El sábado 7 de agosto Israel vivió la mayor movilización de masas de su historia, más de 300.000 personas participaron en manifestaciones en distintas ciudades del país. La mayor de todas fue en Tel Aviv, que congregó a casi 200.000 personas. Si tenemos en cuenta que Israel tiene 7 millones de habitantes, sería como si en EEUU hubieran salido a las calles 10 millones de manifestantes. El principal lema de las manifestaciones ha sido: “El pueblo exige justicia social”. Esta jornada de lucha fue la última de una serie de protestas que desde hace cuatro semanas han sacado a la calle a decenas de miles de jóvenes y trabajadores. Una semana antes, el 31 de julio, más de 150.000 participaron en las manifestaciones para exigir la reforma del estado del bienestar.
Estas movilizaciones contra el empeoramiento de las condiciones de vida tienen un tremendo significado político no sólo para Israel, sino también para todo Oriente Medio. Estos acontecimientos forman parte del mismo proceso que se desarrollando en el mundo árabe, tiene sus mismos orígenes: desempleo, pobreza, aumento de la carestía de la vida y desigualdad social.
En estas protestas se puede ver la influencia de lo que está sucediendo en el mundo árabe, como sucedió en Wisconsin, en las manifestaciones se podían ver carteles con alusiones a la revolución árabe, el 7 de agosto en muchas pancartas se leía: “Dimite [Netanyahu], Egipto está aquí” o “Camina como un egipcio”. En la acampada de Tel-Aviv, que se encuentra localizada en el Bulevar Rothschild, a la entrada se puede leer: “Rothschild, esquina de Tahrir”. Pero el movimiento de masas del 15-M del Estado español también está teniendo un gran impacto y se ha convertido en un punto de referencia. En Israel no se ha visto nada igual desde principios de los años setenta cuando miles de personas, encabezadas por el grupo de los Panteras Negras, en referencia a la organización norteamericana del mismo nombre, tomaron las calles para protestar contra la discriminación que sufrían los judíos procedentes de Oriente Medio. Entonces comenzó como una manifestación de 7.000 personas en Jerusalén que en los meses siguientes se extendió a un movimiento de masas por todo el país. Las protestas acabaron con el inicio de la guerra de Yom Kipur de 1973.
Acampadas por todo el país
Las protestas actuales comenzaron el 14 de julio con una acampada en la capital para protestar contra el aumento del coste de la vivienda, desde 2008 el precio de un piso medio ha aumentado un 55 por ciento y de los alquileres un 27 por ciento. Un piso en Tel Aviv de 100 metros cuadrados cuesta unos 600.000 dólares, en ciudades más pequeñas oscila entre 200.000 y 300.000 dólares, algo imposible para la mayoría de los israelíes. En los últimos diez años el gobierno sólo ha dedicado un 3 por ciento del presupuesto para construir vivienda pública, pero desde 2006 a 2009 no construyó ni una sola, al mismo tiempo ha gastado miles de millones en la construcción de nuevos asentamientos de colonos en territorio palestino. De las 9 tiendas de campaña iniciales en la capital, ahora hay más de 400 tiendas instaladas en las principales ciudades del país. La actitud inicial del gobierno hacia el movimiento fue de absoluto desprecio, calificando a sus participantes como “izquierdistas ashkenazi [1] que comen sushi y fuman cachimbas”. (Hareetz. 6/8/11)
El movimiento rápidamente se extendió, según las encuestas el 87 por ciento de la población lo apoya (Haaretz. 23/7/11). La primera gran manifestación fue el 23 de julio en Tel Aviv, frente al museo de la ciudad, ese día más de 40.000 jóvenes participaron en uno de los mayores mítines que se recuerda en años en esa ciudad. Este mismo día los trabajadores municipales hicieron huelga en solidaridad con los acampados. Al mismo tiempo, se sucedían luchas de los estudiantes y profesores contra los recortes educativos, desde hace cinco semanas los médicos residentes están en huelga por los bajos salarios y las largas jornadas laborales, una protesta a la que se han sumado las enfermeras, el 1 de agosto más de 100.000 trabajadores municipales secundaron la huelga convocada por el Sindicato de Empleados Municipales. El Histradut, la confederación sindical israelí, inicialmente no quiso dar su apoyo a las movilizaciones, pero la presión de la clase obrera y de sus militantes ha obligado a su dirección a cambiar de posición, cuando preguntaron a su secretario general Ofer Eini, si convocarían una huelga general, su respuesta fue: “todo es posible” si Netanyahu se niega a negociar. (Digital Journal. 27/7/11). Todo un paso adelante si tenemos en cuenta sus declaraciones al inicio de las protestas: “No apoyaremos un movimiento que pretende humillar al primer ministro elegido democráticamente y que busca su caída. No somos Egipto ni Siria”.
Pobreza y desigualdad
Como ha sucedido en Egipto o Túnez, la economía israelí durante los últimos diez años ha experimentado un crecimiento económico importante, una media del 4,5 por ciento anual, pero ha ido acompañado de una política de privatizaciones y desregulación del mercado laboral, que se ha traducido en un empeoramiento de las condiciones de vida de las masas israelíes.
El país de la OCDE donde más se ha extendido la pobreza es Israel.Según los últimos datos del Instituto Nacional de Salud, el 23 por ciento de la población vive debajo del umbral de pobreza y el 29% corre peligro de caer en ella, eso significa que un 52 por ciento de la población vive en unas condiciones de pobreza o cercana a ella. Los salarios han pasado de representar el 68 por ciento de la renta nacional en el año 2000, a un 63 por ciento el año pasado, equivale a perder 200 euros mensuales. Según el Central Bureau of Statistics, los salarios medios en abril cayeron un 3,4%, mientras la inflación supera el 4 por ciento y los precios de los productos básicos han experimentado un fuerte aumento. Los precios de los alimentos desde principios de año han subido un 6 por ciento. La ropa y el calzado un 8,6 por ciento sólo en el mes de junio, el gobierno había anunciado un incremento importante del precio de la gasolina que ha tenido que paralizar debido a las protestas, actualmente el galón de gasolina (3,7 litros) cuesta 8 dólares. El salario medio es de 2.500 dólares mensuales, puede parecer mucho pero si tenemos en cuenta el coste de la vida en Israel no es tanto, alquilar un piso de un dormitorio en el centro de una ciudad supera los 800 dólares y a las afueras 600 dólares, si se trata de un piso con tres dormitorios para una familia, el coste es de 1.300 y 1.000 dólares respectivamente. El coste medio mensual en electricidad, gas y agua es de 172 dólares. Pero el salario medio oficial tampoco dice toda la realidad porque el 75 por ciento de los trabajadores gana menos de 1.700 dólares mensuales, mientras que los altos ejecutivos de las grandes empresas ganan 90 veces el salario medio.
Del problema de la vivienda al cuestionamiento del sistema
El gobierno de Benjamin Netanyahu intentó frenar el movimiento con una ley de vivienda que entre otras cosas prometía construir 50.000 pisos en 18 meses, una propuesta rechazada por el movimiento. De una protesta inicial por la cuestión de la vivienda rápidamente se ha pasado a cuestionar todo el sistema, no sólo el precio de la vivienda, sino también la situación de la educación, el precio de las necesidades básicas y los alimentos, se cuestiona todo. Las reivindicaciones se han ido ampliando hasta presentar una tabla reivindicativa que incluye: reducir los alquileres y el precio de la vivienda; reducción de impuestos; aumento de un 50 por ciento del salario mínimo; educación gratuita; reducción de la ratio de alumnos por clase; mejora del sistema sanitario y reforma de las leyes laborales. No se trata ya de la dimisión de Netanyahu, como decía uno de los portavoces del movimiento: “No pedimos un cambio de primer ministro. Pedimos un cambio de sistema”.
El gobierno se niega a reunirse con los portavoces del movimiento y sólo ofrece la creación de un “equipo de diálogo” con ministros y expertos. Como tampoco ha conseguido su objetivo de parar las protestas, ahora anuncian “reformas”. El actual gobierno es uno de los más derechistas de la historia, el Likud gobierna con el apoyo de la extrema derecha, el Israel Beiteinu (Israel es nuestra patria), presidido por el fascista Lieberman. Se han aprobado algunas leyes que atacan directamente derechos democráticos como la libertad de expresión. Recientemente se aprobó la Ley Nakba, que prohíbe ayuda pública a cualquier grupo que considere una catástrofe la creación del Estado de Israel. Otra ley establece como ofensa la participación en actividades que promuevan el boicot a Israel y los asentamientos en Palestina, con multas de 10.000 dólares. También se pretende prohibir el árabe como primera lengua para los 1,8 millones de ciudadanos árabes-israelíes y quieren ilegalizar a los grupos citados por el Informe Goldstone de la ONU que califican como crímenes de guerra la actuación del Estado israelí en la Guerra de Gaza de 2009.
El actual movimiento de masas tiene una tremenda importancia porque como hemos visto en otros países árabes, las reivindicaciones de clase y las cuestiones sociales han conseguido dejar en segundo plano las divisiones religiosas y nacionales. En el caso de Israel el significado es aún mayor debido a que la clase dominante sionista ha utilizado esta división durante décadas para dividir a la clase obrera en líneas religiosas y étnicas, recurriendo cuando ha sido necesario a una represión brutal y a la guerra. En esta lucha por primera vez en décadas están participando conjuntamente judíos y palestinos, en las manifestaciones se podían ver muchas pancartas escritas en hebreo y árabe, también otras a favor de un Estado palestino y contra la represión en Gaza y Cisjordania.
La clase dominante israelí es consciente del potencial revolucionario del actual movimiento y muchos temen que en las próximas semanas haya algún tipo de provocación que pueda desencadenar algún conflicto militar o incluso algún atentado con la intención de azuzar el chovinismo y así parar el movimiento. Durante la primera semana de agosto el ejército israelí hizo una incursión en Líbano que fue respondida militarmente por el ejército libanés, además han comenzado a desplegar tropas israelíes en la frontera con este país, ha incrementado la represión sobre los palestinos, el 1 de agosto soldados israelíes asesinaron a dos palestinos en el campamento de refugiados de Kalandia (Cisjordania) después de asaltar varias viviendas. La semana anterior asesinaron a otros dos palestinos en Jenin y otro en Nablus.
La lucha no ha terminado, los organizadores de las protestas tienen el objetivo de sacar a un millón de personas a las calles el próximo 3 de septiembre en 50 ciudades del país. El estallido social de masas ha sacudido al gobierno y demuestra la posibilidad real de unidad entre trabajadores árabes y judíos. La clase obrera israelí aprenderá a través de la experiencia quién es su verdadero enemigo, que no son los trabajadores árabes ni de otras nacionalidades, sino la clase dominante israelí, que como sus homólogas en el resto del mundo intentan hacer pagar el peso de la crisis sobre los hombros de los trabajadores.