Desde principios de este año miles y miles de hondureños han salido de su país huyendo de la miseria y la violencia. Al mismo tiempo, los trabajadores de la educación agrupados en la Federación de Organizaciones Magisteriales de Honduras y personal médico pertenecientes al Colegio Médicos de Honduras intensifican su movimiento contra las acciones gubernamentales de privatizar la educación y la salud. No son casos aislados uno del otro, son dos caras de la realidad en Honduras.

Honduras, una población de 9 millones de la cual el 68% está en la pobreza, el 60% está desempleado, en donde sólo 3 de cada 10 niños y niñas de educación primaria ingresan a la secundaria, donde el 20% no tiene agua potable y del 80% restante, la inmensa mayoría sólo la recibe unas pocas horas al mes.

Honduras, un país en el que la industria no paga un sólo centavo de impuestos, donde se modificó la ley laboral para trabajar "por horas", rebajando hasta la casi inexistencia las prestaciones laborales, donde el gobierno ha rebajado al mínimo la inversión pública y a cambio da la parte del león del presupuesto en subsidios a la industria. ¡El paraíso neoliberal!

Honduras tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo, resultado de la combinación de la violencia de las pandillas, del narcotráfico y de la represión gubernamental contra activistas de movimientos sociales. Con la Revolución sandinista en Nicaragua y la lucha armada del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, Estados Unidos convirtió al país en una base militar para enfrentar estas luchas al grado que se llegó a conocer a Honduras como “el portaaviones terrestre", que serviría para enfrentar el empuje popular en esos dos países y terminados los conflictos armados se aprovechó para crear una democracia de ornato tutelada por los militares. Ello permitió impulsar un gran sector exportador de productos agrícolas, fundamentalmente café y plátano, en detrimento de la producción industrial.

La burguesía hondureña se ha distinguido por su incapacidad para resolver sus conflictos internos, redundado en una inestabilidad política permanente, agravada por el golpe de estado en 2009 contra el presidente Manuel Zelaya quién impulsaba una tímida política  para frenar el descontento popular, el golpe de estado terminó con las pocas reformas efectuadas, militares y patrones pasaron a la ofensiva para expoliar a trabajadores y campesinos, hombres y mujeres. No se limitaron a rebajar las condiciones económicas del pueblo, a partir de ese momento la violencia de las pandillas y narcotraficantes creció de manera incontenible.

No es de extrañar que la población escape aterrorizada en busca de una vida mejor y por eso migre a Estados Unidos, el resultado de esto son las caravanas migrantes. Pero por cada persona que toma la decisión de abandonar su hogar hay decenas de miles que se quedan ya sea por decisión propia o por falta de oportunidades. Y algunos de los que se quedan han decidido luchar, un ejemplo son los trabajadores del sector educativo y médico que muestran un camino correcto que pasa por defender sus condiciones laborales para estar en condiciones de emprender la verdadera solución; quitar a patrones y militares el control político y económico. Esto difícil, enormemente difícil, pero es posible. Ya se ha hecho por un pueblo que en su enorme mayoría vivía en condiciones de semiesclavitud, de miseria extrema, de una terrible explotación laboral, en un ambiente dictatorial sin libertades democráticas pero que en su seno se desarrolló la herramienta con la cual se logró acabar con esas lacras. Claro, hablamos del partido bolchevique.

Se puede, el pueblo hondureño y todos los pueblos del mundo necesitan una herramienta del mismo calibre y el mismo temple.


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