El 26 de septiembre se celebran elecciones legislativas en Venezuela. Éstas se presentan muy disputadas y su resultado condicionará de forma importante el futuro inmediato del país.
El 26 de septiembre se celebran elecciones legislativas en Venezuela. Éstas se presentan muy disputadas y su resultado condicionará de forma importante el futuro inmediato del país.

Las conquistas de la revolución

Desde que el 4 de diciembre de 1998 Hugo Chávez fuera elegido democráticamente por primera vez presidente de Venezuela, su proyecto revolucionario ha sido apoyado mayoritariamente en numerosos procesos electorales. Estas victorias han animado la lucha de los jóvenes, trabajadores y campesinos en otros países latinoamericanos, y convertido a la revolución bolivariana en un referente para activistas de izquierda de todo el planeta.
Mientras en el resto del mundo los gobiernos burgueses o reformistas proburgueses se dedican a desmantelar la salud y educación públicas, recortar gastos sociales, privatizar y cerrar empresas públicas, promover reformas laborales antiobreras, en Venezuela se han aplicado políticas diferentes. Una de las primeras medidas de Chávez fue impedir la privatización de la empresa petrolera estatal PDVSA, que ya estaba decidida por los capitalistas venezolanos y las multinacionales imperialistas. Esto significó que, por primera vez en la historia del país, una parte importante de los ingresos que proporciona el petróleo se dedicase a la lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales. La pobreza extrema se redujo de 42% a 9,5% y la pobreza general de 50,5% a 33,4%. Se acabó con el analfabetismo, se duplicó la inversión del Estado en educación de 3,9% del PIB en 1998 a 7% en 2009 y también se ha mantenido el índice de desempleo por debajo de la media del resto de países latinoamericanos.
Pero la conquista más importante de la revolución ha sido despertar a la vida política consciente a millones de jóvenes, trabajadores y campesinos en Venezuela y el resto de América Latina. A partir de 2005 Chávez llegó a la conclusión y planteó públicamente la necesidad de romper con el capitalismo y luchar por el socialismo. Millones de personas que antes permanecían desmoralizadas hoy creen en la posibilidad de cambiar sus vidas, dirigir la economía y la sociedad sin que nadie decida por ellos y están luchando por hacer estas ideas realidad.
El miedo al ejemplo revolucionario que representa Venezuela es la causa del odio de los capitalistas a Chávez y de la brutal campaña de calumnias y mentiras contra la revolución venezolana. Aunque Chávez es el líder político mundial que se ha sometido más veces a las urnas, los lacayos de la burguesía en los medios de comunicación capitalistas no tienen ningún rubor en referirse a él como dictador. Estos medios no sólo ocultan conscientemente las conquistas sociales de la revolución sino que mienten descaradamente sobre lo que ocurre en Venezuela. Presentan a delincuentes comunes como presos políticos, difaman al presidente venezolano al acusarlo de apoyar a ETA y las FARC cuando el gobierno venezolano ha demostrado la falsedad de estas acusaciones, utilizan al gobierno proimperialista de Colombia para organizar provocaciones en la frontera: incursiones de tropas colombianas en Venezuela, establecimiento de bases estadounidenses, carrera armamentística por parte del estado colombiano que tiene el mayor presupuesto militar del continente (5% del PIB frente al 1,5% de media del continente) y es el tercer país del mundo que recibe más ayuda militar estadounidense.

La estrategia contrarrevolucionaria

El objetivo es impedir que los jóvenes y trabajadores de otros países puedan sentirse inspirados por la revolución venezolana y desprestigiar y aislar internacionalmente a ésta para justificar en un determinado momento, si lo juzgan imprescindible y necesario, una posible intervención contra ella. A causa del apoyo masivo que la revolución mantiene entre las masas en Venezuela y el resto de América Latina, los imperialistas no pueden intervenir hoy de manera frontal y directa contra ella. Por el momento, su táctica es desgastarla desde dentro, minando la moral de las masas mediante el sabotaje de la economía por parte de los empresarios venezolanos y extranjeros (que conservan el control del 70% del PIB) y la labor de zapa que desarrolla una quinta columna burocrática que se ha enquistado dentro del estado venezolano.
Los empresarios venezolanos y extranjeros han cerrado desde 1998 más de 6.000 empresas. A pesar de haber recibido numerosas garantías y ayudas para sus inversiones, sabotean la producción y se dedican a especular en el mercado de divisas y a hacer todo tipo de chanchullos para llenarse los bolsillos mientras el pueblo sigue sufriendo. El resultado está siendo subir desorbitadamente los precios, precarizar y explotar la mano de obra, etc. No sólo eso: cuando los trabajadores bolivarianos intentan luchar contra esta situación, crear sindicatos revolucionarios, reclamar sus derechos o luchar por el control obrero y el desarrollo de Consejos de trabajadores son despedidos e incluso reprimidos por los capitalistas y los contrarrevolucionarios infiltrados dentro del Estado.
Un ejemplo de esto lo tenemos en Mitsubishi (MMC), en el Estado de Anzoátegui, donde dos trabajadores fueron asesinados por ocupar la empresa en lucha contra la política explotadora de la multinacional japonesa, en la actualidad la multinacional mantiene despedidos a más de 260 trabajadores, incluyendo los dirigentes del sindicato revolucionario SINGETRAM. Estos trabajadores despedidos son en su inmensa mayoría militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido de Chávez.
Sin embargo, pese a las movilizaciones de los trabajadores de MMC y a los centenares de resoluciones de apoyo de sindicatos bolivarianos, la central sindical chavista UNETE, corrientes revolucionarias y militantes de base del PSUV, del Partido Comunista e incluso de las miles de firmas de sindicalistas de otros países adhiriéndose a la campaña de solidaridad internacional con los trabajadores de MMC realizada por Manos Fuera de Venezuela, el Ministerio de Trabajo sigue tolerando hasta el momento esta situación.
Lamentablemente, el caso de MMC es el más conocido pero no el único. Otros muchos trabajadores están siendo atacados por los capitalistas y la quinta columna burocrática con el fin de impedir que la clase obrera, tal como ha planteado Chávez, se ponga al frente de la revolución. Su objetivo es desmoralizar a la base social del movimiento bolivariano, el pueblo trabajador, y en cuanto les sea posible pasar a la ofensiva y derrotarnos.

Una victoria del PSUV desmoralizaría a la reacción

La próxima batalla en esta lucha entre revolución y contrarrevolución son las elecciones a la Asamblea Nacional del 26 de septiembre. El imperialismo y la burguesía venezolana tienen como objetivo lograr un avance significativo que les permita intensificar desde el parlamento el sabotaje al gobierno de Hugo Chávez, como hicieron con Allende en Chile entre 1970 y 1973. Esto sólo sería un primer paso hacia el fin que persiguen hace años: sacar a Chávez del poder y derrotar el movimiento revolucionario de los trabajadores y el resto de los oprimidos en Venezuela. Para ello están intensificando y combinando el sabotaje económico y una brutal campaña de calumnias y mentiras contra la revolución.
Para la clase obrera y los sectores populares de Venezuela, y para el conjunto de los activistas de izquierda en el resto del mundo, no puede haber ninguna duda acerca de la necesidad de ganar esta batalla. Una victoria contundente del PSUV desmoralizaría a las fuerzas contrarrevolucionarias, animaría el apoyo a la revolución en otros países y, sobre todo, concedería más tiempo y ánimos redoblados a las bases del PSUV y al movimiento obrero venezolano para organizarse y luchar por tomar efectivamente el poder y completar la revolución.
El primer paso es ganar la Asamblea Nacional votando por el PSUV. Tras la victoria, la revolución venezolana debe completar su trabajo acabando con los dos obstáculos que hasta hoy impiden resolver de manera definitiva problemas como la pobreza, la explotación, el burocratismo o la inseguridad: la propiedad capitalista de la banca, las fábricas y la tierra y el mantenimiento de una estructura estatal burguesa que permite el desarrollo de la burocracia y la corrupción. Una economía estatizada y planificada democráticamente y un estado revolucionario basado en Consejos de Trabajadores y Comunales formados por representantes elegibles y revocables permitirían llevar la revolución venezolana hasta el final, resolver los problemas de los trabajadores y el pueblo venezolano y extender la lucha por el socialismo a toda Latinoamérica y al resto del mundo.

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