La revolución venezolana vive su momento más crítico. La ofensiva de la burguesía, dentro de Venezuela y a escala internacional, es la más dura en todos estos años de proceso revolucionario. La situación recuerda a la de Chile en 1973, poco antes del golpe militar de Pinochet que acabó con el gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende. Por su interés, publicamos esta extensa entrevista a un grupo de activistas marxistas del movimiento bolivariano cuya identidad no revelamos por razones de seguridad, dada la ofensiva contrarrevolucionaria que sufre el país.
En ella explican en profundidad la grave situación económica y social que está produciendo el acoso del imperialismo y la oligarquía venezolana, y defienden que la misma sólo puede ser superada volviendo de manera clara y decidida a la senda revolucionaria y socialista planteada por Hugo Chávez. Un programa que, en la coyuntura actual, requiere de medidas socialistas audaces que acaben de una vez por todas con el poder económico de los capitalistas, así como con la quinta columna burocrática y corrupta que sabotea la revolución desde dentro. La revolución bolivariana podrá triunfar definitivamente si pone todo el poder político y económico en manos de la clase obrera y el pueblo.
Pregunta: Una de las claves de la derrota electoral del 6D y de que la contrarrevolución esté avanzando fue, según explicó el propio Presidente Nicolás Maduro, la crisis económica. ¿Cuál es la situación en estos momentos?
Respuesta: La situación política y económica, que ya era crítica, se ha deteriorado de forma alarmante en el último mes y medio. Las condiciones de vida de la población empeoran cada semana que pasa. El PIB, que lleva un 10% de caída acumulada desde 2014, podría caer un 7% más este año, según previsiones de la CEPAL. La inflación, según otro estudio del FMI, estaría subiendo un punto diario (lo que podría situarla a final de año en 360%, en 2015 acabó en 180% —datos oficiales—). Otras proyecciones hablan de dos puntos diarios. Aunque son datos tomados de medios imperialistas y existe en estos una intencionalidad política clara de exagerar los datos más negativos, en este caso sólo hay que ir a los mercados y sufrir la búsqueda desesperada de productos y las colas en la calle para comprender que la situación económica es realmente dramática y problemas como el desabastecimiento y la inflación están fuera de control. El colapso económico que estamos viviendo tiene similitudes al producido a causa de una guerra.
Durante años, toda una serie de sectores reformistas, que tienen una influencia clara en diferentes áreas del gobierno, han planteado recurrir al ingreso petrolero y al incremento de la deuda pública (emisión de bonos del estado y de PDVSA, préstamos por parte de China y Rusia) para intentar cuadrar el círculo: mantener el gasto público sin tomar medidas decisivas contra la propiedad burguesa de los medios de producción (el 75% del PIB no petrolero está en manos de empresas privadas). Esa política ha llegado a sus límites. Las reservas internacionales de divisas han caído al nivel más bajo de la década. La posibilidad de un default (cesación de pagos por imposibilidad real de cumplir con las “obligaciones” de la deuda) es evidente. El gobierno se empeña en decir que seguirá pagando ésta pero, en cualquier caso, si lo hacen será a costa de nuevos ajustes en el gasto público que sólo empeorarán la situación de las masas y debilitarán más el apoyo al gobierno.
Para colmo, el ingreso petrolero (aunque ha repuntado ligeramente los últimos meses, de 18 a 34 dólares, incluso 44 según el último dato) sigue estando muy lejos de los 80 o 100 dólares de otros momentos, que es lo que se necesitaría para que la economía no se desplome. Como resultado de la caída del ingreso petrolero, el gobierno ha reducido drásticamente las importaciones. En 2015 éstas se recortaron un 18% respecto al año anterior (una de las causas del agravamiento del desabastecimiento, de las colas y, como consecuencia de todo ello, de la victoria electoral de la derecha). En lo que va de 2016, según The Wall Street Journal, habrían bajado un 40% más.
Pregunta: ¿Cómo está afectando esta situación a las masas y al apoyo al proceso revolucionario?
Respuesta: El resultado del recorte en las importaciones anteriormente comentado es que la escasez de productos básicos, que ya era un problema grave, ha experimentado un salto cualitativo en las últimas semanas. Las colas se han doblado o triplicado respecto a diciembre. Pasar cuatro, seis y hasta ocho horas para conseguir uno o dos paquetes de arroz o pasta es normal, y eso cuando hay suerte y se consigue el producto buscado. La lista de medicamentos que no se consiguen es cada vez más amplia, y los pocos que se encuentran han experimentado subidas (decretadas por el gobierno) del 500%. La última subida de precios concedida por el gobierno a los empresarios del sector de productos de higiene y limpieza personal ha sido del 700%
La inmensa mayoría de la población ha tenido que reducir drásticamente su dieta: comer carne o pescado una o dos veces a la semana (en el mejor de los casos), hacer una única comida fuerte al día, recurrir a desayunar o cenar arepa o pan solos, o a frutas de temporada que estén baratas como el mango. Alimentos como la harina pan para hacer las populares arepas, los granos (caraotas, lentejas,…) la pasta, el arroz, la leche, mantequilla, mayonesa, (que son claves para resistir cuando cualquier tipo de carne o pescado se ha convertido prácticamente en un lujo) se encuentran cada vez con mayor dificultad y han visto subir sus precios exponencialmente. Por primera vez hay colas incluso para conseguir pan.
Tras la derrota electoral, las bases revolucionarias esperaban y pedían un giro a la izquierda. Durante los días posteriores al 6D hubo decenas de asambleas en los barrios y centros de trabajo reclamando ese giro. Inicialmente, cuando el Gobierno planteó convocar el Congreso de la Patria o llamó a crear un parlamento comunal para hacer frente a la Asamblea Nacional burguesa, sectores importantes de activistas intentaron participar en estas iniciativas pensando que podían ser el primer paso para desarrollar el poder obrero y popular y combatir de ese modo no sólo la ofensiva de la contrarrevolución, sino también a la quinta columna de burócratas corruptos que sabotea la revolución desde dentro. Lamentablemente los discursos no se han convertido en medidas concretas que hagan posible el desarrollo del poder obrero y popular como la elegibilidad y revocabilidad de los cargos, la rendición de cuentas de estos ante asambleas, que los cargos públicos cobren el mismo salario que un trabajador cualificado y no acumulen privilegios, etc. Es más: allí donde sectores de trabajadores o del pueblo han intentado desarrollar el control obrero o intentar participar en la toma de decisiones, han chocado con esa quinta columna que se ha enquistado en las empresas públicas e instituciones.
Las medidas que sí se han aplicado, lamentablemente, son las que desde hace meses venían exigiendo sectores de la burguesía. Con el objetivo de “transmitir confianza” y supuestamente ganar el apoyo de determinados sectores del empresariado, se están aplicando toda una serie de medidas capitalistas como subidas de precios, más facilidades para acceder a las divisas, incluso despidos en algunas empresas públicas (RABSA, Banco Industrial de Venezuela, varias centrales azucareras…) como parte de planes para privatizar estas o devolver empresas que fueron expropiadas a los empresarios privados (como ya se ha anunciado con los hoteles que forman parte de la cadena pública VENETUR).
Estas medidas están suponiendo un impacto enorme para la moral y el ánimo de las masas y coinciden, además, con hechos como que sectores de la burocracia siguen acumulando privilegios, demostrando a cada paso su alejamiento de las condiciones de vida del pueblo. En este contexto de crisis se siguen anunciando renovaciones de la flota de carros oficiales de determinados ministerios (gastando el dinero que se nos dice que no hay en aspectos superfluos e innecesarios en la actual situación crítica). No es nada raro observar a altos cargos que lucen en sus apariciones públicas, sin ningún sonrojo, prendas que son inalcanzables para cualquier ciudadano.
Los revolucionarios somos conscientes de que cuando los jefes de la derecha contrarrevolucionaria y sus medios de comunicación denuncian la corrupción, lo hacen de manera cínica y demagógica. Pero los privilegios y el lujo que muestran toda una serie de dirigentes que se reclaman de la revolución, como es lógico, provoca la extensión de un enorme malestar, desmoralización y amargura entre las masas. Hay una pérdida de autoridad de la dirección, incluso entre muchos de quienes votamos por el PSUV el 6D. Somos conscientes de que si la MUD llegase a Miraflores su corrupción, ataques y saqueo de los recursos públicos serían incluso mayores pero, de cara a las masas, denunciar eso no sirve de nada mientras siga habiendo corruptos que, como decía el Che, “llevan la revolución en los labios para vivir de ella”.
Pregunta: Se está hablando de saqueos e incluso de la posibilidad de una explosión social. ¿Qué nos pueden decir acerca de esto?
Respuesta: En este momento la situación esta determinada por numerosos factores: primero, la ofensiva de la oligarquía y el imperialismo, decididos a dar un golpe definitivo a la revolución bolivariana; segundo, la ausencia de un rumbo revolucionario enérgico que adopte medidas claras a favor de la expropiación de la burguesía; tercero, el colapso económico que obliga a la inmensa mayoría de la población a dedicar sus energías a la lucha por la supervivencia. En estas condiciones, el malestar social se expresa en una enorme frustración y desánimo.
Esto explica que lo que no había conseguido la derecha durante la “guarimba” esté empezando a suceder: el inicio de motines y saqueos debido a la desesperación de los sectores populares. Según distintas fuentes, en los primeros cuatro meses del año se han producido más de 200 saqueos o intentos de saqueo. Independientemente de si el dato es exacto o está inflado por los medios burgueses para estimular más el malestar, es evidente que el ambiente de tensión en la calle, que hasta hace un par de meses era más un deseo de la contrarrevolución y un temor de sectores del aparato del estado que una realidad, ha llegado hasta extremos desconocidos e imprevisibles.
De todas formas es muy importante señalar que las características y composición de muchos de estos saqueos no tienen nada que ver con las “guarimbas”. Cuando la derecha intentó tomar las calles para realizar sus acciones de terrorismo callejero, especialmente en el caso de los Abastos Bicentenario (que las bandas fascistas encabezadas por los partidarios de Leopoldo López intentaban cerrar y atacar por medios violentos), los trabajadores junto con los vecinos de los barrios populares cercanos organizaban la defensa para impedir el cierre, saqueo o saboteo de los accesos. En varios de los enfrentamientos o conatos de enfrentamiento que ha habido en las últimas semanas en las colas de estos mismos abastos, o de otros establecimientos, quienes protestaban eran jóvenes y vecinos de los barrios populares que exigían productos a precio regulado.
Por tanto, para que estos sectores no sean utilizados por la contrarrevolución, es necesario tomar medidas para resolver el problema del abastecimiento, y eso sólo será posible poniendo fin a la causa que lo provoca: expropiando bajo el control democrático de los trabajadores todos los monopolios privados que hacen de la especulación y el mercado negro un negocio fabuloso, y combatiendo la quinta columna burocrática que está metida en este juego y se lucra también de la escasez. En definitiva, la cuestión es clara: avanzar hacia el socialismo con medidas socialistas reales y de control obrero efectivas, no colocando parches procapitalistas inspirados en el modelo chino.
Pregunta: Internacionalmente hay una campaña brutal presentando a los dirigentes de la contrarrevolución burguesa como demócratas y al gobierno democráticamente elegido de Venezuela como una dictadura ¿Qué le dirían a los trabajadores de otros países acerca de esto?
Respuesta: En Venezuela hay una “dictadura tan terrible” que llegan reaccionarios de derechas del Estado español como Albert Rivera o agentes de la burguesía como Felipe González y hay cincuenta cámaras para recibirles, y sus opiniones y las de los dirigentes de extrema derecha de la MUD a los que apoyan se repiten a todas horas en la mayoría de periódicos, emisoras de radio y televisoras. Cualquiera que haya vivido bajo una dictadura sabe que estas acusaciones no tienen nada que ver con la realidad. Hay una campaña de mentiras al más puro estilo de Goebbels, el jefe de propaganda nazi, para intentar engañar a las masas y preparar el terreno para llevar a cabo un golpe contrarrevolucionario que acabe con todas las conquistas que hemos alcanzado durante estos años de revolución bolivariana.
Tanto Leopoldo López como Capriles, Ramos Allup y el resto de dirigentes de la MUD demostraron en el golpe de abril de 2002, y posteriormente en las “guarimbas”, de que son capaces. Capriles (entonces alcalde del Municipio Baruta) encabezó el cerco de varios grupos fascistas a la Embajada Cubana, cortando la luz y el agua e intentando someter a ataque y todo tipo de penalidades a quienes se encontraban dentro, incluidos niños. Leopoldo López estuvo al frente, como Alcalde del Municipio Chacao, de la persecución de militantes bolivarianos. Todo el mundo recuerda la imagen de Rodríguez Chacín, ministro del gobierno democráticamente elegido de Chávez, arrastrado y golpeado por las bandas que este terrorista lideraba. Es una imagen que recuerda las del Chile posterior al golpe de Pinochet y otros golpes fascistas similares. Si Leopoldo López está en la cárcel no es por sus ideas sino por haber organizado la llamada “guarimba” en febrero y marzo de 2014, que costó 43 vidas humanas y donde se realizaron acciones como ataques con armas y bombas incendiarias a organismos públicos, centros de trabajo (tiendas de Abastos Bicentenario, sedes de la Universidad Bolivariana de Venezuela, escuelas y facultades donde dominaba la izquierda) incluso a ciudadanos en la calle que no estaban de acuerdo con sus planes contrarrevolucionarios. Capriles también fue el responsable del desconocimiento de los resultados de las presidenciales de abril de 2013 y del llamado a la violencia que acabó con varios militantes chavistas asesinados y ataques a centros médicos de atención primaria (CDI), locales del PSUV e incluso viviendas sociales de la Gran Misión Vivienda Venezuela construidas por el gobierno.
Los medios de comunicación de la burguesía en Venezuela y en todo el mundo aprovechan la situación económica crítica que hoy vivimos, y los errores que, como hemos venido planteando en esta entrevista, se están cometiendo, para intentar lavar la cara a estos hijos de la oligarquía y presentarlos como salvadores, “luchadores por la libertad”, “demócratas” y hasta “dirigentes populares”. No es la primera vez que lo hacen ni será la última. También presentaron como luchadores por la libertad a los integristas islámicos en Afganistán o a los fascistas de la Plaza Maidan en Ucrania.
La cuestión es que mientras el gobierno no gire a la izquierda respondiendo a las aspiraciones del pueblo y del movimiento bolivariano, problemas como el desabastecimiento, las colas, los precios, la corrupción, alimentan la demagogia y los planes de estos contrarrevolucionarios, que se nutren del escepticismo y el desánimo.
Pregunta: ¿Cuál es la estrategia que sigue en estos momentos la contrarrevolución y cómo podría ser derrotada?
Respuesta: Hoy su estrategia pasa por obtener la mayor legitimidad democrática (como dice el propio Capriles cínicamente) para poder lanzar en cuanto llegasen al poder una ofensiva contra las conquistas revolucionarias. Aprovechando el desastre económico y la falta de políticas socialistas enérgicas por parte del gobierno, obtuvieron la victoria en las elecciones a la Asamblea Nacional y hoy están poniendo en juego toda su demagogia para organizar la campaña por el revocatorio de Maduro. La primera recogida de firmas (aunque estas están siendo revisadas para ver si son válidas) superó las previsiones: 1,5 millones de firmas en sólo 4 días cuando necesitaban 100.000 para activar el primer paso del proceso. Aunque la gran mayoría de colas para obtener firmas seguían dándose en zonas de clase media, a diferencia del referéndum del 2004 consiguieron montar puestos de recogida de firmas y con repercusión significativa en algunas zonas populares. Esto confirma que, sobre la base de las fallas que tiene la revolución, están avanzando. Sin embargo, al menos por el momento, no han conseguido traducir la movilización electoral de sus bases en una movilización masiva en la calle que les permita dividir el aparato del Estado y asaltar el poder. Por otra parte, siguen sin tener definido un liderazgo. A nivel internacional un sector de la burguesía apuesta por Capriles y es él quien encabeza la campaña por el revocatorio, pero los sectores más radicales y la movilización de calle parece estar más controlada por VP, el partido de Leopoldo López. Hay también un tercer sector entorno a AD y Ramos Allup que, apoyado en su posición como Presidente de la AN, intenta desarrollar su agenda y tiene sus ambiciones.
En cuanto a la táctica, la estrategia del sector de Capriles parece ser la de aumentar la presión internacional, combinándola con la movilización en la calle, pero graduando ésta con el objetivo de intentar presionar al gobierno y los poderes del estado (TSJ, CNE) para que se convoque el revocatorio. O que, si siguen resistiéndose a hacerlo, un sector de la cúpula militar les obligue a hacerlo o incluso intervenga para destituir a Maduro y convocar elecciones. Ese sector de la burguesía quiere generar una situación límite en la calle pero sin que se salga fuera de control. Prefiere (aunque eso significase esperar algo más) contar con el apoyo de sectores de la alta oficialidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) para sus planes y llegar al gobierno con la mayor “legitimidad democrática” que sea posible. Por el momento, su táctica es la que predomina y disponen de un margen para llevarla a cabo. Pero si se prolongase demasiado el impasse, una parte de su base podría escapar a su control y desarrollarse una nueva guarimba, atentados, etc., que en un escenario económico y social tan complicado podría llevar a una confrontación con sectores de la base de la revolución que por el momento se mantienen a la espera.
Estas divisiones internas dentro de la contrarrevolución es uno de los elementos a los que intenta agarrarse un sector de la dirección del PSUV para considerar que, una vez más, pueden capear el temporal sin recurrir a la movilización de las bases revolucionarias, apoyándose en errores del contrario. Pero esos problemas de liderazgo y unidad de criterios, el imperialismo puede resolverlos sin demasiadas dificultades (una vez creadas las condiciones económicas y sociales para lanzarse a la ofensiva), como hizo en Nicaragua con Chamorro y en otros procesos con otras figuras que carecían de cualquier liderazgo serio y fueron encumbradas cuando lo necesitaron. El punto clave es, como hemos explicado, que la situación económica y social ha llegado a un punto demasiado crítico y el único modo de derrotar la ofensiva contrarrevolucionaria es cambiando la correlación de fuerzas en la calle. Las maniobras jurídicas, incluso si tuviese éxito a corto plazo para impedir el revocatorio, no resuelven el problema de fondo. Menos aún lo consiguen los movimientos diplomáticos para buscar acuerdos con supuestos sectores moderados de la burguesía y el imperialismo.
La burguesía siempre combina distintas tácticas. Durante un tiempo un sector de la misma (especialmente de la burguesía financiera) viendo las dificultades que tenían sus representantes políticos directos para volver a Miraflores, apostó por utilizar algo más a sectores que podía influir en el aparato del Estado para que gestionasen la crisis y desgastar todo lo posible al gobierno, conscientes de que por el momento las políticas de éste les permitían seguir acumulando beneficios y contener el malestar entre la base social de la revolución. Algo que, de llegar al gobierno la MUD y tener que gestionar una crisis tan profunda como ésta, podría convertirse en un problema más que una solución. Esa era la razón de que determinados grupos de empresarios acudiesen a las reuniones con el gobierno y, al menos en público, se desmarcasen de la violencia e hiciesen llamados a la calma y el diálogo. Pero todo indica que están cambiando de postura. El gobierno tiene cada vez más problemas para garantizar estabilidad y control sobre su propia base social. En ese caso, ya no sirve tampoco para este sector de la burguesía con el que buscan negociar los reformistas.
Ante la amenaza contrarrevolucionaria existe un sector de las masas (aunque menos numeroso que hace unos meses) que sigue dispuesto a cerrar filas. Lo vimos en la marcha en defensa de la Misión Gran Vivienda Venezuela, que sin ser tan grande como en otros momentos de acoso contrarrevolucionario, sí consiguió un nivel aceptable y superior desde luego al de la marcha que ese mismo día convocó la oposición contrarrevolucionaria. En muchísima menor medida lo vimos en el 1 de mayo convocado por la CSBT y el PSUV que, aunque consiguió movilizar a algunas decenas de miles (infinitamente más que los patéticos intentos de la CTV contrarrevolucionaria, que no movilizaron prácticamente a nadie) fue, sin embargo, de los Primeros de Mayo menos concurridos de los últimos años. Esto evidencia un distanciamiento de capas importantes de trabajadores y una pérdida de poder de convocatoria entre la clase obrera respecto a la marcha del año anterior. Cuanto más tiempo pase con las masas sufriendo todo lo que hemos explicado, la tendencia es a que este apoyo se reduzca y la situación para el gobierno se ponga peor. Y no estamos hablando para dentro de varios meses o un año sino a corto plazo. La posibilidad de un estallido de descontento sin objetivos ni programa claro (como el caracazo de 1989) es un peligro real. También lo es un golpe de Estado
Pregunta: En 2004, cuando Chávez se enfrentó al revocatorio, se basó en un giro a la izquierda en sus políticas económicas (Misiones, etc.) y en la movilización y organización desde abajo de las propias masas. El golpe de abril de 2002 también fue derrotado por la movilización desde debajo de las bases revolucionarias. ¿No creen que este sería también el camino para poder derrotar la actual ofensiva contrarrevolucionaria?
Respuesta: Yo participé en aquel proceso de movilización masiva de las bases y elección desde abajo de muchos Comandos Maisanta y Unidades de Batalla Electoral (UBE). Cuando se organizaron asambleas para elegir los comités que debían impulsar aquella movilización para defender el proceso revolucionario, que el mismo comandante Chávez bautizó como la “Batalla de Santa Inés”, muchos jóvenes, trabajadores y campesinos, al mismo tiempo que nos organizábamos para dar esa batalla, planteamos ya entonces críticas a las desviaciones burocráticas (que en aquel momento eran mucho menos importantes). Recogiendo ese ambiente, el comandante Chávez nos llamó a hacer una “revolución dentro de la revolución” y posteriormente llamó repetidamente a basar la defensa de la revolución en la movilización de las bases y el desarrollo del control obrero y el poder popular. Incluso poco antes de su fallecimiento (en el discurso conocido como el “Golpe de Timón”) volvió a hacer énfasis en esas ideas. Lamentablemente, como en otros temas, parece que desde sectores de la dirección se han olvidado de este legado de Chávez
El plan de los sectores burocráticos y reformistas, tras la debacle del 6D (y ya anteriormente), era el de fiarlo todo para hacer frente a la crisis económica al apoyo de China, que aunque se presente como “socialismo de mercado”, es un modelo capitalista e imperialista basado en la misma explotación salvaje de los trabajadores y la misma expoliación de los recursos naturales que las demás potencias, como demuestran las numerosas noticias acerca del comportamiento de las empresas chinas tanto en su propio país como en aquellos países donde invierten. Mantienen un doble lenguaje en el que, mientras siguen hablando de socialismo, legado de Chávez, e incluso hablando (aunque cada vez menos) de tomar el control de las empresas que saboteen la economía, en la práctica intentan desmantelar lo más rápidamente posible todo lo avanzado en el terreno de la organización obrera y popular en estos 17 años. Sin embargo, los acuerdos para impulsar la recuperación económica con determinados grupos de empresarios privados, tanto nacionales como extranjeros (sobre todo chinos), no están consiguiendo ni mucho menos los resultados esperados en cuanto a inversión y producción. Incluso los intentos de que empresas y fondos de inversión chinos aplacen los vencimientos de la deuda o hagan nuevos préstamos en condiciones más favorables a las del mercado parecen haber acabado en fracaso. Ello ha obligado al gobierno a buscar financiamiento ante otras burguesías a cambio de nuevas concesiones políticas y económicas.
Hay un amplio sector entre lo que podríamos calificar como alta burocracia estatal que, aunque no se atreve por el momento a decirlo públicamente, ha sacado la conclusión de que el legado socialista y revolucionario de Chávez (las expropiaciones, el llamado a construir el socialismo y desarrollar el control obrero y el poder popular) fueron “excesos”, “errores”, “desviaciones marxistas” que deben ser rápida y urgentemente rectificadas. Su objetivo parece ser el de convencer, nada más y nada menos, que a burguesías como la estadounidense o la europea de que inviertan en Venezuela. Eso al menos es lo que han planteado en reuniones privadas.
Es una locura pero tiene su lógica. Estos sectores se han separado totalmente de las masas, temen tanto la movilización independiente de la clase obrera y el pueblo, están tan vinculados por intereses y negocios comunes con los capitalistas (y tan deslumbrados por el giro hacia el capitalismo de Raúl Castro en Cuba, que consideran exitoso y ven con creciente envidia), que están convencidos de que el problema somos los revolucionarios que reivindicamos un golpe de timón a la izquierda y una vuelta al rumbo revolucionario de Chávez. Ellos han perdido la confianza en la revolución socialista, y apuestan a un entendimiento con sectores decisivos de la burguesía venezolana y de los imperialistas para que les permitan seguir al frente de la economía y el Estado, aunque se vean obligados a gestionar la crisis del sistema capitalista en Venezuela. Las consecuencias de esta visión estratégica son catastróficas para la revolución.
Eso explica por qué, en un momento en el cual el gobierno y la revolución están bajo ataque (y necesitarían fortalecer su base social) están planteando medidas que la debilitan: ajustes, recortes y despidos de trabajadores en empresas públicas, persiguiendo con especial saña a aquellos que se distinguen por su militancia revolucionaria y sus críticas por la izquierda —como vemos en Fama de América, RABSA, SIDOR, las cementeras y muchas otras—. También se inscriben en este sentido medidas que han provocado amplio malestar y desconcierto en las bases revolucionarias como el Arco Minero (que entrega a las multinacionales imperialistas buena parte de la riqueza mineral del país y representa un golpe importante al medioambiente), o la apertura de las zonas especiales no sólo a multinacionales chinas o rusas sino también estadounidenses, canadienses y europeas (incluidas varias de las que más denunció y combatió Chávez como la canadiense Gold Reserve, que tiene planes para construir en Venezuela una de las mayores minas a cielo abierto del mundo).
Hay no pocos dirigentes que en lugar de reflexionar sobre si las medidas procapitalistas podrían suponer una caída aún mayor del apoyo al gobierno, insisten que con la ayuda de esos supuestos aliados burgueses, nacionales e internacionales, y con la supuesta unidad de la FANB, se puede superar la actual situación. Esto es un camino directo al precipicio. La revolución sólo puede salvarse recuperando el apoyo de quienes la hemos sostenido siempre durante estos 17 años: los trabajadores, el pueblo; no enfrentándose a éste.
Pregunta: En la prensa y en la calle se habla constantemente de la posibilidad de un golpe de estado. ¿Creen que es un peligro real en este momento?
Respuesta: Con el gobierno perdiendo apoyo rápidamente a causa de la política de concesiones a la burguesía que hemos explicado, y la burguesía con dificultades para hacerse con el gobierno y el control del estado a corto plazo, una posibilidad que hasta hace unos meses parecía más improbable (una intervención del ejército) no se puede descartar ni mucho menos. El discurso de que “toda la FANB es revolucionaria” y “está unida sin fisuras para defender el legado de Chávez”, lejos de ayudar a identificar los peligros reales y combatirlos deja desprevenidas a las bases y supone un autoengaño. En todas las situaciones de crisis profunda y agudización de las contradicciones entre las clases, esas contradicciones se trasladan al aparato del Estado y provocan divisiones en el seno del ejército y en el cuerpo de oficiales. En abril de 2002 lo vimos: generales que Chávez consideraba leales, incluso amigos personales (como Rosendo y otros), en cuestión de horas brincaron la talanquera y se pasaron al campo contrarrevolucionario.
Uno de los principales problemas que tiene la burguesía en estos momentos es que, a diferencia de lo que ocurre en Brasil o Argentina, tras sus derrotas en 2002, perdieron el control directo del aparato del Estado y no han conseguido recuperarlo en todos estos años. Si hubiese revocatorio hoy, o unas nuevas elecciones presidenciales, sin un giro claro a la izquierda por parte del gobierno lo más probable sería una victoria contrarrevolucionaria.
Por el momento, dentro del aparato del Estado parece imponerse la línea de evitar la convocatoria del revocatorio (o la celebración de nuevas elecciones a la presidencia), utilizando distintos obstáculos administrativos en lugar de apostar por cambiar la correlación de fuerzas en la calle con medidas socialistas y revolucionarias. Un sector, como hemos dicho, confía en ganar tiempo para llegar a un acuerdo estable con sectores de la burguesía y que se recuperen la economía mundial y los precios petroleros. Creen que es posible volver a la situación anterior. Pero todo indica que estas ilusiones se estrellarán contra la realidad. Los mismos analistas burgueses son pesimistas respecto a la economía mundial. Los precios petroleros no se recuperarán significativamente, ni la burguesía aflojará la presión ahora que, por primera vez en mucho tiempo, puede darle un golpe decisivo a la revolución precisamente en el país donde ha llegado más lejos. Todo ello significa, en relación al aparato estatal, que esa aparente unanimidad que mantienen de puertas afuera no sea tal, en particular entre la oficialidad y más aún si la situación económica y política sigue deteriorándose.
Un golpe militar podría revestir formas diferentes. Podría proceder efectivamente de un grupo de militares tocados por el imperialismo que se cuadren de manera clara y abierta con la MUD, pero también podría empezar como un golpe palaciego impulsado por sectores del entorno actual del gobierno, utilizando inicialmente incluso un discurso bolivariano. En este segundo caso podrían contar con la ventaja de tener candidatos más claros y, al menos en un primer momento, jugar con la confusión y estado de shock existentes en las bases revolucionarias. Un militar con pasado inmediato chavista, que se presentase como un posible salvador, podría contar en un primer momento con el apoyo pasivo o neutralidad de sectores de las masas que apoyan el proceso revolucionario.
Independientemente del discurso que pudiese utilizar en un primer momento, una intervención militar intensificaría las tendencias bonapartistas y represivas contra el movimiento obrero y la izquierda que ya existen entre sectores del aparato del Estado vinculados a la quinta columna burocrática. Su objetivo sería culminar la contrarrevolución, llevando hasta el final el giro a la derecha que ya hemos analizado, e intentando negociar con la burguesía y el imperialismo el reparto de papeles y cuotas de poder en una posible transición.
Pregunta: ¿Significa todo lo comentado anteriormente que la revolución está derrotada y la victoria de la contrarrevolución, ya sea mediante el revocatorio y una posible victoria electoral, o con un golpe, es la única evolución posible?
Respuesta: Desde abril de 2002, nunca las amenazas que enfrenta el proceso revolucionario han sido tantas ni tan poderosas. En estos momentos la situación general es la de un reflujo en la participación y movilización de las masas. Las luchas obreras que se producen son en su práctica totalidad de carácter defensivo y se están dando en unas condiciones muy difíciles de aislamiento, criminalización, amenazas, y ofensiva contra los trabajadores tanto por parte de los empresarios como de los sectores más derechistas de la burocracia.
Al mismo tiempo, entre toda una capa de activistas, e incluso en determinadas luchas puntuales vemos como entre sectores más amplios de la clase obrera que son objeto de ataque directo existe una creciente radicalización, indignación y voluntad de resistencia. Cuando hay una alternativa y un plan de lucha claro y decidido consigue conectar e inspirar a los trabajadores, incluso en una situación tan difícil como esta. Bajo determinadas circunstancias, esto puede incluso cambiar el ambiente en una reunión determinada o asamblea. Lo hemos visto en varias luchas obreras. Pero esto es algo excepcional en este momento.
Una situación como esta es enormemente peligrosa para los revolucionarios. A diferencia de lo que ocurría en otros momentos de este mismo proceso revolucionario, el ambiente general de desmovilización y reflujo a causa de la política de la dirección (incluidos los dirigentes sindicales) y las penalidades que sufren las masas es lo que predomina. Factores que en otros momentos podían cambiar el ambiente general, como la intervención de un reducido número de activistas, una lucha concreta en una empresa o la movilización de un sector de las masas, hoy se encuentran con un tope para cambiar, al menos por el momento, la dirección general del proceso.
Eso no quiere decir, por supuesto, que no debamos luchar. Debemos hacerlo pero comprendiendo en qué momento estamos y tomando todas las medidas posibles para defender nuestras organizaciones y las posiciones y derechos que hemos conquistado. Al tiempo que hacemos esto debemos comprender que, dadas las condiciones objetivas del capitalismo venezolano y mundial, nuevos cambios en el ambiente entre las masas y en la correlación de fuerzas entre las clases son posibles y aplicar un método marxista de aproximaciones sucesivas que nos permita ir midiendo cómo evoluciona concretamente la situación en cada momento y adaptando nuestras tácticas y objetivos a ese desarrollo.
La recuperación del equilibrio del sistema capitalista, en Venezuela y a nivel mundial, sólo es posible sobre la base de una derrota histórica del proletariado. No basta con que la clase obrera, desanimada por la política de su dirección y golpeada por la crisis, caiga temporalmente en la depresión y el desánimo. A la burguesía tampoco le basta con volver a Miraflores, una vez allí debería hacer retroceder una por una todas las conquistas y avances alcanzados por las masas. El proceso revolucionario ha llegado tan lejos que, si la contrarrevolución quiere triunfar definitivamente necesitarían borrar cualquier idea o esperanza de cambio de la mente de las masas. El desenlace final no puede ser determinado de antemano. En este momento la contrarrevolución está avanzando. Si conseguirá llevar sus objetivos hasta el final o no y cómo y cuándo podrá sacudirse la clase obrera el peso de todos los factores comentados y estar en condiciones de pasar a la ofensiva, será el desarrollo concreto de la lucha de clases el que nos lo diga. La tarea de los marxistas revolucionarios es luchar porque sea cuanto antes y que cuando ese momento se presente seamos el mayor número posible, estemos mejor organizados y podamos jugar un papel decisivo en el triunfo de los trabajadores.
Caracas, 30 de mayo de 2016