Donald Trump ha colocado la relación de Estados Unidos con México como un tema central de su propagada. Antes y después de las elecciones responsabilizó a los “mexicanos” del desempleo y la criminalidad en EEUU, afirmó que las relaciones económicas con México son un ejemplo acabado de cómo otros países se aprovechan del carácter “benefactor” de la potencia imperialista. Trump no ha escatimado insultos hacia los trabajadores migrantes, hacia el gobierno y el país en general. ¿Qué significado tiene esta campaña contra un país subordinado económica, política y militarmente durante décadas a la Casa Blanca?, ¿Será que los magnates de Wall Street están en búsqueda de un nuevo enemigo externo, responsable de todos los problemas que ellos mismos han ocasionado en su país?, ¿Será que las transnacionales gringas afilan los cuchillos para extraer más sangre del pueblo trabajador mexicano?
Un muro que ya existe
La política de Trump tiene un alto contenido propagandístico que pretende vender la idea a los sectores conservadores de la sociedad norteamericana de que “ahora sí” el gobierno va a hacer algo para cambiar las cosas. Sin embargo, el muro en la frontera, las deportaciones y las modificaciones al TLC, son políticas existentes que en los últimos años han sido perfeccionadas para reportar más beneficios a las empresas norteamericanas. Todas las “innovaciones” que propone Trump por más escandalosas que suenen, van en el mismo sentido.
Respecto a la frontera esta comenzó a amurallarse a mediados de los noventa a instancia de la administración demócrata de Bill Clinton, luego se aprobó un presupuesto millonario con Bush para incrementar la cerca que terminó de construirse durante el primer periodo de Obama. Con los años, el tema fronterizo ha ido ganando importancia como bandera de agitación para los políticos más reaccionarios. En 2012, uno de los precandidatos republicanos a la presidencia, Herman Cain (vinculado al Tea Party) llegó a hacer alarde de su proyecto de valla en los siguientes términos: "Va a ser de 20 metros de altura. Va a tener alambre de púas en la parte superior. Va a estar electrificada. Y va a ser un signo al otro lado diciendo: Advertencia: Te va a Matar". Trump recoge esta bandera propagandística.
Las deportaciones antes de Trump
Sobre las deportaciones, inicialmente Trump prometió expulsar a los 11 millones de indocumentados que residen en EEUU, de los cuales aproximadamente la mitad son mexicanos (Centro de Investigaciones PEW); después de las elecciones bajó su objetivo a 3 millones. Esta propuesta tampoco es tan novedosa si consideramos que existe una tendencia sólida en el incremento de las expulsiones. Bush expulsó a 2.1 millones de migrantes durante sus dos mandatos, Obama mejoró el record llegando a casi tres millones también en sus dos periodos. Trump continuará con esa tendencia, pero sin olvidar la máxima de los capitalistas, “negocios son negocios”: La inmigración ilegal aporta ganancias multimillonarias a los capitalistas, pues cuentan con mano de obra para la cual no han gastado nada en su formación; le otorga un salario hasta ocho veces más bajo que el de un trabajador norteamericano promedio; no le ofrecen los derechos laborales más básicos; y no gastan nada cuando esta fuerza se ha desgastado, pues se deshacen de ella expulsándola del país. Los cálculos indican que tan solo los migrantes mexicanos generan entre el ocho y el 11 por ciento del PIB norteamericano (1).
Los cálculos varían, pero todas las tendencias apuntan al decrecimiento de la población norteamericana con su respectivo impacto en la fuerza laboral, siendo los migrantes hispanos los que jugarán un papel más importante y clave en la economía norteamericana. Se proyecta que en los próximos cinco años esta población captará el 40% de los nuevos empleos creados (IHP Economics, La migración hispana y la economía de EEUU. 2016). Reforzar la criminalización de los trabajadores migrantes es un aspecto económico y político fundamental para los capitalistas ya que realmente no pueden prescindir de ellos como afirman demagógicamente, pero sí requieren que sus condiciones de vida se reduzcan constantemente, pues ellos son la base de su “competitividad” en el mercado mundial.
¿Quién ha ganado con el TLC?
La denuncia de Trump del Tratado de Libre Comercio de América del Norte es otra estratagema demagógica. En primer lugar no es un secreto para nadie que este tratado no tenía como objetivo la creación de empleos en Estados Unidos (tampoco en México) como convenientemente afirma Trump. El objetivo era abaratar los costos que pagan las empresas norteamericanas trasladándose a países donde la mano de obra es mucho más barata y lo suficientemente calificada para desempeñar una parte del proceso productivo, además de que las empresas obtienen otros beneficios como evasión de impuestos y no están sometidas a regulaciones: ambientales, sanitarias ni de muchos otros tipos. La salida de estas empresas ha dejado ciudades industriales desiertas en EEUU, pero su llegada a México no ha traído ningún paraíso sino calamidades. Prueba de ello es que ahí donde está el 60% de las maquiladoras (en el norte del país) las ciudades se han convertido en auténticas zonas de guerra: azotadas por el narcotráfico, los feminicidos y el empleo precario en las condiciones más infrahumanas. Si el TLC ha generado empleos en México como afirma Trump ¿por qué cada año abandonan sus hogares medio millón de trabajadores rumbo a EEUU? Los únicos que han ganado con este tratado han sido las multinacionales gringas.
El magnate-presidente ha hecho alarde de sus llamados a algunas empresas norteamericanas para que no instalen sus plantas en México, China o Vietnam, a cambio promete grandes recortes de impuestos y deshacerse de las regulaciones que hacen imposible “fabricar productos en EEUU”. En otras palabras, Trump ofrece crear el escenario de los países del tercer mundo en la Unión Americana para atraer de vuelta a las empresas. Algunas compañías han respondido que mientras afuera les ofrezcan además de mano de obra barata acceso ilimitado a materias primas, será muy complicado cambiar de sede. En última instancia la supuesta presión de Trump sobre las empresas se traduce en un impulso para que éstas amaguen más a los gobiernos, el mexicano por ejemplo, para que no se detengan a la hora de entregar tierras, aguas, energéticos y paraísos fiscales para no tener que “salir del país”. El propio Trump ha variado su propuesta de “derogar” el TLC a “renegociarlo” porque la realidad se impone: el TLC ha sido una fuente inaudita de saqueo imperialista.
La res y el carnicero
En un extraño acto de sinceridad y contrastando con el discurso oficial de “aquí no pasa nada”, el secretario de Economía afirmó a mediados de noviembre que "no es lo mismo ser res que carnicero". Con esta frase puede quedar inmortalizada la visión que del país tiene el gobierno. Peña Nieto ha hecho un llamado a la unidad nacional para “enfrentar” las presiones que vienen, pero este ha caído por su propio peso. Ante la amenaza de deportaciones masivas el gobierno ha anunciado un programa de “apoyo legal en todos los consulados” y de incentivos fiscales para que los repatriados “abran negocios en México” (sic). El grueso de la población sabe que la derecha y los empresarios del país han sido cómplices fieles del imperialismo norteamericano y no será ahora cuando cambien de parecer.
A lo más que llegan los estrategas empresariales es a barajar la posibilidad de reimpulsar sus relaciones con el imperialismo chino como alternativa ante Trump, pero tomando en cuenta el papel tan avasallante de los EEUU sobre la economía y la política del país, esta posibilidad no tiene viabilidad para concretarse en el corto plazo. Tampoco está claro qué tan convenientes pudieran ser esas nuevas relaciones para la burguesía mexicana, así que por ahora buscan acomodarse a los cambios que puede implicar la llegada de Trump. Como una perla del nacionalismo de la burguesía, Cementos Chihuahua ha afirmado que podría obtener importantes dividendos a partir de ser un proveedor importante si es que se contribuye el muro, “no podemos ser selectivos…tenemos que respetar a nuestros clientes”, declaró su director.
¿Enemigo del neoliberalismo?
El extravío a la hora de caracteriza y enfrentar la política de Trump desafortunadamente no ha sido exclusivo de la derecha, “intelectuales” firmemente vinculados a Morena como Ortiz Pinchetti han realizado afirmaciones aberrantes: “Trump es enemigo de esta globalización desequilibrada y del neoliberalismo. Como millones de nosotros”. “La presencia de un radical como Trump nos da la oportunidad para dar por terminado el proyecto histórico impuesto autoritariamente a partir de Salinas” … El mismo día de las elecciones en EEUU López Obrador hizo un llamado a la “calma” y también a la “unidad nacional”, donde incluía lo mismo a trabajadores que a empresarios. Estas posiciones naturalmente han dado un mayor margen de acción a toda la campaña de confusión y pasividad por la que claman los grandes medios de comunicación.
El poderos instinto antiimperialista de la juventud y la clase trabajadora mexicana se han visto diluidos ante la falta de un punto de referencia claro donde puedan expresarse, pero sin duda existe y está siendo alimentado por toda las agresiones de Trump contra el pueblo trabajador mexicano; así como por la posición claudicante del gobierno, la derecha y los empresarios.
Trump no solo no es un rebelde del neoliberalismo, es el representante más fiel -aunque demagógico- de los intereses capitalistas. El hecho de que este personaje no se canse de dar patadas a un Peña Nieto que solo aprieta los dientes, de ninguna manera le otorga rasgo alguno de progresismo. Al contrario, remarcando la bota imperialista en suelo mexicano, Trump pretende lanzar su mensaje al mundo, ¡Volveremos a hacer grande América! Pero no hay que equivocarse, que Trump elija a un país dependiente como México para mostrarse “grande” ante el mundo, nos recuerda qué tan débil es el gobierno de Wall Street.
¡Peña, la derecha y los empresarios mexicanos son aliados de Trump: Tenemos que combatiros a todos!
1. “Son señalados como delincuentes por un precandidato presidencial estadounidense, pero el trabajo de los mexicanos que emigraron a Estados Unidos produce bienes y servicios por un valor de al menos de 600 mil millones de dólares, y contando a toda la gente de origen nacional que vive en ese país, mexico-estadounidenses de segunda y tercera generación, la cifra casi se triplica.
Todos ellos en conjunto suman una población de 33.5 millones de personas que representan 8 por ciento de todo el Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense, de acuerdo con datos oficiales de ambas naciones. (El financiero. Delincuentes, les dice Trump, pero generan el 8% del PIB de EU. 18/o6/05)
“Según la Asociación Estadounidense de Abogados de Inmigración y el Instituto Urbano los migrantes de distintas nacionalidades aportan, con su trabajo, 32% del Producto Interno Bruto del gigante del norte. Los mexicanos en particular, el 11%”. (www.izquierdadiario.mx)