Los resultados
Los resultados de las elecciones legislativas colombianas del 14 de marzo están siendo utilizados por la burguesía para presentar la idea de una población que apoya de manera irrestricta y casi unánime al uribismo. Con el 94% de los votos escrutados, el principal partido uribista (el Partido Social de Unidad Nacional, conocido como Partido de la U) se impone con 2.790.801 (alrededor del 28%) y aumenta su representación en 7 senadores y varios congresistas. El segundo partido más votado es el Conservador, con 2.289.117 votos hasta el momento, y 23 o 24 senadores. Este partido tradicional de la oligarquía durante los últimos años ha sido otro de los pilares en los que se ha apoyado Uribe.
Entre los partidos que han marcado distancias respecto al inquilino del Palacio de Nariño el que más votos obtiene (1.754.921), alrededor del 18%, y ocupando la tercera posición en los resultados finales, es el Partido Liberal, el otro partido tradicional de la clase dominante. Durante los últimos tiempos, con el objetivo de incrementar su base de apoyo por la izquierda, una parte de la dirección liberal ha denunciado públicamente algunas de las políticas uribistas que han suscitado más rechazo social. A su vez, dentro del PL existe históricamente una corriente que se define de izquierdas cuyo principal exponente es hoy por hoy la senadora Piedad Córdoba.
Los principales derrotados son Cambio Radical (partido perteneciente a la coalición de gobierno que ha marcado en los últimos tiempos distancias con Uribe) ,que pierde casi la mitad de sus senadores a manos de la U, y el Polo Democrático Alternativo (PDA), la coalición que agrupa a la izquierda, que retrocede en número de votos, alcanzando 843.567 sufragios (6,8%) y pasando de 10 a 5 escaños en el Congreso y de 10 a 8 senadores.
Entre muchos militantes y activistas de izquierda, no sólo en Colombia sino también en la vecina Venezuela y a nivel internacional, ha producido desazón y alarma este retroceso electoral de la izquierda. Como suele ser habitual cada vez que hay una derrota de la izquierda no han faltado los análisis sesudos hablando de giro drástico a la derecha en la sociedad y culpando a las masas por su "irresponsabilidad". Estos análisis se ven reforzados por el shock que ha supuesto para muchos sectores progresistas de la sociedad el hecho de que el Partido de Integración Nacional (PIN), vinculado a los paramilitares, haya obtenido 900.737 votos (casi un 8%). Este partido está integrado por varios de los políticos vinculados al paramilitarismo más desprestigiados. Se trata de elementos que en muchos casos los sectores decisivos de la burguesía habían decidido apartar de sus partidos (conservador, liberal y ahora los partidos uribistas oficiales) para intentar hacerle un lavado de cara a estos.
La causa de que el PDA en estas elecciones haya retrocedido hay que encontrarla fundamentalmente en el programa y políticas socialdemócratas que han defendido la mayoría de sus dirigentes en el último período y en el hecho de que allí donde ha gobernado, como en Bogotá, ha defraudado las expectativas puestas en él.
Las oportunidades perdidas por los dirigentes del Polo. El Gobierno de Bogotá
En 2003, en las elecciones municipales y regionales, el Polo Democrático conseguía un resultado histórico que despertaba ilusiones entre los sectores más avanzados de las masas y era saludado por activistas de izquierda de todo el mundo. El Polo se imponía por primera vez en el Área Metropolitana de Bogotá, donde se concentran entre 9 y 10 millones de personas (el 25% de la población nacional) con una candidatura encabezada por un antiguo dirigente sindical, el ex secretario general de la CUT Lucho Garzón. También ganaba en el departamento de Nariño en la persona del ex dirigente guerrillero del M-19 Antonio Navarro Wolf. En otras regiones y ciudades, como en Medellín con Sergio Fajardo, apoyaba a candidatos burgueses o pequeñoburgueses sin partido que prometían políticas sociales o hablaban de paz y diálogo.
El resultado de esta ausencia de un programa clasista claro por parte de los dirigentes del PDA ha sido decepcionar a su base social. El ejemplo más claro es lo ocurrido en Bogotá. Después del mandato de Garzón las masas volvieron a dar una nueva oportunidad al PDA eligiendo a Samuel Moreno. Tanto Garzón como Moreno aplicaron políticas que siendo muy generosos podríamos calificar de socialdemócratas moderadas. Tras algunos pasos iniciales que incrementaron su apoyo como la apertura de algunos comedores populares y la implementación de tímidos planes sociales, sus principales logros parecen ser el TransMilenio y la ciclo-ruta (carril-bici). El Transmilenio es un sistema de transporte urbano que, tras ser presentado prácticamente como la octava maravilla del mundo, no ha supuesto otra cosa que conceder el monopolio del transporte por las avenidas principales de la ciudad a una empresa privada cuyo servicio para colmo resulta insuficiente para las necesidades existentes, y cuyas tarifas superan las de los microbuses tradicionales.
Pero lo que más decepción causó entre las bases sociales del Polo fue que las políticas sociales desarrolladas por sus dirigentes desde la Alcaldía no se diferenciaron suficientemente de la derecha. Para colmo, algunas autoridades municipales del PDA se negaron a apoyar diversas huelgas de profesores y estudiantes y ocupaciones de escuelas (llegando incluso e algún caso a desalojar a los tomistas) y mantuvieron un escandaloso silencio a la hora de apoyar luchas obreras y populares que han conmovido a todo el país como la de los indígenas, los corteros de caña, trabajadores judiciales, profesores, y otros.
La abstención y la falta de una alternativa ilusionante por parte de los dirigentes de la CUT y el PDA
Para los activistas de la izquierda en Colombia y en el resto de América Latina es fundamental comprender esta contradicción entre el potencial revolucionario existente y el papel de freno que desempeña la ausencia de una dirección revolucionaria. Debemos realizar un análisis de los resultados electorales que no se quede en la superficie y que, sobre todo, sirva para comprender cuáles son las causas de fondo de los mismos, qué correlación de fuerzas y contradicciones sociales existen realmente en el país vecino y, sobre todo, cuáles son las lecciones que cabe sacar y las tareas a desarrollar para convertir al PDA en una alternativa real de poder a los partidos de la clase dominante.
Un factor que distintos medios de comunicación de izquierdas han reseñado estos últimos días es el de la compra de votos en algunas zonas del país y distintas irregularidades y amenazas durante el proceso electoral. Ciertamente, resulta escandaloso que los medios de comunicación burgueses, siempre tan dispuestos a denunciar ataques inexistentes a la libertad de expresión o fraudes sin pruebas (especialmente cuando la izquierda gana elecciones en Venezuela, Nicaragua, Bolivia o Ecuador) escurra el bulto ante las numerosas irregularidades denunciadas en Colombia. ¡Pero ya estamos familiarizados con este pequeño problemilla de Alzheimer político de los lacayos mediáticos del capital...! En todo caso, aunque estas irregularidades han existido, no son el factor fundamental que explica los malos resultados del PDA.
El dato más relevante de las elecciones en Colombia, como es habitual desde hace años, es el de la elevadísima abstención, que en esta ocasión oscila entre el 56 y el 60% del censo. De un censo posible de casi 30 millones de personas alrededor de 16 o 17 millones no han participado. El hecho de que el gobierno no haya dado aún una cifra exacta es un ejemplo más de las irregularidades comentadas. Esta elevadísima abstención tiene su causa fundamental en el escepticismo y ausencia de alternativas políticas creíbles y capaces de cambiar sus condiciones de vida que sienten millones de personas. Los programas y métodos aplicados por los dirigentes de la izquierda, fundamentalmente del PDA, no han logrado romper esa inercia e inspirar y movilizar a la mayoría de los jóvenes, trabajadores y campesinos.
Como han explicado los marxistas de la CMR colombiana en numerosos artículos y documentos, la situación social de los últimos años en Colombia sólo puede ser comprendida partiendo de la derrota histórica de la situación pre-revolucionaria que se desarrolló a finales de los años 70 y durante los 80 y, sobre todo, de la incapacidad de los dirigentes de los sindicatos y partidos de masas de la izquierda, así como de los líderes guerrilleros, para sacar las lecciones necesarias de aquella derrota y ofrecer al movimiento obrero, campesino y popular una política capaz de volver a ilusionarlas, hacerlas conscientes de su verdadera fuerza y movilizarlas masivamente para luchar por una genuina transformación social.
Las bases del uribismo
Sobre la base de la inercia de esa derrota histórica, la burguesía ha orquestado -especialmente en la última década- una brutal, prolongada e intensa campaña mediática para ,aprovechando la falta de respuesta política y los errores de los dirigentes del ELN y las FARC, presentar a estos como responsables del conflicto armado que la misma explotación capitalista ha generado. Uribe ganó las elecciones de 2002 y ha logrado mantenerse en el poder estos años montándose sobre la ola de esta campaña demagógica. A ello, con el cinismo que le caracteriza, unió las falsas promesas de ayuda a los más humildes e , irónicamente, las críticas a la corrupción de los partidos tradicionales. "Mano dura, corazón grande", era su eslogan.
Pese a todo, el apoyo electoral a Uribe nunca ha superado el 25% del censo electoral. Uribe consiguió forjarse un apoyo social entre la clase media, que cansada del callejón sin salida ya comentado del conflicto armado había girado masivamente a la derecha, e incluso entre una parte de los sectores más desesperados y políticamente atrasados de las masas populares más depauperadas. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores, campesinos y desempleados nunca le han votado sino que votan a la izquierda o se abstienen de manera reiterada en las distintas convocatorias electorales al mismo tiempo que se han movilizado durante los últimos años en varias luchas parciales por sus reivindicaciones.
La causa fundamental de la aparente fortaleza y estabilidad en el poder del uribismo a lo largo de los últimos años es, insistimos, la ausencia de una alternativa desde la izquierda de masas capaz de romper la costra de inercia, escepticismo y desmoralización que afecta a sectores de las masas y vincular sus reivindicaciones y necesidades inmediatas a la lucha por cambiar la sociedad. Distintas oportunidades para hacerlo han existido a lo largo de los últimos meses y volverán a presentarse en los próximos años.
Bajo la superficie, el malestar social sigue aumentando
En 2008 hubo más de 400 huelgas solamente en Bogotá. La propia burguesía, tras el exitoso paro estatal del 23 de Octubre, reconoció a través de las páginas de uno de sus más destacados voceros, la revista Semana, que estábamos ante la oleada de movilizaciones obreras más importante desde hacía 20 años. Las magníficas luchas de los corteros de caña, los trabajadores judiciales y los campesinos indígenas consiguieron un apoyo masivo en la sociedad (incluso entre sectores que confesaban haber votado a Uribe) y lograron romper la estrategia de confrontación, criminalización y aislamiento que ensayó el gobierno. Como explicamos entonces los marxistas de la CMR, si estas luchas se hubiesen unificado y continuado -como, por otra parte, llegaron a defender los líderes de la Minga (asamblea) indígena- el gobierno se habría encontrado en una muy difícil posición. Lamentablemente los dirigentes de la CUT y del PDA no lo hicieron ni aprovecharon el caudal de la movilización popular para darle al mismo una expresión política.
Las elecciones son solamente un fotograma de la película de los procesos sociales y,de paso, un fotograma distorsionado. Cuando en esas elecciones se abstiene casi un 60% del censo electoral y se dan en un contexto como el que hemos analizado ese fotograma es aún mas engañoso. Detrás del brillante decorado de la nueva victoria electoral de la derecha existen profundas contradicciones de clase y un gran malestar latente que seguirá buscando expresión política.
Este mismo año hemos asistido a importantes luchas obreras, estudiantiles y populares. La bancarrota de las universidades (que provocó el enfrentamiento de los rectores con el gobierno de Uribe y creó las condiciones para una lucha masiva), el mayor ataque a la salud pública de las últimas décadas (que desató una respuesta espontánea por parte de distintos frentes de lucha en defensa de la salud)... Si los dirigentes del PDA y la CUT unificasen todas estas luchas en un pliego de reivindicaciones unitario, vinculándolo a la lucha por cambiar la sociedad, sería posible romper la inercia actual y que sectores de las masas que hoy ven con escepticismo y desesperanza la política oficial se movilizasen entusiasmados.
La no reelección de Uribe
La propia burguesía es consciente de que no todo está atado y bien atado en Colombia. De ahí que las presiones que desde hace más de un año mantenían sectores clave del imperialismo y de la propia oligarquía colombiana para que Uribe no intentase una nueva modificación constitucional que le permitiese presentarse a la reelección se hayan impuesto finalmente. Además de otros factores relacionados con las luchas intestinas en el seno de la clase dominante por el reparto del botín, el factor determinante para que finalmente la justicia burguesa no haya aprobado la convocatoria de un referéndum en el que someter a consulta la reelección presidencial (y que Uribe lo haya aceptado) es que la Constitución colombiana, para considerar válido el resultado, exigía al uribismo el mayor número de sufragios de toda su historia. Esto en un contexto de crisis económica y desgaste creciente del Presidente, parecía cada vez más difícil de conseguir.
En una situación política y social tan volátil y contradictoria como la que vive Colombia, un fracaso en el referéndum hubiese podido significar, tal como explicamos en otros artículos (¿El otoño del patriarca?, http://www.elmilitantecolombia.org) un revulsivo para las masas y que el péndulo de la lucha de clases se desplazase hacia la izquierda. Las irregularidades y chanchullos en la financiación de la campaña por el referéndum, la falsificación de firmas y las presiones y sobornos sobre el poder legislativo y judicial intentando torcer la ley para que Uribe pudiese presentarse (que ahora están siendo destapadas e investigadas) demuestran que -tal como decíamos- un sector de la clase dominante barajó seriamente la posibilidad de intentar ganar como fuese, incluida la posibilidad de organizar un fraude o un golpe institucional cambiando de facto la Constitución. Finalmente, esta vía fue desechada porque los sectores determinantes del imperialismo y la clase dominante no las tenían todas consigo y sabían que hacerlo podía tener efectos imprevistos y abrir las compuertas a todo el descontento social acumulado.
Las presidenciales de Mayo y las perspectivas para la izquierda
Para entender el resultado de las elecciones legislativas y ver qué puede pasar en las presidenciales de mayo de este mismo año es imprescindible partir de todos estos factores políticos y sociales que, como vemos, ofrecen un cuadro mucho más complejo y contradictorio que el del apoyo masivo y consciente al uribismo que nos quiere pintar la burguesía.
En las últimas elecciones presidenciales, la izquierda agrupada en el PDA quedó por primera vez en su historia como segunda fuerza del país con más de 3 millones de votos. Ciertamente, el carácter de segunda vuelta de las elecciones tendía a polarizar el voto y concentrar entorno al candidato del PDA a todos los que querían mostrar su oposición a Uribe. Pero eso precisamente confirmaba la gran oportunidad que tenía el Polo, tras agrupar ese descontento, de darle expresión política organizada y estable el mismo, consolidarlo y seguir avanzando. Por las razones que ya hemos comentado en este artículo eso hasta el momento no se ha logrado. Para hacerlo es necesario un giro drástico y urgente a la izquierda en el programa, métodos y dirección del PDA.
El candidato del PDA para las elecciones presidenciales a celebrar en mayo de este mismo año, Gustavo Petro, ha declarado en numerosas ocasiones su voluntad de buscar una alianza de unidad nacional para hacer frente tanto a la crisis económica como a los problemas políticos y sociales que sufre el país. En esa posible alianza, cuyo programa por supuesto no incluiría ningún punto que cuestionase seriamente al sistema capitalista, Petro ha llegado a incluir a sectores del uribismo que se desmarquen del paramilitarismo.
Con estas posiciones en la dirección del Polo, tan similares a las que mantiene el Partido Liberal, no es extraño que los liberales puedan haberse llevado en estas legislativas una parte de los votos que el PDA agrupó en las anteriores ni que puedan arañarle nuevamente los mismos o incluso más votos en las presidenciales. Tampoco lo es el apoyo conseguido por la formación Partido Verde-Opción Centro, cuyo avance se produce en gran parte a costa de comerle votos al Polo. Esta candidatura estaba liderada por tres ex alcaldes de Bogotá: Antanas Mockus y Enrique Peñalosa (dos hábiles demagogos a los que les gusta presumir de su gestión eficiente y que utilizan un discurso confuso contra la corrupción y la violencia) y el propio Lucho Garzón, ex dirigente del Polo que se escindió de éste por la derecha.
El discurso de "regeneración moral", "paz" en abstracto, honradez y unidad nacional y diálogo de estos tres dirigentes es también muy similar al discurso y propuestas de Petro. En una situación semejante, no es extraño que sectores que, con un programa claramente de izquierdas, una explicación paciente y una campaña decidida, podrían apoyar al PDA se hayan abstenido o votado a estas opciones. Si el objetivo es formar una gran alianza nacional dialogando con sectores "moderados" del uribismo, los liberales o Mockus parecen mejor opción que el PDA, una coalición que sectores mediáticos demonizan constantemente y donde participan sindicalistas, comunistas, maoístas, etc.
El propio Petro, en el pasado, en lugar de criticar las contradicciones de Mockus ha mostrado su admiración por su supuesta independencia de criterio, "honestidad" y "eficiencia" como alcalde. En el Senado, Petro y la mayoría de la bancada del Polo llegaron a votar a favor de candidatos de Uribe para cargos de alta responsabilidad. Sólo los senadores del PCC y el senador Jorge Enrique Robledo de la corriente de izquierdas del Polo MOIR (de origen maoísta) votaron en contra.
No es casualidad que Robledo, que es visto claramente como un representante del ala izquierda del Polo, haya sido el tercer senador más votado a nivel nacional (de todos los elegidos) con más de 150.000 votos. Tampoco lo es que uno de los candidatos liberales más apoyados haya sido la senadora Piedad Córdoba, la cual es vista como una figura de izquierdas, enfrentada a Uribe y al paramilitarismo, y es constantemente atacada y amenazada por la extrema derecha. Esto demuestra que el potencial para una alternativa claramente de izquierdas existe y, que el hecho de que pueda ser movilizado o no, depende de qué programa y acciones lleve a cabo la dirigencia del PDA.
Para muchos activistas de izquierda estos resultados además de crear una lógica inquietud han confirmado sus peores temores acerca de que ,aunque Uribe no se presente, es probable que el uribismo -ya sea encabezado por Juan Manuel Santos ya por Andrés Felipe Arias, popularmente conocido como "Uribito"- se imponga nuevamente. Desde luego, con sólo dos meses por delante y, sobre todo, con las contradicciones y debilidades en la dirección de la izquierda que hemos comentado la victoria del uribismo en las próximas presidenciales (ya sea del Partido de la U o de los conservadores) es bastante probable.
Aún así, con todas las contradicciones acumuladas en el seno de la sociedad -y en un contexto tan cambiante- no es posible descartar totalmente algún tipo de sorpresa. En todo caso, para los activistas y militantes del PDA, y en particular de las organizaciones y colectivos ubicados claramente en la izquierda del mismo, la tarea es sacar desde ya conclusiones y luchar en primer lugar contra la derecha uribista, pero también combatir políticamente cualquier ilusión en pactos con otros partidos y sectores de la burguesía (léase liberales, Cambio Radical, etc). El único camino para empezar a crear las bases de una alternativa revolucionaria es luchar por un programa socialista para el Polo.
El argumento de los Petro, Moreno, etc es que un programa más a la izquierda restaría votos pero la realidad es que es su política timorata y confusa la que no moviliza ni entusiasma. Cualquiera que sea el nuevo gobierno, en el contexto de decadencia y crisis orgánica del capitalismo que tenemos a escala mundial, deberá seguir atacando a la clase obrera y el pueblo y enfrentarse a crecientes contradicciones en el seno de la propia clase dominante. Más pronto que tarde también encontrará una resistencia en aumento en la calle. La clave es si ese movimiento social de respuesta encuentra una alternativa genuinamente revolucionaria y clasista o da con las vacilaciones, dudas, silencio, pasividad y jarros de agua fría de los dirigentes reformistas.
Los sectores de izquierda del Polo (Robledo y MOIR, el PCC, y las demás corrientes minoritarias) deben organizarse entorno a un programa de transición que partiendo de las necesidades inmediatas de las masas: organizar la lucha contra la privatización de la salud y la educación, defender el empleo y exigir salarios y viviendas dignos, combatir la informalidad, etc. y vinculando todo ello a la lucha por la paz utilice estas exigencias como puente para plantear la transformación socialista de la sociedad, sin la cual todas ellas son imposibles de lograr. El ala izquierda del PDA debe organizar un plan de lucha desde la base y defender ese mismo programa en la CUT y el movimiento de masas llamando a un frente único de todas las organizaciones sociales (Minga, sindicatos, organizaciones campesinas y estudiantiles de izquierda, etc). Para luchar por estas propuestas y este plan de acción, sobre todo y antes que nada, es necesario fortalecer la Corriente Marxista Revolucionaria colombiana en el seno del PDA.