Dos años después, Bin Laden sigue sin aparecer y los talibanes se han reagrupado en el sur del país iniciando una guerra de guerrillas en la que han muerto ya 35 soldados estadounidenses. Afganistán está hundido en el caos. El gobierno afgano, nombrado a dedo por EEUU, no se atreve a salir de la capital. Al presidente afgano, Karzai, se le conoce irónicamente como el “alcalde de Kabul”. El país está controlado por los señores de la guerra que han conseguido incrementar la producción de opio un 2.000%. De la ayuda prometida por Occidente para reconstruir el país, hasta la fecha sólo ha llegado el 5%. Sin haber solucionado nada en este país, un año después el imperialismo estadounidense inició su aventura iraquí.
Oficialmente la guerra “terminó” el 1 de mayo, pero según pasan los días el final parece más lejano y los atentados de las últimas semanas son una prueba de ello. El gobierno estadounidense ha vuelto a rescatar el terrorismo y Al Qaeda para intentar ocultar su fracaso. La propaganda oficial dice que el caos en el que se encuentra Iraq y las terribles condiciones de vida que sufre la población son la consecuencia de los sabotajes y los atentados. Según EEUU todos los problemas relacionados con la escasez de agua, electricidad y combustible son el resultado de ataques premeditados de los “remanentes” del anterior régimen y terroristas extranjeros que han entrado en Iraq para sembrar el caos e impedir la reconstrucción del país.
Esta argumentación es completamente falsa. El responsable de todos los problemas de infraestructura que sufre el país es el propio imperialismo. Por ejemplo, durante la primera Guerra del Golfo, EEUU bombardeó el 85% de la red eléctrica del país. El gobierno iraquí fue incapaz de reconstruirla, como tampoco pudo sustituir las instalaciones petroleras dañadas. ¿Por qué? La respuesta es muy concreta. Debido al embargo económico impuesto por el imperialismo, lo que impidió al gobierno iraquí importar el material necesario para reparar y reconstruir el país. Por cierto, este embargo, que entre otras muchas atrocidades costó la vida a más de medio millón de niños iraquíes, contó con el apoyo y beneplácito de la ONU, y ahora se extrañan que el atentado contra la sede de la ONU sólo haya provocado indiferencia a los iraquíes.
¿Funciona realmente Iraq?
Al mismo tiempo el imperialismo anglo-estadounidense intenta presentar algunos logros con la intención de demostrar que a pesar de todo están consiguiendo que algo funcione. Dicen que el reinicio de la producción de petróleo es inminente. Pero según pasan las semanas en lugar de aumentar, la producción disminuye. En junio producían 900.000 barriles diarios, en julio sólo 750.000. El resultado es que el país con las segundas reservas de petróleo más grandes del mundo tiene que recurrir a la importación para poder satisfacer la demanda interna.
También dicen que están a punto de reanudarse los vuelos comerciales con Iraq y que pronto se va a reabrir el aeropuerto de Bagdad. La realidad es que lo han convertido en una gigantesca base militar estadounidense y campo de concentración de prisioneros iraquíes y por ahora no hay ninguna compañía aérea dispuesta a aterrizar en un aeropuerto que cada noche es atacado con granadas y misiles.
La última medida del imperialismo para aparentar normalidad es la formación de un Consejo de Gobierno formado por 25 personas que “teóricamente” representan a todos los grupos iraquíes. Este gobierno está formado casi en su totalidad por antiguos colaboradores de la CIA y exiliados, sin ningún tipo de credibilidad entre la población.
El carácter de este gobierno es evidente, es una marioneta en manos del imperialismo estadounidense. El Consejo está presidido por Chalabi, a quien el primer ministro jordano le ha recordado que todavía es buscado en Jordania porque está acusado de fraude. Chalabi ha demostrado claramente su carácter reaccionario en una columna escrita recientemente en el Washington Post donde decía cosas como estas: “Las fuerzas de la coalición necesitan moverse rápidamente para arrestar e interrogar a miles de personas: baazistas, fedayines de Sadam y antiguos miembros de los servicios de seguridad y el ejército, así como a sus hermanos, yernos y primos. El Congreso Nacional Iraquí y otros grupos pro-coalición pueden proporcionar listas de estas personas y ayudar en los interrogatorios (...) Las fuerzas de la coalición deben rodear las ciudades donde se concentra la resistencia, dar a los residentes 48 horas de plazo para que entreguen las armas ilegales, después registrar casa a casa. Si en una casa se encuentran armas, entonces hay que arrestar a todos los residentes masculinos que tengan entre 15 y 50 años de edad”. Estas palabras son más que suficientes para demostrar el carácter “democrático” de estos aspirantes a gobernantes.
Aumento de la represión
El ejército estadounidense ha seguido incrementando la represión contra la población iraquí. Una de las últimas medidas es la prohibición de las manifestaciones relacionadas con cuestiones laborales. En la actualidad hay ocho millones de personas en paro o subempleadas. Se acaba de crear el Sindicato de Parados que ha protagonizado en las últimas semanas varias movilizaciones para exigir trabajo y el pago de los salarios atrasados. El paro es uno de los problemas más acuciantes de la población, en ciudades como Bagdad el desempleo afecta a más del 50% de los trabajadores. A finales de julio convocaron una acampada de protesta frente a la sede del gobierno provisional en la que participaron cientos de trabajadores. La administración estadounidense envió al ejército para disolver esta acampada; al negarse los trabajadores, el ejército arrestó al secretario general del sindicato, Kamen Hadi, y a otros veinte dirigentes que todavía se encuentran en la cárcel.
La represión también afecta a los propios soldados estadounidenses. Hace unas semanas ABC News emitió entrevistas con soldados que decían cosas como esta: “Tengo mi propia lista de los ‘más buscados’. A la cabeza están Paul Bremer, Donald Rumsfeld, George Bush y Paul Wolfowitz”. La reacción inmediata del alto mando fue recordar a los soldados que hacer “declaraciones desleales” al ejército conlleva una pena de tres años de cárcel. Se les ha prohibido hacer declaraciones públicas y han expulsado a los corresponsales de guerra que acompañaban al ejército. También han amenazado a los familiares de los soldados, que se encuentran a la cabeza del movimiento contra la ocupación en EEUU, recordándoles que todo aquel que aparezca en público “está poniendo en peligro la carrera militar de su hijo”.
A principios de septiembre el número de soldados estadounidenses muertos en combate era de 284, más de la mitad han muerto después del “final” de la guerra. En cuanto al número de heridos, “oficialmente” la cifra es de 1.124. Hace poco el teniente coronel Allen DeLane, responsable del transporte aéreo de heridos desde Bagdad a la base aérea de Andrews cerca de Washington, concedió una entrevista a National Public Radio (NPR) y decía que la cifra oficial subestimaba el número real de heridos: “Desde que ha comenzado la guerra no puedo dar el número exacto porque es información clasificada, pero sí puedo decir que aquí hemos tenido a más de 4.000 heridos, y que esta cifra se dobla si contamos a las personas que sólo están de paso y son enviadas a otros lugares”.
Envío de tropas españolas
Y es a este entorno hostil donde el gobierno Aznar ha decidido enviar a casi 1.300 soldados.
En principio la operación iba a durar sólo unos meses, pero el pasado 3 de septiembre el jefe del ejército reconoció que los soldados estarán en Iraq dos o tres años. Además, por mucho que insista el Gobierno de que se trata de una operación humanitaria, la realidad es que los soldados españoles van a participar en una fuerza invasora y de ocupación, aunque intenten disfrazarla con mentiras y artimañas. Dicen que los iraquíes no nos ven igual que a los estadounidenses debido a nuestro pasado árabe, pero a pesar de toda la manipulación informativa no han podido evitar que saliera a la luz un ataque con granadas sufrido por las tropas españolas a finales de agosto.
Ya es evidente para todos que la intervención imperialista en Iraq lejos de haber llevado la estabilidad a la región y acabar con el terrorismo, lo único que ha conseguido es añadir más inestabilidad. En EEUU la popularidad de Bush y el apoyo a la ocupación caen según pasan los días. Un sector importante de la clase dominante estadounidense está empezando a cuestionar públicamente toda la operación, incluso exigiendo la retirada de las tropas y que se deje la operación a la ONU, entre otras cosas para compartir el coste económico de la ocupación. El último informe de la Oficina Presupuestaria del Congreso estadounidense alertaba de la situación, fundamentalmente porque el dinero se agota y además no tienen el suficiente número de soldados para hacer rotaciones. Dicho informe propone reducir el número de soldados de los casi 150.000 que hay actualmente a 40.000 o 60.000. De no ser así las consecuencias económicas para EEUU sería catastróficas y además tendrían que abandonar las otras operaciones militares en el resto del mundo.
Los jóvenes y trabajadores debemos oponernos con todas nuestras fuerzas a esta guerra imperialista de ocupación. El 27 de septiembre se ha convocado una nueva jornada mundial de protestas contra la ocupación. Debemos salir a las calles para exigir el final de la ocupación y la retirada de las tropas invasoras.