Hay pocas dudas del carácter trascendental de la cumbre de la OTAN en Madrid. Después de tres días de orgía militarista, la reunión comandada por el imperialismo norteamericano terminó con la publicación de un documento denominado el “Concepto Estratégico”.

En sus apenas 15 páginas, EEUU y sus mayordomos europeos se ven obligados a reconocer los cambios históricos que han tenido lugar en el orden mundial tejido tras el colapso de la URSS, y que sufrió una profunda crisis a raíz de la gran recesión del capitalismo en 2008. Ahora es tan evidente la sacudida de las relaciones internacionales y los cambios en la correlación de fuerzas, que asegurar la victoria de EEUU sobre China en la batalla por la supremacía mundial se ha convertido en la estrategia descarnada de la OTAN.

Todos los integrantes de la OTAN han pasado por el aro. El horizonte de la guerra ha cristalizado en un acuerdo unánime para aumentar drásticamente el gasto militar que, en el caso del Estado español, prácticamente se duplicará, para alborozo de la industria armamentística. A las puertas de una nueva recesión económica, la financiación de la escalada armamentística se hará a costa de nuevos y más salvajes recortes sociales y del empobrecimiento de miles de millones en todo el planeta.

China es el enemigo principal y Rusia es el objetivo inmediato

Pero sin duda, la gran novedad del Concepto Estratégico es definir inequívocamente al gran enemigo del bloque occidental.

China, gracias a las ventajas proporcionadas por su particular capitalismo de estado, ha evitado las peores consecuencias de la recesión y la pandemia. Situada como la mayor potencia industrial y exportadora, con un desarrollo en tecnología, inteligencia artificial, telecomunicaciones, infraestructuras y transporte fulgurante, y una capacidad para conquistar mercados estratégicos, rutas comerciales y fuentes de materias primas que han dejado al mundo con la boca abierta, muchos estudios prevén que en una década superará a Estados Unidos como la principal superpotencia. Como resultado de esta expansión, las inversiones y el comercio con China juegan un papel cada vez mayor en un gran número de países de África, Asia y América Latina, y también de Europa.

Confirmando la tesis leninista sobre la imposibilidad de un orden imperialista estable y sin conflictos, la burguesía norteamericana no está dispuesta a aceptar una posición subalterna sin una lucha a muerte. Ante su imparable decadencia, que afecta tanto a su papel en el mundo como a su esfera doméstica, los Estados Unidos han decidido reaccionar con la escalada militar, arrastrando detrás de ellos a unos socios europeos que, como Alemania, Francia o Italia, se habían mostrado reticentes al alineamiento incondicional con sus políticas, especialmente con la intervención masiva en la guerra imperialista en Ucrania y las sanciones económicas a Rusia planeadas por la Casa Blanca.

El Concepto Estratégico no deja lugar a dudas: “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores. La RPC emplea una amplia gama de instrumentos políticos, económicos y militares para ampliar su presencia en el mundo y proyectar poder, al tiempo que mantiene la opacidad sobre su estrategia, sus intenciones y su rearme militar”.

Efectivamente, China se ha convertido en una gran potencia imperialista y por eso la OTAN denuncia que tiene la osadía de hacer muchas de las cosas que ellos han hecho durante décadas: “La RPC aspira a controlar sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructuras esenciales y materiales y cadenas de suministro estratégicos. Utiliza su ventaja económica para crear dependencias estratégicas y aumentar su influencia”.

Pero la realidad se impone. China es un actor demasiado poderoso y juega un papel tan importante en la economía global que un enfrentamiento abierto está descartado en estos momentos. Varios países de la OTAN, como Alemania, Francia e Italia mantienen importantes lazos económicos con China y no están dispuestos a cortarlos de cuajo para complacer a Biden, de modo que no queda otro remedio que proclamar que “seguimos abiertos a un compromiso constructivo con la República Popular China que incluya el desarrollo de una transparencia recíproca con vistas a salvaguardar los intereses de seguridad de la Alianza”.

Es decir, si China acepta volver a una posición subordinada respecto al capitalismo norteamericano todo irá bien, pero si no, que se atenga a las consecuencias: “La postura de disuasión y defensa de la OTAN se basa en una adecuada combinación de medios de defensa nuclear, convencional y antimisiles, complementada con medios espaciales y cibernéticos. Es defensivo, proporcionado y totalmente acorde con nuestros compromisos internacionales. Emplearemos instrumentos militares y no militares de manera proporcionada, coherente e integrada para responder a todas las amenazas a nuestra seguridad en la manera, el momento y el ámbito de nuestra elección.”

Hay que agradecer la sinceridad de esta auténtica declaración de guerra. Frente a “amenazas a la seguridad” como la que supone China se empleará todo tipo de armamento, incluido el nuclear, y además la OTAN se reserva el “derecho” a decidir en qué momento asestará el golpe.

Para empezar, la OTAN prepara sus fuerzas en el ámbito de la navegación marítima, crucial para el comercio internacional. El Concepto Estratégico reconoce que “la seguridad marítima es clave para nuestra paz y prosperidad. Reforzaremos nuestra postura y nuestro conocimiento del entorno para disuadir y defendernos de todas las amenazas en el mar, preservar la libertad de navegación, asegurar las rutas comerciales marítimas y proteger nuestras principales vías de comunicación”.

El primer paso para defender esa “libertad de navegación” ya lo dio Estados Unidos con la reciente firma del tratado Aukus y el despliegue de submarinos nucleares en el mar de China Meridional, que tiene un único objetivo: bloquear, llegado el momento, el comercio marítimo de China.

También la guerra por las comunicaciones y el ciberespacio ocupa un lugar destacado en los preparativos contra China. Para que no queden dudas, la OTAN anticipa que “un conjunto único o acumulativo de ciberataques malintencionados… podría alcanzar el nivel de ataque armado y llevar al Consejo del Atlántico Norte a invocar el Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte.” Es decir, un hackeo informático, real o simulado, podría desencadenar un ataque militar de la OTAN abriendo las puertas a una espiral de destrucción imparable.

La OTAN se prepara para una guerra planetaria y también para la guerra civil

Aunque el ámbito de actuación de la OTAN era inicialmente el Atlántico Norte, ya hace mucho que interviene militarmente en otras zonas. El Concepto Estratégico formaliza esta realidad y no deja lugar a dudas de que para la OTAN todo el planeta es un potencial campo de batalla: “Trabajaremos con nuestros socios para abordar las amenazas y desafíos de seguridad compartidos en regiones de interés estratégico para la Alianza, entre ellas Oriente Próximo, África del Norte y el Sahel. El Indo-Pacífico es importante para la OTAN, dado que los acontecimientos en esa región pueden afectar directamente a la seguridad euroatlántica”.

La presencia en la Cumbre de Madrid de Japón, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda, estrechos aliados de Estados Unidos, indica la importancia que Was concede al control de la región del Indo-Pacífico, el lugar más probable para que allí se desarrolle, en algún momento futuro, un choque militar con China.

Pero la OTAN se prepara para mucho más que las amenazas militares directas: “Los competidores estratégicos ponen a prueba nuestra capacidad de resistencia y tratan de explotar la apertura, la interconexión y la digitalización de nuestros países. Se entrometen en nuestros procesos e instituciones democráticos y atacan la seguridad de nuestros ciudadanos mediante tácticas híbridas, tanto directamente como a través de agentes subsidiarios. Llevan a cabo actividades maliciosas en el ciberespacio y en el espacio, promueven campañas de desinformación, instrumentalizan la emigración, manipulan el suministro de energía y utilizan la coacción económica”.

Precisamente apenas cinco días antes de la inauguración de la Cumbre tuvo lugar una demostración práctica de combate contra la “instrumentalización de la emigración”.  La inhumana matanza de casi 50 personas en la valla fronteriza de Melilla, en una operación conjunta de la Guardia Civil y la Gendarmería marroquí, demostró como se preparan los países de la OTAN para hacer frente con la máxima brutalidad a las consecuencias de sus políticas en los países más pobres del mundo.

El Concepto Estratégico lo anuncia con toda claridad: “Seguiremos desarrollando la capacidad de la Alianza para apoyar la gestión de las crisis civiles y las operaciones de auxilio y para prepararse para los efectos del cambio climático, la inseguridad alimentaria y las emergencias sanitarias para la seguridad aliada. Garantizaremos los recursos, medios, entrenamiento y mando y mecanismos de control para desplegar y apoyar la gestión de crisis militares y civiles, operaciones de estabilización y lucha contra el terrorismo, incluso a distancia estratégica”.

La OTAN es plenamente consciente de que la crisis económica mundial empuja a las masas trabajadoras a la rebelión. El levantamiento revolucionario en Sri Lanka es sólo un primer episodio de lo que se acerca en el futuro más inmediato. Lo que eufemísticamente denominan “gestión de las crisis civiles” no es otra cosa que la preparación para las operaciones de represión interna contra las protestas y levantamientos populares.

¡Preparemos la respuesta revolucionaria a los planes del imperialismo!

Pese a todo el despliegue propagandístico, pese a la campaña de manipulación informativa respecto a la guerra de Ucrania, el imperialismo occidental no ha sido capaz de crear un ambiente de apoyo activo a la guerra. En un primer momento, en algunas capitales europeas se celebraron manifestaciones multitudinarias. Pero a medida que el conflicto imperialista continúa y los efectos de las sanciones económicas contra Rusia golpean a la clase trabajadora de Occidente, el ya escaso apoyo a la deriva bélica que proclama la OTAN disminuye aún más.

La reciente caída de Boris Johnson, lacayo incondicional de los Estados Unidos y uno de los más claros partidarios de una mayor implicación en Ucrania, es una señal de los pies de barro de la OTAN.

El capitalismo occidental es plenamente consciente de su debilidad y de su falta de apoyo interno, y por eso refuerza su aparato militar y represivo. No oculta sus intenciones. A pesar de su retórica y su hipocresía, el panorama que la declaración de la OTAN pone ante nuestros ojos es claro y cristalino: vamos de cabeza a un enfrentamiento global entre las dos grandes potencias imperialistas que va a incrementar radicalmente la destrucción, las muertes y el sufrimiento a lo largo y ancho del planeta.

Solo hay una alternativa viable ante esta terrible perspectiva: que la clase trabajadora y los jóvenes nos organicemos para construir una alternativa revolucionaria a un orden mundial y un sistema capitalista caducos. Esa alternativa revolucionaria es lo que levantamientos como el de Sri Lanka necesitan para que la pesadilla capitalista acabe de una vez y para que el triunfo de la revolución socialista asegure un futuro de paz.

 


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