¡El imperialismo occidental es cómplice de décadas de opresión y exterminio!
¡Viva la lucha del pueblo palestino!
El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha dejado meridianamente clara la estrategia asesina de su Gobierno: “He ordenado un asedio completo de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, no habrá comida, no habrá combustible. Nada entrará y nada saldrá. Estamos luchando contra animales y actuaremos de manera acorde”. Son las palabras de un fascista consumado, apoyado incondicionalmente por Washington y Bruselas.
Los ataques de las milicias de Hamás durante el pasado fin de semana han provocado una respuesta feroz del Gobierno sionista, neofascista, racista y colonialista de Benjamín Netanyahu. Una nueva masacre en Gaza y en los territorios palestinos ocupados está en marcha sin que ninguna potencia mueva un solo dedo para impedirlo. Tras la declaración del estado de guerra y la movilización de miles de reservistas, los duros bombardeos sobre la Franja ya han dejado cientos de víctimas, muchas de ellas niñas y niños, miles de heridos y barrios enteros reducidos a escombros. Unas cifras que se dispararán en los próximos días, especialmente si se produce una invasión militar para la que Israel ya ha concentrado 100.000 soldados y cientos de vehículos blindados en la frontera.
Esta respuesta bélica sin límites, brutal, completamente desigual, con una invasión terrestre que solo puede llevarse adelante con la mayor de las violencias contra los más de dos millones de palestinos que se hacinan en la Franja de Gaza, cuenta con el beneplácito de EEUU y la Unión Europea. El espectáculo es bochornoso. Ya sea Joe Biden y el Partido Demócrata estadounidense, Ursula von der Leyen, Macron, el primer ministro británico o el Gobierno español encabezado por Pedro Sánchez y en el que participa el PCE, Podemos e IU… los representantes gubernamentales del imperialismo occidental han cerrado filas en apoyo a Netanyahu y a su Gobierno ultraderechista.
Todos ellos hablan de ¡terrorismo! para calificar la incursión militar de Hamás. Pero guardan un silencio repugnante ante el terrorismo de Estado, sistemático y criminal, del Gobierno sionista de Israel, justificándolo siempre que masacra al pueblo palestino. Estos “demócratas” de Occidente, protagonistas de una larga historia de extrema violencia colonial e imperialista, apoyan al Gobierno de Netanyahu integrado por organizaciones ultraortodoxas abiertamente fascistas que exigen borrar definitivamente a Gaza del mapa y una limpieza étnica contra los palestinos.
No es ninguna casualidad que Netanyahu hace tan solo unos días culpara del genocidio nazi no a Hitler, ¡sino a los árabes!, sin que se levantaran apenas críticas por parte de sus aliados otanistas. Esta es la llamada “democracia” israelí encabezada por fascistas que tanto defienden EEUU y sus aliados europeos.
Qué cinismo y qué hipocresía. Los mismos que han armado hasta los dientes al Gobierno ucraniano, plagado de ultraderechistas y nazis, y que hablan de su derecho a defenderse, son cómplices y responsables de la salvaje ocupación sionista de Palestina. Una ocupación asentada sobre una política racista de apartheid, como la que padeció la población negra en Sudáfrica, y en crímenes y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Su doble rasero es despreciable. Por eso no hay que engañarse por la propaganda occidental. Las reiteradas declaraciones sobre el derecho de Israel a defenderse son un llamamiento abierto para que se masacre a la población civil palestina.
El pueblo palestino tiene derecho a defenderse frente al exterminio sionista
El operativo de Hamás no surge de un cielo azul, ni es algo inesperado. Décadas de opresión insoportable y que no ha dejado de agravarse en los últimos años, saldada con miles de muertos palestinos por las incursiones militares y la represión cotidiana, es la responsable.
La escalada de provocaciones durante los últimos meses, con un Gobierno cuya agenda la marcan los grupos ultraortodoxos más fanáticos, no ha cesado: acciones represivas en la mezquita de Al-Aqsa, símbolo de los palestinos en Jerusalén; asesinatos de civiles palestinos, incluidos niños, por parte de los grupos paramilitares de colonos que son protegidos por la policía y la justicia sionista; destrucción de casas y cosechas, expulsión de cientos de familias palestinas de sus hogares y expansión de las colonias sionistas; bombardeos a mezquitas, escuelas, hospitales y edificios de ONG internacionales como Médicos sin Fronteras o la UNRWA[1]; decenas de incursiones militares en Cisjordania y Gaza, y casi 700 asesinados en lo que va de año, sin contar los muertos por los actuales bombardeos, los miles de presos y las torturas sistemáticas contra civiles inocentes. Este es el día a día del pueblo palestino.
Y a todo esto se suma la situación desesperada que se vive en la Franja, convertida en el mayor campo de concentración del mundo, en el gueto de Varsovia de los palestinos, con más de 2 millones de personas hacinadas en la extrema pobreza fruto de una política genocida. Es imposible salir del territorio ni recibir comida, medicinas o recursos más que a cuenta gotas; casi la mitad de su población se enfrenta a una situación de hambre; miles de edificios destruidos, incluidos hospitales que bombardeó Israel, no pueden reconstruirse por la falta de materiales; y apenas hay electricidad, ahora tan solo cuatro horas al día tras nuevas restricciones del Gobierno israelí. Un asedio militar y económico en toda regla que solo se pueden calificar como crímenes de guerra y de lesa humanidad, y ante los que callan EEUU y los Gobiernos europeos.
En este contexto intentar igualar la resistencia palestina o las acciones de Hamás con la violencia del Estado de Israel es un auténtico fraude. Para miles de palestinos en Gaza, que no tienen ninguna perspectiva de futuro, que sufren un horror cotidiano, luchar es su única alternativa, ya que no tienen nada que perder. Desde Izquierda Revolucionaria Internacional defendemos el derecho del pueblo palestino a combatir con todas sus fuerzas contra el Estado asesino y colonialista sionista, a las movilizaciones de masas, a la huelga general y, por supuesto, a la autodefensa armada. No nos ponemos de perfil ni somos equidistantes. La cuestión, como explicaremos, es bajo qué programa político se puede dar esta lucha para derrocar a la burguesía sionista y su aparato represivo y militarista. Y es ahí donde la estrategia integrista y burguesa de Hamás y de las milicias islamistas se demuestra, en última instancia, completamente impotente.
¿Nadie sabía nada? ¿A quién favorece este nuevo escenario?
Esta ofensiva de Hamás ha supuesto el mayor ataque en territorio israelí desde la Guerra del Yom Kipur, hace justamente 50 años, causando ya más de 700 muertos entre la población y los militares israelíes. Cientos de milicianos han penetrado en Israel por tierra, mar y aire, ocupando ciudades fronterizas de colonos, esos colonos que tienen carta blanca para disparar y matar palestinos y que disfrutan y vitorean desde sus casas los bombardeos criminales sobre Gaza. Las fuerzas de Hamás han asaltado una base militar, haciéndose con material bélico, han tomado comisarias y han secuestrado a más de 100 rehenes, incluidos algunos mandos militares del ejército israelí, que pretenden utilizar para negociar. Pero es muy dudoso que así sea. Como ya estamos viendo, el Estado sionista se prepara para una sangrienta venganza en lo que han calificado como su particular 11S.
En este contexto, numerosos analistas y medios de comunicación no dejan de señalar que nos encontramos ante un fracaso histórico de la inteligencia israelí, probablemente una de las mejores del mundo. ¿Es esto cierto? ¿De verdad el Mosad y la CIA no tuvieron ninguna información sobre una operación de esta envergadura por parte de Hamás, en la que además señalan que ha participado Irán? ¿De verdad una de las fronteras más militarizadas del mundo, con una barrera de seguridad recientemente finalizada con tecnología punta capaz de detectar cualquier movimiento[2], no estaba preparada para evitar un asalto así?
La realidad es que esta explicación carece de credibilidad, tal y como han puesto en evidencia expertos militares como Kobi Lavie, teniente coronel en la reserva y exjefe de la rama de asuntos palestinos (COGAT) del Ministerio de Defensa: “Es imposible organizar una operación de esta envergadura en Gaza sin que Israel lo sepa. La información de inteligencia existía. Lo que ha fallado es la comprensión de esa información. Hace tres o cuatro meses que se viene hablando de una guerra”. A esto se suma el hecho de que movieron tres batallones de la frontera de Gaza a Cisjordania, dejándola aún más desguarnecida. No parece, por tanto, que nos encontremos simplemente ante una cadena de errores y fallas de seguridad.
Esta ofensiva por parte de Hamás se produce en un momento crítico en Israel. La reforma judicial que la oposición denuncia acabará con la “independencia” del sistema de justicia, y que, entre otras cosas, busca exculpar a Netanyahu de los numerosos escándalos de corrupción que lo acosan,[3] ha provocado una fractura profunda en la sociedad y divisiones dentro de la clase dominante.
Netanyahu está construyendo un régimen totalitario y bonapartista apoyándose en los fanáticos ultraortodoxos que buscan imponer un Estado parecido, en lo referido a la reglamentación social y la represión de las libertades, al Irán de los mulás. Quieren acabar con cualquier elemento de laicidad y retrotraer a la sociedad al medievo. El régimen político de Israel es extremadamente reaccionario y se asienta en la opresión contra el pueblo palestino, pero cientos de miles de israelíes no están dispuestos a un retroceso de este calado. La situación ha llegado a tal punto que el presidente de Israel, un cargo puramente simbólico, advirtió hace unos meses sobre un serio peligro de guerra civil.
En julio de este año, 10.000 reservistas firmaron una carta amenazando con negarse a ser desplazados a los territorios ocupados ante la deriva autoritaria del Gobierno. Una división creciente y tan peligrosa en el ejército que ha llevado a antiguos mandos militares, como el general Amiram Levin, a denunciar púbicamente la ocupación de Cisjordania como “crímenes de guerra” similares a los practicados por la Alemania nazi[4]. Ahora, tras la incursión de Hamás, los reservistas ya están manifestando su apoyo incondicional al Gobierno, cerrándose por el momento las fracturas en el ejército.
La ofensiva de Hamás se ha convertido, independientemente de sus intenciones, en un medio para que Netanyahu recomponga su maltrecha situación, pueda llamar a la “unidad de la nación” para afrontar una guerra “larga y difícil” y cuente con más margen para su política totalitaria y militarista. Su Gobierno tapará cualquier investigación sobre las supuestas fallas de seguridad de la inteligencia y el ejército israelí, faltaría más, y con la declaración del estado de guerra, que no se realizó en conflictos anteriores, limitarán aún más los derechos democráticos, evitando posibles manifestaciones y protestas contra el Gobierno.
A corto plazo se logrará dicha unidad nacional y se fortalecerán las tendencias más autoritarias y reaccionarias en el Gobierno y la sociedad. Sin embargo, la extrema polarización que recorre a Israel y que tiene su base en su decadencia como potencia regional y en la decrepitud de su capitalismo, que ha causado un incremento visible de la desigualdad y la pobreza, no desaparecerá.
Por otro lado, el carácter fascista e integrista de los socios de Netanyahu, y de la oposición de extrema derecha que no está en el Gobierno[5], que llaman abiertamente al exterminio de los palestinos, a entablar una batalla abierta en el Líbano contra Hezbolá y a ir a una guerra incluso contra Irán, seguirá siendo una fuente de inestabilidad no solo en Israel, sino en toda la región. De ahí que el principal dirigente de la oposición, Yair Lapid, haya condicionado la entrada en un Gobierno de unidad nacional a que Netanyahu rompa con sus socios más extremistas. Pero no porque plantee una política de diálogo respecto a Palestina, sino para garantizar una intervención militar igual de brutal que pueda contenerse a ciertos objetivos.
Una dinámica con muchos riesgos para Netanyahu y el imperialismo occidental
En este contexto de fanatismo chovinista, Netanyahu y la oligarquía israelí se preparan para lanzar una ofensiva militar sobre Gaza que será devastadora, y que combinarán con una dura campaña en Cisjordania potenciando los asentamientos y la violencia de los colonos. Mientras se redactan estas líneas ha sido aprobada una legislación especial para dotar de más armas a la población civil, es decir, principalmente a las milicias paramilitares de colonos, y en las redes sociales ya se pueden encontrar vídeos de los primeros pogromos contra árabes y palestinos.
Una dinámica hacia posiciones dictatoriales que fortalecerá aún más a los fundamentalistas sionistas y que tendrá en su punto de mira, en primer lugar, a la población árabe que vive dentro de Israel, y después a los sectores laicos, a las mujeres o al propio movimiento obrero. Tras meses de movilizaciones de masas contra Netanyahu y la extrema derecha, y de ponerles contra las cuerdas, ahora tendrán una oportunidad para vengarse. Por eso mismo, cualquier política de unidad nacional con Netanyahu por parte de la izquierda o el movimiento sindical supone un auténtico suicidio.
En todo caso, como ya están señalando muchos analistas[6], la ofensiva en Gaza también presentará problemas. El primero, la resistencia armada palestina, que incorporará nuevos efectivos que no tienen nada que perder y que se enfrentará a la invasión causando bajas significativas al ejército israelí, especialmente en una lucha pueblo a pueblo y casa por casa. Pero incluso tras la “victoria”, ¿cuál es el plan? ¿Mantener una ocupación militar de Gaza a un altísimo coste? ¿Matar a decenas de miles de palestinos y al resto echarlos al mar? ¿Tratar de reinstaurar en Gaza a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), para que actúe como una fuerza colaboracionista tal y como ya está haciendo en Cisjordania? Nada de esto funcionará a medio plazo.
La brutalidad sionista despertará, ya lo está haciendo, un movimiento de solidaridad en todo el mundo árabe desde abajo, generando presión sobre todos esos Gobiernos reaccionarios y corruptos que hace tiempo abandonaron la causa palestina. De ahí los comunicados de condena a Israel de Qatar o Arabia Saudí y la próxima reunión de la Liga Árabe. Una situación que puede generar una peligrosa escalada, en primer lugar con Hezbolá en el Líbano, y que podría resultar en choques militares de envergadura en la región. Las acusaciones contra Irán van en esa línea, aunque se harán todos los esfuerzos por parte de las potencias imperialistas, regionales y mundiales, árabes y no árabes, ajenas a la lucha y sufrimiento del pueblo palestino, para que el conflicto quede reducido a la destrucción de Gaza.
En este escenario, no solo Netanyahu quiere sacar provecho de esta situación. Centrar todos los esfuerzos propagandísticos en Israel es también una necesidad política de primer orden para el imperialismo norteamericano y sus aliados de la UE, ocultando así el desastre cada vez más evidente que enfrentan en Ucrania. Por eso su ofensiva diplomática en la ONU exigiendo apoyo incondicional a Israel, que no ha logrado la unanimidad del Consejo de Seguridad, y sus posteriores acusaciones contra Rusia y especialmente contra China por no apoyar ciegamente a Israel y no condenar a Hamás.
Aprovechando la coyuntura, EEUU ha decidido mover uno de sus principales portaviones al Mediterráneo, en una operación de advertencia contra cualquier muestra de apoyo a la causa palestina de los países de la zona y de completo respaldo al Gobierno israelí. La Unión Europea tampoco quiere ser menos, y ya ha dejado claro que va a poner de rodillas a la población palestina. De entrada ha suspendido todos los pagos que debe realizar a las autoridades palestinas con cargo al presupuesto común de la UE, según ha anunciado Olivér Várhelyi, comisario europeo de Ampliación y Política de Vecindad: “Como mayor donante de los palestinos, la Comisión Europea pone en revisión toda su cartera de desarrollo, por un valor total de 691 (millones de) euros”, ha escrito este canalla en X, antes Twitter.
Solo una alternativa revolucionaria y socialista puede acabar con la guerra y la barbarie
El conflicto bélico en Palestina tiene una naturaleza totalmente desigual. Por eso, plantear la cuestión desde un punto de vista estrictamente militar es un error de bulto. A pesar de su enorme valentía, arrojo y capacidad de resistencia, el pueblo palestino no puede librar una guerra victoriosa contra la máquina militar israelí si no se basa en el movimiento de masas, en la solidaridad de clase y en una perspectiva revolucionaria internacional.
Conquistar el apoyo de la clase trabajadora y los movimientos sociales de Israel, que enfrentan también la amenaza del fascismo ultraortodoxo, es decisivo para la victoria de la causa palestina. Así se ha visto estos meses y en el pasado cuando estallaron fuertes movimientos de protesta en Israel y se fortalecieron las corrientes favorables a las aspiraciones del pueblo palestino. Tal como ocurrió en 2021 durante los bombardeos masivos sobre Gaza, fue la huelga general en Palestina e Israel lo que frenó en seco la escalada.[7] Y así también ocurrió durante la primera y segunda Intifada. La lucha revolucionaria con métodos de clase, y no el integrismo religioso, es lo que puede unir a las masas oprimidas de Palestina con las de Israel y socavar el apoyo a las ideas sionistas y reaccionarias entre el pueblo judío.
La acción de Hamás supone un golpe propagandístico en una situación de completa desesperación en Gaza. Un golpe que refuerza su influencia frente a Al-Fatah, que actúa desde hace años como el brazo ejecutor de la política colonialista de Israel en Cisjordania, donde también están perdiendo posiciones y la escasa autoridad que les podía quedar. Este es el triste legado de la OLP y de los famosos Acuerdos de Oslo que desde numerosos sectores de la izquierda, incluso revolucionaria, saludaron como el camino a seguir para resolver la cuestión palestina.
Sin embargo, más allá de este golpe propagandístico temporal, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, el integrismo religioso de Hamás no es ninguna alternativa. Hamás es un instrumento de Teherán, de un régimen que es una dictadura teocrática y que ha bañado en sangre los levantamientos populares que han sacudido Irán en estos años. No tienen una política revolucionaria, ni de clase, ni internacionalista, sino religiosa y proburguesa.
Como han demostrado en Gaza, la dirección de Hamás se ha apoyado en un amplio sector de la burguesía compradora y comercial palestina, que hace buenos negocios con los capitalistas israelís, y ha permitido el enriquecimiento de una élite mientras se ha mostrado incapaz de enfrentar y resolver los graves problemas cotidianos que padecen las masas palestinas. Su integrismo oscurantista repele además a los sectores de izquierdas y combativos, tanto en Israel como internacionalmente. Una acción militar aislada, que plantea como enemigo a todo el pueblo de Israel, sin ninguna diferenciación de clase, por mucha envergadura que tenga se volverá en su contrario. No debilitará al sionismo, sino que lo fortalecerá, dando oxígeno a sus elementos más ultraderechistas.
La liberación nacional palestina no solo pasa por enfrentar al Gobierno asesino de Netanyahu, sino también a la burguesía palestina y árabe. La clase dominante palestina es cómplice de la ocupación y fue partidaria de los acuerdos de Camp David y de Oslo. Son un apéndice de la burguesía árabe corrupta y vendida. Han actuado bajo las directrices de Washington y Bruselas en numerosas ocasiones y como carceleros de su propio pueblo.
El pueblo y las masas oprimidas de Palestina han sido traicionados en innumerables ocasiones. Hay que reconocerlo honestamente y es necesario sacar las conclusiones de ello. La alternativa no es el Irán de los mulás, no es el integrismo fundamentalista, sino una estrategia y una política revolucionaria que se base en la lucha de masas, en la huelga general y en la insurrección, defendiendo un programa socialista capaz de unir a los oprimidos de Palestina e Israel y expropiar a los capitalistas israelíes y palestinos, que hacen negocios juntos gracias a la ocupación. Un programa así conectaría las aspiraciones de las masas palestinas con las crecientes batallas de las masas israelíes.
Es la hora de la solidaridad internacionalista con los pueblos oprimidos por el imperialismo, de apoyar el combate de las masas palestinas contra décadas de ocupación y exterminio y de una política que haga posible la derrota de la maquinaria sionista. Y eso será posible solo con el programa y los métodos de la revolución socialista.
¡Viva la lucha del pueblo palestino!
¡Viva la Revolución Socialista Árabe!
Notas:
[1]Agencia de la ONU de asistencia a las y los refugiados palestinos.
[2]Israel announces completion of security barrier around Gaza
[3]Israel: Explosión social contra el Gobierno de extrema derecha de Netanyahu
[4]El ex general de la FDI compara el control militar de Cisjordania con la Alemania nazi
[5]Lieberman: estoy listo para unirme al gobierno si hay un compromiso de destruir a Hamas
[6]Cuatro malas opciones enfrenta Israel en la franja de Gaza
[7]Israel bombardea Gaza y las masas se levantan contra la ocupación. ¡Abajo el Estado capitalista sionista!