Los historiadores burgueses, así como todos los propagandistas de la burguesía, resaltan, a la hora de explicar la historia, la buena (o mala) actuación de los líderes de la humanidad, caudillos, reyes, emperadores o generales. De esta manera, la actual crisis económica es culpa de Greenspan (o de Zapatero según el PP), o la guerra de Iraq es producto de las ambiciones de George Bush (o de Sadam Hussein). Desde este punto de vista, si algún iluminado hubiera lanzado no un zapatazo, sino un balazo a Bush, no ahora, sino al principio de su mandato, nos hubiéramos ahorrado unos cuantos años de locuras, guerras y crisis.
Los mismos que mantienen estas ideas, tratan de ridiculizar al marxismo presentándolo como un dogma religioso  en el que, en lugar de tener fe en Dios, se tiene fe en un nuevo "destino" basado en la economía y que niega cualquier "libre albedrío" al ser humano. Todo depende de la economía y los hombres somos meras marionetas ignorantes de las fuerzas que impulsan la historia en determinada dirección.
Se encargará el marxista ruso Jorge Plejánov en El papel del individuo en la historia, escrito en 1898, de explicar la genuina posición del marxismo en esta cuestión y responder a todos los mercenarios del capital.
Sólo el grado de desarrollo de las fuerzas productivas determina la historia, no la acción de los grandes hombres, sin embargo, tampoco se puede obviar el papel de los individuos: "Los individuos pueden influir en los destinos de la sociedad. A veces, su influencia llega a ser muy considerable, pero tanto la posibilidad misma de esta influencia como sus proporciones son determinadas por la organización de la sociedad, por la correlación de las fuerzas que en ella actúan. El carácter del individuo constituye un ‘factor' del desarrollo social sólo allí, sólo entonces y exclusivamente en el grado en que lo permiten las relaciones sociales".
Determinados individuos también reflejan el carácter de su época y de su clase. Bush es un producto de la época actual del sistema capitalista: un líder decadente para una etapa de capitalismo decadente. No es casualidad que al frente de la Francia feudal estuviera un Luis XVI y una María Antonieta, o que al frente de la Rusia zarista estuviera un Nicolás II y un Rasputín.
Pero Plejanov continúa: "Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época".
El ejemplo más claro de este papel del individuo en la historia lo tendríamos en Lenin. Como Trotsky explicaría en la Historia de la Revolución Rusa, Lenin, el individuo más capaz de servir a las necesidades del proletariado ruso, jugó un papel crucial, sin el cual, probablemente los  bolcheviques no hubieran podido tomar el poder en Rusia.
Como anécdota señalar que Hugo Chávez ha comentado, más de una vez, que la lectura de este libro cuando era un joven militar en activo, le causó una profunda sensación y le animó a tomar partido por la revolución.
Completa el libro publicado por la Fundación Federico Engels otro artículo escrito por Plejanov en 1901 titulado ‘Cant' contra Kant. Trata este texto de rebatir los argumentos reformistas de Bernstein.
Años antes de pasarse él mismo al social-chovinismo, Plejanov contestó con gran contundencia las ideas, imbuidas de ideología burguesa, de Bernstein. Como todos los detractores de marxismo, Bernstein trató de atacar a la dialéctica, acusándola de ser una "forma de expresión falaz, sin sentido o deliberadamente  engañosa" (de ahí el termino cant, que en inglés significa gazmoñería), contraponiéndola a la filosofía kantiana. Evidentemente su defensa de un desarrollo lineal y pacífico hacia el socialismo, con el permiso de la burguesía, chocaba frontalmente con el método marxista.
La comprensión de la dialéctica, del movimiento como forma de existencia de la materia,  un movimiento no lineal, sino basado en contradicciones, es crucial para comprender el funcionamiento de la naturaleza, de la sociedad y de los hombres. La revolución es el ejemplo más vivo de la dialéctica. No es de extrañar el odio que todos los renegados tienen a la misma. Aún hoy encontraremos supuestos "marxistas" que rechazan la dialéctica considerándola mística, metafísica, etc., al igual que Bernstein.


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