El 12 de enero hizo un año del terremoto que devastó Haití y que provocó casi 300.000 muertos, otro número similar de heridos y dejó a 1,3 millones de personas sin hogar, que en su inmensa mayoría aún siguen viviendo en tiendas de campaña en campamentos provisionales. Un año después, la reconstrucción casi no ha comenzado, en la capital, por ejemplo, sólo se han removido el 5% de los escombros.
Las condiciones en las que vive la mayoría de la población siguen siendo de miseria, la mayor parte no tiene acceso a los servicios básicos, sólo uno de cada cinco tiene acceso a las instalaciones sanitarias. El 80% de la población vive en la pobreza y la tasa de paro es del 70%. Como sucedió en el caso del tsunami en el Sudeste Asiático los gobiernos capitalistas prometieron miles de millones de dólares para la reconstrucción del país. ¿Qué ha sucedido con todo el dinero prometido? Como recogía The Washington Post (7/1/11): "La IHRC [Comisión Interina para el Desarrollo de Haití] no ha hecho demasiado. Todavía no se ha entregado ni el 10% de lo prometido por los donantes extranjeros y ha gastado menos aún de ese dinero. A parte de reconstruir el aeropuerto internacional y limpiar de escombros las principales arterias urbanas, no ha comenzado la reconstrucción de ninguna infraestructura importante: carreteras, puertos, viviendas o comunicaciones. Según las últimas noticias, de los 1.500 contratos de EEUU por valor de 267 millones de dólares, sólo 20, valorados en 4,3 millones, han ido a empresas haitianas. El resto ha ido a empresas norteamericanas, que casi exclusivamente utilizan suministradores estadounidenses. Aunque estos contratistas extranjeros emplean a haitianos, el grueso del dinero y los beneficios son reinvertidos en EEUU".
Parte de la ayuda ha profundizado aún más la crisis del país. EEUU ha subvencionado la exportación de arroz barato a Haití con la consiguiente amenaza de bancarrota para el sector agrícola local, del que depende la supervivencia del 66% de la población local.
Epidemia de cólera
Para empeorar la situación, en octubre estalló un brote de cólera que ha provocado más de 2.200 muertos y ha infectado a más de 100.000 personas, sin contar a los que han muerto en las calles o en sus casas sin recibir ningún tipo de tratamiento. El cólera es una de esas enfermedades relacionadas con las malas condiciones sanitarias y de higiene, perfectamente evitable y curable en pleno siglo XXI, es el primer caso que se da en el hemisferio occidental en un siglo.
En el caso de Haití el cólera no estalló debido a las malas condiciones sanitarias de la isla, que existen, sino que, como se demostró posteriormente, el origen fueron las tropas de la ONU, concretamente los soldados nepalíes. El cólera se ha extendido tan rápidamente debido a las condiciones de miseria y a la destrucción de la infraestructura, pero también a la política criminal del imperialismo. Debemos recordar que el imperialismo norteamericano en 2004 organizó un golpe de Estado para echar a Aristide del gobierno; previamente, para socavar su gobierno, como en el caso de Cuba, Haití sufrió un criminal bloqueo económico, EEUU bloqueó los préstamos del Banco Interamericano para el Desarrollo destinados a desarrollar la infraestructura del agua en la isla, incluido todo el suministro de agua potable en la región de Artibonita, el epicentro de la epidemia de cólera.
Fraude electoral
Si no bastara con el terremoto, el cólera, la ocupación militar y la represión, el 28 de noviembre, se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Tanto EEUU como los países de la UE, no cuestionaron el carácter "democrático" de todo el proceso electoral, a pesar de que fueron prohibidos todos los candidatos del Fanni Lavalas (el partido de Aristide) o de que habían desaparecido miles de haitianos del censo electoral. Nada más conocerse los resultados oficiales, tanto Mirlade Manigat (la candidata más votada), como Michel Martelly (tercero más votado), se negaron a reconocer los resultados. Los observadores de la UE dieron como vencedora a Manigat, pero la comisión electoral dio por vencedor a Jude Célestin, el candidato del partido de Préval (el INITE). Es tal la magnitud del fraude que la ONU ha pedido una investigación, mientras la OEA no las ha reconocido y pide la exclusión del candidato oficialista para la segunda vuelta que se celebrará el 7 de febrero.
A lo largo de este año, pero sobre todo estos últimos dos meses, hemos visto protestas masivas en Haití. Primero contra la ineficacia del gobierno en el caso del brote de cólera. Después contra el fraude electoral. En ambos casos los haitianos no sólo han dirigido sus protestas contra el gobierno, sino también contra las tropas de la ONU, exigiendo el final de la ocupación imperialista. La situación en Haití es un ejemplo de cómo el imperialismo utiliza la "ayuda humanitaria" para subordinar a los países más débiles al yugo imperialista y así afianzar sus intereses estratégicos, en este caso los de EEUU, en la región.
Parte de la ayuda ha profundizado aún más la crisis del país. EEUU ha subvencionado la exportación de arroz barato a Haití con la consiguiente amenaza de bancarrota para el sector agrícola local, del que depende la supervivencia del 66% de la población local.
Epidemia de cólera
Para empeorar la situación, en octubre estalló un brote de cólera que ha provocado más de 2.200 muertos y ha infectado a más de 100.000 personas, sin contar a los que han muerto en las calles o en sus casas sin recibir ningún tipo de tratamiento. El cólera es una de esas enfermedades relacionadas con las malas condiciones sanitarias y de higiene, perfectamente evitable y curable en pleno siglo XXI, es el primer caso que se da en el hemisferio occidental en un siglo.
En el caso de Haití el cólera no estalló debido a las malas condiciones sanitarias de la isla, que existen, sino que, como se demostró posteriormente, el origen fueron las tropas de la ONU, concretamente los soldados nepalíes. El cólera se ha extendido tan rápidamente debido a las condiciones de miseria y a la destrucción de la infraestructura, pero también a la política criminal del imperialismo. Debemos recordar que el imperialismo norteamericano en 2004 organizó un golpe de Estado para echar a Aristide del gobierno; previamente, para socavar su gobierno, como en el caso de Cuba, Haití sufrió un criminal bloqueo económico, EEUU bloqueó los préstamos del Banco Interamericano para el Desarrollo destinados a desarrollar la infraestructura del agua en la isla, incluido todo el suministro de agua potable en la región de Artibonita, el epicentro de la epidemia de cólera.
Fraude electoral
Si no bastara con el terremoto, el cólera, la ocupación militar y la represión, el 28 de noviembre, se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Tanto EEUU como los países de la UE, no cuestionaron el carácter "democrático" de todo el proceso electoral, a pesar de que fueron prohibidos todos los candidatos del Fanni Lavalas (el partido de Aristide) o de que habían desaparecido miles de haitianos del censo electoral. Nada más conocerse los resultados oficiales, tanto Mirlade Manigat (la candidata más votada), como Michel Martelly (tercero más votado), se negaron a reconocer los resultados. Los observadores de la UE dieron como vencedora a Manigat, pero la comisión electoral dio por vencedor a Jude Célestin, el candidato del partido de Préval (el INITE). Es tal la magnitud del fraude que la ONU ha pedido una investigación, mientras la OEA no las ha reconocido y pide la exclusión del candidato oficialista para la segunda vuelta que se celebrará el 7 de febrero.
A lo largo de este año, pero sobre todo estos últimos dos meses, hemos visto protestas masivas en Haití. Primero contra la ineficacia del gobierno en el caso del brote de cólera. Después contra el fraude electoral. En ambos casos los haitianos no sólo han dirigido sus protestas contra el gobierno, sino también contra las tropas de la ONU, exigiendo el final de la ocupación imperialista. La situación en Haití es un ejemplo de cómo el imperialismo utiliza la "ayuda humanitaria" para subordinar a los países más débiles al yugo imperialista y así afianzar sus intereses estratégicos, en este caso los de EEUU, en la región.