El levantamiento revolucionario en Sudán, con huelgas generales, cortes de carreteras y manifestaciones masivas, ha puesto contra las cuerdas al general Al Burham y a la casta militar, haciendo fracasar el golpe de Estado del pasado 25 de octubre. Fruto de ello, Burham se ha visto obligado a recurrir de forma desesperada al primer ministro depuesto por el propio golpe, Abdallah Hamdok, llegando a un acuerdo con el mismo para reestablecerle en el poder pero bajo la estricta supervisión de los militares, y con la vaga promesa de celebrar elecciones ¡en julio de 2023!

El acuerdo también ha planteado “liberar a todos los detenidos políticos” y establecer un comité para investigar las cerca de 50 muertes provocadas durante estos meses por la casta militar. ¿Es que acaso no es evidente que Al Burham y la cúpula militar son los responsables de las muertes y la represión? Es una completa farsa.

Este acuerdo podrido, loado por la ONU, EE.UU. y el resto de potencias imperialistas como un paso "hacia la restauración total del orden constitucional y el gobierno civil", no es más que una nueva mascarada para tratar de apaciguar el levantamiento revolucionario y evitar depurar responsabilidades y juzgar a los militares implicados en el golpe y en la represión salvaje contra el pueblo. Sin duda, la fuerza que está demostrando la lucha permitiría detenerlos y juzgarlos, por eso han tenido que recurrir a Hamdok y él ha salido en su ayuda.

Millones en las calles contra el acuerdo entre Hamdok y los militares

Así lo han visto millones de trabajadores y oprimidos, que no han cesado en sus protestas durante las últimas semanas, enfrentándose a los militares y la policía, y denunciando que Abdallah Hamdok ha traicionado la revolución. Las protestas desde que se produjo el golpe han sido reprimidas con dureza, destacando las agresiones sexuales y violaciones a mujeres por militares, policías y matones reclutados entre el lumpen. Una de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos días fue la de las mujeres para denunciar esta política consciente de agresiones sexuales que trata de amedrentarlas para sacarlas de las calles.

La clase obrera no se ha levantado una y otra vez para que finalmente los mismos de siempre mantengan sus privilegios a costa de la miseria de millones. Este acuerdo no solo mantiene la supervisión del supuesto proceso "democrático" en manos de los propios militares golpistas, demostrando la farsa completa del Gobierno civil-militar, sino que deja intacto su poder económico al frente de los principales sectores económicos y empresas del país.

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Una de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos días fue la de las mujeres para denunciar esta política consciente de agresiones sexuales que trata de amedrentarlas para sacarlas de las calles.

Hamdok ha tratado de justificar el acuerdo señalando que es el precio a pagar para evitar "la guerra civil" y un mayor derramamiento de sangre, pero la realidad es que su política y la de sus aliados al frente de la supuesta “transición” solo ha cosechado fracasos, no ha frenado a los militares ni impedido una represión salvaje, y tampoco ha permitido reducir la pobreza o garantizar condiciones de vida digna para la población. Hamdok es un mero peón al servicio de EE.UU., el imperialismo occidental y el FMI de cara a tratar de garantizarles más y mejores negocios que la cúpula militar.

El rechazo popular a este acuerdo es tan grande que las propias Fuerzas de la Libertad y el Cambio, la alianza política que había compartido el poder con los militares antes del golpe, han tenido que sacar un comunicado desvinculándose del mismo, mostrando su oposición a cualquier negociación o asociación con los militares y apoyando públicamente las protestas. 12 ex ministros de esta formación han presentado su renuncia simbólica en señal de protesta contra el acuerdo.

La ONU y las potencias imperialistas de acuerdo en acabar con la revolución

Las potencias imperialistas, tanto las que apoyaron el golpe como las que lo condenaron, de nuevo se posicionan de cara a garantizar sus negocios sin importar nada la supuesta “democracia” o el bienestar del pueblo sudanés. Un buen ejemplo al respecto es el de la ONU, que cínicamente ha dado la bienvenida al acuerdo, junto con la Unión Africana, o Egipto, que estuvo detrás del golpe militar desde el principio.

Estados Unidos y el Reino Unido, junto a Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, han sacado un comunicado señalando que se sienten "alentados" por el acuerdo, y muestran su "apoyo colectivo e individual" al pueblo de Sudán y sus aspiraciones de ser una nación democrática, estable y pacífica, ya que "las protestas en curso demuestran la profundidad del compromiso del pueblo sudanés con la transición". Que esto lo digan dos dictaduras teocráticas suena a auténtica burla.

Pero también Rusia, que apoyó sin complejos el golpe militar calificándolo de “cambio de poder”, se ha visto obligada, ante la fuerza de esta nueva insurrección revolucionaria, a dar la espalda al golpe y celebrar cínicamente el acuerdo alcanzado.

Temen por encima de todo la acción revolucionaria independiente de las masas, y por eso aparcan ahora sus diferencias. El objetivo es calmar las cosas a toda costa y que la crisis no se profundice pudiendo poner en cuestión los cimientos mismos del capitalismo, y los espurios intereses de los militares, la oligarquía y las diferentes potencias imperialistas. ¡Ahora lo importante es acabar con la revolución a toda costa!

Ni gobierno civil ni militar, ¡por un gobierno obrero!

Al Burham se ha visto obligado a buscar este acuerdo miserable con Hamdok fruto de que la resistencia heroica tras el golpe ha dejado de nuevo claro el vigor y la enorme fuerza de la revolución tras más de dos años desde la caída de la dictadura de Al Bashir. La experiencia durante este tiempo no ha pasado en balde, y por eso ahora les está costando tanto vender este nuevo acuerdo al pueblo de Sudán. Las buenas palabras y las promesas chocan con la experiencia vivida en estos meses y años.

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La resistencia heroica tras el golpe ha dejado de nuevo claro el vigor y la enorme fuerza de la revolución tras más de dos años desde la caída de la dictadura de Al Bashir.

La insurrección de 2019, el posterior gobierno civil-militar, el golpe de estado y la actual recomposición del gobierno, que no supone ningún avance respecto al anterior, sino incluso un retroceso al postergar aún más las elecciones, pone blanco sobre negro que la conquista de los derechos democráticos es parte de una lucha integral contra un sistema capitalista decrépito sostenido por el aparato militar y protegido por las potencias imperialistas. La idea de la “revolución permanente” vuelve a reivindicarse en los hechos.

Tanto la Asociación de Profesionales Sudaneses como el Partido Comunista de Sudán, que han estado y están a la cabeza del proceso revolucionario, tienen una nueva oportunidad de cara a acabar definitivamente con la dictadura de los militares, con las mentiras de los “civiles” al servicio del imperialismo y el FMI, y con el poder de los capitalistas tanto extranjeros como nacionales.

La correlación de fuerzas para hacerlo vuelve a demostrarse completamente favorable, pero solo un Gobierno obrero con un programa socialista podrá hacerlo. Este es el único camino para acabar con la opresión y la miseria que padecen las masas sudanesas, extendiendo además este ejemplo al conjunto del continente africano y de Oriente Medio; levantando una nueva “primavera árabe” que barra a los regímenes corruptos lacayos del imperialismo que asolan la región.

La contrarrevolución ha sido el látigo de la revolución. Lo fue para derrocar la dictadura de más de 30 años de Al Bashir en 2019 y lo ha vuelto a ser para frenar el golpe militar de Al Burham dos años después. La única salida para el pueblo sudanés es completar la revolución, expropiar la riqueza de manos de la oligarquía y los imperialistas y ponerla al servicio de los oprimidos y oprimidas. Solo el pueblo salva al pueblo.


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