El referéndum celebrado en Chile el pasado 17 de diciembre rechazó por segunda vez una propuesta de nueva Constitución, en este caso la redactada por la extrema derecha, aún más reaccionaria que la actual y que fue elaborada bajo la dictadura pinochetista en 1980.
Con un porcentaje del 55% para “en contra” y un 44,24 a favor, y pese a las políticas capitalistas del Gobierno de Boric, la clase trabajadora, las mujeres y la juventud chilena pusieron de manifiesto su instinto para no retroceder aún más en sus derechos. Pero con todo, la trampa de la consigna, Asamblea Constituyente, que toda la izquierda hizo suya tras la insurrección popular contra el Gobierno asesino de Piñera, ha mostrado que vino como anillo al dedo a la clase dominante y la derecha chilena.
Esta última consulta fue la consecuencia del rechazo en septiembre de 2022 del primer texto constitucional redactado por la izquierda reformista del PS y el Frente Amplio de Boric. Tras el fiasco, antes de convocar a un nuevo plebiscito era necesario constituir un nuevo consejo constitucional, que fue elegido en las urnas en mayo pasado. Los resultados de las votaciones dieron una mayoría abrumadora a la extrema derecha en el mismo. Las causas de estas sucesivas derrotas del gobierno de Boric las analizamos en profundidad en otros artículos.[1]
Nada que celebrar
El resultado de este último plebiscito muestra lo inútil y pernicioso que ha sido renunciar a la lucha por el socialismo, empujar a las masas a sus casas, y poner toda la confianza y las ilusiones en que un texto constitucional nuevo, sin romper con la lógica del capitalismo ni con el poder de la oligarquía, podría ser una solución para la pobreza, el desempleo, la falta de vivienda, o de sanidad y educación públicas.
A cuatro años del levantamiento de 2019 volvemos a la casilla de salida, aunque desafortunadamente con una correlación de fuerzas mucho más favorable para la burguesía y la reacción.
Cuatro años de promesas y maniobras parlamentarias que han provocado la desmovilización popular y alimentado el escepticismo en la política, han acabado desdichadamente. Boric cierre este proceso, que él ha patrocinado entusiastamente, con un resultado penoso: la Constitución pinochetista se quedará vigente.
El gobierno Boric insiste en llegar a acuerdos con la derecha y la extrema derecha
Después de propiciar el descabalgamiento de la lucha obrera y juvenil que en 2019 puso al capitalismo chileno contra las cuerdas, Gobierno de Boric pretende llevar a cabo una política de “progreso” a través del parlamento, donde está en minoría. ¿Y cómo lo quiere hacer? Llamando al diálogo y a los acuerdos a la derecha y la extrema derecha, y tratando de darles lecciones de cómo ser buenos demócratas: “seréis derrotados si no vais por el camino de los acuerdos” aconseja Boric, aunque los cuatro últimos años demuestren lo contrario.
La burguesía y sus representantes políticos deben estar a carcajada limpia. A cuatro años de la crisis revolucionaria de 2019, la ultraderecha pinochetista que estaba en franca retirada ante el empuje de las masas hoy está al ataque. La UDI piñerista, que tenía menos del 10% y hoy lidera las encuestas para las regionales de 2024 y las presidenciales de 2025, está hinchada. La socialdemocracia del PS que había colapsado, hoy dirige en la práctica el gobierno y controlan de nuevo la Central Única de Trabajadores (CUT). El presidente actual de la CUT David Acuñaz fue candidato del PS en las elecciones de 2021
Hasta la democracia cristiana ha sido resucitada gracias a estos campeones del consenso, y no pocos sectores del gobierno quieren recuperarla para futuras alianzas con el famoso argumento del cordón sanitario a la extrema derecha. De hecho, la coalición reformista de la izquierda no dudó en colocar como vocera de la campaña del En contra a una dirigente de la DC. Vivir para ver.
Al final el resultado de esta política de colaboración de clases, de este etapismo miserable, que con tanto ahínco impusieron los dirigentes del PCCH y los amigos de Boric en el Frente Amplio, y que fue tan celebrado por Pablo Iglesias y Podemos aquí, ha sido resucitar a todos los partidos del sistema que en ese momento eran cadáveres políticos. Y en esta necia tarea la izquierda gubernamental persevera con insistencia.
Durante todo este tiempo el Gobierno Boric ha repetido a las masas que había que “esperar” a la aprobación de la nueva constitución. En ello depositaron toda posibilidad de cambio. El problema es que el pueblo trabajador, las mujeres víctimas de la violencia sistémica del patriarcado capitalista, los jóvenes empobrecidos, los mapuches reprimidos a sangre y fuego, o la comunidad LGTBI privada de derechos, no cabe esperar a solucionar poco a poco la crisis brutal del capitalismo chileno.
Las masas no pueden esperar ni dos ni cuatro años, sobre todo cuando han tocado el cielo con sus dedos y tanta sangre inocente se derramó. Por eso la desmoralización y la confusión ha dado pie a que la reacción se pueda de nuevo reagrupar. Tras estos resultados y pese a los buenos consejos de Boric, la derecha lejos de intentar llegar a acuerdos, hará todo lo contrario; redoblará los ataques. Ahora sólo tienen que bloquear cualquier tipo de avance del gobierno, sabotear la más mínima migaja que otorgue el ejecutivo y esperar a que una victoria en elecciones regionales de 2024 sea el trampolín para las presidenciales de 2025 y de nuevo en la Moneda haya un gobierno de la derecha, posiblemente junto a la extrema derecha.
¿Cuál es la situación tras cuatro años pidiendo paciencia hasta que se diera el cambio constitucional que lo cambiaría todo? Pues un retroceso generalizado de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población. La economía continúa estancada ya desde hace 10 años sin signos de recuperación. Ante la ola migratoria que hizo que en 2018 se sumaran 2 millones de habitantes más a los 18 millones que residían en el país, el discurso de la derecha y sus altavoces mediáticos fue criminalizar a los trabajadores migrantes, sobre todo venezolanos, acusándoles del incremento de la delincuencia y presionar al Gobierno para poner a los carabineros, que fueron el verdugo ejecutor del estado de sitio y la brutal represión de 2019, como las víctimas de la violencia de esos inmigrantes asalvajados.
Boric lejos de combatir el discurso xenófobo de la derecha lo compró, militarizado la frontera norte del país en febrero de 2023. Pero su capitulación no termina ahí: cuando se abrió un nuevo proceso de regularización de migrantes a finales de 2023, Boric siguió una política más a la derecha que Piñera, tal como reconoce El País: “Uno de los puntos más controvertidos es que, a diferencia de los procesos aplicados en Gobiernos anteriores, en esta oportunidad la Administración de Boric optó por no entregar un “perdonazo” a los migrantes ilegales, es decir, está descartada una regularización masiva, lo que sí ocurrió en 2018 y 2021 en el Gobierno del presidente de derecha tradicional Sebastián Piñera (2018-2022). En ese entonces, cerca de 300.000 personas se acogieron a los programas para normalizar su situación migratoria. El proceso de entrega de permisos de residencia será ahora caso a caso, estará sujeto a condiciones y quienes no cumplan con los requisitos mínimos serán expulsados del país (...) La Política Nacional de Migraciones vendrá acompañada de un aumento presupuestario para el SNM, en particular para el departamento de sanciones. Esto implicará la creación de una unidad de cobranza de las multas; mayores recursos para la compra de pasajes y abogados para tramitar los casos de expulsión”. [2]
Otro tema candente es el de la sanidad. Chile es el segundo país de la OCDE que tiene más gasto individual en sanidad. La desinversión histórica en la salud pública chilena (FONASA), la tiene al borde del colapso. Y el deterioro de la misma empuja a la población a la sanidad privada, al ISAPRES, con lo que, si alguien pretende ser tratado mínimamente y no esperar meses, acaba en la privada. obligando a pagar de su bolsillo. Dos sentencias del Tribunal Constitucional obligan a reponer los sobre cobros a los pacientes de ISAPRES, cuyos propietarios capitalistas llevan estafando a los asegurados durante décadas. Ahora, estos parásitos dicen que el Gobierno les tienen que indemnizar para no ir a la quiebra. El gobierno de Boric que podría haber utilizado esta situación para nacionalizar sin indemnización a toda la sanidad privada, lejos de ello ha rebajado la cifra de la indemnización a 1.400 millones de dólares, cantidad que les parece desorbitada a los buitres de la sanidad privada.
La política del gobierno de Boric, más allá de las buenas palabras y algunas migajas, es un suma y sigue en los aspectos esenciales, educación, vivienda, pensiones, condiciones laborales, población mapuche, etc. No es de extrañar que en agosto de este año la aceptación de Boric era de un 23%, menos incluso que Biden en Estados Unidos.
La izquierda chilena debe rearmarse con el programa del marxismo revolucionario.
Pese a esta escalada hacia la derecha, la derrota de la Constitución de la extrema derecha muestra cómo todavía hay ánimo entre los trabajadores y los oprimidos para retomar la lucha. Pero como señalamos desde Izquierda Revolucionaria tras la victoria de la extrema derecha en las elecciones al Consejo Constitucional en marzo pasado, y que vale también como conclusión a los resultados de este plebiscito:
“Las masas necesitan cambios reales y tangibles que transformen radicalmente sus condiciones de vida. Cambios que a su vez impulsarían un salto en su conciencia. Y eso solo es posible tomando los ingentes recursos y riquezas que crea la sociedad, pero que están en manos de una minoría de bancos, multinacionales y grandes fortunas, y poniéndolos al servicio de la clase trabajadora y la juventud. Si Boric hubiera nacionalizado los fondos de pensiones otorgando jubilaciones dignas a partir de los 60 años; si hubiera introducido la completa gratuidad y titularidad pública de la educación y la sanidad, y recursos para que fueran de calidad; si hubiera nacionalizado la banca y las grandes empresas; o si hubiera garantizado empleos estables y salarios dignos, obviamente mediante la movilización más contundente en las calles, la reacción no estaría hoy donde está. El problema no son las masas y su conciencia, sino la cobardía y completa desmoralización de sus dirigentes.
Necesitamos una izquierda revolucionaria que levante el programa y métodos del genuino marxismo revolucionario. Solo así podremos frenar al fascismo y llevar adelante la revolución socialista. Esta es la gran lección de los acontecimientos chilenos.”[3]
[1] Chile. Victoria aplastante de la derecha y la contrarrevolución
[2] La nueva política migratoria de Chile excluye una regulación masiva de inmigrantes
[3] Chile. Victoria aplastante de la derecha y la contrarrevolución