarea de construir una nueva vanguardia revolucionaria, así como a continuar la lucha contra, y a desenmascarar, el régimen burocrático de Stalin. Su lucha hizo temblar al tirano del Kremlin debido a su coraje. Por esa razón el asesinato de LD (Trotsky) se convirtió en la principal tarea de Stalin.
El que aquí habla, Seva Volkov, es el último superviviente, el último testigo presencial del último capítulo de la vida de León Trotsky en México.
Cuando llegué a la casa Viena nº 19 de Coyoacán (México) yo tenía 13 años. La recuerdo como una pequeña comunidad, una gran familia. Una pequeña vanguardia del socialismo, donde existía una atmósfera de trabajo, solidaridad, valor humano. (...) En la casa siempre había mucha actividad. Trotsky sabía muy bien que sus días estaban contados y quería hacer el máximo trabajo posible en el poco tiempo que le quedara. Nunca olvidaba la formación política de los compañeros.
Una de las características más excepcionales de LD (Trotsky) era su maravilloso sentido del humor, el interés que prestaba a los compañeros, su calor humano; pero al mismo tiempo era muy estricto con las normas y el orden (...) Otra característica que se debe tener en cuenta de LD era su gran admiración por el trabajo. No admitía privilegios ni distinciones.
La prensa estalinista en México siempre atacó y calumnió a Trotsky. Desde Moscú llegaban miles de rublos y se distribuían de forma generosa entre los periodistas corruptos.
A principios de 1940 vimos un aumento de las calumnias y los ataques. El comentario de Trotsky fue: “parece que estos periodistas han cambiado las plumas por las ametralladoras”. El 24 de mayo una banda de terroristas encabezada por el pintor Álvaro Siqueiros entró en la casa (...) Fue un verdadero milagro que Trotsky sobreviviera. En parte fue por la rápida reacción de Natalia que le empujó debajo de la mesa y le protegió con su propio cuerpo (...) Después del ataque se hicieron modificaciones en la casa gracias a la ayuda del partido trotskista norteamericano pero Trotsky era bastante escéptico con la utilidad de estas medidas. Estaba convencido de que el siguiente ataque no sería del mismo tipo. Y tenía razón.
Recuerdo un comentario que hizo a André Malraux cuando éste le preguntó por sus sentimientos sobre la muerte. Trotsky, de una forma calmada, dijo que la muerte no es un problema cuando un hombre ha cumplido su objetivo en la vida.
El 20 de agosto regresaba de la escuela por la calle Viena. Cuando estaba a tres manzanas de casa observé que algo ocurría. Había varios oficiales de policía en la puerta que estaba abierta... Entré y vi a Harold Robbins, uno de los guardias, que llevaba un arma y estaba muy agitado. Le pregunté: “¿Qué ha ocurrido?” Y él respondió: “Jackson, Jackson...”. Al principio no comprendí y continué caminando. Vi a un hombre con dos policías con sangre en la cara. Estaba en un estado lamentable, gritando, chillando...
Siempre me viene a la mente el comportamiento de los grandes “héroes” estalinistas comparados con la forma en que los trotskistas lucharon y murieron en los campos de la GPU, gritando: “¡Larga vida a Lenin y Trotsky!” y cantando La Internacional.
Cuando entré en la casa me di cuenta de lo que realmente había ocurrido. Natalia y los guardias estaban allí. Un detalle que recuerdo es que Trotsky, incluso en aquellos momentos, no quiso que su nieto viera lo que había ocurrido. Eso demuestra la humanidad del hombre.
Todavía tuvo la entereza para decir que Jackson no debía ser asesinado. Era más útil vivo.
Quiero terminar con las últimas frases del testamento de Trotsky. “La vida es bella. Dejemos que las futuras generaciones la limpien de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente”.
Una frase que pienso es muy relevante. En nuestro partido muchos compañeros entrarán sin la formación política necesaria, la tarea de los compañeros con más experiencia es formales y educarles.